DADO, voz de todos los romances, que supone una forma básica *DADU de origen incierto; probablemente del ár. dad y persa dadā o dadan «juego», «dado»: aunque no consta de cuál de estos dos idiomas es oriunda la palabra, de todos modos es de origen oriental en los mismos.

1.ª doc.: Alex. 859 d (en rima); Libros del Acedrex, 4.17; J. Ruiz 554 a.

El gall. dado se halla también desde el S. XIII (Cantiga 238, copla 3). Entre las formas romances, unas pueden representar igualmente una base *DATU o *DADU, otras postulan inequívocamente esta última forma, y algunas parecen corresponder más bien a *DATU. Ahora bien, es fácil concebir que un *DADU se cambiara en *DATU por confusión con el participio de DARE, pero el cambio opuesto sería inexplicable. No sólo el it. literario dado presenta una -d-, sino que las formas de los varios dialectos postulan claramente esta misma consonante como originaria: el pavés dad va con broeud, noeud, rüd, ciod, vid y demás vocablos con -D- latina o italiana y no con lo LATUS o con -ATU (para, bugà); el mantuano da va con mo, spe, ciò, un, cru, ni, mientras que la T intervocálica se conserva normalmente en este dialecto y los casos de desaparición sólo son esporádicos (Battisti, BhZRPh. XXVIIIa, 137); en el mismo sentido se pueden alegar el calabr. dadiciellu, el napol. dale, Cerignola däle; sic. lalu; antiguamente se decía dadu en Nápoles (ej. napolitano de dadum en Du C.), cuya -d- se opone claramente a una -T- etimológica. El cat. dau, con su -?- < -D’, no puede ofrecer lugar a dudas1. El fr. , el logud. dadu y el cast. dado igual podrían corresponder a *DADU que a *DATU. Por otra parte oc. dat (frecuente en la Edad Media, y hoy confirmado por dialectos modernos que distinguen -T’ de -D’: Toulouse, Bearne y La Teste, vid. Doujat, Palay, Moureau) corresponde a -TU (comp. gra, ga, ni, pe, cru) y también port. dado y engad. det (dat) son favorables a dicha base. Agréguese el vasco suletino dato [1666], Michelena, BSVAP XI, 287; tiene muy poco valor para la averiguación de la etimología, pues es préstamo del gascón dat, tal vez algo influído por el cast. dado. Es verdad que en este sentido la información que proporcionan las formas en lengua de Oc no son demasiado rotundas, pues no faltan allí formas como grat, nit, crut, y el representante de NȢDUS es siempre nut; y en portugués hallamos también vado y grado junto a vau, grau. De todos modos el conjunto de los hechos puede conciliarse admitiendo que cuando en estos idiomas -ADU se hallaba en la etapa -au, junto a -ATU > -adu, nuestro vocablo dau pasó a dadu por influjo del participio DATUS y de la frecuente terminación participal -ATUS en general, del mismo modo que oc. nut, nuda, se explica por invasión de la frecuente terminación -ȢTUS; sería, en cambio, muy difícil o imposible explicar cómo dadu pudo cambiar su d en , tomando una terminación tan rara. Si se trata de una palabra de origen oriental, no queda ninguna dificultad en explicar la discrepancia fonética. Hay que postular, por lo tanto, una base *DADU.

En conclusión, se impone rechazar la etimología comúnmente admitida, y que por lo demás es débil desde todos los puntos de vista. Diez, Wb., 116 sugirió con dudas que podía venir del lat. DARE en frases como DARE AD TERRAMechar al suelo’, de donde *‘echar los dados’; y aunque le hicieron eco Eguílaz (p. 381) y otros, Schuchardt, Litbl. VIII, 22, ya observó que esta etimología era completamente incierta, y M-L. (REW 2486), Wartburg (FEW III, 20) y Gamillscheg, en sus respectivos diccionarios, siguen dudando, Bloch se hace suya la explicación de Turnèbe (reproducida por Du Cange, s. v. decius): se trataría de dare calculum en el sentido de ‘mover un peón’, en el juego de los scrupi, una especie de damas, de donde un *datum ‘peón de este juego’ y luego ‘dado’2; esto es hipotético e improbable, dado que el latín distinguía cuidadosamente entre mittere o jacere tesseras ‘echar los dados’ y dare calculos ‘mover los peones’ (Marquardt-Mau, Privatleben der Römern, p. 858, n. 3).

