GAFO, ant., ‘leproso’, origen incierto, probablemente del ár. qáf⺆a ‘contraída, con los dedos doblados’, aplicado a la mano del leproso.
1.ª doc.: princ. S. XIII, Libre deis Tres Reys d’Orient, v. 170.
Desde luego no hay duda de que está muy fundada semánticamente la etimología que relaciona estos vocablos con el tipo GAFA ‘gancho’ (así REW, 3633; FEW, l. c.), por la forma encorvada que da a las manos y pies del leproso la contracción de sus nervios; en esta observación de hecho coinciden autores tan diversos como Covarr., Bluteau, Antoine Thomas, Sainéan, etc., y no tiene razón Brüch (ZRPh. LI, 465-8) al poner en duda que sea detalle característico del leproso, pues en ella se fundan indiscutiblemente el port. garro ‘leproso’ (junto a garra), y el oc. (> fr.) cagot y nav. AGOTE ‘leproso’, procedentes del vasco kakote ‘ganchito’. La etimología de Brüch gót. *gahamfs ‘mutilado’ (derivado de hamfs íd.), aun si la admitiéramos semántica y morfológicamente, tropezaría con la insuperable dificultad fonética de que el grupo -mf- no se reduce a f en castellano y portugués. De todos modos tiene razón Brüch al hacer notar la oposición entre las áreas geográficas de GAFA (catalán-occitano) y gafo (portugués-castellano-gascón); este último vocablo es ajeno al catalán y a casi todos los dialectos de Oc, mientras que en castellano da muestras de profundo arraigo y popularidad con el cambio de -f- en -h-, que si no estuvo más generalizado es porque el vocablo se anticuó antes de generalizarse la aspiración de las efes en la lengua escrita, y hoy pertenece a los dialectos de tipo leonés y gallegoportugués.
Me inclino por ello a dudar mucho de que gafo sea un mero derivado de gafa, y no vacilaré en partir, con CortesƟo, del ár. Ȑ’áqfa⺆, femenino qaf⺆âȐ (en España qáf⺆a), ‘contraído’, ‘encogido, enroscado, abarquillado’; es vocablo clásico, que Freytag (III, 481), fundándose en los diccionarios del Yauharí (fin del S. X) y del Fairuzabadí (principios del XV), define «deorsum incurvatos habens pedum digitos», «contracta et incurvata a summo ad imum velut ambusta (auris)», «reflexos digitos habens» (y el verbo qáfa⺆ «impedivit», «incurvatos deorsum habuit digitos», «contractus in se, corrugatus fuit», muqáffa⺆ «contractas in se et corrugatas habens (manus)»); téngase en cuenta que el port. gafa vale ‘zarpa’, comparable a una mano de esta clase. La coincidencia de estas definiciones con los detalles descritos por Covarr. es tan perfecta, que me inclino a dar poca importancia al hecho de que el vocablo arábigo no se halle en R. Martí, PAlc., Dieterici, Bocthor, Beaussier, Lerchundi, Tedjini, Probst, Marcel ni otras fuentes: quizá se anticuaría pronto, después de penetrar en el habla de los cristianos hispánicos, donde, como hemos visto, es sumamente antiguo. Por lo menos podemos estar seguros de que la raíz q-f-⺆ tuvo existencia real en el lenguaje vivo y todavía la tiene en alguna parte, pues el dicc. sirio Mohît (Dozy, Suppl. II, 383b) nos informa de que vulgarmente se dice muqûfi⺆ en vez de muqáffi⺆ (definido éste por Kazimirski «qui a toujours la tête baissée vers le sol»), y es muy conocido el literato persa arabizado Abu Mohámed Abdállah ibn al-Muqáffa⺆, que vivía en el Irac en la primera mitad del S. VIII, y cuyo padre recibió este sobrenombre porque Haɏɏâɏ le sometió a tortura «et il conserva toujours de ce supplice une main grippée et recroquevillée» (Huart, Litt. Arabe, p. 212; Kazim.). Estamos, pues, seguros de que el vocablo era popular en esta época arcaica, y después pudo anticuarse2.
Es natural que predominara la forma del femenino qáf⺆a, pues es lo que suele suceder en estos casos (quizá por el apoyo que le daba el plural quf⺆), comp. ZARCO. El cambio de q- en g- es corriente en los arabismos. Nótese especialmente que Gracián escribió «las manos tiene gafas» (Cej., Voc), y Castillo Solórzano (1637) «los calofríos que causa / pedigüeño retintín / os tienen gafo de manos, / pues que nunca las abrís» (Aventuras del Bachiller Trapaza, ed. 1949, p. 212): luego el vocablo se aplicaba normalmente a las manos, razón de más para que predominara la forma del femenino.
DERIV.
Gafedad [h. 1275, 1.ª Crón. Gral., 14a32]. Gafoso. Gafez; gall. ant. gaféen, Ctgs. 93.39 [< -EDO, -EDINIS] ‘estado del leproso’. Engafecer. Port. y gall. dial. gafañoto ‘langosta (insecto)’ [ya en la Biblia Medieval gallega Gén. 20, y hoy en Becerreá, según Crespo Pozo prelim., p. XVI]: quizá por la posición doblada de la pierna delantera del insecto, comparada a las manos encogidas del leproso.
1 Véase lo que dice Covarr. No sé si gahurras (fazer ~) ‘hacer escarnio’, en Berceo, Duelo, 177, texto del que no tenemos edición correcta, deberá enmendarse en gahuras.― ↩
2 ¿Sería acaso por haberse alterado fonéticamente convirtiéndose q-f-⺆ en q-f-f? En todo caso, esta raíz tiene acs. muy semejantes a las de aquélla: «se replier; se blottir, se tapir», «se contracter, se ratatiner, se rider (vieillard)», y junto al sustantivo qáf⺆a «panier rond sans anses, en feuilles de palmier, dans lequel on met le sésame, les dattes ou autres fruits qu’on vient de cueillir» y quffâ⺆a «sorte de piège en brins de palmier pour prendre les oiseaux» se encuentra qúffa «cabas ou panier en feuilles de palmier» (de donde nuestro COFA). Dejo a los arabistas la última palabra acerca de la posibilidad de este cambio, que desde luego nada tiene de inverosímil fonéticamente. ↩