QUEMAR, en port. queimar; a pesar del arag. y cat. cremar íd., hay obstáculos fonéticos que impiden derivarlo del lat. CRĔMଵRE íd.; pero es probable que se trate de una modificación de este vocablo latino en *CAIMARE por influjo del b. gr. κάȉμα ‘quemadura, calor ardiente’ (de καίειν ‘quemar’), empleado por los médicos griegos de Occidente hablando de cauterios.
1.ª doc.: orígenes (Glosas de Silos).
Pero con estas pocas y dialectales excepciones; quemar reina sin rivales en castellano, como es general queimar en gallego y en port.; en este idioma esta forma está ya documentada en abundancia desde el período arcaico: en fueros e inquisiciones de 1180. 1188-1230, y en dos de 1258 (CortesƟo), en las Cantigas («eno fogo o queimaron» 6.89, y frecuente; alguna vez como intr. ‘arder’ 91.31), en el Cancionero da Ajuda (S. XIII, glos. de C. Michaëlis), etc., y también hallamos queimar, según es de esperar, en el ms. leonés del Alex. (1439, 2211), que pertenece al dialecto leonés occidental. Realmente la forma en quei- parece haber sido siempre general en el idioma vecino, pues no son verdaderas excepciones los dos ejs. de quemar que cita CortesƟo de los Fueros de Castel Rodrigo (1209) y Castelo Bom (1188-1230), textos escritos en la zona fronteriza del leonés y llenos de formas españolas. Ahora bien, el ei gallego-luso-leonés agrava decisivamente la dificultad que ya presenta el cast. quemar para la etimología CRĔMARE, tanto más cuanto que la completa ausencia de formas cast. diptongadas en ie frente a la Ĕ breve del latín corrobora que estamos ante la continuación de un étimo con AI y no con Ĕ.
Por lo demás ya la eliminación de la R de CREMARE sería por sí sola gravísimo obstáculo, pues no basta citar temblar TREMULARE ―como hace Diez, Wb., 479―, donde hubo disimilación en la variante arcaica y dialectal *trembrar, y que además es caso aislado. A lo sumo se podría pensar en una disimilación en los derivados requemar y resquemor, que se hubiera propagado al simple, tal como *rescriecio pasó a resquicio y de ahí luego se sacó quicio; pero el caso es diferente, pues aquí tenesmos pruebas de que resquicio es más antiguo que quicio (y podemos documentar variantes con la -r- conservada en la forma en res-, no en quicio), mientras que requemar y resquemor son voces incomparablemente menos usadas que el simple quemar. Además el que trata de imaginar tales combinaciones se ve desanimado por el ei portugués, que de ninguna manera puede admitirse como secundario; pues aunque algunas veces se haya afirmado la posibilidad de un ei port. sin explicación etimológica, ha sido sin razón2. Luego se presenta por sí sola la idea de que posiblemente nada tenga que ver el étimo *CAIMARE, postulado por la forma hispanoportuguesa, con el lat. CRĔMARE.
A este propósito cita M-L. (R. Gr. I, § 180) el medio y neo-griego καϊμóς por καǢμα ‘quemadura, calor ardiente’, si bien observando que no consta bien la antigüedad de estas formas3; a esta idea se adhirió provisionalmente M. P. (Dial. Leon., § 4.2). En el REW (2309) sigue M-L. indeciso, pero insiste algo más en su idea, en vista de la confirmación que aporta a la antigüedad de estas variantes griegas vulgares cierto glosario latino. En efecto en los Hermeneumata del Códice Vaticano de la Reina Cristina, trasmitidos por un ms. del S. X, se leen las dos glosas grecolatinas «chaima, id est aestus» y «chaimata, id est calores» (CGL III, 558.9 y 558.11), lo cual corresponde a «chaumata: calores» de otros glosarios (chaimata es καϊματα, plural de κάϊμα); por mi parte agregaré que estos Hermeneumata debieron redactarse en España y en fecha muy remota, pues contienen muchas formas de latín vulgar, varias de las cuales sólo existen en España: mordago ‘muérdago’, galapoco ‘galápago’, impedigo ‘empeine’, sarracla ‘cerraja’, cicala ‘cigarra’ (V. mis artículos respectivos): y es probable que este glosario se compilara para explicar el texto de San Isidoro, en cuyas etimologías se lee: «Kaminus, fornax, graecum est, dirivatum a καǢμα» (Etym. XIX, vi, 6), nótese que sarracla y otros vocablos raros son también comunes a S. Isidoro y a este glosario; ahora bien, en lugar de la citada grafía griega varios mss. isidorianos traen la latina cauma, pero en el antiguo ms. K se lee caima (ed. Lindsay). Con esto se hace muy probable la hipótesis de que la forma griega κάȉμα circulase por España desde fecha muy antigua.
