RUECA, voz de origen germánico, probablemente tomada del germ. común *R֊KKO íd.

1.ª doc.: Gral. Est. II/1, p. 206a; h. 1400, glos. del Escorial y de Toledo.

Aunque la naturaleza de las fuentes de que dispongo me impide encontrar testimonios anteriores, no dudo de que es voz tan antigua como el idioma; desde luego es frecuente desde el S. XV: «pensum es rueca en que las mugeres ponen lana o lino para filar» APal. (535b; también 155d, 245b), «rueca para hilar: colus», y mucho en el período clásico (ejs. en Cej. V, pp. 276-7). La gran antigüedad la comprueba la circunstancia de haber penetrado desde el cast. hasta el mozárabe y hasta muy adentro del África: hisp.-ár. rúkka «colus, filosa», «rueca para hilar» (R. Martí, PAlc.), ár. afric. rúkka usual en Marruecos, Argelia, Egipto (Lerchundi, Beaussier, Bocthor) y aun por lo visto en Siria (cuya habla suele Cañes reflejar), bereb. taruka, tarukt (Schuchardt, Rom. Lehnwörter im Berb., 57). Es también portugués y gall. roca, y no menos general y antiguo allí que en cast. (ejs. del S. XVI en Moraes). El vocablo no reaparece en los demás romances próximos al cast., pero sí en el it. rocca, que es propio sobre todo del Norte del país y de Toscana, aunque reaparece en el calabr. y sic. rocca, y luego el sardo sept. rocca y en parte del Logudoro (rucca).

La denominación latina COLUS f. sólo persistió en el vasco vizc. goru1, y su diminutivo COLŬCŬLA (vg. CONUCLA) en el fr. quenouille, bearn. colh, it. centr. y merid. conòcchia, sardo centr. y merid. cranuga, cannuja, y del romance se trasmitió al neogriego, al alemán meridional (kunkel) y al irlandés.

En sentido contrario, está fuera de dudas que la forma romance rueca-ro(c)ca es de origen germánico, emparentado con el a. alem. ant. rocko m., alem. rocken, b. alem. med. y neerl. med. rocken, ingl. med. rocke, ingl. antic. rock, escand. ant. rokkr: con la excepción de este último, las formas del germánico (occidental) suponen una base predialectal *R֊KKON-, a la cual correspondería *RŬKKA (acus. *RȢKKANl>) en gótico. No hay dificultad en derivar el it. rocca de esta forma gótica (que debió sin duda existir), puesto que en italiano el vocablo se pronuncia con o cerrada. Pero el diptongo ue del cast. presenta un grave estorbo, puesto que supone una O breve o abierta, y por lo menos en parte este obstáculo se extiende al gallegoportugués2. ¿Habrá que dudar por lo tanto de la etimología germánica, teniendo en cuenta la gran extensión en África, e imaginar, p. ej., que pueda venir de una forma de otro idioma, aunque emparentado con la germánica? No, por cierto. Aunque la etimología indoeuropea de la voz germánica es incierta, su unanimidad en las lenguas germánicas prueba que es muy antigua en las mismas y que por lo tanto su K ha de venir de una G anterior; aun suponiendo que alguna lengua indoeuropea con influjo en España hubiese poseído el vocablo, su forma no podría corresponder, por lo tanto, a la que postula el romance.

