MOZO, voz peculiar al castellano y al gallego-portugués, de origen incierto; es probable que, lo mismo que muchacho, significara primitivamente ‘rapado, pelado’, por la costumbre de llevar en esta forma a los niños; y así pertenecerá a la familia del vasco motz ‘mocho, rapado’, gall. esmozar ‘descabezar un árbol’, fr. mousse ‘sin cuernos, despuntado’, it. mozzo ‘desmochado, sin punta’, voz de creación expresiva (V. MOCHO y MOCHUELO).

1.ª doc.: doc. de 1182 (Oelschl.); Berceo.

En lo antiguo se halla siempre como sustantivo, y designa un niño o a lo sumo un muchacho de pocos años, más bien que un hombre joven: Berceo, S. Dom., 13c, d, 40a1; S. Mill., 284d; Alex., 2150d; Rim. de Palacio, 440, etc. Todavía Nebr. traduce «moço, de edad pequeña: puer; moça pequeña de edad: puella». En la Estoria del Rey Anemur, S. XIV (Ford, O. Sp. Readings, p. 59.9) se aplica a un niño de 10 años.

Como ocurre en voces de este sentido, el fem. se aplicó pronto a gente púber y aun a mujeres en edad juvenil, y así moça y también moço pasan a designar al adolescente y luego al hombre o mujer que no han llegado a la edad madura. Así ya en J. Ruiz 718 (moça, moceta), 945c (moço). En el Conde Luc. aparece ya el uso adjetivo; también en APal. («junior y senior: mas viejo y más moço», 228d). Es también relativamente temprano el paso a ‘muchacho de servicio, criado’, que ya encuentro en el fuero aragonés de 13502; en Canarias moza se ha convertido en sinónimo, de ‘criada’, en términos generales (BRAE VII, 342), y naturalmente se podría documentar esto, por lo menos como tendencia, en muchas partes.

Mozo ha sido siempre y es palabra fundamental del idioma, popular y arraigada en todas partes; como adjetivo lo estuvo tanto, que joven se percibió como cultismo hasta fecha muy adelantada; como sustantivo lo ha estado siempre. Es común a todos los dialectos, sin que exista el menor indicio de que en otro tiempo se propagara de unas partes de España a otras. Lo mismo puede decirse del gallegoportugués, donde el vocablo se ha empleado con carácter general desde los orígenes del idioma. Aparece, por ej., en el gallego García de Guillade a med. S. XIII (ũa moça, ed. Nobiling, vv. 296, 298, 304, 308, 310; mocelĩa, 306)3. El ej. más antiguo del vocablo, del año 988, aunque se halla en doc. catalán, sugiere que ya por entonces se emplearía en Aragón o en otra zona de lengua castellana vecina a Cataluña, adonde hubo de ser importado desde allá. «Uxor mea, Origelle, que vocant Bonamocia» es lo que se lee en este documento (Cartul. de St. Cugat I, 188).

Pero si mozo viniese de MŬSTĔUS, como hoy parece admitirse generalmente, siguiendo la etimología propuesta por M-L. (REW 5779), el resultado fonético moço sólo se justificaría en el dialecto de Castilla, en el sentido estricto de la palabra. No sólo en Portugal y Galicia, sino también en León, en Aragón y en la Mozarabía el resultado habría tenido que ser *moxo. Claro que moço pudo propagarse fuera de su área primitiva, como de hecho se propagó al cat. mosso ‘criado’, mossa ‘criada’, ‘muchacha’, y al fr. mousse ‘grumete’ [S. XV, BhZRPh. LIV, 127-8], it. antic. mozzo ‘criado’ [Ariosto; SS. XVI-XVII], hoy ‘grumete’ (Zaccaria)4. Pero de haber sido así, mozo mostraría menos popularidad en los orígenes fuera de Castilla, cuando ya se documenta en Sahagún, pleno León, en 1188, es frecuente en el riojano Berceo, moçuelo aparece en un texto oriental tan temprano como el Libre dels Tres Reys d’Orient, y aun en zona tan alejada como Galicia y Portugal lo vemos lleno de vida desde los orígenes del idioma; por lo menos debiéramos encontrar huellas de la forma *moxo, propia de tan vastos territorios, pero tal forma ni siquiera ha existido jamás. Se impone, pues, abandonar esta etimología, con carácter definitivo. Así lo recomendaba ya G. de Diego, aunque fundándose únicamente en razones semánticas, que en realidad no eran pertinentes5. Por la misma razón hay que renunciar al adjetivo afín MUSTUS ‘joven’ (propuesto por Ochoa en su glosario de Berceo, y aceptado por Diez, Wb., 470; pero rechazado por Schuchardt, Baist y Cornu, por razones fonéticas), pues entonces la evolución fonética exigiría que el vocablo hubiese nacido en tierras mozárabes, propagándose desde allí al resto de la Península. Otras etimologías propuestas no son menos inaceptables6. El análisis fonético del vocablo, con su ç constante en castellano7, sólo nos enseña que su étimo hubo de tener una consonante doble: pudo ser *MŬTTէUS o bien *MŬCCէUS.

