GAITA, voz oriunda del castellano y el gallegoportugués, extendida desde la Península Ibérica por el África hasta Turquía y el Oriente europeo; probablemente del gót. GAITScabra’, porque el fuelle de la gaita se hace de un pellejo de este animal.

1.ª doc.: med. S. XII1; siglo XIV: J. Ruiz, 1233a, mss. G y T (de fines del S. XIV)2; Poema de Alfonso XI, copla 6043; Biblia med. rom., Génesis 31.27.

Hablando de ESTRAMBOTE he demostrado la antigüedad y vasta influencia de la lírica hispana sobre los pueblos musulmanes y de la Europa occidental. Si allí hemos visto cómo el zéjel o estribote llegaba hasta el Irac y la India (M. P., Poesía Ár. y Poes. Eur., 25-27) y se extendía por Francia e Italia, aquí tenemos otro elocuente testimonio lingüístico del hecho. Ġáȳƫa como nombre de una especie de clarinete o dulzaina se ha propagado al árabe de Marruecos, Argelia, Túnez y otros países africanos, desde donde pasó al turco ġaida ‘flauta de pastor’, y de ahí al servio, búlgaro, polaco, ruteno y eslovaco (gajdy, pero ya no en checo), mientras por otra parte penetraba hasta la lengua hausa, hablada en el Sudán y el Congo belga4; en Europa mismo pasó al cat. gaita5, bearn. gaito y, con significado secundario, campid. y logud. gaita: nadie lo extrañe cuando el idioma de los trovadores poseía varios nombres de instrumentos que se revelan como hispanismos por su evolución fonética, tales el arabismo guitarra y el romance cedra < CITHĔRA (que en lengua de Oc hubiera dado *ceira). Sé muy bien que varios han creído a gaita voz turca trasmitida a nosotros por los árabes (Schuchardt, M-L., Engelmann, Steiger), mientras otros han sostenido lo contrario (Dozy, Gloss., 380; Seybold; Simonet), pero salta a la vista que no puede venir del turco una voz documentada en el S. XIV, así en la España cristiana6 como en el Andalús: se lee, en efecto, en las obras de Abenbatuta y Abenloyón, redactadas a mediados de este siglo; en Abenjaldún, que es de la segunda mitad, y PAlc. confirma su empleo en hispanoárabe7. Pero tampoco puede ser de estirpe arábiga, como observa Dozy, por carecer de raíz en este idioma. No cabe duda que el país de origen es aquel donde hoy sigue teniendo la máxima popularidad y arraigo, a saber España y en particular Galicia.

No vacilo en creer que gaita es fruto lingüístico del interés que la aristocracia germánica del Noroeste de España, encabezada por sus reyes, demostró desde antiguo por la lírica y la literatura en vulgar. Gracias a Gregorio de Tours sabemos que en el S. VI los reyes suevos de Galicia mantenían en su corte a los precursores de los juglares, esto es los mimos, vid. M. P., Poesía Jugl., 146. Toda una escuela, orientada por el mismo maestro, y hoy predominante, cree firmemente en el origen germánico de la épica española, pero el dato suministrado por el obispo francés nos muestra que los germanos de España no olvidaban por ello la lírica8. De ellos debe de proceder el nombre de la gaita.

