ZARANDA, vieja palabra hispánica, del mismo origen incierto que el port. ciranda; teniendo en cuenta las variantes aragonesas zandra y candra, y adviniendo que la zaranda se llamó en latín vulgar taratantăra, es posible que se trate de una onomatopeya tsándara (con variantes tántara, kándara) que expresaría el sonido rítmico de la criba y el grano al zarandearlos; la metátesis que convirtió esta forma primitiva en zaranda debió de producirse en el verbo antiguo zarandar, cuya remota fecha se comprueba por la del cat. arcaico acerenar ‘cribar’.
1.ª doc.: saránd, med. S. XI, en hispanoárabe; çaranda, h. 1400, glos. del Escorial y de Toledo.
Por lo que hace al romance propiamente dicho, es en la Península Ibérica exclusivamente donde aparece el vocablo. Çaranda ya está en los glos. del Escorial y de Toledo (traduciendo vannus y falanga), después en G. de Segovia (1475, p. 82), Nebr. («interniculum, vannus»), C. de las Casas («vaglio»), Percivale («a sieve to sift with, a winnow, a searce, a vanne»), Oudin («un van ou crible»), Covarr. («la criva agugerada para limpiar el trigo echándolo en alto y meneándolo de una parte a otra, para que salga el polvo y la paja»), Aut. («lo mismo que criba»), y en muchos clásicos: «y con una zaranda que allí halla / ... / zarandó mil poetas de gramalla» Cervantes, «A Enrico traigo en çaranda [‘manejo a mi antojo’] / como grano de altramuz» Góngora (ed. Foulché II, 143), etc.; es voz generalmente conocida: en algunas partes se distingue la criba para grano de la zaranda para piedras, o para jalea, o la empleada en los lagares, pero estas distinciones no se observan en otros sitios. En portugués se dice ciranda «instrumento como raro [‘rallador’] de madeira, para limpar a cal e areya do cascalho, pedras, etc.; também há ciranda de palhas para limpar o grƟo», del cual no tengo datos anteriores a Moraes, pero que será probablemente tan antiguo como en cast.1; ciranda en el Alentejo y en la Beira Baja es un bastidor en forma de parrilla o de caja empleado para estrujar las uvas con la mano (Krüger, WS X, 108), pero la sinonimia con el cast. zaranda está más generalizada; en la zona de Tras os Montes próxima a Miranda de Duero se pronuncia ceranda (RL XXXI, 144)2; la variante con e se extiende a ciertas hablas leonesas, pues Gonzalo Correas la recogió, y así se dice en Astorga (A. Garrote), y acerandar por ‘cribar’ en Maragatería (BRAE II, 626); también escribió acerandar (DHist.) Juan de Pineda (1589), quien era de la prov. de Valladolid o del Oeste de Santander, aunque vivió en Andalucía; ceranda se dice asimismo en La Lomba (León), BRAE XXX, 167. Acaso estas formas en e y en i no sean espontáneas, sino debidas al influjo de otra palabra, quizá SERONDO SEROTէNUS3. En catalán no existe hoy el vocablo, que yo sepa (a no ser en Valencia, donde cerendillo, çarandill, tiene todo el aspecto de castellanismo, más que mozarabismo), aunque parece haber habido algo de esto en el S. XIII (V. abajo). Nada hay en los demás romances.
Diez (Wb., 500) se limitó a rechazar la posibilidad de un origen arábigo en vista de que ni por la forma ni por el significado correspondía a la raíz arábiga sárad. J. Storm (Rom. V, 188) proponía lat. (GRANA) CERNENDA ‘(granos) por cerner’ con cambio de significado y pérdida de la primera N por disimilación, idea que M-L. (REW 1832) declaró imposible fonéticamente, con razón de sobra, pues ni son posibles disimilaciones de este tipo ni se explicaría el cambio de E en a. Ni Eguílaz ni Dozy trataron de zaranda en sus glosarios de arabismos (Engelmann, en el último, p. 378, se limita a declarar que no es árabe). Pero Dozy en su Suppl. (I, 650a) hace referencia al pasaje citado del dicc. de Lane, donde este; arabista, ignorando que saránd es palabra española, supone se trate del vocablo persa sirind ‘lazo para coger un animal’, conjeturando se tomara en el sentido de ‘especie de red’, y de esta ignorancia de Lane han nacido varias conjeturas etimológicas; inútil es decir que son sin valor: Dozy imagina que en árabe dicha palabra persa pudo tomar el sentido de ‘criba’; Simonet le rectifica tácitamente, partiendo del persa sirand ‘columpio’ («oscillum»), pero ni lo uno ni lo otro tiene gran verosimilitud semántica, y sobre todo, para poder admitir que un vocablo español es de origen persa hace falta que esté comprobado su empleo en el árabe de Asia o de África.
