TARASCA, origen incierto; quizá derivado del verbo tarascar ‘morder y herir con los dientes’, que a su vez resultaría de un cruce de los dos sinónimos (a)tarazar y mordiscar; en este caso el prov. mod. tarasco (fr. tarasque), sólo se habría tomado del cast. aplicándolo especialmente a Tarascón a causa de la semejanza del vocablo; sin embargo, hallándose documentado el nombre y la leyenda con referencia a la ciudad del Ródano desde el S. XIII, no es posible que se tomara del castellano, y será derivado del topónimo, aunque el influjo del verbo tarascar pudo ayudar a la creación o consolidación del mito y a su aplicación a esa ciudad.

1.ª doc.: 1591, Percivale.

Definido «a giant made of clothes and thinges, such as they use in pageants and May games; also a hobbie horse such as they daunce withall in a Maie game»; Oudin «loup-garou, fantosme»; Covarr. «una sierpe contrahecha que suelen sacar en algunas fiestas de regozijo»; y análogamente en el Maestro Correas. Descripciones de la tarasca pueden verse en La Pícara Justina y en La Corona Merecida de Lope (Fcha.); Aut. agrega otros pasajes en autores del S. XVII. El vocablo sigue siendo hoy popular en muchas partes: se trata de una figura de serpiente monstruosa, de boca enorme y en actitud de morder; esto explica los sentidos secundarios: ‘mujer fea, desenvuelta y de mal natural’ [Aut.], ‘bocaza enorme’ en Chile («el Diablo llegaba a bramar, echando espumarajos en sangre por la tarasca», G. Maturana, Cuentos Tradicionales, AUCh. XCII, ii, 68; Draghi, Canc. Cuyano, p. 145), ‘especie de cometa’ en la Arg.

En portugués el vocablo está hoy algo anticuado, conservando solamente acs. secundarias, pero debió de ser castizo y antiguo allí también. pues ya está en Ferreira de Vasconcelos (a. 1547), vid. CortesƟo. En Francia es famosa la Tarasca de Tarascón, de figura semejante (prov. tarasco > fr. tarasque).

En cuanto a la etimología, estamos ante un dilema: por lo común se admite que es primitiva la voz provenzal, y derivada del nombre de Tarascón; del provenzal o del francés habría pasado al castellano: así dicen Bloch, la Acad. y otros autores citados por Nascentes. Sin embargo ya Mistral subraya la antigüedad de la voz castellana: frente a ella el vocablo parece ser reciente en Francia, pues en lengua de Oc carecemos de testimonios medievales, Mistral sólo cita ejs. del S. XIX, y en francés no se documenta hasta 1721.

Claro está que el castellano tarasca se habría podido derivar del verbo tarascar «morder o herir con los dientes: dícese más frecuentemente atarascar, y es mui usado hablando de los perros» [Aut.], y éste hubiera podido resultar muy fácilmente de un cruce de sus dos sinónimos tarazar (o atarazar) y mordiscar.

En efecto, tarascar es palabra ya antigua también, empleada a princ. S. XVII por Vélez de Guevara (Fcha.) y atarascar por Quevedo (cita en el Tesoro de Gili, s. v.). Siendo esto así, sería el prov. tarasco, de fecha más moderna, el que habría debido tomarse de España, y sería muy natural que se aplicase al monstruo de Tarascón, precisamente por la semejanza casual del vocablo. Fuerte apoyo de la etimología española encontraríamos en el ecuat. tarasco, ecuat., boliv., chil., arg. tarascón ‘mordisco, mordiscón’ (Lemos, Sem. Ecuat., s. v.), y sobre todo en la i de la forma bilbaína tarisco ‘mordisco, dentellada’ (Arriaga). En favor de un mayor arraigo y antigüedad del vocablo en España que en el Sur de Francia estarían los siguientes indicios: 1.º Tarasco en este país parece ser exclusivamente propio de Tarascón, mientras que en tierras de lengua castellana es universalmente conocido. 2.º Es vocablo ajeno al catalán (donde un monstruo semejante se llama Patum), pero arraigado en portugués desde la primera mitad del S. XVI. Ahora bien, si el vocablo hubiese viajado desde el Bajo Ródano a Castilla, con mayor razón había de arraigar en Cataluña. 3.º La fraseología y derivación es mucho más rica en la Península Ibérica.

Sin embargo, contra las apariencias, parece que el vocablo fué antiguo en el Sur de Francia, pues ya el lombardo J. de Voragine, h. 1260, nos atestigua la creencia en la existencia de un dragón antropófago llamado tarasconus, en un lago cerca de Tarascón (entre Arles y Aviñón); según la leyenda habría sido amansado por Santa Marta, la huéspeda de Jesús (cap. 105, ed. Graesse, p. 444.33; variante tarasconis, nominativo, en la ed. de Lión, 1510, fº 80v2, que llama Tarascona a la ciudad); la traducción rosellonesa de fines del S. XIII escribe «era apelat aquel drach Tarascha» (fº 150rb). Luego parece que el oc. tarasca, -o es derivado retrógado de Tarascón (antes TARUSCONEM, documentado desde Estrabón y Plinio, de origen prerromano, seguramente ligur, Tarasconem desde 1150), y que el vocablo pasaría de ahí a Castilla y Portugal, recibiendo allí un gran desarrollo y popularización gracias al influjo del cast. tarascar, de etimología independiente. No sé si trae documentación provenzal algo antigua el libro de L. Dumont, La Tarasque: essai de description... ethnographique, París, 1951, 252 pp.

DERIV.

Tarascada [Aut.]. Entarascar. Para otros V. arriba.