Que las gaitas se hicieran con un odre, que probablemente sería de cabra, no era cosa nueva por entonces, pues ya Suetonio nos informa de que Nerón se había ofrecido a exhibirse como utricularius, es decir, gaitero o tocador de odrecillo9, y el ascaules, que figura en el español Marcial (X, iii, 8) y en autores griegos, hubo de servirse de un instrumento parecido (ęσκóς ‘pellejo de animal’, ‘odre’). Pero los germanos denominaron la gaita con el nombre mismo del animal sacrificado para fabricarla: a. alem. medio boc ‘gaita’, propiamente ‘macho cabrío’ (Lexer, Mittelhochdeutsches Wb., 1872, p. 320), a. alem. mod. bock, también llamado bockpfeife, y a veces der polnische bock, por su frecuente uso en Polonia (Adelung, Wb. der hochdt. Mundart, p. 1102); y siguiendo su tendencia popular a adornar los objetos con los signos característicos de sus nombres, ha sido común entre ellos, y en los pueblos más influídos por el germanismo, emplear gaitas rematadas con cabezas de cabra. Gay10 reproduce una escultura de Reims del S. XIII, con un instrumento muy parecido a una gaita, cuyo fuelle lleva una cabeza de animal fácilmente reconocible por sus dos cuernecitos, observándose otra cabeza de animal en el tubo; también reproduce otra escultura francesa parecida, del S. XIV. Nos consta que en Alemania hasta mucho más tarde era típico el instrumento llamado der grosse bock, consistente en un largo «roncón», o tubo de gaita de sonido grave, terminado en un cuerno enroscado de morueco11. Siento no tener a mi alcance la iconografía antigua de la gaita gallega, citada por M. P. y por Cej., pues no dudo que en estos capiteles y esculturas, escalonados desde el S. XI, habrá figuras semejantes. Por lo demás, que hasta hoy la gaita gallega se hace con «un cuero de cabrito a manera de odre, denominado fuelle», es hecho tan conocido que así consta ya en la Acad. Con estos antecedentes resulta sumamente probable que aquellos godos y suevos del Norte de España, aficionados a la música popular, dieran a la gaita el nombre de GAITS, que en sus idiomas era la denominación de la cabra12.

Un nombre así para la gaita está lejos de ser algo nuevo. En Auvernia, Rouergue, Quercy, Lemosín, Perigord, Agen y tierras vecinas, la gaita se llama cabreto (chobreto) o simplemente crabo, chabro (en el Tarn, Puy-de-Dôme, Forez, etc.), el fr. ant. y medio chevrette es frecuente desde el S. XIII, y también se hallan chievre o chevrie (propiamente ‘cabrito hembra’), con igual sentido y en la misma fecha o algo más tarde; chevrie es vivo actualmente en el Poitou (FEW II, 300b; Gay, l. c.). Como curioso y por su alusión al País Vasco transcribo el pasaje siguiente del poema que el abad Aymeric de Peyrac, quercinol del S. XIV, escribió sobre la Vida de Carlomagno: «Quidam taborellis rusticabant / gressum sonum praemittentes. / Quidam cabreta vasconizabant, / laevis pedibus persaltantes. / Quidam liram et tibiam properabant» (cita de Du Cange, s. v. baudosa).

No hay dificultad de orden fonético en el paso de GAITS al romance gaita. Siendo femenino en gótico, era natural que, una vez eliminada la -S del nominativo, se romanizara con la terminación femenina -a, para lo cual hubiera bastado ya el influjo del vocablo español cabra; nos consta que así se hizo en las tierras italianas ocupadas por los ostrogodos, pues ghetta o ghetla designan al animal mismo en Rovereto, Comelico, etc. (Gamillscheg, R. G. II, p. 18). En España la conservación de la T sorda intervocálica―hecho, por lo demás, frecuente en voces de origen gótico: BROTAR, ESPETO, ESPITA y nombres propios como Guitián, Guitarriu, etc.―nos muestra que su entrada definitiva en el vocabulario romance debió ser tardía; que hubo varios estratos cronológicos de germanismo nos lo muestran casos como el de la tríada espeto, espito y espita, los últimos con la է conservada; y algo parecido ocurrió con el diptongo AI, unas veces arrastrado por la evolución romance de este diptongo hacia ei, e, otras simplificado en A, otras intacto hasta la fecha, véanse los casos reunidos por Gamillscheg (pp. 34-35); el de gaita pudo ser tan tardío como el del cat. gaire ‘(no) mucho’, por ejemplo, tomado del fráncico WAIGARO en el S. VIII, pues de los godos comprimidos en Asturias y Galicia por la invasión arábiga algunos pudieron conservar memoria de su idioma nacional, y casi todos recordarían por lo menos muchas palabras sueltas13.

