BRUJA, palabra común a los tres romances hispánicos y a los dialectos gascones y languedocianos, de origen desconocido, seguramente prerromano.

1.ª doc.: h. 1400, Glos. del Escorial1; arag. broxa, a. 1396, Ordin. de Barbastro: Rev. de Aragón V, ii, 35.

Port. bruxa (faltan autoridades), cat. bruixa [S. XIII: R. Martí bruxa, en el sentido de ‘súcubo’, vid. Dozy, Suppl. I, 242a; 1424: Ordinacions de la Vall d’Áneu, en RFE IV, 33], a. arag. broxa (RLiR XI, 52; BDC XXIV, 162), gasc. broucho (Rohlfs, BhZRPh. LXXXV, § 158; Corominas, Vocab. Aran. s. v.; VRom. II, 162)2, Ariège3, Aude brèicho (Rohlfs, l. c.; Bouts dera Mountanho XXV, 31; Sabarthès, Dict. Topogr. de l’Aude, s. v. St. Couat-du-Razès), brèisso (Mistral).

Como noté en VRom., l. c., las formas occitanas postulan una base *BR֊XA4, mientras que la hispano-portuguesa corresponde a *BRȢXA y la catalana a cualquiera de las dos. Si consideráramos el cast. bruja, port. bruxa, como catalanismos podríamos reducir los dos tipos etimológicos a uno solo, *BR֊XA, pero esto es inverosímil en sí, y tampoco de este modo lograríamos la unidad, pues la forma arag. broxa no puede corresponder a uno ni otro tipo, sino a *BRĶXA, y además el tipo castellano *BRȢXA reaparece en los Pirineos Centrales (Aran brüša, Haute-Garonne y SO. del Ariège brucho; pero ya broucho en Oust, Ariège, Bouts dera Mountanho XXV, 72). La existencia de las tres variantes etimológicas *BRȢXA, *BRĶXA y *BR֊XA, lleva a suponer una base común con diptongo, *BROUXA, simplificada diversamente al romanizarse, como ocurrió en el caso de BREZO o en el *SȢDIA ~ *S?DIA (VRom. II, 448-9)5.

Del catalán pasó el vocablo al sardo bruscia (Wagner, Arch. Stor. Sardo, p. 393). Diez, Wb., 434, creía que bruja significó inicialmente ‘lechuza’ (así en Hernán Núñez, a. 1512), pues Cervantes nos atestigua que las brujas creían convertirse en gallos, lechuzas o cuervos, y quería partir de bruza ‘cepillo’ por la cabeza hirsuta de dicha ave, pero este vocablo es término de civilización de introducción muy tardía en castellano y desconocido en las hablas pirenaicas. También pensó en relacionar con el irl. briosag ‘bruja’, lo que Thurneysen, Keltorom. 86, rechaza por razones fonéticas. Sainéan (BhZRPh. I, 115) creía también que originariamente significó ‘lechuza’ y que es de origen onomatopéyico, pero la palabra no tiene fisonomía imitativa. Nigra, AGI XV, 506, relacionó con el rum. broască, a. it. brosco, rosco ‘galápago’, pero este vocablo no ha dejado descendiente alguno cerca de los Pirineos. Gonçalves Viana, Palestras Filológicas, 42-43, creía que significó primeramente ‘fuego fatuo’ y que era voz relacionada con brujulear, pero es imposible, por razones formativas, derivar bruja de este verbo, que a su vez viene de BRÚJULA 6.

