ZARABANDA, origen incierto: lo único que consta es que este baile es oriundo de España, y es probable que aquí se creara también la palabra, con materiales puramente hispanos; se han propuesto varias etimologías persas, suponiendo que sea palabra trasmitida por el árabe, pero todas ellas son inverosímiles.
1.ª doc.: 1539, Fernando de Guzmán Mexía.
Ha sido lugar común buscar la etimología en persa, sin duda por la terminación -and o -band, que es tan frecuente en este idioma. La más antigua es la de Ménage, quien partía de sarband «venda o faja con que se ciñen la cabeza las mujeres» (compuesto de sar ‘cabeza’ y band ‘ligadura’), etimología que se viene llevando y trayendo, a base de achacar a esta palabra persa el sentido de «especie de danza» o «especie de canto», que no ha tenido nunca (falta en los dicc. de Steingass y de Richardson-Johnson). También se ha querido partir del persa sarāyand ‘canto o cantor’, que no conviene fonéticamente; etc.
Más razonable parece la sugestión de Ribera (Disertaciones y Opúsculos II, 144-6), aceptada por Steiger (Festschrijt Jud, p. 673): persa dast-band «a dance where they join hands» (Steingass), propiamente ‘atadura’ (band) de las ‘manos’ (dast). Esto por lo menos puede documentarse en árabe, en la forma dastabánd, en el Tratado musical de los Iȟwân Asafa (S. X), ya citado por Freytag, quien traducía el vocablo por «conjunctio manuum, ut videtur, in saltatione». Realmente, nos dice Ribera, en dicho tratado, tras enumerar los géneros musicales que habían de ejecutarse en convites, banquetes de fiesta, etc., se dice que entonces «venía el tiempo del baile y del dastaband». El vocablo, en efecto, figura en los léxicos árabes del ?auharí (fin S. X) y del Fairuzabadí (fin S. XIV) ―autores nacidos en el Irán―, que según Lane (p. 878) lo definen «a certain game of the Magicians: they turn round, as though imitating the revolutions of the ‘host of heaven’, having taken one another by the hand, in a manner like dancing», y agrega Lane que de ahí pudieron venir las evoluciones semejantes que practican los derviches en Egipto. A esto se reduce todo lo que sabemos del ár. dastabánd: ceremonia de procedencia iránica, y de carácter religioso, en que los personajes se mueven como en una sardana; es posible que acabara por convertirse en un baile de diversión, aunque esto no consta en forma inequívoca. Del uso del vocablo en el árabe de España o siquiera de África, no hay testimonio alguno (falta en el Suppl. de Dozy, en Beaussier, etc.). Alega Ribera que dastabánd en cast. pudo convertirse en *daçabanda, lo cual es indudable (vid. ZAGUÁN, ZURRIAGA); que luego pudo haber una metátesis *çadabanda, y finalmente el cambio esporádico de la -d- en -r-, como en seguirilla por seguidilla. En rigor todo esto es posible, aunque la verosimilitud va haciéndose cada vez más escasa a medida que se acumulan los fenómenos fonéticos excepcionales. En conjunto el proceso fonético es dificilísimo (no habiendo datos de las formas intermedias), aunque no inconcebible. En lo semántico la danza ritual de los magos habría dado un salto mortal hasta convertirse en la endemoniada orgía que organiza Loaisa y escandaliza a Mariana y al Pinciano; también podríamos admitirlo, aunque ahí se trata de las evoluciones de una bailarina aislada, no de un corro de gente. Y así las improbabilidades van acumulándose. ¿Nos atreveremos a negar todo valor a la afirmación repetidísima de Cervantes, Mariana, Covarr. y todos de que la zarabanda era invención reciente a fines del S. XVI?3 Alguna vida subterránea pudo llevar el vocablo antes de esto. Pero el prolongado calvario fonético que supone el cambio descrito de dastabánd hasta zarabanda exigiría siglos, y entonces es anómala la falta completa de testimonios del baile y del vocablo en toda la Edad Media, así en la España cristiana como en el Andalús. En conclusión, hay que mantener un completo escepticismo ante la idea de Ribera y por lo menos replicar: vengan pruebas.
