ZAINO, ‘de color castaño oscuro’, ‘falso, traidor’, aplicado a las caballerías y también a la gente, voz común al castellano con el italiano y el portugués, de origen incierto, probablemente del ár. ɊâȐin ‘el que guarda secretos’ (de donde ‘disimulado, traicionero’), o quizá más bien se trate de una metátesis del cast. ant. hazino ‘mísero, ruin’ (del ár. Ʌazîn ‘triste, desdichado’).

1.ª doc.: 1601, Rosal; 1604, G. de Alfarache.

También está en Oudin (1607): «zayno, terme de jargon qui signifie un traistre et faux». Es posible que este lexicógrafo lo tomara del Alfarache, que es uno de los textos que con frecuencia le sirven de base. En el libro de Mateo Alemán se lee: «si como estuvimos en la prisión juntos y en un calabozo, y pasamos la misma carrera, quisiera que nos conserváramos, a él y a mí nos hubiera ido mejor; mas, como verás adelante, salióme zaino» (Cl. C. V, 127.7). Juan Hidalgo (1609) registra «zaino: traidor» en su vocabulario de germanía. Covarr. ya parte de la ac. hípica: «çaino, nombre arábigo, dízese del cavallo castaño oscuro, que no tiene ninguna señal de otro color: argumento de ser traydor, porque el humor adusto no está templado con otro que le corrija; y de allí al que es dissimulado, y que trata con doblez, llamamos çayno; es de raíz hebrea: entre; otras significaciones una es ser puro sin mezcla, como lo es el cavallo çaino, que tiene una sola color, sin mezclarse con otra» (de ahí pasaron estas otras acs. a la 2.ª ed. de Oudin). Con aplicación a personas lo encontramos poco después, en Rojas Zorrilla (Fcha.), en Góngora y en Quiñones de B. He aquí los pasajes de este autor: «juntos caminan los dos, / y mirándose a lo zaino, / en la Venta de Viveros / con sus marcas encontraron /.../ hembras que arden y tiritan / por la virtud de sus guapos», «en ese mar de la Corte /.../ donde, haciendo punto de honra / esto de la vida ancha, / andan como cazadores / viviendo de lo que matan /.../ toda viejecita zonza / y toda mocita zaina» (¿‘de costumbres dudosas’?), NBAE XVIII, 787, 574; en 1613 escribía Góngora: «será un puerco casero / quien por una mujer zaina / desnudare de su vaina / ningún colmillo de azero» (ed. Foulché II, 128). Con aplicación clara al animal falso: «mi mano es testigo /.../ que eres fiera y no muger, / que eres tenaza en morder /.../ en lo zayno coz, mostaza / en lo huerte, / en lo roýn / nezio rogado...» Vélez de Guevara (La Serrana de la Vera, v. 1323). La aplicación a un pelaje de caballo está descrita objetivamente por Mtz. de Espinar (h. 1640): «a los caballos castaños que no tienen ninguna señal blanca, llaman zainos», quien agrega por otra parte «de aquí le vino al hombre que trata con otros con cautela y falsedad, llamarse zaino» (citas de Aut., donde se da otra posterior). Sigue siendo palabra bien viva; en la Arg. sólo recuerdo haberla encontrado como nombre del pelaje de animales, para cuya descripción precisa vid. Amado Alonso, El Probl. de la L. en Amér., 170, y particularmente D. Granada, BRAE VII, 628; VIII, 60, 197; allí es equivalente de ‘peceño’ (a veces con pronunciación ultracorregida zaíno), y así lo leo en varios textos populares rioplatenses: «una tropilla de zainos» R. J. Payró (Pago Chico, ed. Losada, p. 191), «no es alazana ni zaina» copla popular (Draghi, Canc. Cuyano, p. 63). Como otros nombres; de pelajes, existe en forma notablemente igual en otras varias lenguas romances.

