ZARCO, ‘de color azulado, aplicado especialmente a los ojos’, del ár. vulgar zárqa (clásico zarqâȐ), femenino de Ȑázraq, íd.

1.ª doc.: med. S. XIII, Bocados de Oro.

Donde se lee «havía el un ojo zarco e el otro prieto», p. 476. Está también en el Lapidario alfonsí de h. 1275, en los Refranes atribuídos al Marqués de Santillana (RH XXV, 148), en G. de Segovia (p. 86), en Nebr. («zarco o garço de ojos: glaucus»), en el Recontamiento de Alixandre (RH LXXVII, 611) y en otros muchos textos de la Edad Media y del S. XVI, en todos ellos con z- sonora. Covarr.: «çarca, la muger que tiene los ojos açules, y çarco el hombre»; Aut.: «zarco: se aplica al color azul claro, que tira a blanco, como el que suelen tener algunas aguas; se aplica también a los ojos azules claros», y sólo de esto último da ejs., uno de Lope y otro de Fuenmayor. En el castellano clásico es algo menos vivaz que su concurrente garzo, y pronto quedó anticuado. En otras lenguas romances hallamos solamente el port. zarco, del mismo significado, con aplicación al hombre, y también a animales como los equinos y vacunos, y ya documentado por Moraes en el S. XVII; y el sic. żarcu. La etimología arábiga no presenta dudas, y ha sido reconocida unánimemente por Dozy-Engelmann, Diez, Eguílaz, Steiger (Contr., 144, 149n.), Neuvonen (p. 226), etc. Comp. GARZO.