El punto de partida firme lo proporciona la idea de Schuchardt (ZRPh. V, 304)8, Baist (ZRPh. VI, 118-9) y G. de Diego, de equiparar semánticamente la etimología de mozo con la de muchacho. Llama la atención Baist sobre el hecho de que motilar ‘rapar el pelo’ y motilón ‘hermano lego’ (de pelo cortado) prueban la facilidad de pasar de la idea de ‘mutilar, desmochar’ a ‘rapar, esquilar’; G. de Diego se fija en el gall. esmozar ‘descabezar un árbol, desmocharlo’, así como en el vasco mozolu y cat. mussol ‘mochuelo’, que nos proporcionan representantes hispánicos de la raíz moz- en el sentido de ‘mocho’, ‘desmochado’, e indirectamente demuestran que esta raíz pudo significar ‘esquilado’. De hecho tenemos el vasco motz ‘mocho’, con su verbo moztu ‘rapar, esquilar’, kaska-motz ‘cabeza pelada’, el ast. demozar ‘desmochar’ (V) y la vasta familia romance que he estudiado en los artículos MOCHO y MOCHUELO. El hecho de que a los niños se les daba el nombre de ‘esquilados’ está documentado hasta la saciedad por etimologías como las de RAPAZ, MOTIL, MUCHACHO, CHAMORRO, cat.-oc. tos, toset, it. merid. caruso, etc.; A. Castro, RFE I, 402, cita miniaturas del S. XIII y XIV donde contrastan los niños y muchachitos de cabeza rapada con la melena de los adultos, y sugiere que en el verso 409d de los Milagros de Berceo la oposición entre moços y ajumados ‘de cabellera larga’ puede indicar que por entonces moço conservaba todavía el sentido de ‘rapado’, lo cual es muy posible aunque no se pueda asegurar. En todo caso esta etimología es sumamente verosímil. Claro que no puede admitirse fonéticamente ni la base *MŬTէCUS de Baist ni el *MUTIUS de G. de Diego: hay que partir de una raíz de creación expresiva MUTT- o MUTS-, como dejé sentado en los mencionados artículos.

Después de publicarse la primera edición de este libro, el estudioso belga G. de Poerck ha publicado un estudio de las palabras romances de la familia romance MUTT- de origen expresivo con los sentidos ‘mocho’, ‘obtuso’, ‘rapado’, ‘joven’, en que adopta conclusiones muy semejantes a las admitidas aquí, en Romanica Gandensia VII (1959), 65-103. Tampoco se aparta mucho de estas ideas el artículo *MUTTIU del FEW publicado luego. No son ideas muy nuevas, aunque sí razonables. Contra la «monotonía» de ellas y las de maestros anteriores se levanta el Prof. F. González Ollé, en una nota de Filología XVI, 1972, 231-243, y propone una etimología nueva, que no quiero dejar de rechazar con breves razones, por tratarse del sabio estudioso de Las Abidas e instructivos documentos navarros. Imagina un supuesto lat. vg. *MUTTIOLUS ‘el que no sabe hablar’, impresionado por algunos sinónimos que halla en otras lenguas, el lat. infans, el esl. otrokŭ y demás9; de ese tipo seudo-latino cree que salió mozuelo, y que de éste se habría extraído mozo secundariamente, por parecerle sospechosa la frecuencia de mozuelo en la Edad Media, y que en un texto, el Libro de Apolonio, no figure mozo pero sí mozuelo, y porque la «Gaya Ciencia» no cita ninguna rima en -elo diminutiva salvo mozuelo. Argumento rebuscado, sin valor: muchachuelo, niñuelo, no son menos frecuentes que mozuelo; niñuelo está también en el Apol. y aun en Berceo, y si en Apol. no sale moço sí aparece moça, que ya nos basta: si esto ocurre con el femenino es por la conocida exageración galante de creer en la suma juventud de la mujer, cualidad que en el varón disfruta de poco aprecio, de donde la frecuencia del despectivo mozuelo; recuérdese el empleo que con esta intención se hace de mocoso, caganer, etc.