Sería inútil entretenerse en refutar la etimología gayo (por la alegría de su música o por los colorines de la cubierta), propuesta por Covarr. y respetada piadosamente por la Academia, a pesar de su imposibilidad morfológica14. Pero se ha propuesto otra que parece muy razonable. Su autor fué Diez (Wb., 452). Se trataría de oc. gaita ‘acecho, vigilancia’ y también ‘velador, centinela’, de origen germánico (WAHTA íd.); y Diez daba cierto apoyo aparente a su tesis citando el port. na primeira gaita ‘a primera hora de la noche’, en el cual este origen es evidente, aunque no se trata de un provenzalismo literario, sino de un catalanismo náutico, esfera semántica a la cual pertenece el vocablo en portugués15, y no hay que pensar en el grito o señal del velador, sino en la división latina de la noche en cuatro vigilias, cat. guaites, conocida en Cataluña (Ag.) y trasmitida a los marinos portugueses por los castellanos, puesto que la misma locución sale, en boca de gente de mar, en la Crónica de Pero Niño (Cej., Voc.), pero en la forma guaita, que ocasionalmente pudo alterarse, como suele suceder a los extranjerismos, por influjo del nombre del instrumento músico autóctono (vid. aquí AGUAITAR). M. P., ateniéndose a la opinión de Diez, trató de buscarle mejor fundamento: «pasó a significar el instrumento que el velador tocaba para anunciar las horas de la noche; el origen de este nombre se ilustra con una miniatura de la Crónica Troyana [de 1350], que representa una ciudad sobre cuyos muros y torres hay muchos juglares de salterio, vihuela y trompas; en la torre más alta, propia para el centinela que vigila o aguaita, está un tañedor de gaita» [Poesía Jugl., p. 70). A la verdad esta miniatura (reproducida en la p. 71) me parece demostrar tan poco que el vigía de la torre más alta acostumbrara tocar una gaita, como que en las torres de las murallas soliera haber, como ahí, en vez de soldados, tañedores de salterio, vihuela o trompas; el gaitero no lleva vestido de centinela ni soldado, y se trata de una ilustración de fantasía y adorno, como las de ángeles violinistas o análogas. El velador anunciaba ciertamente el alba y quizá otras horas nocturnas, pero el detalle de que tocara para hacerlo un instrumento de sonido tan poco adecuado es todavía resabio de la mala interpretación de la frase portuguesa por Diez; por un edicto francés de Francisco I, dado en 1539, sabemos que las empleadas con este objeto eran trompetas, como es natural16.

Quizá se podrían hallar justificaciones semánticas más adecuadas17, pero hay un obstáculo material que se opone terminantemente a esta etimología. De haber entrado el vocablo occitánico en español lo habría hecho ciertamente en la forma guaita, propia de los idiomas más vecinos y afines, el gascón y el catalán; así ocurrió con el derivado AGUAITAR, tan extendido, y junto al cual una forma hispana *agaitar no existe. No se me diga que se trata en nuestro caso de un vocablo lírico tomado, por conducto literario, del lenguaje de los trovadores, porque entonces lo que se hubiera tomado es la forma más extendida entre ellos, a saber gacha. Indudablemente existía una tercera forma gaita, pero era la menos extendida y más distante de España, pues su área se reducía y reduce esencialmente a la Auvernia y Nordeste del Lemosín; es verdad que hoy reaparece en otra zona algo más cercana, que desde el Aude se extiende hasta el Norte de la Gironda por una faja estrechísima a lo largo del Garona, pero es dudoso que esta zona existiera en la Edad Media, ya que indudablemente el área antigua de gw- ha perdido terreno desde entonces, y es probable que las dos isoglosas fonéticas gw- y -ch- coincidieran más o menos en aquel tiempo. Examínese el esquema que publico en otra versión de este artículo18 (dibujado según los datos de Ronjat, Gramm. Istor., II, 48-52, 176-8; F. Fleischer, Zur Sprachgeographie der Gascogne, BhZRPh. XLIV; y ALF s. v. étroite y garder) y véase si hay probabilidad alguna de que el hispano-portugués gaita venga del oc. dial. gaita, tan remoto y minoritario, y de significado diferente además. Ya M. P. hacía notar la extrañeza de que el vocablo no existiera en lengua de Oc como nombre de instrumento musical, y lo mismo he notado más arriba respecto del francés.