El origen germánico ha de mirarse como seguro, pero se han intentado explicaciones diversas para dar cuenta del detalle fonético, en las cuales han discrepado ampliamente los lingüistas. En su trabajo de la ZRPh. XII, 552ss., fundamental para la dialectología de los germanismos romances, llamaba Pogatscher la atención sobre los casos nada raros en que el iberorromance se aparta de la fonética del gótico para aproximarse a la del protogermánico o del germánico occidental; el nuestro es uno de ellos, pues rueca se acerca, mucho más que al gótico, a la forma *R֊KKAl> del occidental y del germánico predialectal, y en un caso análogo se encuentran YELMO, GUERRA, <R=HUESA II>HUESA y aun FIELTRO 3; en consecuencia llegaba Pogatscher a la lógica conclusión de que todos estos vocablos, junto con muchos más, hubo de tomarlos ya el latín vulgar, sea al germánico occidental o a una fase germánica todavía anterior, y así concluía este lingüista que el testimonio del iberorromance tiene importancia extraordinaria para el estudio del viejo vocabulario germánico, e invitaba a investigarlo mejor. Por desgracia no se prestó mucha atención a este consejo; con la excepción de M-L., que de momento (Einf., § 42) se atuvo esencialmente a la interpretación de Pogatscher, los romanistas han aislado el caso e rueca empeñándose en derivarlo del gótico y buscando explicaciones individuales a la anomalía fonética.

Brüch (Der Einfluss d. germanischen Spr., pp. 56-57) suponía un cruce con R֊TAT ‘rueda’; el propio M-L., después de rechazar esta idea con la razón pertinente de que la rueca no rueda, emprendía más tarde (RFE II, 31-32) el camino marcada por Brüch, sugiriendo un cruce con el lat. C֊LUS (> vizc. goru). Como testimonio de la vida de COLUS en la Península Ibérica, además del vasco goru, quizá podría citarse el derivado ast. collezna «rocada» (G. Oliveros, 278), aunque desearíamos ver confirmada la existencia de este vocablo en una fuente más directa. Por otra parte la ll no está de acuerdo con COLUS, y bien podría tratarse de otra cosa, como un derivado de COLLIGERE (¿COLLIGENTIA? ¿COLLIGէNIAl>?). G. de Diego (RFE XI, 339-41), sin aceptar la idea de M-L., por tratarse de una voz latina de cuya vida en español no tenemos pruebas y de forma bastante distinta, persistía en el prejuicio de un cruce, que en su opinión habría sido con HUECA ‘muesca del huso’, y aunque obtenía el aplauso de Spitzer (RFE XII, 248n.), chocaba con objeciones fundadas de M-L. (RFE XIII, 178-9n.) en lo que concierne a algunos de sus argumentos. Todos estos cruces se prestan a otros graves reparos, pues si el de G. de Diego no viola el principio de que los dos presuntos partícipes del cruce deben estar documentados en el idioma donde hubieron de cruzarse, sí viola, en cambio, el de que deben tener un mismo signifícado, y el más importante de todos: que su área geográfica ha de corresponder a la del fenómeno que tratamos de explicar; ahora bien, hueca sólo existe en cast., donde parece ser alteración local y tardía de la forma osca-huesca, propia no sólo del gall.-port., el cat. y otros romances, sino también de muchos dialectos cast., desde el Bierzo y Asturias hasta el País Vasco y Aragón, y en estos idiomas y dialectos el vocablo no tiene aplicación especial al huso ni a la hilandería; en cambio la O abierta del tipo rueca-roca -y esta razón decisiva la olvidan todos los romanistas- no sólo se encuentra en cast. y en gall., sino también en los valles pirenaicos del Bearne y del País Vasco (ASNSL CLXVI, 272; BhZRPh. LXXXV, § 147), en toda la anchura del retorrománico, en Calabria y Sicilia, y aun parece haber dejado huellas en Cerdeña anteriores al S. XIII4. En efecto, Jud llamó ya al orden a los hispanistas (ZRPh. XXXVIII, 36-37) mostrándoles que para la solución de su problema habían de tener en cuenta la o abierta que muestran el subselvano roca, Bravuogn y Alta Engadina rocha, Poschiavo ròca, Baja Engadina rocca, Val di Non r྿kja, Fassa rotšo, Marebbe ròtsa, friul. ròche; la sugestión de M-L. (REW 7433) de que estas formas se tomaran en fecha moderna del alemán no es aceptable por la propia unanimidad de las mismas, por la evolución regular de su consonantismo y vocalismo y sobre todo porque en el Sur de Alemania se empleó kunkel desde la Alta Edad Media; pero además agregaré por mi parte que tampoco debemos olvidar la o abierta del romano (Rohlfs, It. Gr. § 68), calabr. y sic. rocca5.

