AMARILLO, del b. lat. hispánico AMARĔLLUSamarillento, pálido’, diminutivo del lat. AMRUSamargo’, probablemente aplicado a la palidez de los que padecían de ictericia, enfermedad causada por un trastorno en la secreción de la bilis o humor amargo.

1.ª doc.: b. lat. amarellus, 919; cast. amarielo, amarialo, 1074; amariello, 1085.

Para documentación temprana, vid. Tailhan, Rom. IX, 297-9; Oelschl.; M. P., Oríg., 591. Pueden considerarse descartadas las etimologías arábigas que se han propuesto. No es diminutivo de ÁMBAR, ár. ánbar, como propuso Mahn, Etym. Untersuch., 61-64, y aceptaron Diez, Engelmann y Cornu: varios han indicado ya que el ámbar que se introdujo en España desde Oriente no era el ámbar amarillo que hoy conocemos principalmente, sino el ámbar gris; además no se comprende cómo el sufijo diminutivo -illo al agregarse a ambar habría podido convertir este sustantivo en el adjetivo amarillo; y sobre todo es decisivo el argumento fonético de la falta general de b en amarillo, pues si en Castilla el paso de -MB- a -m- era regular, no ocurría lo mismo en León ni en Portugal, y sin embargo el gall.-port. amarelo es la única forma existente en este idioma, y ya se halla en las Cantigas (367)2; por lo demás en fecha tan temprana como el S. X la reducción de mb a m apenas se halla siquiera en Castilla, y el caso es que amarellus es ya muy frecuente en este siglo y en todas partes. Igualmente puede desecharse el étimo árabe sugerido por Baist, KJRPh. VIII, i, 208, Ȑámrah ‘blanco’, raro en ár.3 que no satisface fonética ni semánticamente4.

Últimamente se ha hecho unánime considerar amarillo como derivado de AMARUSamargo’, aunque se han hallado varios caminos semánticos. Herzog, ZRPh. XXVII, 123-4, con la adhesión de Leite, RL VIII, 226, creía que debía partirse de un nombre de planta AMARELLA de gusto amargo y de color amarillo a la vez, e indicaba cast. amargaleja, amargón, amaro, it. amarasca, amarella: lo numeroso de estos puntos de partida inspira ya desconfianza, y, en efecto, estas plantas no tienen nada de amarillo, excepto la última, variedad de manzanilla cuya flor tiene en parte este color5, y en cuanto al paralelo que establece con el cat. groc ‘amarillo’, procedente de CROCUS ‘azafrán’ y al que hubiera podido agregar el cast. gualdo derivado de gualda, ya Baist le objetó que lo que en estos casos ha dado el nombre de color no es la planta, sino la materia colorante muy conocida que de ella se saca. Schuchardt, Litbl. XXXVIII, 326, fundamentó mejor esta etimología señalando la genciana amarilla ‘gentiana lutea L.’, planta cuyo color amarillo es llamativo y cuya raíz es amarga, pero aunque él sospecha que el documento castellano de 912, extractado por Tailhan, campo de illas amarellas, contiene este nombre de planta6, no aduce prueba concluyente de que la genciana se llamara jamás amarilla a secas, y sobre todo esta etimología adolece del mismo defecto que he reprochado a la de Sainéan (V. nota 4): para dar un nombre de color es necesario que se trate de una flor, un fruto o una planta universalmente conocida, lo cual no es el caso de la genciana.