Antes de concluir, algunas palabras acerca de las clases de gaita. Cuando nada se agrega se ha entendido siempre por gaita la llamada gaita gallega; Aut. encabeza con ella su artículo, y diciendo que «regularmente» se entiende este tipo, lo describe en los términos que abrevio a continuación: «se compone de un cuerecillo, a que está asida una flauta con sus orificios, para diferenciar los sonidos según se cierran o abren los dedos; tiene asimismo pegado un cañón del largo de una vara, el qual se pone encima del hombro, y se llama el Roncón, cuyo sonido es uniforme, y corresponde al baxo de la Música: y por un cañoncito que tiene el cuerecillo en la parte superior se le llena de aire, y apretándole con el brazo izquierdo sale a la flauta y al roncón». Cita Aut. dos ejs. de este tipo en Góngora y Ambrosio de Morales, al mismo corresponde la traducción de Nebr. («instrumento músico: utriculus»), probablemente los de J. Ruiz y Rodrigo Yáñez arriba citados, y a él corresponden las descripciones de Covarr. y otros lexicógrafos.

Otro tipo, que pudiéramos llamar la gaita morisca, es una especie de dulzaina o chirimía, y Aut. lo describe sin dar ejs.: «flauta de cerca de media vara, por la parte de arriba angosta, donde tiene un bocel, en que se pone la pipa por donde se comunica el aire; en la parte de en medio tiene sus orificios; y por la parte inferior se dilata la boca como la de la trompeta; úsase regularmente de este instrumento para acompañar las danzas que van en las processiones»; a este instrumento corresponden en parte las menciones hispanoárabes y orientales referidas arriba, y quizá la del glosario aragonés del Escorial (h. 1400), en vista de sus traducciones «clas(s)ica» y «cheremine»; en ediciones modernas del diccionario académico (desde 1899) se ha colocado esta ac. en primer lugar, tal vez por obra de un colaborador que creía en la etimología arábiga, pero es indudablemente desarrollo secundario sufrido por el vocablo al trasponer la frontera cristiana en la Edad Media.

Finalmente hay la gaita zamorana, mencionada dos veces en el Quijote, que era, según Aut., «a modo de caxón más largo que ancho, con diferentes bordones o cuerdas, heridos por una rueda que está dentro al movimiento de una cigüeña de hierro, y a un lado tiene varias teclas, que pulsadas con la mano izquierda forman las diferencias de los tañidos»: fácil es ver que ahí tenemos una innovación mecánica de carácter posterior, tipo local a cuyo origen aludirá el gentilicio que le da nombre, pues debe inspirar escepticismo la explicación de Paul Ravaisse por el ár. zammâra ‘flauta’, aducida por Rodríguez Marín en las notas de su edición cervantina.

DERIV.

Gaitero [h. 1400, Glos. del Escorial]; gaitería [h. 1600, H. de Santiago]; engaitar [1603, Oña]; engaitador.

1 Doc. zaragozano p. p. Lacarra Docs. Repobl. V. Ebro II, 591 (cita de Alvar, Variedad y Un. del Esp., p. 116).―

2 El ms. S trae dulçema, lección preferida por M. P., Poesía Jugl., p. 65.―

3 «La gayta, que es sotil, / con que todos plazer han, / otros estrumentos mill, / con la farpa de don Tristan.» Este pasaje narra hechos de 1328, y el poema se escribiría a fines del reinado, es decir, h. 1350.―

4 Simonet, s. v. gáitha; Dozy, Suppl. II, 235a; Schuchardt, Slavo-Deutsches, p. 42; Seybold, GGr. I, p. 404; Fernando Ortiz, Glos. de Afronegrismos; Steiger, Contr., 369. Con la expansión islámica de gaita, compárese la de otro instrumento español, el pandero, nombre que hoy se emplea hasta Egipto.―

5 No es antiguo ni castizo. El ej. citado por Ag., donde parece significar un baile al son de la gaita, es del S. XVI y se refiere a la recepción de un rey español, recibido con música castellana. Es verdad que se emplea en Beceite, Calaceite, Peñarroya, Fraga y Benabarre (Ag.; BDC XXI, s. v.), pero éstas, aunque localidades de lengua catalana, pertenecen a las provincias de Teruel y Huesca y son ya fronterizas. Los viejos nombres catalanes son sac de gemecs y gralla, y hoy también se emplea el afrancesado cornamusa.―

6 Cej. en su comentario a Juan Ruiz afirma que gaita se halla ya en las Cantigas de Alfonso el Sabio, con lo cual llegaríamos hasta el S. XIII. No lo hallo en el glosario de Valmar, ni en el glosario alfonsino de la Crestomatía de Solalinde, lo cual no es prueba suficiente, claro está. De todos modos quizá se refiera Cej. a la representación de una gaita en las miniaturas de las Cantigas.―