Pero con las interesantes citas que el profesor González Ollé nos proporciona de Juan Manuel, se encarga él mismo de destruir la base semántica de su artículo; la distinción sinonímica que establece el Infante entre niño y moço es rotunda: contrapone niños «que non fablan» a moços, que «deben aprender a esgrimir»: luego mozo era ya el adolescente o por lo menos el muchacho algo crecido, aunque en algún caso extremo pudiera llegar a aplicarse al niño de pocos años. Pero lo peor en su «nuevo intento» no está en la semántica sino en la morfología, siempre decisiva en etimología: la formación que ha ideado era imposible en latín, vulgar o no vulgar. Sólo las palabras en -ȳo- -eȳo-, o sea latín clásico -IUS(-M), -EUS(-M), podían formar diminutivos en -OLUS, lo demás se formaba en -ULUS o -LUS: era regla inviolable y que ha seguido invariablemente con efectos aun en romance; mi joven colega padece una confusión entre tema en -i (como él dice) y -EUS o -IUS que no son temas en -i sino sufijos en -?O-. Es inconcebible un *MUTTIOLUS formado sobre el lat. vg. MUTTIRE, que por lo demás no significa ‘hablar’, pues es sabido que sólo se empleó (y no con frecuencia) en frases ponderativas como non muttit ‘no dijo una palabra, quedó chito’, ni se aplicaba al niño que no sabe hablar, sino al mayor que guarda obstinado silencio. ¿Quién ha dicho que hariolus derive de fari, o foriolus del raro y tardío forire?10 No hay palabras en -OLUS que deriven de verbos en -ire.

Se impone aprovechar esta ocasión para una reflexión general. Lo que ya va resultando «monótono» es lo que hace, no González Ollé, sino un número incontable de etimologistas o hispanistas: desde 1800 ha sido casi una idea fija acá la de volver, no unas cuantas veces, sino diez, cien, doscientas, sobre la etimología de palabras poco numerosas y básicas en el idioma, que presentan problemas poco simples o poco claros. No se hace otra cosa que acometer por enésima vez (y con prurito de originalidad), problemas fatigadísimos y estudiados ya por los maestros, dejando en barbecho el estudio del noventa y cinco por ciento del léxico castellano, donde se podría llegar, con trabajo bien invertido, a resultados a veces nuevos y por lo menos útiles. El sempiterno vicio de la falta de modestia que nos aqueja. Todo el mundo se cree obligado a dar su opinión sobre el origen de pícaro, mozo, loco, gaucho, cosecha, cama, andar, etc. Déjense descansar estas cosas un par de generaciones: quizá después se vea que no había ya problema. Y trabájese en asuntos menos trillados, donde se cuenta demasiado con que unos pocos lo haremos todo.

DERIV.

Moza [V. arriba]. Mozallón. Mozancón. Mozuelo [moçuelo, J. Ruiz, 799]; otros diminutivos usuales son el cast. mocito, arag. mocete [J. Ruiz], mocé(t), ast. mocin, mocequín (< *mociquín)11. Mocear. Mocedad [h. 1250, Setenario, fº 8; J. Ruiz; Conde Luc.]12. Moceril. Mocerío. Mocero. Mocetón. Mocil. Enmocecer ant. [«pararse moço, puerasco», Nebr.]. Remozar [h. 1570, Fr. L. de León, Aut.], antes remocecer (Nebr.).

CPT.

Mozalbillo ant. [J. del Encina, ed. Cañete, 292; égloga del S. XVI, ed. Kohler, p. 300; Guzm. de Alf.]., Cl. C. I, 233.16], después mozalbete; en lo semántico comp. el fr. blanc-bec ‘joven, boquirrubio’13.