Recientemente, J. Hubschmid, VRom. XII (1952), 112-9, supone que bruja designó primitivamente un fenómeno atmosférico borrascoso, partiendo del sentido de los cat. dial. bruixó, bruixina y calabruix ‘viento frío’, ‘llovizna’, ‘pedrisco’, y los deriva de un céltico *BRȢSKJA, que sería ampliación de un *BRȢSKA representado en los Grisones, Liguria y Toscana (b. engad. brüs-cha ‘capa delgada de nieve’, ‘temporal de nieve’, tosc. dial. bruscoli «acqua rada che piove», etc.). La primera identificación es posible, aunque no bien segura, y es más corriente el tránsito semántico opuesto (cat. follet, aran, holet, ‘torbellino de viento’, propiamente ‘duende’), y la documentación mucho más antigua de la ac. ‘bruja’ haría más natural este supuesto; lo segundo, aunque imaginable, es mucho más hipotético. A su vez, *BRȢSKA tendría una variante con sufijo diferente *BRȢSJA, representada con sentidos análogos en el Norte de Italia y Oeste de Francia; y así, según el método caro a este lingüista, acumula otras variantes prerromanas *BRŬSJA y *BRĶSJA, sólo representadas en dialectos locales y en fecha reciente. Dejando a un lado estos pormenores (que seguramente rechazarán colegas más enterados de la fonética local, y de la documentación antigua) es sobre todo muy incierta la suposición de una raíz célt. *BRUS-bramar, soplar el viento’, no documentada en absoluto en las lenguas insulares de esta familia y sí sólo en germánico (a. alem. med. brûsen, alem. brausen, etc.), pues la raíz del irl. ant. bruth (BRUTU-) ‘ardor, rabia’ nada tiene que ver con esto, a no ser de muy lejos, y no menos improbable es que haya relación con el tipo *BRȢSIAREquemar’ postulado por el it. bruciare y el cat. abrusar (V. más bien BRASA, n. 2). Si realmente hubiese parentesco con la raíz indoeur. BHR(E)US-bramar, agitarse’, sería más natural partir de alguna otra lengua indoeuropea prerromana que del celta. Nótese que dentro de esta raíz la variante de vocalismo BROU-, que he admitido como originaria, sería posible por apofonía, pero es muy difícil que este vocalismo pudiera hallarse en la forma de sufijo complejo BRUSKJ-. Pero hay un argumento fonético que obliga a rechazar todo étimo con -SKJ- para bruja, y con él toda la etimología de Hubschmid, y es que este grupo consoná ntico habría dado ç (y no x) en castellano; ahora bien, en un vocablo de este sentido, y bien documentado en Castilla desde el S. XV, no es posible admitir un préstamo forastero. Otra sugestión que se podría poner en estudio es el célt. BRȢSCIUS, documentado como nombre de persona, que significaría algo así como ‘agria, amarga, áspera, tosca’ o ‘vivo, ágil’, nombre que se habrían dado ellas (V. para esto BRUSCO); pero ello exigiría suponer que en Castilla se tomó del mozárabe, leonés o catalán, a causa de x < SC?, lo cual es difícil de creer; en cambio el triple vocalismo sería entonces fácil de explicar. En todo caso para admitir que el étimo prerromano tenía -KS- (y no SKI) no deja de dar algún apoyo (aunque sea incierto no habiendo definición del significado) el nombre de persona galo BRUXSUS (pron. brusus) que estudiaron Marstrander y Weisgerber7. Vid. por lo demás, J. Caro Baroja, Las Brujas y su Mundo, M. 1966.

Para otro intento más reciente de explicación etimológica del prerromano BRȢKS / BROIKS, V. el DECat.

DERIV.

Brujo [1475, G. de Segovia, p. 51; Nebr.8; arag. broxo, 1396, l. c.]; es forma derivada secundariamente del femenino, más frecuente e importante, comp. bruixot en catalán, formado como didot de dida ‘nodriza’, ninot de nina ‘muñeca’. Brujería [Aut.]. Embrujar [falta aún Aut.].

Quizá derive de bruixa el cat. calabruix, calabruixó, bruixó, ‘granizo’, palabra con parentela en los dialectos del Norte de Italia.

1 Después vuelve a aparecer en G. de Segovia, h. 1475 (p. 51), en la Celestina, en Nebr., en PAlc., y es frecuente en el S. XVI. Siempre con -x- en la Edad Media.―

2 Broxa en un texto latino de Martín de Arles, a. 1560, canónigo de Pamplona, pero con referencia a la vertiente septentrional de los Pirineos (Du C.). Broig en un texto bearnés de 1594, Lespy, Gramm. Béarn, 96.―