7 De la popularidad alcanzada en el árabe magrebí dan pruebas los derivados actuales ġáyyaƫ ‘tocar la gaita’ y ġayyâƫ ‘gaitero’. Lo mismo indica la variante ġaitá del judeoespañol marroquí (BRAE XIII, 220-1; XV, 194), con su ġ rehilante y el traslado de acento, explicable por la pronunciación esdrújula ġâyiƫa, que es la actual de Marruecos y Argelia, y que a su vez se explica por la necesidad de reducir el vocablo a una estructura morfológica árabe.―

8 Un dato señalado por Grünebaum revela la existencia de lírica vulgar entre la nobleza visigótica de Asturias a med. S. VII (Al-And. XXI, 403-5), cf. los demás datos reunidos en este sentido pot Borello, p. 67n.―

9 En la vida de este César, cap. 54. Los colegios de utricularios son frecuentes en las inscripciones del Sur de Francia, y algunos han entendido ‘tocadores’ o ‘vendedores de gaitas’; pero la opinión más extendida es que ahí se trata de un transporte fluvial o lacustre, en almadías hechas con odres.―

10 Glossaire Archéologique, s. v. chevrette.―

11 Mi alumna, Srta. Helga Doblin, que prepara un trabajo sobre nombres de instrumentos musicales, me llama la atención sobre estos pormenores, descritos en un libro célebre publicado en Wolfenbüttel en 1618 por Michael Praetorius, Syntagma Musicum, 2.ª parte, De Organographia (ed. 1884, cap. 19 y 5, 11, 13).―

12 Es el sentido que por lo común tiene en los varios dialectos teutónicos: a. alem. ant. geiz, oberdeutsch geiss, ags. gât, ingl. goat, escand. ant. geit. En la biblia de Úlfilas el gót. gaits traduce el griego χίμαρος, que designa tanto la cabra como el cabrito, y es posible que por entonces se conservara todavía este último sentido, que era el etimológico, pues el vocablo corresponde fonéticamente al lat. haedus. Como el suevo era dialecto alto-alemán, pero anterior a la segunda mutación consonántica, la forma sueva hubo de ser también gaits o gait. Gaita tiene en gall. centr. la ac. de ‘cuerno, asta’ (las dos gaitas del carnero), Sarm. CaG. 187r; se tratará aquí más bien de una comparación con las puntas de la gaita, sobresaliendo sobre los hombros del que la toca, que de una relación directa con el germ. gaits. ‘cabra, cabrón’.―

13 Como Gamillscheg reúne sobre todo goticismos italianos, occitanos y catalanes, correspondientes a la época del reino tolosano, S. V, es natural que la mayor parte de sus ejs. presenten alteración romance del diptongo AI, a no ser en las zonas donde este diptongo se ha conservado hasta la actualidad. Pero los de castellano y portugués, menos estudiados por Gamillscheg, corresponden a una época muy posterior.―

14 La frase popular estar de gaita es moderna, y se comprende bien por la alegría ingenua de las fiestas rústicas, pero también la favoreció en el Siglo de Oro la tendencia al floreo verbal con el adjetivo gayo.―

15 La cita Moraes en el cronista de las expediciones al África, Eanes de Azurara (S. XV), donde corresponde ciertamente a este ambiente lingüístico.―

16 Véanse los dos pasajes de este edicto citados por God., IV, 205c. Por cierto que es infundada la definición ‘trompeta del velador’ que God. da con este único fundamento al fr. guette. En el primero es ‘acción de velar’ («sera tenu celuy qui a la charge de la guette du dit chastelet, de sonner la trompette»), en el segundo ‘el vigía’ («au son de la guette», es decir, «au son que fait la guette», en femenino, según es corriente).―

17 P. ej. las cánticas del velador o centinela para no dormirse en altas horas de la noche, especialmente la llamada «hora de la modorra», hacia el amanecer. Véase material literario acerca de esta costumbre en M. P., Estudios Literarios, 1920, pp. 303-7. El caso es que ahí se habla de instrumentos más apropiados, como la guitarra, el caramillo, la bocina y la trompa, pero no de una gaita, que supone un público numeroso y en humor de fiesta.―

18 Estudios dedicados a M. P. I, 20-30, p. 27.