Port. zaino «diz-se do cavalo cujo pêlo é todo castanho-escuro, sem mescla; que tem o pêlo negro, com pouco brilho (falando-se do toiro); disfarçado, velhaco»; está ya en Bluteau, quien después de copiar los datos de Covarr. agrega «segundo outros, cavallo zayno he todo negro, sem sinal algum branco; deste gênero de cavallos diz Antonio Pereyra Rego na sua Instrucção da Cavallaria [1693], p. 27: os zaynos por falta de sinaes são ordináriamente de pouco valor e estima»; además port. ant. zaino ‘hombre amancebado o libertino’ (Elucidario) y mod. «disfarçado, velhaco» (Fig.); gall. facer a zaina ‘vagabundear’ (ausente de los diccs.): «Rañolas anda por ahí a facer a zaina para colocarse por unha rendixa» Castelao 223.9f. Interesa la pronunciación portuguesa con z sonora, que comprobamos en el trasm. zaino «malicioso» (RL XIII, 126). En el Minho zóina valdría «mulher mal comportada; prostituta» según Fig., mientras que Leite de V. lo recogió allí mismo en el pueblo de Melgaço como «expressƟo ofensiva para uma mulher: stás ũa zoina...! isto é, falsa, em quem nƟo podemos acreditar» (Opúsc. II, 360): esta forma ha sufrido el influjo fonético del onomatopéyico azoinar ‘atronar, aturdir’. En francés, zain (cheval, braque ~) vale «dont la robe, toute d’une couleur, n’a aucun poil blanc»: es sólo término de equitación, alguna vez extendido a perros, y con aquel carácter aparece primeramente en textos técnicos desde 1579, y luego un par de veces en los SS. XVII y XVIII (God. VIII y X); suele decirse que se tomó del italiano. En este idioma se pronunciaría zaino con sonora según Petrocchi, quien lo da como voz usual (sobre la raya): Tommaseo y Zaccaria lo documentan en el escritor Panciatichi († 1676) y en un par de obras técnicas de equitación, de 15731 y 1590. Se trata también en Italia del caballo «bajo, oscuro o morello, il quale in nessuna parte del corpo abbia alcun pelo o segno naturale di bianco».

El vocablo tiene que ser préstamo, sea en Italia o en España, pero las fechas de la primera aparición respectiva, 1573 y 1601, no nos permiten decidir nada. Tanto menos cuanto que los datos que tengo en España sobre el uso hípico son más tardíos que los literarios, cuando es natural suponer que precediera aquél. No figura en el Tractado de la Cavallería de la Gineta de Fernando Chacón (1549), pero ahí sólo se citan ocho colores (fº a iv, ), y faltan muchos de los corrientes (p. ej. el antiquísimo ruano); tampoco está en el Libro de los Cavallos del S. XIII, p. p. G. Sachs, a pesar de que aquí ya se citan más pelajes, y el que nos interesa parece designado por castaño pezeño (p. 17), pues se advierte que «deve seer mucho aguardado de seer mulero», o sea ‘el que se excita mucho cuando ve mulas’; en una palabra, la habitual acusación de ‘falso’. Pero esto sólo es indicio de que todavía no se empleaba zaino en el S. XIII, lo cual no es de extrañar si se trata de un arabismo resultante de una corrupción o de una evolución semántica más o menos tardías. En conclusión, no es posible llegar a una decisión acerca de la patria del vocablo por medios meramente filológicos.

