FIELTRO, junto con el fr. feutre, cat. y oc. feltre, port. e it. feltro, procede del germ. FILT íd. (alem. filz, a. alem. ant. vilz, b. alem. ant. filt, ingl. y ags. felt), pero el diptongo castellano y la r de todos los romances son de origen incierto, aunque es probable que se expliquen por una alteración meramente romance.

1.ª doc.: APal., «cento, -nis, el que algo faze de fieltro y el que coje viles tributos en la plaça», 70d.

Nebr. da la forma hieltro («cilicium, textum cilicium») y fieltro es frecuente en el Siglo de Oro (Aut.)1. El origen germánico de esta familia romance no parece ofrecer dudas, pero el estudio de su pormenor fonético debiera abordarse de nuevo, con espíritu menos constructivista y con mayor sentido histórico-filológico que el empleado por Brüch (ZRPh. XXXVI, 70; RLiR XI, 68), M-L. (Einf., § 42) y Gamillscheg (EWFS, s. v.; R. G. I, p. 231); véase la actitud ya más circunspecta adoptada por Kluge, s. v. filz, y por Wartburg (FEW III, 525-6). No sabemos mucho de las fechas respectivas de las varias formas romances. En francés feltre (después feutre) aparece desde el S. XII; la fecha del cast. fieltro es, por ahora, mucho más tardía, aunque çapatos de cordovan feltrados, en el fuero aragonés de 1350 (RFE XXII, 18), y el derivado feltrer, que Gili Gaya (Homen. a M. P. II, 113) cita de un doc. oscense del S. XII, sin dar el significado, permiten adelantarla: pero nótese que éstas son formas aragonesas; agregaré que también en lengua de Oc puede fecharse a fines del S. XII (Bertran de Born), en catalán desde 11792 (Miret i Sans, El més antic text literari cat., p. 21) y es frecuente desde el XIII (Costumbres de Tortosa, 412), y en portugués desde los primeros años del mismo siglo (CortesƟo). Pero poco sabemos del italiano, y en castellano debiera precederse a una indagación especial. Tratándose de un género que puede ser susceptible de elaboración industrial, hay motivos para sospechar que se difundiera desde un centro determinado, quizá el NE. de Francia, a los demás romances; y sobre todo hay lugar a esta sospecha en el caso del español, dado lo rudimentario de la actividad industrial en la Castilla de la Edad Media: ello daría cuenta de la conservación de la f-, que presentaría dificultades si el vocablo fuese germanismo autóctono (para el tratamiento ante ie, V. FIEBRE), y que en un caso así no puede explicarse por influencia culta, semiculta o de la pronunciación educada.

Partiendo de esta procedencia única, y aunque el b. lat. filtrum ya aparece en glosas desde el S. VIII, sería fácil explicar la r como un caso de repercusión romance de la otra líquida; así nos ahorraríamos la suposición de un plural germ. *FILTIR, tomado por singular, cambio morfológico nada verosímil en vocablo de este significado, tanto más cuanto que este plural no está documentado en germánico, que yo sepa. Por lo demás, la r puede considerarse repercusiva, aun si admitimos que este germanismo penetró en romance por varios puntos, como podrían darlo a entender los datos cronológicos: se trataba, en efecto, de un fenómeno fonético muy fácil, que se reproduce en el caso del fr. ant. fautre ‘ristre’ < alem. fait, falz, pues sería demasiado casual que aquí también se hubiera conservado el plural prehistórico en -IR, como admite el FEW III, 394. Todavía más arriesgado es suponer con M-L. la alternancia vocálica sing. *FELT, plur. *FILTIR, con el objeto de explicar el diptongo castellano (el fr. feutre y el it. fltro suponen una Է, de acuerdo con las formas germánicas, y los demás romances son más o menos ambiguos; no sé si es antigua la pronunciación pisana fèltro (Rohlfs, It. Gr. § 48) frente a la florentina féltro. Por otra parte, en gótico el vocablo debiera tener necesariamente la forma *FILT(S), de suerte que Brüch se ve obligado a buscar en un étimo suebo la explicación del diptongo español3. Todo esto es temerario, pues la E de *FELT y la R de *FILTIR deberían excluirse mutuamente, aunque ambas coinciden en el castellano fieltro; y además todo esto es innenecesario, pues de ser fieltro de procedencia francesa su diptongo se explicaría simplemente como el resultado de su hispanización según modelos como chastels ~ castiello, temps ~ tiempo, feste ~ fiesta, etc.

Verdad es que en todos estos casos tenía e abierta el francés antiguo, y el ie castellano no corresponde a una e cerrada como la de feutre. Pero quizá sea excesivo esperar una aplicación irreprochable de pequeños detalles de la fonética histórica en el caso de préstamos lingüísticos. Por otra parte, no hay por qué creer que el vocablo penetrara directamente desde el Norte de Francia, antes es verosímil que primero pasara por Cataluña, donde lo hemos documentado desde el año 1000, y sabido es que ante l todos los dialectos catalanes cambian la en ȇ. Se trata, pues, del mismo caso que en el arag. mielsa ‘bazo’, tomado del gót. *MէLTJA por conducto del cat. mȇlsa (vid. ESMALTE).

