TRASGO, origen incierto; parece derivado del antiguo verbo trasgreer (o trasgueer) ‘hacer travesuras’, del lat. TRANSGRĔDI ‘cruzar’, ‘exceder’, ‘cometer infracciones’, verbo que más tarde se convirtió en trasguear ‘hacer el trasgo’.

1.ª doc.: Nebr.

Éste registra «drasgo de casa: incubus». Casi no hay otros testimonios de esta forma drasgo, a no ser PAlc. (que siempre copia servilmente a Nebr.)1, pues aunque Percivale, Oudin y Covarr. la citan como variante, dan la definición bajo trasgo, y seguramente sólo conservan aquella forma por respeto a Nebrija. C. de las Casas: «trasgo o duende: scazambrello»; Percivale: «trasgo de noche or duende: hobgoblin, Robin goodfellow»; Oudin: «luiton ou lutin, esprit domestique, esprit follet»; Aut. «demonio casero, que de ordinario inquieta las casas particularmente de noche, derribando las mesas, y demás trastos, tirando piedras sin ofender con ellas, jugando a los bolos, y con otros estruendos aparentes que desvelan a los habitadores; comúnmente se llama duende», y cita ejs. de autores del S. XVII. En efecto no es raro en el Siglo de Oro: «miré a todas partes; no hallaba por dónde hubiesen entrado; por la puerta no pudieron, que la cerré con mis manos. y cerrada la hallé; imaginaba si fueran trasgos, como la noche antes me dijo el mozo; no me pareció que lo serían, porque hubiera hecho mal de no avisarme que había trasgos de luz» G. de Alfarache (Cl. C. II, 174.8); otro en Lope, Pedro Carbonero, v. 1699, y en efecto es muy frecuente en esta época; Fcha. ya cita dos testimonios del S. XVI. Sigue siendo vivo en Asturias (R) y otras partes. En portugués los dicc. (a no ser Fig.) no registran otra forma que trasgo, que ya Bluteau (1715) describe detenidamente en términos parecidos a los de Aut., y cita ej. en la Escola Decurial (texto cuya fecha ignoro), que opone trasgo como nombre portugués a duende, denominación castellana; empleó trasgo el poeta Couto Guerreiro (1783), RL VI, 287.

Las posibilidades etimológicas que se presentan son muchas, y varias de ellas incluso razonables. Entre ellas podríamos poner en principio la de Grimm, adoptada por Diez (Wb., 493), de derivar de trasegar: sin embargo, esperaríamos trasiego, o a lo sumo debiéramos encontrar huellas de una antigua forma *trásego. Covarr. entre otras piensa en el gr. τράƔος ‘cabrón’, cuya figura adopta el demonio, o en deformación de *tarasco (derivado de TARASCA), a lo cual se adhirió el P. Sarmiento (BRAE XVII, 724); todo esto podría ser en principio, pero quedaría hipotético por falta de variantes que lo confirmasen. Cornu (GGr. I, §§ 149, 242) se fijó en las variantes tardo y trado, usuales en el Norte de Portugal, y ya registradas por Montecarmelo (1767)2, y en consecuencia propone como étimo el lat. TRADUX, -ŬCIS, ‘sarmiento’, que además de las dificultades fonéticas no tiene la menor verosimilitud semántica.

Estas variantes más bien nos orientarían en otro sentido: Leite de Vasconcelos en su obra citada (§ 381, p) documenta, además de trasgo loiceiro, las variantes populares tardo moleiro y tatro azeiteiro (según los objetos en que se «especializa» el trasgo), y fijándose en esta última forma Teófilo Braga (citado por AdriƟo, RL XXIX, 147n.2) proponía partir de TARTRUS ‘infierno’. ‘Infierno’ no es ‘diablo’, pero ORCUS pasó también a denominar un demonio (HUERCO), y fonéticamente la alteración no sería más grave que la de TARTARUCHA en tartuga (TORTUGA) o BARBARUS en bravo; más difícil sería explicar la forma trasgo, aunque en rigor podríamos pensar en la alteración TÁRTAGO (que es la misma palabra, V. mi artículo) y de ahí *tratgo y trasgo: forzado es ya esto en el aspecto fonético, pero además cuesta creer que la forma antigua, literaria y tradicional en los dos idiomas sea precisamente la más alterada. Por el contrario es más verosímil que las formas de que parte Teófilo Braga, modernas y locales, sean alteraciones por etimología popular: palabras tan frecuentadas por los niños y la gente inculta están expuestas a mil accidentes, y de que trasgo los sufrió tenemos muchas pruebas. En la Beira Baja dicen strago (RL VI, 292), claro está que por los estragos que causa; en Galicia trasno (y trasnada ‘travesura’: Cotarelo, BRAE XIV, 135; Vall.; Álvarez Giménez, pp. 40, 45)3 por influjo del antiguo tresnar ‘arrastrar’ o de gall. trasnoitar ‘trasnochar’ o por los dos; de trasgo se pasaba fonéticamente a *trargo, que podía resolverse en *targo o *trago, y ahí intervenían otras etimologías populares: la relación con el port. trado ‘taladro’ (recuérdese la predilección del trasgo por toda clase de herramientas) o la antífrasis tardo ‘tardío’, que al mismo tiempo se justificaba por las horas tardías de la noche en que aparece el trasgo; es muy posible que el local tatro resulte también de un trabalenguas en formas como *tradro o *tardro, difíciles de pronunciar.