En cuanto a otras etimologías seré menos afirmativo. Ya Golio, Mz. Marina y Sousa sugirieron que dado podía venir del ár. dad; en efecto, ésta es palabra generalmente conocida (Lane, 862) y ya documentada por el ?auharí (fin S. X) y multitud de lexicógrafos del árabe clásico, en el sentido de ‘juego’, ‘diversión’ y ‘frivolidad’. Es cierto que no me consta que el vocablo esté documentado en el árabe de España y hoy parece estar anticuado en muchas partes, por lo menos en la mayor parte de las hablas africanas (falta en R. Martí, PAlc., Glos. de Leyden, Dozy, Suppl., Bocthor, Probst, Beaussier, Tedjini, Dieterici, Cañes), pero esto no es objección de gran fuerza tratándose de una voz generalmente conocida en el árabe clásico, que debió de pasar al romance desde fecha muy antigua. Por otra parte, de que el sentido de dad se concretó en el ‘dado’ tenemos pruebas repetidas ya en las lenguas orientales; éste es hoy el sentido de dâd o dadd no sólo en el árabe de Marruecos, sino también en el de Palestina (V. el diccionario de los franciscanos citado por Lerchundi), y con la misma ac. se emplea el persa dadan, que también significa ‘juego’ y ‘cosa ridícula’ junto al persa dadā ‘juego’ (Steingass). Debemos dejar al cuidado de los orientalistas el averiguar si es palabra primitivamente árabe o persa, pero lo que de todos modos puede asegurarse es que es de origen oriental y no tomada del romance3. Indudablemente convendría hallar todavía más pruebas de la vida del árabe dad en textos y en diccionarios del árabe vulgar. Pero desde ahora debemos mirar esta etimología como la más probable. El origen árabe de AZAR ‘dado’ y ‘juego de suerte’ presta serio apoyo a la etimología presente. Debería tratarse de un préstamo muy antiguo, pues aunque dado no parece documentado en Europa antes del S. XII (Marcabrú, Ventardon, Garnier de Pont-Ste.-Maxence), lo requiere así la evolución fricativa de la -d (cat. dau); hay, por lo demás un caso parecido en SOSA < sa?a, también de origen arábigo. Spitzer, MLN LXXI, 373, refuerza mi argumento del comportamiento de la -D en catalán, al notar con toda razón que la é del francés demuestra que la entrada de este orientalismo tuvo que ser realmente antigua en romance. Más por ello no hay por qué dudar del origen oriental. En primer lugar, salta a la vista que en romance el vocablo fué parcialmente confundido con el participio de DARE, como nos consta por la forma oc. dat. Por otra parte, si entre los arabismos, muy poco numerosos, que son patrimoniales en francés, no parece haber ejs. del cambio de A en é, es porque casi todos ellos entraron con las Cruzadas, y claro está que es un orientalismo panromance de fecha muy anterior. Finalmente, yo no he hablado del arabismo, sino de orientalismo, sin decidir si el vocablo, que es común al persa, al árabe y sin duda a otras lenguas de Oriente, es oriundo de aquella o de esta lengua, ni desde cuál de los dos idiomas pasó a Europa. Quizá más bien debamos inclinarnos por la primera alternativa, dado el aspecto forastero de la estructura del vocablo en semítico. Y sabido es que los iranismos romances, como ZANCA, GUALDRAPA, VÁNOVA, fr. guêtres, etc. pertenecen a una época muy remota, netamente anterior al cambio que experimentó en francés, la A en é.

1 Algunos han supuesto que sea castellanismo para explicar esta -?-, que se opone al étimo tradicional DATUM. La idea ha de descartarse del todo en vista de la frecuencia del vocablo en el idioma medieval. Algunos ejs. del S. XIII: Vidas de Santos Rosell, f.º 178r1 (trad. taxillos de Vorágine, ed. Gr., 534.19); Ordin. de la Batllia de Perpinyà, año 1284, RLR IV, 361; Costumbres de Tortosa, ed. Oliver, 150; Lulio, Meravelles IV, 113; íd., Blanquerna, cap. 83, n. 6. De los SS. XIV y XV hay muchísimos. Luego en este idioma aparece tan pronto como en castellano. Morel-Fatio y Saroïhandy, GGr.2, 860n.2, admiten la posibilidad de que -TU en catalán dé -u, pero este párrafo ―como por lo demás todo el estudio de estos autores― presenta los problemas en una forma inadmisible para todo lingüista; los ejs. que cita ni siquiera existen, por lo menos en catalán (mou, soldau, no son palabras catalanas; freu tiene una explicación particular).―

2 Bloch afirma que este datum sustantivo está documentado, y Alessio (en Battisti-A.) lo achaca a Quintiliano. Creo que no lo está en parte alguna, en todo caso falta, lo mismo en Du Cange que en el ThLL. Supongo que hay mala inteligencia del verso de Ovidio citado por Du C. «tu male jactato, tu male jacta dato», donde dato es imperativo. Por lo demás este uso de dare no era general y sólo se halla en un pequeño número de autores (ThLL V, 1672, 11-17).―

3 Algunos iranistas parecen creer que en persa es arabismo: los diccionarios puristas de Wollaston y de Vullers lo excluyen (el último sólo cita dâd bāzī como nombre de un juego de azar, que cree tomado del árabe). Steingass duda. Falta en el Grundriss de Horn. Y, sin embargo, en árabe la estructura de dad invita a buscar un origen extranjero, persa o de otra lengua oriental. No hay en árabe una raíz d-d-w como la que sugiere Lane; y la forma bilítera dad se sale de la morfología árabe normal. Por esto las hablas vulgares la cambiaron en dadd (que ya aparece en mss. muy antiguos) o en dâd; de dadd deriva el participio activo dâdid ‘el que se divierte’, documentado en mss. del Timmirâh, poeta que escribía en Siria a princ. del S. VIII, y que había viajado por Persia. Otras formas árabes como dadā ‘juego’, ‘diversión’ y sus sinónimos dádan, daȳd y dayadân, no se salen menos de lo común en la morfología árabe e invitan insistentemente a buscar un origen iránico. ¿Habrá relación con el persa dâdah ‘parte que toca en suerte’, que es propiamente el participio del verbo dādan ‘poner’, ‘hacer’ (del avéstico dadāiti, indoeur. dhē-, Horn nº 521)? ¿O acaso de Ʌarakat dādan, propiamente ‘hacer movimiento’, que si no me engaño se aplica a las piezas de los juegos?