Veamos si la Lingüística puede resolver el problema. Pero ante todo la etimología es oscura. ¿Será lo mismo que el it. zaino ‘zurrón de pastor’, que también se pronuncia con z sonora? Que la patria de éste es Italia, me parece bastante seguro a pesar de que Zaccaria y Gamillscheg (R. G. II, 172, sin tener en cuenta zaino pelaje de caballo) creen que por el contrario es hispanismo en Italia. Pero el hecho es que el cast. zaina ‘bolsa’ es palabra meramente jergal, documentada primeramente en el vocabulario de Juan Hidalgo (1609) y en uno de los romances de germanía publicados por este autor, y hoy viva todavía en el caló catalán (vid. Hill, Voces Germanescas): está claro que una palabra de este carácter social debió de tomarse de Italia, donde zaino designa el zurrón de pastor, ya aparece en el Ariosto y otros autores del S. XVI, y hoy es popular dialectalmente en el Piamonte, Milán, Génova, Córcega, Vincenza, Módena, Parma y en todo el Sur, según los datos de Gamillscheg. Suele derivarse muy razonablemente del longob. zaina ‘cesta’ (voz ya documentada en alto alem. ant.), del cual procede también el it. zana ‘cesta’, ‘cuna’, dialectalmente ‘saco’ y ‘odre’; la única razón. por la cual M-L. (REW 9596) y Gamillscheg dudan del origen germánico del masculino zaino es que éste se pronuncia con sonora así en Toscana como en los dialectos (por lo menos en Milán, Vincenza y Módena), detalle que realmente sorprende en un germanismo. Pero dudo de que tenga peso bastante para dificultar gravemente la etimología germánica: en posición inicial hay sonoras tan sorprendentes como las de zavorra, zaffiró y zendado; y zolla y zio (al menos en el Norte) pueden pronunciarse con los dos tipos de z; z sonora tienen otras voces advenedizas (lo que nada puede extrañar), aunque sin justificación etimológica, como zero, zigrino, zimarra, y al fin y al cabo los germanismos también fueron voces advenedizas, aunque más antiguas. En nuestro caso pudo actuar el influjo de otra palabra, acaso el adjetivo que nos interesa si es de origen extranjero, o bien sencillamente el sinónimo zaberna, it. giberna, que es de fecha más antigua, ya romana. Luego, si zaino ‘zurrón’ es germanismo autóctono de Italia: ¿no podría zaino ‘color de caballo’ ser una aplicación especial de este vocablo? Pero esto parece muy difícil de explicar semánticamente: no se ve el tertium comparationis.

Y así la tendencia natural es a considerar que se trata de dos voces radicalmente distintas, de procedencia germánica la una, y española la otra, que por casualidad han coincidido en Italia. El origen español puede apoyarse en dos fuertes argumentos: 1.º el gran número de nombres de pelajes exportados desde España a Italia y Francia (V. OVERO, ROANO, MORCILLO, ALAZÁN, etc.); 2.º sólo en España, pero no en Italia ni en Francia, se encuentra el sentido traslaticio ‘traidor’ y la aplicación a personas, lo cual es indicio clarísimo de una mayor popularidad en aquel país. Surge sin embargo el problema de la explicación etimológica en España. Como observa Dozy, desde antiguo se ha afirmado que es voz arábiga, pero nadie indica una etimología razonable. No tiene defensa la de Kurylowicz (Rocznik Orientalisticzny II, 255): Ȑazhā ‘luciente, pardo’ (cuyo femenino sería záhwa), pues se trata de una voz ajena a los diccionarios clásicos y a los léxicos hispanoárabes (Dozy, Suppl. I, 610), y que además no ofrece base fonética adecuada; lo mismo digo de zahî, de la misma raíz, al cual no conozco otra ac. que la de ‘fértil’ (que Dozy señala en escrituras sicilianas). Dozy (Gloss., 362) llamaba más razonablemente la atención hacia ȐaɊámm (femenino Ɋámma), que traduce el fr. zain en el diccionario árabe egipcio de Bocthor: se trata aquí de una raíz bien vivaz en árabe antiguo y moderno, que en el de España está también documentada aunque sea en otras acs. (Dozy, Suppl. I, 844a), y la aplicación al caballo está registrada en dicc. vulgares del árabe de otros países: Martin y Beaussier señalan en Argelia la combinación ȐáɅmar Ɋamm «bai foncé» (ȐáɅmar es ‘rojo’), y el adjetivo vulgar Ɋamm tiene en Argelia otras varias acs. populares «dure (pierre)», «crasse, grossière (ignorance)», «solide», «austère», etc. Con Ɋamm llegamos bastante cerca de zaino (la -m suele convertirse en -n en el vulgar de España, aunque es dudoso que esto pudiera ocurrir siendo geminada), pero todavía es imposible explicar la -i- y difícil dar cuenta de la -n-. Aquí quizá cabría prestar atención a la Acad., quien sugirió la etimología ȟâȐin ‘traidor’ para zaino; en consecuencia pone la Acad. en ppimer lugar la ac. ‘traidor’ del vocablo cast., y sólo después el nombre de pelaje. Sin embargo, teniendo en cuenta la idea vulgar y vivísima de que el caballo de color zaino es falso o traidor, me parece razonable admitir que en el árabe de los moriscos sufriera Ɋamm la influencia de ȟâȐin pronunciándose *Ɋain. En efecto, ȟâȐin es palabra popular en el árabe de todas partes y bien documentada en el de España («maldadoso» PAlc., «fur» R. Martí).