Ahora bien, hay un hecho que impide descartar del todo un origen oriental, acaso iránico. Justi, en la Zeitschrift der deutschen morg. Gesellschaft XXXVIII, 115 (a quien remite Lokotsch, Etym. Wb. d. Wörter or. Urspr., n.º 1843), señaló el parentesco de zaranda con la palabra curda s[a]r[a]râd ‘criba’ (Jaba, Dict. Kurde-Fr., p. 239), en otros dialectos serénd ‘criba grande’ (Houtum-Schindler, Zeitschr. citada, p. 73). Sabido es que las hablas curdas pertenecen al grupo iránico, lo cual sugiere la idea de que el vocablo pudiera haber pasado del persa medieval al árabe y de éste al iberorromance: por un caso nada frecuente y no muy fácil de explicar, pero meramente casual, el vocablo no estaría documentado como árabe, en la Edad Media, más que en fuentes hispánicas, y en el árabe de Oriente no habría dejado otras huellas que el testimonio, aislado y moderno, del Mohît. Podríamos aceptar la idea si por lo menos en iranio conociéramos datos antiguos o si supiéramos que allí tiene el vocablo considerable extensión geográfica. Pero en realidad no consta claramente que en el Irán haya más parentela que ésta. Es cierto que hay el persa sirind, que Vullers traduce «oscillum», o sea ‘columpio’, idea que podría enlazarse con la de ‘criba’ a través del zarandeo del columpio, y junto a sirind Steingass registra una variante minoritaria sirand; pero al parecer el columpio en cuestión no es más que una cuerda y la idea fundamental del vocablo parece ser la de ‘cuerda, cinta, lazo, traba’ (y no la de objeto oscilante), a juzgar por las demás acs. («entangling the legs as wrestlers, to trip each other; a swing, a noose for catching prey by the foot, a lasso; a green film which floats on the surface of stagnant water; convolvulus, ivy»). Por otra parte no encuentro noticias de la antigüedad del vocablo en iránico (falta en el Grundriss de de Horn y en todos sus índices alfabéticos); y finalmente el curdo, de entre los dialectos iránicos parece el menos apropiado como testimonio de la antigüedad de una voz en el Irán: hablado por tribus nómadas, que en parte se extienden por territorio turco e iraquí, en parte descienden de árabes iranizados, en parte vienen de antiguos iranios, no sabemos qué valor se puede atribuir a su léxico cuando se trata de un vocablo sospechoso de arabismo: los dos dialectos curdos en que Houtum localiza serénd se hablan en territorio persa, pero muy cerca del Iraq: el uno a la altura de Bagdad, a unos 100 km. de la frontera, y el otro a la altura del Mosul y sólo a unos 60 kms. de allí; en cuanto a la otra forma sararâd, su misma estructura, sin la n, por eliminación del cuadriliterismo, y con duplicación de la r, la hace sospechosa de ser préstamo árabe. En conclusión, me inclino a creer que nuestro vocablo pasó del castellano medieval al árabe y allí llegó esporádicamente hasta Siria y el Curdistán, y que no hay relación con el persa sirind ‘lazo, cuerda, cinta’. Sin duda es ésta una conclusión meramente provisional y necesitada de revisión por parte de un buen lingüista especializado en iránico y árabe. Pero la posibilidad de dar al vocablo una etimología europea fortifica esta conclusión provisional. Luego el propio Simonet volvió al latín, a base de CERNERE ‘cerner’, partiendo, con la aprobación de Colin (Rom. LIX, 287), del b. lat. cernida ‘criba’. Suponiendo que llegara al castellano y portugués por conducto del mozárabe y el hispanoárabe, serían posibles el cambio de las vocales y el traslado de la h que supondría esta etimología. Pero el «bajo latín» es una lengua fantasma, un disfraz