SARNA, palabra peculiar a las lenguas iberorromances, procedente del lat. tardío SARNA, de origen incierto, probablemente hispánico prerromano; el sardo therra ‘empeine’, en lat. tardío ZERNA, es otra voz hermana, de origen prerromano.
1.ª doc.: 1251, Calila.
Sea como quiera, la raíz que nos interesa ha existido popularmente en Cataluña y en los Pirineos gascones, pero con otro sentido: es palabra en vías de extinción, aunque sobrevive en algunos puntos extremos. En el arcaico dialecto gascón del Valle de Arán sarna significa ‘serrín’, sea el que resulta de aserrar madera o el que cae de la madera carcomida1; en el habla languedociana de Montalbá (Pyr.-Or., junto al límite catalán) serníྊ o sarníྊ designa el serrín y también la carcoma (Griera, ZRPh. XLV, 253, 252), y en el catalán del Rosellón sernill es también el serrín (Fouché, Phon. Hist. du Rouss., p. 246)2 (alguna vez alterado en serill, Misc. Fabra, 202, por influjo de serrar ‘aserrar’, serradures ‘serrín’). El vocablo no existe con este valor general en la Cataluña española, pero sí subsiste refugiado en el tecnicismo de la industria corchera de Palamós (Bajo Ampurdán), según ficha que copié del corresponsal del Institut d’E. Catalans: «cernill m.: la crosta o matèria llenyosa que el rascle fa saltar esmicolada de l’esquena de les planxes de suro o dels esquerdells, quan el torcador o rasclaire executa la seva tasca: s’aprofita per a cremar-lo en el forat de la perola de bullir el suro i els carracs». Téngase en cuenta que estos dialectos no distinguen s de c ni la e pretónica de la a, de suerte que indudablemente debería escribirse sarnill.
El testimonio más antiguo de la forma SARNA está en San Isidoro de Sevilla: «Impetigo est sicca scabies prominens a corpore cum asperitate et rotunditate formae: hanc vulgus sarnam appellant» (Etym. IV, viii, 7)3, y luego aparece en el glosario del Códice Vaticano de la Reina Cristina (CGL III, 602.25), que aunque copiado en el S. X contiene un buen número de palabras de latín vulgar hispánico, independientes de San Isidoro4. Hay por otra parte una variante con E, documentada en latín desde fecha un poco anterior, y con mayor extensión. Teodoro Prisciano (S. IV) escribió «serniosos oculos, quas nos impetigines dicimus» (Niedermann, Idg. F. XV, 118); el africano Casio Félix (med. S. V) «impetigines quas Graeci lichenas vocant, Latini vulgo zernas appellant» (cap. 11, p. 19.2; zernosus, p. 16, 10.21); y en la traducción latina de Dioscórides hecha en el S. VI, en Italia (según Rohlfs en el Sur de Italia), se leen pasajes como éste «De... oleastru... foco impositum humorem quem ex co exit necessarium est sernis, vulneribus et scabiis» (RF I, 95, con las variantes tzerna 25a, zerna 34b, c, 35a, también sernosus en el propio texto, RF XIV, i, 636; comp. ALLG III, 503)5; además zerna y algunas veces cerna y otras variantes6 se encuentran repetidamente en glosas latinas, traducidos impetigo, lichen, derbita, lepra, y aunque algunas de estas glosas están sacadas de Casio Félix7 otras quizá representen un conocimiento independiente. En conclusión, este tipo (T)SERNA significó ‘empeine’, ‘herpe’ y parece haber sido propio sobre todo de África y del Sur de Italia: de ahí procede indudablemente, y en forma regular el sardo logud. atterra «erpete, forfora», campid. tserra «impetiggine», Nuoro therra, como señalaron Jud (Rom. XLIII, 455) y M. L. Wagner (ARom. XIX, 12).
Pero las diferencias de forma y de significado, ambas leves al fin y al cabo, no bastan de ninguna manera para separar este tipo del iberorromance SARNA8, ni tampoco, una vez admitida la identidad esencial de las dos variantes, basta esta mayor extensión geográfica para dudar de que sea voz ibérica (como se hace en ASNSL CXXIX, 277 [Morf]), a condición de que por «ibérico» entendamos ‘hispánico prerromano’ en general: en África, Cerdeña y Sur de Italia existieron hablas prerromanas afines a las de la Península Ibérica.