En conclusión creo debe volverse a la idea ya sugerida por Diez y seguida por Bourciez: hemos de partir de AMARUS, AMARELLUS, como nombre del bilioso. Aquí sí se trata de una coincidencia entre lo amargo y lo amarillo conocida de todo el mundo y ampliamente debatida por la medicina antigua, con hondas raíces populares7. Ya Galeno, que a su vez se funda en Hipócrates, al hablar de la bilis llamada amarilla (ξανȎƲ), a distinción de la bilis negra, atra bilis o menlancolía, dice que se la llama también bilis pálida (ϕχρά) o amarga (πικρά)8 y en otro pasaje (3) agrega que los médicos en lugar de bilis (χολƲ) solían decir τƎν πικράν τε καɉ ξανȎƲν. Ahora bien, si a los ictéricos o biliosos les llamaron los médicos griegos, desde Hipócrates, πικροχóλους ‘los de hiel amarga’, nombre cuya resonancia rabelesiana está en la memoria de todos, ¿será mucho suponer que el latín, menos acostumbrado a la formación de compuestos, tradujera esto con una palabra simple llamando AMAROS a los ictéricos, o bien AMARELLOS? Con este diminutivo, que el pueblo empleó al principio para dar salida a la compasión que le inspiraban estos enfermos, quedaba cortado el vínculo con AMARUSamargo’, y la separación se ahondó al cambiarse en iberorromance amaro por amargo; desde entonces la conciencia popular, olvidada la idea de amargor, ya no recordó más que el carácter más visible del amarellus o ictérico, su palidez amarillenta, y el vocablo quedó en disposición de aplicarse a cualquier objeto de este color9. Pueden aducirse muchas confirmaciones de este punto de vista. Una me parece el hecho de que los más antiguos testimonios de AMARELLUS se aplican a personas, como nombre propio, sin duda como apodo inspirado en el color del individuo o en su enfermedad: Amarellus en varios documentos portugueses de los años 907, 908, 953 y otros posteriores (PMH., Diplom., pp. 10, 11, 39)10. Otra comprobación me parece la frecuencia con que en lo antiguo amarillo es más sinónimo de ‘pálido’ que equivalente del color del azafrán. Según nota Paz y Melia, la aplicación frecuente a caballos y bueyes en las escrituras primitivas sólo puede entenderse dando a amarillo el valor de ‘bayo’ o ‘blanco sucio’, y así debe interpretarse, según creo, el mulum amarellum de una escritura leonesa del tumbo de Celanova, año 922 (RH X, 370); Juan Manuel emplea amarellecer para ‘ponerse pálido’ (Rivad. LI, 297, 518); en la Gr. Conq. de Ultr. se habla de caras amarillas e descoloradas (DHist.); y todo esto sigue aún vigente para los lexicógrafos a fines de la Edad Media, pues en el Glosario del Escorial y en Nebr. nuestro vocablo se traduce por pallidus, en el de Palacio por lividus y APal. glosa pallere con tornarse amarillo (335d). Pero la mejor confirmación o documentación la hallé leyendo a San Isidoro, y ahora después de años de no tener a mi alcance la tercera edición del REW (406.2), veo que su sabio autor entendió este pasaje del mismo modo11: en una de sus falsas etimologías habituales dice el santo que el nombre de la esmeralda (smaragdus) le viene de su acentuado verdor, pues se dice amarus todo lo que es muy verde12. Creo que por verde debemos entender aquí la amarillez verdosa de los ictéricos, sentido algo forzado por S. Isidoro para la conveniencia de su etimología; en efecto, también es común entre los latinos hablar de verdor con referencia a la ictericia: los afectados por esta enfermedad «arquati dicuntur, quibus color et oculi virent quasi in arqui similitudinem», dice Nonio13, y ya Virgilio, o quien sea el autor del Ciris, había expresado lo mismo en sus hexámetros: «viridis per viscera pallor / aegrotas tenui suffudit sanguine venas» (225)14. En vista de estos antecedentes parece claro que San Isidoro aporta el primer testimonio cronológico del paso de AMARUS a ‘amarillo’15.

DERIV.

Amarilla. Amarillear. Amarillecer [S. XIII: Bocados de Oro], alterado a veces en enmarillecer; enamarillecer. Amarillejo. Amarillento. Amarillez.

1 Testimonios del arag. ant. amariello en los inventarios de 1362, 1368 y 1372 (BRAE III, 225; IV, 212, 345). Ast. mariellu o amariellu (V).―

2 Salvo que recientemente en Galicia hay tendencia a reemplazar amarelo por marelo. Castelao había escrito en 1919 «os toxos poñen as suas motiñas amarelas na divina sincronía verde do paisaxe» (24.29); al repetir la bella nota de color en un escrito de 1926, pone «motiñas marelas» (156.11), «unha fita de luz marela» 194.2f.―

3 Baist escribe âmraȐ ‘blanquecino’, pero no hay palabra de esta forma y significado. Seguramente tiene razón Schuchardt, Sitzungsber. d. preuss. Akad., 1917, 161 n., al corregir Ȑámrah. Rechaza Schuchardt esta etimología haciendo notar con razón que, en los adjetivos árabes de color, el romance da la preferencia a la forma femenina, que en este caso sería marhâȐ, forma apoyada por los demás vocablos de la raíz (zarco, zarca, p. ej., vienen del femenino zarqâȐ y no del masculino Ȑázraq). Más razonable que al raro Ȑámrah sería recurrir a Ȑáhmar ‘rojo’, admitiendo que de aquí se sacó un diminutivo *ahmarellus ‘ligeramente rojo’, ‘rojizo, anaranjado’, pero además de la objeción de Schuchardt, igualmente aplicable a esta idea (el femenino es hamrâȐ > Alhambra), debe notarse que el matiz antiguo de amarillo precisamente no fué ‘anaranjado’, ‘amarillo subido’, sino al contrario, ‘pálido’, ‘bayo’, según veremos.―