Véase ahora el trabajo de Brüch, Wiener Sitzber. CCXXXV, n (1960), 48 pp.; a pesar de la longitud, este trabajo aporta poquísima novedad; está destinado a refutar la opinión de Flasdieck (Buchreihe de Anglia II, 1952, 133-157) y la mía, en la forma meticulosa y con el nimio detalle con que suele proceder el autor. En lo esencial coincidimos el germanista especializado Flasdieck, yo y ya Mohl, ZRPh. XXVI, 601 (citado por el propio Brüch): el vocablo germánico sólo está atestiguado en germ. occid., falta completamente en escandinavo y en germánico oriental, y aun en inglés y anglosajón sólo tiene una representación parcial y limitada, luego habría razón de sobra para rechazar la suposición de que existiera en suevo, por más que esto indigne al Sr. Brüch (p. 38); pero la principal razón por la que rechacé el origen suevo era porque un término de civilización como éste no es posible que se extendiera a toda la Península Ibérica desde el suevo, dialecto que apenas dejó alguna huella romance. Brüch, p. 36, no puede hacer más que confirmar que la supuesta base germ. en -r está completamente indocumentada, así en alto alemán, como en neerlandés, lenguas donde el vocablo, sin embargo, está atestiguado desde los orígenes de las lenguas literarias respectivas, y en todas las demás lenguas germánicas donde aparece.

La explicación del Sr. Brüch de que el hipotético *filtir pasara al romance partiendo de una ac. ‘pelos del fieltro’, pese a las varias y rebuscadas razones ergológicas que sugiere en la pág. 9, es forzadísima e inverosímil. La forma como rechaza la explicación de la -r romance por repercusión (p. 34) sólo muestra el atraso en que vive el Prof. Brüch, que todavía no conoce sobre este asunto bibliografía posterior a la gramática de M-L., escrita hace 70 años, y no, por ejemplo, el trabajo básico de Niedermann (Fs. Gauchat) ni los de Grammont y demás estudios posteriores. Por lo demás, el Sr. Brüch se entretiene en reprocharme insignificancias como el haber citado algún libro en su última edición o el haber escrito filz con minúscula cuando Kluge lo cita con mayúscula (!) y él no vacila, en cambio, en atribuir sus ideas a Kluge, cuando éste sólo había dicho que las formas romances con -r- eran «valiosas» para el estudio de la morfología del vocablo en germánico, pero se abstuvo muy bien de decir que constituyeran una prueba de la existencia de un plural en -r: está claro que sólo pensaba que debían estudiarse más detenidamente. Como indiqué yo, y como lo hacía Flasdieck por el mismo tiempo, el timbre de la E tónica del vocablo vacila entre Ե y E en todas las lenguas romances, en particular en portugués, catalán, occitano, italiano y aun en francés mismo: nótese el fieltre que el propio Brüch cita de un autor medieval del Hainaut; luego podemos dar ya por bastante segura mi sospecha de que en todas las lenguas romances es un préstamo del francés, procedente de las manufacturas de Picardía, Flandes y Hainaut. Su objeción contra el préstamo fundada en que los galicismos y catalanismos terminan siempre en -e, es de una total ingenuidad (recordemos docenas de tales préstamos terminados en -o desde los orígenes del idioma, como orgullo, patio, bruno, ardido, trozo, buído, gayo, íngrimo, lacayo, basto, escandallo, garbino, rullo, etc. y V. todavía muchos más en el DCBC IV, 1101-2). En las págs. 45 a 48 trata de rechazar la etimología del fr. ant. feutre admitido por Gamillscheg, Wartburg y Frings; cualquiera que sea el juicio que merezca en definitiva esta etimología, es evidente que no se admitiría fácilmente esta refutación, inspirada en el deseo de deshacerse de un argumento contra la posibilidad de explicar la -r de fieltro como un agregado secundario.

Filtro [1706, Aut.], es tomado del b. lat. filtrum ‘fieltro’ y ‘filtro’, denominación aplicada porque los filtros se pueden hacer de fieltro. A. Kuhn, RLiR XI, 68, cita con el primero de estos significados el a. arag. filtro (Ansó, Panticosa), filtre (Sallent), pero debería asegurarse mejor esta definición. Ast. fieltru ‘el césped que se recoge cuando se labran las tierras’ (V).

DERIV.

Fieltrar (ej. de feltrado arriba). Filtrar [1706, Aut.]; filtración; filtrador; filtrante. Infiltrar; infiltración.

1 La glosa «Filtrum: fierro» en el glosario del Escorial, h. 1400, quizá deba enmendarse en filtrum: fieltro, pero también cabe enmendar en ferrum: fierro.―

2 En realidad nos consta que en Cataluña era ya usual en 1011, por una forma latinizada («ipso tapido, et ipsos badlenguos II et feltro I») del Cartulario de Sant Cugat (II, p. 88).―

3 No hay huellas seguras del vocablo germánico más que en los dialectos occidentales, pues no se halla en escandinavo antiguo, y las formas sueca y danesa podrían ser préstamos del bajo alemán. En estas condiciones es también arriesgado asegurar que ya se encontraba en un dialecto germánico tan arcaico como el suevo.