artificial del romance hablado o, en el mejor de los casos, perpetuación de una tradición que se remonta hasta el latín clásico o vulgar de la Antigüedad; a no tratarse de una palabra culta y libresca ―que no lo es zaranda―, el bajo latín no interesa en absoluto al etimologista, si no es como un trasunto que permita adivinar una realidad lingüística del latín vulgar o del romance arcaico; ahora bien, una formación *CERNIDA como derivado del verbo CERNERE es inconcebible en latín, a lo sumo podríamos suponer un verbo vulgar *CERNէTARE derivado de CERNERE y admitir que el b. lat. cernida esté por *CERNէTA, derivado postverbal de dicho verbo, lo cual sería harto arriesgado no habiendo en romance otras huellas del tal *CERNITARE. Por otra parte, el mozárabe cambia normalmente la Ce latina en ch- y conserva intacta la -T- intervocálica; por lo tanto, habría una contradicción flagrante entre la ç- y la -d- tratadas a la castellana y la supuesta evolución fonética del resto, sólo posible en mozárabe, contradicción que es extraño escapara a la atención de Colin. Por lo demás, el citado cernida sólo se encuentra en fuentes tan sospechosas como los lexicógrafos tardíos Papias (S. XI), Ugutio (S. XII) y Escalígero (S. XVI), que se copian los unos a los otros, y el primero suele copiar de algún glosario latino, por lo tanto, es muy verosímil la sugestión de Wildebrand y del ThLL de que cernida no sea más que una mala lectura de un cernicla real (que aparece como variante manuscrita), plural del conocido CERNICULUM ‘criba’. Luego hay que desechar esta etimología, y será mejor arrinconar de una vez toda relación con CERNERE, que sólo sería materialmente posible con un intermediario mozárabe, cuando la s- de las formas mozárabes sólo permitiría partir de un étimo latino en CE- a condición de suponer que el mozárabe lo tomara de los romances de la España cristiana.
Ante este callejón sin salida visible, trató Blondheim (MLN XXVII, 78-79) de volver a una etimología arábiga, fundándose en las voces citadas del Mohit y en que los dicc. árabes de Wahrmund y de Belot atribuyen el sentido de ‘cribar’ al árabe vulgar sárad, pero adviértase que estos dos dicc. son recopilaciones de segunda mano, sin crédito científico, que en este punto se fundarán sea en Dozy o directamente en el Mohit. Aun suponiendo que sárad tenga este valor en algún punto de África o de Asia, quedaría la dificultad morfológica de derivar de ahí saránd; Blondheim, para superar este grave tropiezo, remite a la anticuada gramática árabe de Ewald (Leipzig 1831, I, p. 166), donde se cita un caso aislado semejante, Ǥalándà «iners» (cuyo sentido, por lo demás, nada tiene que ver con la raíz Ǥálad ‘fuerte’, ‘cuero’), y a un pasaje del dicc. de Lane, donde se coleccionan 5 casos iguales entre sí (aunque de forma algo diferente del nuestro): Ȑiġrándà, Ȑisrándà, Ȑi⺆lándà, Ȑiklándà e Ȑiġlántà, pertenecientes a las correspondientes raíces sin n. No me detendré en analizarlos individualmente, pero hay que advertir en seguida que se trata de meras curiosidades gramaticales (como las que suelen entretenerse en coleccionar los gramáticos árabes, sin gran relación con la lengua viva): cualquiera que se haya familiarizado un poco con el árabe real sabe que nada de esta estructura suele encontrarse en los autores, a no ser en algún préstamo o en palabras onomatopéyicas. Sobre todo, es imposible llegar al sentido de ‘cribar’ partiendo del de la raíz arábiga sárad ‘continuar’, ‘poner en orden consecutivo’, ‘ensartar’, ‘perforar’, ‘coser’. Luego también hay que descartar el árabe.