3 Se refiere también al Ariège el fr. bruesche empleado por Borel (¿S. XVII?) según Du C.―

4 Aun el gasc. broucho puede venir de *BR֊XA, comp. troujo TR֊JA, ploujo PL֊IA.―

5 Rohlfs replicó a mi estudio (en Portugal, Festschrift der Univ. Köln, 1940, pp. 101-106) insistiendo en su afirmación inaceptable de que todas las formas romances vienen de *BRŬXA. Pero no sólo no es verdad que mi nota contuviera errores (no lo son los que cita), sino que para defender su tesis tiene que dejar a un lado hechos que él ciertamente no ignora. Como prueba de que el port. bruxa puede venir de una forma con Ŭ, cita buxo BŬXUS, pero es bien sabido que esta u viene de una metafonía causada por la -U final, como en port. chumbo, surdo, fungo, curto, fundo, tudo (frente a toda) y tantos más; en cambio no cita el cast. boj, cat. boix (lenguas donde no hay metafonía de -U), ni tampoco port. froixo ~ froixa FLŬXUS, roxo ~ roxa RŬSSEUS, congoxa CONGŬSTIA. Claro que sólo estas formas portuguesas y las cast. flojo, rojo, congoja prueban cuál hubiera sido el resultado de un *BRŬXA, y que de nada sirve invocar el caso de -uit- y de -uñ-, que siguen caminos diferentes porque diferente es la consonante que contienen (muito o mucho, buitre, puño, etc.) ¿Y los cat. angixa, congixa, bixa, mixa, tixa, brixa, Fix? Para defender su tesis se ve obligado Rohlfs a citar casos tan diferentes del de bruja como lluvia (donde hay metafonía y no contacto con palatal), a mencionar palabras de vocalismo dudoso (como trucha y lucha, que si tienen o en italiano presentan u = Ȣ en francés, más próximo), y a suponer que el cat. pluja viene de PLŬVIA, pero el gasc. ploujo de PL֊IA, cuando todo el mundo ha colocado siempre la forma catalana, junto con oc. plueja y con todas las formas romances que han perdido la -V-, entre los reflejos de PL֊IA y no con el cast. lluvia PLŬVIA, de consonantismo y vocalismo diferentes. En un asunto tan complejo como el tratamiento de Ŭ ante palatal, siempre podrá argumentar un hombre tan erudito como el Sr. Rohlfs, si se empeña; pero ¿de qué sirve, si ni con esos expedientes forzados logra reducir todas las formas romances a una base, y ha de terminar reconociendo que el gascón oriental brüša y el langued. breicho, breisso (antiguo bruesche) no corresponden a una Ŭ? Para eliminar estos rebeldes recurre a la hipótesis de que son importaciones catalanas mal adaptadas a la fonética local. Más vale renunciar a un empeño que obliga a supuestos tan inverosímiles. ¡Una palabra tan pirenaica y apegada al terruño, como bruja, sería importada (y ya en el S. XVII) en estos altos valles del Pirineo, ciudadela de todas las supersticiones, y al adaptarla se habría tomado como modelo un caso tan aislado como el de cuixa ~ queicho ‘muslo’! Y si la oposición entre el cast. bruja y el arag. broxa no viniera de diferente base etimológica, sino de distinto tratamiento fonético dialectal, debería probarse que esta oposición obedece a las tendencias fonéticas generales de los dos dialectos, y no contentarse con citar las variantes boitre y moito de dos pueblos aislados, en palabras de otra estructura y en contradicción con los muito y buitre (o bueitre) de todo Aragón; por el contrario los cast. rojo, flojo, boj, nos prueban que ante í no hay diferencia de tratamiento entre Aragón y Castilla.―

6 El diptongo OU sugiere una etimología céltica o en general indoeuropea. Sólo a título de conjetura provisional sugiero que podría tratarse de un célt. *VER-OUXAla muy alta’ (célt. ouks-elo- ‘alto’, emparentado con el gr. ȗψ-Ɠλó-ς, galo uxello-, irl. uasal, galés uchel; celtibérico ȢX-MA ~ ĶX-֊MA > Osma), llamada así por la creencia de que las brujas salen volando por la chimenea a reunirse con el demonio en lugares elevados, mesetas de montaña llamadas Pla de les Bruixes en el Pirineo. Esta vieja creencia popular puedo documentarla en el texto del S. XVII referente a las brujas de Terrassa (que cito en SARDANA), donde una de las procesadas declaró que untándose los sobacos con ciertos ungüentos echaba a volar por los aires para acudir a una cumbre cercana donde se celebraba una asamblea de las brujas con el diablo. No creo que costase hallar documentación mucho más antigua. En cuanto a la ultracorrección a que me refiero, es sabido que hoy se produce en los romanismos del vasco (preza ‘pereza’, Azkue, dicc., p. xvi; plusa por pelusa, vid. PELO); comp. además el caso de TRANCA. Comp. la fórmula mágica que en Cataluña se supone pronunciada por las brujas en estas circunstancias: alta fulla i xemeneia amunt! La pérdida de la E se atribuiría a una pronunciación ibérica como la que nos revela Blasco junto a Velasco (comp. verezo por BREZO para el fenómeno opuesto, del que aquél podría ser ultracorrección), aunque también se podría pensar en una manifestación dialectal temprana de la tendencia a la reducción que afecta a los preverbios del celta insular, sobre todo en su rama britónica (Pedersen Vgl. Gramm.d.Celt., §§ 183, 2, 3 y 170.―

7 Norsk Tidskrift for Sprogv. I, 1928, 111ss.; Spr. d. Festlandk2, p. 41.―

8 No sería entonces de uso general, pues no figura en PAlc. (1505), que copia íntegro a Nebr.