Es visible que todos estos territorios, de España, los Pirineos Occidentales, los Alpes y el Sur de Italia, son zonas conservadoras adonde suelen refugiarse formas en retroceso en el resto de la Romania. Todo esto está de acuerdo con la sugestión de Pogatscher de un viejo germanismo del latín vulgar, que éste tomaría del germ. occid. R֊KKO o de una forma equivalente del protogermánico. No importa que la terminación no coincida del todo: en los contactos entre lenguas extrañas el aspecto morfológico se desdeña, pues los hablantes conocen muy imperfectamente o casi nada el sistema flexivo del idioma vecino; la terminación -O breve del nominativo de los masculinos germánicos en -N, era lo bastante próxima a la de los femeninos germánicos, para que los romanos la pudieran latinizar en -A, como solía hacerse con ésta, y el género femenino del lat. COLUS ayudaría al mismo efecto. Objetó M-L. la falta de una explicación semántica para este préstamo del latín vulgar, pues no era verosímil que se tomara el vocablo de las mujeres de los legionarios germanos del ejército imperial. Quizá no, mas pues que de todos modos hemos de admitir que en España y en Italia se tomó en préstamo el vocablo germánico, esto prueba que la rueca germana presentaba alguna ventaja sobre la romana, que invitaba al préstamo, que esta ventaja fuese material (uso de un tipo más práctico o más perfecto) o psicológica (mayor extensión de la hilandería entre los germanos), y nada se opone a que esta causa obrara ya en el Bajo Imperio. El caso es que rocca es uno de los rarísimos germanismos que alcanzaron a penetrar en Cerdeña, indicio de una fecha excepcionalmente antigua de este préstamo lingüístico.

Queda finalmente la objeción geográfica: nuestro vocablo se encuentra sólo en cast.-port. y en it.-sardo-rético, pero, siendo ajeno al fr., oc. y cat. ―dicen―, no es posible que perteneciera al latín vulgar; en efecto, se alega que la voz latina COLUCULA presenta un frente compacto en toda Francia y persiste en gran parte de Italia. Pero en realidad COLUCULA no sólo es ajeno al cat., sino que tampoco se documenta en el occitano medieval6; un examen atento del ALF, mapa 1119, y del FEW (III, 538a; II, 928), sugiere claramente que los modernos quenouyo o counoulho son intrusos franceses en tierras occitanas: la denominación catalana, filosa, que hoy todavía persiste a lo largo de la costa mediterránea francesa, presentando una línea casi ininterrumpida desde Alicante hasta Niza, es lo que se encuentra en occitano antiguo, y los glosarios dialectales y los testigos sueltos del ALF nos prueban que hasta hace poco llegaba tan al Norte como la línea general B.Alpes-Delfinado-Rouergue-H.Loire-P.d.Dôme-Périgord-Landas-B.Pirineos; ya he indicado también cómo la fonética dialectal nos denuncia un avance moderno de cunocchia sobre ròcca en el Sur de Italia. Ahora bien, el tipo filosa, aunque más antiguo que quenoulho, es visiblemente una palabra sustituta: el sufijo -osa impide considerarlo derivado del verbo filar, y lo denuncia como un antiguo adjetivo sacado de fils ‘hilos’. No le veo otra explicación posible que admitir la acción de una antigua homonimia que obligara a distinguir entre la *roca filosa y la roca pedregosa o roca a secas; en cast., en cambio, nunca se produjo el conflicto, gracias a la diptongación, porque aquí roca ‘peña’ es intruso sumamente moderno, que no llegó a diptongar. Hay, pues, buenos motivos para sospechar que antiguamente el tipo germánico R֊CCA ‘rueca’ presentara una área continua desde Lisboa hasta el Friul; si no llegó a desalojar a COLUCULA de todas sus posiciones en el Norte de Francia y en zonas montañosas del Centro de Italia, es porque se propagaría desde el Norte de este país, que en lo antiguo constituía el principal frente de contacto germano-romance. Más tarde los ostrogodos lograron cambiar en *RŬCCAl> la pronunciación del vocablo en casi todo el Norte de Italia, pero esta innovación, sobrevenida en un momento en que la unidad latina se estaba desintegrando, no logró propasarse a zonas más apegadas a lo antiguo; el influjo visigodo en España no actuó, en este caso, porque este influjo pertenece a una época más tardía, en que los godos ya estaban medio romanizados. Comp. MAZORCA 7.