Jud (Rom. XLIX, 399-405), en un artículo destinado a averiguar la etimología céltica de dos grupos de voces alpinas y francesas dialectales, hace con mucha reserva una breve referencia a la posibilidad de que a esta parentela pertenezca el iberorromance zaranda. Esto ya ofrece más posibilidades, pues abundan las palabras prerromanas o de origen oscuro en la terminología de estas operaciones agrícolas, y lo poco que sabemos del celta hispánico nos deja gran amplitud de movimientos ―demasiada quizá, pues a medida que se ensanchan las posibilidades disminuye la certeza del resultado―. Se trata del sobreselv. carjentas, engad. criainta, lombardo alpino criènte, frprov. criante «vagliatura del grano», tipo documentado en glosas latinas en la forma CRIENTA, luego el fr. dial. creincer ‘cribar’ de CRIENTIARE: todo esto procede de la raíz gala CRզ- (de donde deriva CREI-TRON ‘criba’ > irl. ant. crīathar, galés ant. cruitr, etc.). Aunque Jud no concreta su idea en cuanto a zaranda, agregaré que el sufijo -ANT- es sumamente vivaz en céltico, y que quizá no sería inconcebible una trasposición *CRIANTA > *CIRANTA (comp. CONFLUENTEM > Confolens, clueca > culeca, etc.)4; de todos modos, quedaría el cambio de -NT- en -nd-, que sería muy atrevido explicar por un intermedio vasco; sería, pues, una reconstrucción arriesgada desde el punto de vista antiguo, y que exigiría la admisión de dos alteraciones fonéticas anómalas o excepcionales: en conjunto, la idea ha de quedar como una vaga y poco probable posibilidad.
Tratando de llegar a una solución, me fijo especialmente en la variante zándara que leemos en los Puntos Espirituales (1611) del aragonés Fr. Tomás Ramón, natural de Alcañiz: «pónenlo en una zándara o criba lleno de piedras y otras malezas, sacúdenlo, danle aprisa una y otra vuelta en torno, y poco a poco viene a caer en tierra limpio sin que caiga una piedra, si la zándara es la que debe» (cita de Cej. IX, p. 575). De acuerdo con la repugnancia del aragonés por los esdrújulos, esto se ha reducido actualmente a zandra en el Alto Aragón: es una criba de piel de animal agujereada, en el valle de Vio (Krüger, Misc. Alcover, p. 10 de la tir. ap.), una criba grosera para grano en Biescas, Linás, Torla, Aineto y Solanilla (zandria o zandia en Embún), Kuhn, ZRPh. LV, 583. El cambio de zaranda en zándara sería muy difícil de explicar fonéticamente, y así esta variante ha de ser muy antigua. No es la única que encontramos en Aragón: Borao registra cándara ‘zaranda’: no hay que sospechar una mala lectura de çándara en esta palabra que Borao no da como antigua, y en efecto hoy subsiste kándra en Panticosa como nombre de un tamiz para colar la leche al principio de la preparación del queso5. Ahora bien, este tipo de consonantismo alternante TSÁNDARA ~ KÁNDARA <n6> nos recuerda inmediatamente un viejo nombre de la ‘zaranda’ en latín vulgar, TARATANTହRA, documentado con este sentido en el Glosario de Ælfric (que como todos los glosarios latino-anglosajones ha de ser del S. VIII o anterior), en las glosas isidorianas (CGL V, 596.15) y en un buen número de antiguos glosarios latino-franceses aducidos por Du C. (comp. CGL VII, 333): el origen onomatopéyico del vocablo salta a la vista, y de conformidad lo explican las glosas de Aynard (ms. del S. XI): «est vox setaciorum» (CGL V, 624.34), es decir, es el sonido de los cedazos o cribas cuando se zarandean; sabido es que ya Ennio empleó antiguamente este vocablo para imitar el son de una trompeta («et tuba terribili sonitu taratantăra dixit»). No hay duda realmente de que la sucesión consonántica tántara reproduce perfectamente el meneo rítmico del grano dentro de la zaranda; ahora bien, la alternancia consonantica t = ts = k que presentan las variantes tsándara y kándara frente a (tara)tántara es un fenómeno corriente en las onomatopeyas, y a este origen apuntan también las variantes catalanas y leonesas de que voy a hablar. El cambio del radical çandar- en çarand- no es probable que se produjera en el sustantivo, donde la vocal acentuada intermedia presentaría resistencia a la metátesis; en cambio, era muy fácil y aun inevitable en el verbo *çandarar > çarandar, desde donde debía de propagarse al sustantivo. Ahora bien, este verbo es ya antiguo, como que se encuentra en el mozárabe de R. Martí y PAlc. y en el cast. de Nebr. («çarandar: secerno»); hoy subsiste así en Andalucía, aunque en el resto de España por lo general se ha sustituído por zarandear, y zarandar se lee en muchísimos clásicos (Quevedo, Jacinto Polo, la Madre Ágreda, y V. otros en Cej. IX, p. 576); azarandar está en G. A. de Herrera (1513) y otros. La gran antigüedad del verbo nos la prueba su antigua extensión al catalán, pues azerenar (entiéndase z = ç) aparece en las glosas del S. XIII que aclaran el dicc. de R. Martí, junto con un sustantivo azarén ‘criba’, cuya a- inicial, y é tónica analógica, revelan su carácter postverbal7. Aunque la e y la n (= nd) de estas formas pueden explicarse por evolución fonética catalana, no puede descartarse la posibilidad de que se remonten a una variante antigua en la base onomatopéyica, pues las mismas características reaparecen en el otro extremo de España, donde tal evolución es imposible: en Carrocera (prov. de León) se dice serenarse8 o serenearse por ‘columpiarse’ y seren(e)o ‘columpio’, a lo cual responde zandarearse íd. en otra población del mismo municipio, zarandeáse cerca de Avilés y zambalearse en otros pueblos (M. Menéndez García, Bol. Inst. Est. Astur., n.º 25, 1955, pp. 17, 21, 22 de la tir. ap.).