Ya Diez (Wb., 486) llamó la atención hacia la parentela vasca9, y Schuchardt (ZRPh. XXIX, 562-4) logró precisar este punto: sarna es hermano del vasco sarra (o sara) ‘escoria de hierro’, ‘herrumbre’, ‘arena gruesa de río’, comp. el alem. krätze ‘sarna’ y ‘residuos o desechos metálicos’10. Luego el sentido primitivo pudo ser ‘residuos, escorias’, de donde ‘caspa’ (como en sardo), ‘serrín, carcoma’ (como en cat. y gascón), y por otra parte ‘empeine’ y ‘sarna’, enfermedades que producen caspas y pequeñas pústulas; para el sentido comp. el alban. ྃere ‘tiña’ < CARIES ‘carcoma’ (GGr. I2 p. 446). Por otra parte el parentesco con el vasco lo comprueban las otras formas con ch- diminutiva señaladas en mi diccionario (CHARNECA y quizá CHARRO y CHARCO), a las cuales puede agregarse aquí el ecuat. charra11 ‘sarna, grano, tumorcillo’, probablemente de importación española (Lemos, Semánt. Ecuat.); comp. además SARRO 12.
Con todo esto no es posible precisar si el vocablo fué originariamente vasco o ibero, pues siempre queda la posibilidad de un préstamo en ambos sentidos. Lo que ya más decididamente puede descartarse es que en último término fuese de procedencia indoeuropea: el galés sarn f. «stratum, pavimentum» (sarnaidh ‘cubierto de costra’), señalado por Diez, nada tiene que ver con sarna, pues deriva del verbo sarnu, que a su vez es préstamo del lat. STERNERE (Thurneysen, Keltorom. 87); la tentativa de H. Jakobssohn (Hermes XLV, 212-217) de emparentar ZERNA con el scr. jaƫā ‘empeine’ (< G?-Tଵ), en calidad de préstamo tracio, es ya temeraria en el aspecto formal, y carece de base filológica y geográfica. De más atención me parece digno el ensayo de Rud. Gutmann (Bezzenberger’s Beiträge XXIX, 159-161) de relacionar el tipo ibero-vasco con una familia de voces ugrofinesas que significan ‘impureza, excremento’ (húng. sar(ni) ‘excremento’, mordvo säran ‘orinar’, sernen ‘defecar’, letón sahr?i ‘suciedad’, ‘escoria’, quizá tomado del estonio, aunque hoy sarnane sólo significa ‘débil’ en este idioma): se trataría entonces de una de las voces comunes entre el vasco y el ugrofinés, sobre las que hizo indagaciones Schuchardt. Claro está que aun esto ha de mirarse como muy inseguro.
DERIV.
Sarnazo. Sarnilla malag. ‘sarmientos muy delgados que no echan fruto’ (Cej.); con sarnilla y el cat. sarnill (vid. aquí p. 164a32) se relaciona el gran. (s)ahna ‘tallito adventicio de un árbol o arbusto’, recogido por Alvar, Fs. Wartburg 1958, 35. Sarnoso [Berceo; APal. 440d; Nebr.; S. XVI, Cej.]; sarniento mej. (El Periquillo Sarniento, novela de Fz. de Lizardi; falta en los dicc. de americanismos). Ensarnecer [1251, Calila]; ensarnar [más raro: Sz. de Badajoz, Cej.].