Más atendible se me antoja la pista que parece señalar el drasgo de Nebrija: nada más fácil que admitir que se trate del antiguo drago ‘serpiente’ (todavía registrado por Nebr.), puesto que este vocablo se empleó en todos los idiomas con el sentido de ‘diablo’; entonces la s se debería al influjo de tarasca ‘serpiente’ por etimología popular; para la t-, V. el cambio fonético estudiado s. v. TRAGAR y TRAPO, y también pudo ayudar el influjo de tarasca. Muy razonable es todo esto, tanto más cuanto que drage por ‘bruja’ se encuentra en francés antiguo (Du C., s. v. traco), y en el glosario de las poesías del tolosano Goudoulì (S. XVII) leemos «drac, drago: une fée; fa le drac: faire le diable, faire merveilles pour ou contre quelqu’un».

Con este podríamos contentarnos y cerrar ya la cuestión, si no surgiera un elemento nuevo, que confirma el aforismo de que en etimología no siempre lo posible es cierto. El verbo trasguear ‘hacer el trasgo, travesear’, ya registrado por Oudin, y documentado por Fcha. en la Pícara Justina, y por Aut. en Ant. de Guevara (h. 1530), parece ser más antiguo que trasgo, puesto que aparece varias veces en el S. XV, y desde los primeros años de esta centuria. Pero en realidad en estos varios ejs. no hay alusión alguna al trasgo, sino el sentido general de ‘rebullir’ o ‘hacer travesuras’; y punto más sorprendente todavía: el infinitivo es entonces trasgueer o trasgreer. En Villasandino tenemos un pasaje inequívoco, cuando el poeta desafía a su contrincante a que le haga una pregunta poética, pero una pregunta seria, no necedades de juventud: «fazedme pregunta, que vos vala Dios, / en breves palabras, sotil, bien estraña; / guardat que non sea tan luenga, tamaña / commo esta otra, común e rafez, / e non trasgueades con la mancebez, / que el mucho pensar quizá bos engaña» (Canc. de Baena, n.º 259, v. 15). El subjuntivo es clarísimo y forzoso, luego no puede tratarse de trasguear sino de trasgueír o más bien trasgueer: estamos en efecto en el caso de creer : creades o veer : veades, más bien que en el de engreír : engriades, pero desde luego no estamos en el de pasear : paseedes. Además no hay ahí nada que se refiera a los trasgos o a otras apariciones, sino sólo a la idea de petulancia o travesura juvenil. Lo mismo digo de otra poesía en que Villasandino expresa al Rey, con versos adulones, el gozo que le causa su presencia: «Rey de muy gracioso asseo, / noble sin comparación, / entendet mi petición, / que con gran gozo trasgueo / quando vuestra vysta oteo» (n.º 216, v. 22); una alusión al trasgo sería aquí el colmo de la inoportunidad, se trata evidentemente de ‘estremecerse, rebullir’. Finalmente un anónimo poeta de la primera mitad del mismo siglo escribe en el Canc. de Stúñiga: «los trabajos et fatiga / non se pierden por pereza; / a osadas, Dios me maldiga, / si trasgreo con riqueza» (p. 155): tampoco aquí nada de trasgos, el contexto supone algo como ‘pecar’ o ‘cometer travesuras’. Y la variante fonética es reveladora, pues no hemos de pensar en una errata de imprenta, ya que la misma forma con dos rr aparece en el glosario del Cancionero.

Es punto menos que forzoso deducir de ahí que existió en castellano medieval un verbo trasgreer ‘cometer travesuras’, ‘rebullirse, menearse’, que se impone derivar del lat. TRANSGREDI ‘cruzar’, ‘pasar más allá’, ‘exceder’, y que, a juzgar por el derivado transgressio, ya tuvo en la Antigüedad el sentido de ‘infracción’. En efecto, con este valor lo encontramos en los Castigos de D. Sancho S. XIV («fase al omne trasgreer e salir de su estado», ed. Rey, p. 194) y queda corroborado por el informe directo del vocabulario de med. S. XV, publ. por Huarte, RFE XXXV, 328: «transgreer es vocablo antiguo de Castilla y dízenlo por hombre o muger que por alguna... prosperidad se orgulleze y faze ufano y altivo». Una vez disimilado en trasgueer, el vocablo se vería atraído a la esfera de los infinitos verbos en -ear, a causa de formas comunes como trasgueo. Y de trasguear ‘hacer travesuras’ se sacó el seudo-primitivo trasgo, tal como travieso estaba junto a travesear. Entonces la forma drasgo de Nebrija tiene que ver con drago ‘serpiente, diablo’ sólo en virtud de una etimología popular4.

Las objeciones de Spitzer, MLN LXXIV, 134, a esta etimología no tienen fuerza alguna.

DERIV.

Trasguear (V. arriba). Trasguero.

1 El alavés Landucci (1562) da también, sin embargo: «etxajauna: drasgo o duende» p. 110 (junto a «drago, serpiente: draguya»).―

2 Leite de V., Tradições Populares de Portugal, p. 292, confirma la existencia de tardo. También en Arcos de Valdevez, RL XXX, 188. Quizá venga de ahí estardalho «estafermo», usual en Viana do Castelo, según Basto, RL XV, 73.―

3 Ya recogido por Sarm. CaG. 231r. Artículo extenso de gran interés folklórico en Eladio Rdz. Cf. trasco ‘susto’ y trascar ‘asustar y marchitar’ recogidos en el valle del Bolo, extremo SE. de Galicia (Ape. a Eladio Rdz.). Atrasnado ‘aturdido, que no atina’ (Supl. a Vall.) tiende a confirmar que en trasno hay influjo del verbo tresnar.―

4 Inútil decir que trasgo no tiene que ver con el it. strega ‘bruja’, como dice la Acad. Tampoco es verosímil un *TRANSէCUS relacionado con TRASGA (según propone Spitzer, BDC XXIV, 283), que además no se ve cómo se explicaría semánticamente.