Rdz. Marín (pp. 266-9) emite una idea que por lo menos tiene la ventaja de ser verosímil en el aspecto semántico y de no exigir reconstrucciones lejanas. Recuerda este erudito dos frases populares fundadas en el meneo rítmico de la zaranda: «más puta que una zaranda» y «anda, zaranda, que te caes de blanda», aplicada sin duda a una mujer de cadenciosos andares; añade la jácara de Quevedo en que una mujer harto atrevida «Aguedilla la bermeja / se cansó de zarandar / y está haciendo buena vida / en la casa del Abad»; y apoyándose en el estribillo arriba aludido «Ándalo, zarabanda, / que el amor te lo manda, manda», imagina ingeniosamente que el vocablo pudo nacer en una letra o estribillo semejante en que se deformara intencionalmente la palabra zaranda, que venía a ser de cajón cuando de tales meneos se trataba. El cambio «fonético» de zaranda en zarabanda podría deberse a algo como la seguidilla en jerigonza, que el propio Marín recuerda de Sevilla «Dígale usté a ese móbozo / que está en la esquíbina / que si tiene terciábanas / que tome quíbina. / Una rosca y un bóbollo...», etc. De la misma manera habría podido recordar deformaciones populares como de vobis vobis en bóbilis bóbilis, o voquible por vocablo y análogos. En una palabra, la idea del erudito sevillano, además de tener más gracia, puede tomarse más en serio y es perfectamente posible4. Claro que llegar a la certeza en un punto así será muy difícil: puede depender de que el azar nos depare un día el encuentro de una letra a propósito, y quizá nunca podamos llegar más lejos de nuestra conclusión actual: la zarabanda, y probablemente su nombre, se inventó en España en el S. XVI, época del gran florecimiento coreográfico español, o poco antes; como en los casos de chacona, zambapalo o jácara (recuérdese el fracaso de los esfuerzos para aclarar el origen, de fandango, bolero, etc.) toda etimología remota es inverosímil, y una creación indígena es probable a priori.
De zarabanda en el sentido de ‘bulla’ es deformación zurribanda ‘pendencia’ [Acad. S. XIX] y luego ‘zurra’ [1604, Pícara Justina, Aut.], por cruce con zurriburri y zurrar, comp. ZALAGARDA.
DERIV.
Zarabando [Cervantes, V. arriba]. Zarabandista. Azkue (Dicc. y Supl.) informa de que el vco. zarabanda significa «columpio» en Isturitze (b. nav.) y «rumor» en Marquina, y zarabandatu «balancearse en el columpio».
1 Todavía más testimonios en Fcha. y Cej. IX, 572.― ↩
2 Es arbitrario el pudibundo intento de Cej. de achacar la invención a los franceses. El cancán y lo demás es del S. XIX y no del XVII. Mariana, no menos orgulloso de su españolía que Cej., dice la verdad, y él podía saberlo.― ↩
3 Sin duda el ej. de Guzmán Mejía que he exhumado arriba, aumenta la antigüedad de la zarabanda en una cuarentena de años. De todos modos estaríamos más tranquilos si nos garantiera la fecha y autenticidad de este poema un erudito menos extravagante que B. J. Gallardo. Y aun en 1539 estamos ya lejos de la Reconquista, y el ambiente de Panamá nos trae a la compañía de los bailes indianos (la chacona, el zambapalo) que por entonces invadían la sociedad española, más que a un ambiente moruno.― ↩
4 La otra idea de Rdz. Marín *zamaranda, derivado de un *zámara por ZAMBRA, con el mismo sufijo que jacarando, jacarandina, ya es poco probable en vista de que la forma *zámara no se encuentra, y probablemente no existió nunca. En lo mismo debía de pensar Sainéan, Les Sources Indig. II, 410, cuando relaciona con el port. sarambeque, de *zambreque. ↩