Ahí tenemos, pues, una explicación posible, aunque diste mucho de ser segura. La z- sonora portuguesa nos obligaría a admitir que también el portugués lo tomó del castellano; desde luego sería castellanismo en Italia y en Francia. Pero insisto en que hay que tomar la idea a beneficio de inventario, sobre todo mientras no podamos documentar la palabra española antes que la italiana. Pues todavía queda la posibilidad, aunque no me parece muy plausible, de que este adjetivo se creara en Italia por comparación con el color de la piel de los zurrones. Sólo los conocedores de la vida pastoril italiana podrán informarnos de si esto tiene algún fundamento en la realidad. Mientras tanto el mayor desarrollo semántico del adjetivo zaino en España, me induce a admitir provisionalmente una procedencia española.

Y más cuando partiendo de España damos con otra etimología arábiga, que propongo como irreprochable fonéticamente y muy posible en el aspecto semántico: Ȑin es ‘el que guarda un secreto u oculta algo’, casi lo mismo que «el que es dissimulado y trata con doblez» (según Covarr. define zaino). Esta palabra arábiga es el participio activo de la raíz Ɋ-w-n, clásica en el sentido de «custodivit, reposuit, recondidit» (Freytag), «he preserved it, took care of it, preserved from» (Lane), que en el Kalîla vale «tenir secret, cacher à» y en el Qartâs marroquí es «garder un secret» (Dozy, Suppl. I, 854): era palabra bien conocida en España, pues R. Martí registra así el verbo como su participio ɊâȐin y el adjetivo correspondiente Ɋáyyin, éstos en la ac. secundaria ‘honrado, casto’; hoy el verbo es vulgar en Egipto (Bocthor) y el participio lo es en muchas partes, p. ej. en Rabat, donde aplicado a una mujer vale «de moeurs sévères» y referido a un barco «solide, en bon état» (Brunot, Le Vocab. Marit.). De ‘secreto, disimulado’ la mentalidad vulgar pasa fácilmente a ‘traicionero’; comp. cautela ‘precaución, disimulo’ > ‘engaño’.

Rosal, 1601, que es el que registra çaino más antiguamente (vid. Gili) trae un dato importante: unos pronunciaban çaíno y otros çaino; por lo visto, debe de relacionar hazino con esta palabra, pues Gili remite de la una a la otra. Éste sugiere otra etimología quizá preferible a las que indico aquí: que hazino se cambiara por metátesis en zahino (cf. zarco > garzo) y hubiese paso de ‘mísero, ruin’ a ‘malo, miserable’, de donde ‘traidor’. Esto explicaría mejor la -z- sonora del port. e it. zaino y del fr. zain, todos los cuales serían castellanismos. Es sabido que en tiempo de Rosal la z ya se había confundido con la ç y en cuanto a la h intervocálica pronto dejó de pronunciarse. Es probable que sea ésta la etimología verdadera.

DERIV.

Azainadamente [1646, Estebanillo]. Enzainar.

1 En Il Cavallerizzo de Claudio Corte da Pavia, del cual existe ed. ampliada en Venecia, 1573, y otra de Lión del mismo año, que supongo es la príncipe.