4 No hay necesidad de refutar la etimología μαραίνεσȎαι ‘marchitarse’ de Paz y Melia, RABM 1871, 238-9. Muy a la ligera dice Sainéan, Sources Indig. II, 422n., que amarillo viene de Amaryllis, nombre aplicado al narciso, flor de color parcialmente amarillo. Claro que rosa, violeta, lila, se han empleado como nombres de color, pero se trata de flores incomparablemente más populares que el narciso, cuyo color amarillo es además poco característico; y aún faltaría probar que Amaryllis en este significado, ajeno al latín clásico y medieval, tiene en España mayor antigüedad que la reciente nomenclatura de los botánicos.―

5 Para documentación de este nombre de planta en los dialectos franceses, vid. Spitzer, Litbl. XXXVIII, 326, y Bruneau, Rom. LIII, 228. Cuveiro da amarela como gallego.―

6 Puede tratarse también de un nombre de lugar Las Amarillas alusivo al color de algún accidente del terreno. Tales nombres son frecuentísimos en la Argentina y existen en todas partes.―

7 La objeción que se hace el propio Diez, de que también en la miel coinciden lo amarillo y lo dulce, y sin embargo DULCIS no significa ‘amarillo’ en ninguna parte, carece de fuerza, pues la amarillez no es el rasgo más característico de la miel para la tradición literaria y popular, como lo es de la hiel.―

8 TŲς ξανȎŲς χολŲς, Ƙ ƌƎ καɉ ϕχρĮν καɉ πικρĮν ƺνομάζουσιν. En el comentario sobre el libro ∏ερɉ ƌιαίτƓς ƺξέων παȎNjν, 2.―

9 Los testimonios literarios de la amarillez como característica del bilioso podrían, naturalmente, multiplicarse. Baste citar, por lo evolucionado de la imagen, que demuestra su gran uso, a Ausonio (Profess., 2, 31): nullo felle tibi mens livida. Celso, que interesa como médico latino, habla de la suffusio bilis luridae (95.16). Es muy posible que Tertuliano aluda al supuesto AMARUSictérico’ al decir qui redundantia fellis auruginant, amara sunt omnia (De Anima, 17). Todavía Aut. repite la doctrina de Galeno en su artículo ictericia: «La... ictericia... ordinaria y común es la amarilla (llamada también blanca a distinción de la que llaman negra), la cual nace de inflamación u destemplanza del hígado, y obstrucción de la vexiga que es depósito de la hiel. La negra nace, etc.».―

10 No es válida la duda de M-L. Roman. Namenst. II, 73, fundada en que no hay otros nombres de persona procedentes de nombres de color. Además del lat. Aureolus que él ya cita, baste recordar cast. Prieto, Moreno, cat. Negre, tan frecuentes como apellidos. No creo que Schuchardt, l. c., esté en lo cierto al considerar que este Amarellus y el mozár. Amrêl (Almería, S. XIV: Simonet, p. XCII) sean un diminutivo romance del ár. Amr: Amrêl será más bien AMARELLUS influido por Amr.―

11 M-L. remite al comentario de Sofer sobre este trozo del santo, pero las comparaciones de Sofer con el gr. πικρóς ‘amargo’ < ‘punzante’ y alem. hell ‘sonoro’ > ‘claro de color’ no dan precisamente en el clavo del asunto.―

12 «Smaragdus a nimia viriditate vocatus; omne enim satis viride amarum dicitur» (Etym. XVI, vii, 1).―

13 425.3 y, en términos semejantes, 35.10. De aquí la glosa «morbus regius [otro nombre de la ictericia] ab arcu dictus, quod viridis faciat», CGL V, 649.10.―

14 Apunta Forcellini que la causa de esta equivalencia de viridis, cuando se habla del morbus regius, puede estar en el modelo griego, pues χλωρóς, propiamente ‘verde claro’, se emplea con frecuencia en lugar de ϕχρóς ‘paliducho’. Por lo demás nótese que el fr. jaune (it. giallo, cast. jalde) viene de GALBINUSverde pálido’.―

15 Como las ideas de ‘amargo’ y ‘agrio, ácido’ se confunden a menudo, quizá alguien sospeche que en el texto isidoriano viridis significa ‘verde, no maduro’, y asigne al cast. amarillo la filiación semántica ‘amargo’ > ‘inmaduro’ > ‘verde de color’ > ‘amarillo’. A esta idea podría objetarse: 1.° que viridis en latín no significa jamás ‘inmaduro’ como en romance (se dice esto acerbus), 2.º que tampoco se conoce amarus en el sentido de ‘inmaduro’. No se invoquen en contra de esto los escolios de Nonio citados por el ThLL I, 182067-10, pues estas equivalencias amarum = asperum = acerbum se referirán a casos como palabras amargas = acerbas. Por lo demás la referencia a Virgilio podría revelar un helenismo del mantuano, tomando amarus en los varios sentidos de πικρóς, que éste heredó de su significado etimológico ‘punzante’. Claro está que todos estos usos figurados y helenizantes de amarus pudieron ayudar en la aplicación de este adjetivo al ictérico, de carácter desabrido.