1 «Viejo e loco, e desmemoriado / que en seso de moço eres todo tornado», donde un copista posterior se creyó en el caso de enmendar ninno, enmienda que se ha agregado erróneamente al texto.―

2 «El moço aiudador del maiestro que a la dita obra levará, si será maior de 14 annyos et del offitio sabrá, no osse prender él más por su jornal o loguero de lo que...», RFE XXII, 13.―

3 Sería facilísimo allegar ejs. de todas las épocas. Véanse, por ej., los del S. XIII, como nombres propios, que recoge CortesƟo, los del XIII, XIV y XV en Viterbo, del XVI en Moraes; recuérdese la Menina e Moça de Bernardino Ribeiro, etc.―

4 De ahí luego el gr. mod. μοǢτσος ‘grumete’ (Kahane, Byz.-Neugriech. Jahrbücher XV, 106).―

5 RFE VI, 123; BRAE VII, 253-3. No insiste ya en su Contrib., y M-L. no parece, por lo tanto, haber tomado conocimiento de su protesta. Las razones de G. de Diego no son válidas, pues MUSTUS o MUSTEUS no proceden de MUSTUM ‘mosto’, sino, al revés, se dió al mosto el nombre de vino joven o nuevo. MUSTEUS con el sentido de ‘joven’ está bien documentado, aunque se encuentra sobre todo en autores arcaicos. Pero también en algunos más, como Plinio y Marcial (V. el ej. citado por Cabrera).―

6 Sainéan, BhZRPh. I, 45, según su idea fija, cree que se trata de un nombre hipocorístico del gato, al que en efecto se llama mozo en castellano. Pero sería un caso de generalización sin paralelos, pues está lejos de estar probado que el prov. mod. chato ‘muchacha’ sea préstamo del fr. chatte ‘gata’. C. C. Rice, Hisp. R. III, 163, postula un lat. *MŬCCĔUS ‘mocoso’, idea inverosímil puesto que no hay testimonios de tal palabra en latín, ni tampoco en romance (como dije en MORCELLA, el artículo 5707 del REW debe en realidad suprimirse).―

7 Así en Berceo, J. Ruiz y toda la Edad Media. Lo mismo en APal. (163d, etc.), Nebr. y todavía Juan de Valdés (Diál. de la L., 22.18); éste piensa en una etimología griega, sin precisarla.―

8 Del artículo de M-L., y sobre todo de Nascentes, se podría deducir que Schuchardt aceptó MUSTEUS como étimo de mozo, en sus Roman. Etym. (Wiener Sitzungsber. CXXXVIII, i, 56). En realidad ahí sólo estudia el origen del it. moscio y su familia, sin aludir a mozo.―

9 Que ha encontrado en Buck, Selected Synonyms in I-E., pp. 89-92; pero sin entenderle bien, en algunos de ellos: el griego νƲπιος es ‘tonto, fuera de razón’ y sólo a veces llega a aplicarse al niño, pero nada tiene que ver con palabra alguna que signifique ‘hablar’, tampoco el ir. noidiu viene de ‘no hablar’ sino de ‘no entender’; es discutible que en inglés se llame baby al niñito porque no sabe hablar, etc.; lengua de trapo se aplica a un ‘niño’ pero no significa ‘niño’ en castellano.―

10 Claro que deriva del común foria ‘diarrea’ (de donde algunos sacaron aquel verbo, documentado sólo en glosas). En cuanto a hariolus, es palabra arcaica en latín, ya anticuada en tiempo de Cicerón: claro que no presenta el cambio estrictamente cast. de F- en h.―

11 Vigón, quien cita además el aumentativo mozón y los despectivos mozucu y mozacu. Mocequín de peón es una especie de Morfeo de la mitología popular, en Colunga.―

12 También ‘acción o diversión propia de jóvenes’. Recuérdense las Mocedades del Cid, etc., y en La Señora Cornelia: «con sólo el amor de sus estudios y entretenimientos de algunas honestas mocedades, pasaban una vida tan alegre como honrada», ed. H. Ureña, p. 158.―

13 Lo cual no autoriza, naturalmente, a ver en mozo un equivalente del it. muso ‘hocico’, como quería J. Storm, Rom. V, 181.