DERIV.
Zarandar o azarandar (V. arriba); zarandador, zarandear [1599, G. de Alfarache, Aut.]; zarandeo. Parece relacionado con zarandear (cf. sérancer y formas análogas citadas arriba) y quizá debido a un cruce de este vocablo con traer al sarcillo ‘traer al retortero’ (V. ZARCILLO) el gall. or. axerxilar, axirxilar (Monforte) ‘zarandear el grano con la criba’, axerxillar ‘bullir, moverse, agitarse uno mucho’ (Eladio Rdz.), que Sarm. grafía agergillar (pron. axerxillar, según su sistema) «en Pontevedra es peneirar y zarandear, en partes de Lugo es azorar a uno y traerle como un argadillo» (CaG. 230v), agergillar, agergillado ‘apresurar, apresurado’ (ib. 216r); quizá haya también relación de contaminación o cruce con sa(r)char ‘escardar’ y el santand. zarcillo ‘almocafre’ (vid. SACHO) o con exarcia (JARCIA) a base de una ac. ‘enredo, maraña de redes’. Zarandero. Zarandillo [Aut.] Zarandalí and. ‘palomo con pintas’ (que le hacen parecer a una zaranda agujereada; sin embargo, es algo extraña la terminación). Sarán bilb. «capacho», «cesto ordinario y hondo hecho con flejes de castaño, que los labradores usan para las faenas agrícolas» (Arriaga, Revoladas), en vasco vizc. zaran ‘cesto’, que es muy incierto pueda venir de zaranda. V. además ZARABANDA.
1 Trató del port. ciranda Leite de V., Ensaios Ethnográficos III, 373n., que no está a mi alcance.― ↩
2 El port. serandar ‘trabajar de noche’, ‘celebrar sarao’ (Fig.), en el Minho seranzar, parece sin relación con zaranda. C. Michaëlis,: KJRPh. IV, 345, supone *SER-AN-ITARE, lo que parece arriesgado; quizá de un sustantivo serãada > seranda ‘velada’.― ↩
3 Viceversa en Cespedosa se dice cerando o zarando en lugar de serondo ‘trigo tardío sin acabar de madurar’ (RFE XV, 157), y en la lengua general serondajas, derivado de serondo, se ha cambiado en zarandajas.― ↩
4 Hay otro celtismo de forma aún más semejante a la de zaranda, del cual trata también Jud: fr. sérancer (pic. chérencher) ‘peinar el lino’, fr. séran (ant. cérant) ‘peine del lino’ CER-ENTIARE (comp. irl. ant. cir ‘peine’), vid. REW 1827a, FEW II, 594. Y aunque se ha dicho hasta ahora que se trataba de un celtismo estrictamente limitado al Centro, Oeste y Nordeste de Francia, agregaré por mi parte que en otro tiempo debió de extenderse más, pues de aquí viene sin duda el vasco txarrantxatu ‘cardar el lino’, txarrantxa ‘carda para limpiar el lino’ (vizc., guip., a.-nav., ronc., y designando secundariamente otros objetos provistos de púas, como la carlanca, en algunas localidades del lab., b.-nav. y sul.; pero también podrían ser modificaciones secundarias de garrang(l)a ‘carlanca’, Michelena, BSVAP XIII, 499); del vasco pasaría al alav. serranjar, zarranjar, ‘peinar el lino’, serranja, za-, ‘peine del lino’. Pero en todo esto el sentido ya nos aleja un poco más del de zaranda.― ↩
5 No hay que decir que esto no puede venir del tipo cándano, céltico CANDAROS, como quisiera Kuhn, ZRPh. LV, 626-7, pues esta palabra significa ‘ramas secas’. Imposible el enlace semántico.― ↩