Sin embargo, confieso que se hace difícil comprender por qué los hispanos dieron en derivar de esta voz griega, que no ha dejado huellas en otra parte de la Romania, un verbo *CAIMARE, que sólo casualmente se parecería tanto al lat. CREMARE: nunca se habló el griego como lengua popular en España. Y es forzado admitir que el cast. quemar nada tenga que ver con su absoluto sinónimo cat., arag. y oc. cremar. En definitiva lo más razonable me parece lo siguiente. Los médicos griegos, que pululaban por Occidente en el Bajo Imperio y más tarde (recuérdense Quirón, Antimo y otros muchos), introducirían caima, como uno de tantos términos técnicos de medicina, para nombrar el cauterio y la cauterización: en efecto nos consta que Hipócrates empleó el verbo καίειν con valor semejante en su tratado De Articulationibus; y es natural que un término tan empleado por veterinarios y médicos humanos se grabara en la memoria del vulgo, e influyera sobre el vocablo lat. CREMARE convirtiéndolo en *CAIMARE. Saliera de boca de médicos griegos, en su media lengua latina, o se creara por obra del vulgo, este barbarismo, con todo el prestigio de los tecnicismos, se extendería y acabaría por triunfar de la forma castiza, así como hoy vocablos pedantescos del cuño de psiquis, neumonia, vitaminas, etc., reverenciados como talismanes por tantas familias, están haciéndose un hueco firme en el lenguaje popular, y asegurándose un lugar en el idioma del futuro. No es ésta la única huella hispánica de esta jerga médica helenizante, que saliendo totalmente de la esfera terapéutica ha pasado al habla general: recuérdese el antiguo quima ‘cabeza de col’, ‘rama’ (κǢμα; de donde ESQUILMAR) afianzado sin duda gracias a su valor dietético; AMARILLO calco de πικροχóλος; el grupo LERDO ~ lourd de λορƌóς; CAMORRA y afines, de χειμóǥǦεια, etc.; comp. YESCA.
El uso figurado quemarse ‘encolerizarse, sulfurarse’ (muy vivo en el cat. cremar-se) está ya en Quevedo, Cuento de Cuentos (Cl. C. IV, 183), a título de vulgarismo ridículo.
DERIV.
Quema [¿APal. 363b?; Nebr. «ustio»]; en la ac. ‘impuesto a las mercancías que entraban o salían del Reino de Valencia’ [allaquema, Cortes de 1419; quema 1420 y ss.], viene del ár. Ȑiqâma ‘valoración’ (Dozy, Gloss. 326-7). Quemada ‘rodal de monte consumido por el fuego’ [Acad. 1925, no 1843]; costarric., cub. ‘quemadura’ (comp. cat. cremada íd.; Gagini y oído a cubanos; ahí y en Puerto Rico vale además ‘chasco, engaño’). Quemado (Acad.; cub., Ca., 164). Quemadero. Quemador. Quemadura [Nebr.]. Quemajoso. Quemamiento. Quemante [-ant, Berceo]. Quemazón [APal. 437b; Nebr.]; quemazoso. Quemu ‘residuos vegetales con que se cubre la borona cuando se cuece en la llar’ ast. (V). Aquemar raro (S. XVI, F. de Silva, DHist.). Requemar [Aut.]; requemado [princ. S. XVII, Ribadeneira, Aut.]; requemamiento; requemante; requemazón; requemo and., cub. ‘la parte de un guiso que se requema; acto de quitar el agua, líquido o humedad de un lugar con una esponja, etc.’ (Ca., 123). Resquemar [Acad. S. XIX]; resquemazón; resquemo (en Cuba ‘el jugo de ciertas frutas, p. ej. el del limón’, Ca., 98); resquemor (la ac. ‘encono contra una persona’, Ca., 98, no es sólo cub., sino general).
1 Hay muchos testimonios métricos de esta cantidad latina, entre los cuales puede citarse el hexámetro de Petronio «quippe cremare viros et sanguine pascere luxum» (CXXI, v. 110). La e cerrada del cat. crema postula también una base con Ĕ según la fonética del cat. oriental.― ↩
2 Cada caso tiene su explicación particular: aleive debe su i a la -I final del étimo germánico. Teima se explica por el influjo de otros abstractos en -ma, como freima (= freuma ‘flema’), almorreima, etc. En cuanto a la serie cremar > *kermar > *kelmar > *keumar > keimar, imaginada por Ascoli (AGI XI, 447) y aceptada por Cornu (GGr. I2 § 7), debe calificarse de descabellada, no sólo porque falta toda prueba de los escalones intermedios, y porque la -r del infinitivo no podría disimilar la r del radical, sino porque tampoco se justificaría en portugués el cambio de l en u ni el de eu en ei; el caso de ou > oi nada tiene que ver, en almorreima HAEMORRHEUMA hay influjo de freima, y éste, junto con freuma, se explica como evolución de la G de PHLEGMA. Nada de esto tiene aplicación a CREMARE, como ya indicó M-L. (ZRPh. XV, 272).― ↩
3 Supone, sin embargo, que sean antiguas, fundándose en que junto a κλαίειν ‘llorar’ ―verbo paralelo a καίειν ‘quemar’― también se forma un κλάϊμα ‘lágrima’ en vez de κλαǢμα: ahora bien, aquella forma se funda en el futuro κλαƲσω (pronunciado klaíso), y es sabido que el futuro simple ha desaparecido en griego moderno. Del mismo modo se puede razonar en cuanto a καϊμóς, pues aquí se partiría del futuro irregular καƲσομαι, empleado en los Sibyllina. Desde luego no hay que pensar en analogía del tema de presente καίω, pues éste se pronuncia en griego moderno y medio kéo, mientras que καϊμóς es = kaଖmós. Lo que nos consta positivamente es que καϊμóς no es forma reciente, pues ya se lee, traducido «ardore», «abbruciamento», en el dicc. neogriego de Somavera, de 1709. ↩