1 Es voz de uso general en todo el Valle, desde los pueblos más altos hasta Bossost, aunque ya no en Caneján, último pueblo del Valle, a la raya de Francia.― ↩
2 Erradamente supone Fouché que sernill sea derivado de serrar con influjo de cernidor ‘tamiz’. Téngase en cuenta la ac. ‘escoria’ que tuvo SARNA.― ↩
3 Así en los mejores y la mayor parte de los mss.; en otros hay la evidente corrupción sarmam, que de ahí pasó a una glosa del Códice Vaticano 1468, sin duda copiada de San Isidoro.― ↩
4 Avieno, Ora Maritima, 497, cita una localidad Sarna en la costa oriental de España; claro que no podemos estar seguros de que en este caso se trate de la misma palabra, entre otras razones porque también había un Sarna en Auvernia (ya en 570), y un Sarnae en los Alpes, comp. Pauly-Wissowa, 2.ª serie, II, 28; Hübner, Monumenta L. Iber., p. LXXXIII; Holder, Altcelt. Sprachschatz II, 1369.― ↩
5 Según una convincente conjetura de Heraeus (ALLG XIV, 119) en la Mulomedicina Chironis, del S. IV, habría que leer idiotae zernam vocant, donde el ms. trae el incomprensible indodeternam vocant. Quizá más bien diernam, forma que en efecto se documenta en el CGL y que tiene interés, pues nos prueba que algunos pronunciaban el vocablo con z africada sonora. Claro que la mayor parte lo harían con z = ts, como indican las formas sardas, pero era sonido extranjero que algunos pudieron latinizar en aquella forma.― ↩
6 Hay otra variante sterna, que Niedermann, Contrib. à la Crit. et à l’Explication des Gloses Latines, 42-44, trata de justificar. A pesar de los paralelos que aduce (extranjerismos o cultismos estropeados popularmente) es verosímil que fuese solamente una trasposición gráfica o al menos meramente ocasional, como da a entender M-L., Litbl. XXVII, 286. En todo caso el rum. stărnut ‘señalado con una mancha blanca en la nariz o en el hocico’, contra la opinión de Skok (ARom. XIV, 403) no es de creer que proceda de esta forma aislada (como rectifica atinadamente Diculescu, ZRPh. XLIX, 389, 426).― ↩
7 Según indicó Probst, Philologus LXVIII, 557. Para listas de estas glosas vid. CGL VII, 432, 293; VI, 327, 549, y los trabajos citados de Heraeus y Niedermann. Bibliografía sobre la cuestión en Sofer, 154.― ↩
8 A lo que se inclinaba M-L. en el REW 7611, en parte rectificado en REW3 9616a. Acaso tenga relación este duplicado con el duplicado dialectal ibérico berri ~ barri ‘nuevo’, cuyos límites antiguos y modernos ha trazado M. P., en Actas de la 1.ª Reunión de Toponimia Pirenaica, Jaca, 1948, pp. 1-10. La forma con E en nuestro caso existió también en España, según parece, pues Vall. registra como gallegos serne ‘sarro’ y serna ‘serrín, aserrín’ (en sus adiciones).― ↩
9 No era el primero en decirlo: Baltasar de Echaue en 1607 ya buscaba el origen en el vasco, donde creía poder interpretarlo como «calor brotada» (Viñaza, col. 55).― ↩
10 Como posible indicó Schuchardt que haya también parentesco con el labortano zaragar(r) ‘sarna’, que a su vez se relaciona con el labort. za(r)rapatu ‘rascar’, y quizá con el sul. hazteri ‘sarna’ y con atz, que en Guipúzcoa vale ‘sarna’ y en el País Vasco francés ‘comezón’; sin embargo, entonces hay dificultad en explicar la n de sarna. En cuanto al vasco vizc. sarn(i)a es probable que sea castellanismo.― ↩
11 Teniendo en cuenta estas formas con rr, y las sardas tserra, therra, debe relacionarse con esto la palabra sarra que figura en la inscripción curativa de la lámina de Poitiers; se trata de una receta en lengua mezclada de latín, griego y céltico, para curar un mal por medio de la hierba centaura; véase en Dottin, La Langue Gauloise, 211 el texto y los ensayos de traducción de Stokes y de Arbois de Jubainville. Quem peperit debe entenderse ahí como ‘que causó (que fué causado por)’, hablando de la causa del mal, con el valor que tiene repetidamente quem peperit en las fórmulas de Marcelo Empírico. La disposición de las palabras en «quem peperit sarra» parece indicar que es la «sarra» la que causa el mal. Quizá, pues, creían que el sarpullido o caspa era la causa y no el efecto del empeine o sarna, y designaban por sarra esa caspa. El empleo de la centaura para curar la sarna es un hecho conocido, pues todavía hoy la centaura conifera se conoce por la herba de ronya en Mallorca, según Barceló.― ↩
12 Puede ser compuesto del mismo tema el aran. sarrabáྊa ‘ripio para rellenar un hueco’, ‘escombros’, bearn. sarrabalhe «débris, reliefs; bouts de bois résultant du sciage», sarrabàlhou «effondrilles, résidu qui tombe au fond d’un récipient; rinçures, curures fines», charrabalhe «menues choses, restes sans valeurs; mélange, pêle-mêle de ces choses» (Palay), Auzat (Ariège) sarrabáྐu «résidu du fromage dans la chaudière» (RLiR VII, 131). M. P. sugirió sugestivamente (RFE V, 236) que el ribagorzano Serradui fuese derivado del vasco sarra ‘escoria, grava’ con el sufijo colectivo -TOI. Para la alternancia entre RN y RR, en la cual es muy inseguro que aquélla sea la fase primitiva (como cree Skok), vid. VRom. II, 455. ↩