6 Con este último relacionó Spitzer (Lexik. a. d. Kat., 48-49) un mall. engandores encontrado en las Rondaies de Mn. Alcover («es sòtil qu’anava y venia lo mateix d’un arer dalt unes engandores»), donde más bien parece tratarse de un armazón que aguanta la zaranda. Desde luego es muy inverosímil la idea de Spitzer de que ahí tengamos alcandora ‘camisa’.― ↩
7 Las glosas catalanas de R. Martí presentan un dialecto muy curioso y aberrante, con grandes arcaísmos, como la conservación constante de la -N, varios casos de conservación de la -z- (atizar 267, lezinar 408), etc. La confusión constante de e y a átonas prueba que no estamos ante un glosador valenciano ni tortosino (fabra, alcaria, la celles, y por otra parte penescal, menescal, telvina, tevela, serment); por otra parte, la abundancia de arabismos en ese lenguaje denuncia un territorio recién reconquistado, hay palabras que no parecen haber existido nunca fuera de Mallorca (gavaig ‘buche’) y rasgos manifiestamente baleares, tales como confusión de e y a tónicas (palpabra, azaren) como símbolo del fonema ଊ, L? o CL representados por y (vermeya, bragayons, braguyar), L୧ > Ȯç (fauszon), y otros hechos muy anómalos que podrían ser mozárabes o debidos al influjo de los provenzales, que tanto colaboraron en la reconquista y repoblación de las islas (aredondar, benda; arc de tor, capel de fer; pes blans = peus blancs; mellca). En una palabra, el origen mallorquín es sumamente probable. Variante mozárabe de azerenar podría ser Ǥurâna, traducido ) «brandar» y «brandola» en R. Martí, es decir, ‘oscilar, bambolearse’. En todo caso, no puede ser ‘blandón’ ni venir de CୱRA (como sugiere Simonet, p. 167), según muestra la traducción brandar.― ↩
8 No me consta si esta variante radical persiste en algún punto de los dominios catalán o leonés (en los cuales la hallamos desde antiguo). Lo sospecho, en cuanto al primero, en lo referente al extremo Norte del dominio del mozárabe-catalán, pues en un romance recogido en Menargues (entre Balaguer y Lérida) por Milà i Fontanals, Romancerillo cat., 291, E 1f., y que parece cosa del S. XVII-XVIII y aun quizá del XVI, leemos «la falsa traydora / que va pels hostals ballant la chacona /.../ sabata ab taló, la mitgela groga / faldellí vermell i un galó a la vora / manto i serenero a tall de senyora». Siendo coss de moda, la CHACONA corresponde, según los datos dados arriba, a los años 1592-1613... 50, estando vestida a la moda, no sería un «mantel curt amb què les dones es cobrian el cap per guardar-se de la serena» (pues esto lo necesitan las mujeres rústicas y no las damas) como supone, por enlace seudo-etimológico, AlcM., quien lo documenta en doc. de Montblanc de 1748 y en el Gazohil. de Lacavalleria (1690; el Dicc. Torra no lo lleva en su ed. de 1670, pero sí en la de 1750, ni On. Pou en la suya de 1575), traducido «rica vicinium, calytra, vestidura de dona». Sería más bien de manto largo que se zarandeaba, con derivación a la manera de balandrán cat. balandrejar-se; si son exactos los equivalentes del Lacavalleria, se trata de un velo de las mujeres, que cubre la cabeza, pero baja por encima de las espaldas. La probabilidad de que tenga el mismo origen (puesto que atz- en ningún caso puede sorprender) la rara y algo insegura voz cat. atzarena (cf. en ZURAME) no deja de reforzar esta etimología mozárabe. ↩