DERIV.

Rocada ‘copo de materia textil que se pone de una vez en una rueca’ (así ast., V). Rocadero [1555, Laguna, en Cej.]. Rocador arag., salm., zamor. (FD). Arrocado [Quijote I, xlii; DHist.]. Enrocar.

1 Para las denominaciones vascas, vid. Schuchardt, BhZRPh. VI, 21. Para otras formas pirenaicas, Krüger, VKR VIII, 253.―

2 Hay o abierta en gallego según Vall.; la o port. sería cerrada según Moraes, abierta según Madureira (¿diferencia entre bras. y port. sept.?). Hará falta confirmación: el dato port. sería importante, ya que ante -a final no es de creer que una o abierta primitiva se cerrara, antes al contrario. En cambio, no importa para el caso la forma mozárabe y arábiga rúkka, que igual puede explicarse partiendo de que de ྿: comp. xucr ‘suegro’, torchúl ‘torzuelo’, corryúla ‘correhuela’, etc. (M. P., Oríg., § 24.6d).―

3 Este último puede explicarse de otro modo (V. mi artículo), pero no los otros. Es inadmisible decir que yelmo y guerra se tomaron de Francia, como demuestro en los lugares correspondientes.―

4 V. para esto M-L., Wiener Sitzungsber. CXLV, v, 62; el testimonio sardo es inseguro. V. allí mismo p. 75.―

5 En Calabria el vocablo está hoy relegado al arcaico rincón SE.; en el resto del país ha penetrado el it. central cunòcchia, cuyo carácter importado nos lo revela la o tónica irregular, en lugar de u.―

6 Hay un ej. aislado de conolha en el sentido especial de ‘vértebra’, que sólo encontró Levy a última hora (falta en su P. S. W.). En cambio, filosa es frecuente ya en la Edad Media.―

7 La idea de una continuidad del germanismo a través de la Occitania medieval la tuvo ya Gamillscheg (R. G. I, p. 372-3), aunque sin fundarla en la historia de las denominaciones occitanas y persistiendo en partir del gótico *RŬKKA. Cree Gamillscheg que roca y rueca trocaron sus significados en castellano, ya que en cast. esperaríamos *rueca como réplica del it. ròcca ‘peña’; pero claro que un trueque así es inconcebible y Gamillscheg no advierte que el cast. roca es palabra de introducción moderna. Sin embargo tuvo el mérito de pensar en el conflicto homonímico en tierras de Oc. Antes él mismo insistía en la idea de un cruce (RFE XIX, 242), que en su opinión sería con SPOLAhuso, canilla, carrete’; después invirtió los términos, y en lugar de explicar la ֕l>, que este otro vocablo presenta en romance, por la pronunciación del germ. occid., parte del gótico y sugiere que la vocal abierta se debe al influjo de rueca: pero no advierte que spuola tiene o abierta en el Norte de Italia y en la Sobreselva, donde hay rcca. Luego no parece que hubiera influjo entre estos dos vocablos. Del problema de la transmisión del vocablo germano-romance y de sus detalles fonéticos trataron posteriormente Th. Frings y G. Rohlfs en ZRPh. 1959, 507 y 518.