TARABILLA, ‘cítola de molino’, ‘zoquetillo de madera giratorio que sirve para cerrar las puertas o ventanas’, en portugués t(a)ramela, en lengua de Oc taravel(lo), origen incierto; quizá de trabilla y éste diminutivo de traba, porque la tarabilla de la puerta impide que se abra, y la del molino va golpeando la muela y por lo tanto entorpece en cierto modo su movimiento.
1.ª doc.: J. Ruiz.
En portugués se emplean taramela y tramela así en el sentido de ‘cítola de molino’ como en el de ‘taravilla de puerta’: ambas formas y ambas acs. están ya en Moraes, quien cita dar á taramela ‘hablar mucho’ en Ant. Prestes (1587); gall. taravelo ‘tarabilla de puerta’, ‘persona que habla mucho’ (Vall.) y trabelo (G. de Diego), taravela ‘enser movido por el aire, que hace ruido para ahuyentar los pájaros’ (Vall.), minhoto taramêlo «caravelho de madeira para portas» (Leite de V., Opúsc. II, 359), trasm. travella «espécie de aldrava de madeira para portas interiores» (RL V, 107), trasm. taramelo, tramelo, tramela, Serra de Estrela trambelo, Bairrada, Valongo trambelho ‘tarabilla de molino’ (VKR IV, 309). La forma con -m- debe de existir en Asturias y Galicia, pues de ahí vendrá ast. ataramiellar «dar vaivenes y traspasos como hace el borracho» (R), gall. centr. taramelear2. En vasco el vocablo es de origen romance, pero tienen interés las formas tarabela ‘pasador de puerta mayor que la tarabilla’ en Sule (Azkue), en otras partes txaranbela (An. de Euzko-Folklore V, 64), vizc. karabela ‘tarabilla de molino’3. Fuera de la Península tiene poca extensión el vocablo, por lo menos con los mismos significados, pero Vayssier anota tarabèl «claquet de moulin» en el Rouergue, y Mistral da taravello en el mismo sentido sin localizar, junto con significados muy diferentes y que pueden ser meros homónimos.
El origen de tarabilla presenta un problema verdaderamente oscuro; no porque no se vean etimologías posibles, sino porque hay varias que lo son, y es difícil, y aun quizá un poco subjetivo, elegir entre tres de ellas. Sin embargo, rechazo sin vacilar la de la Acad. TRABէCŬLA ‘viga pequeña’, aun en la forma modificada *TRABELLA que le dió G. de Diego (Contrib., § 607; análogamente Giese, l. c.): aquélla es imposible fonéticamente, ésta lo es en el aspecto morfológico, pues no habría podido formar el latín semejante diminutivo de un sustantivo de la 3.ª declinación, y tampoco el castellano: sólo trabicula o *trabecilla eran posibles; además trabe en castellano es un latinismo sin arraigo. GdDD 6778 y 6829 mantiene *TRABELLA para la tarabilla de puerta, y parte de *TREMELLA ‘tremula’ para la de molino, pero no hay tal separación en parte alguna: en portugués taramela designa ambas cosas y lo mismo el cast. tarabilla.
Pero ya no es posible rechazar sin reservas la explicación de Fritz Krüger, fundada en un documentado estudio (VKR IX, 55-57; AILC IV, 281) y en un buen conocimiento de la tecnología del molino. Siguiendo las huellas de Covarr. sugiere Krüger una idea a la que ya parece inclinarse Munthe: que tarabilla sea una creación onomatopéyica, imitativa del golpeteo de la cítola. Y es indudable, en efecto, que muchas denominaciones de la cítola son de naturaleza onomatopéyica: Ariège garasket, pall. cracadell, vasco k(a)laka, fr. claquet, oc. traquet, sin contar con el lat. taratantăra que en la Antigüedad sólo aparece como onomatopeya del sonido de la trompeta, y que no sabemos cierto con qué fundamento identifican Ugutio, y otros glosadores que le copian, con la cítola de molino; otras denominaciones aluden al ruido de la cítola por otros medios : aran. batalló, alav. parlera, y aun quizá el cat. cadell(et) (propiamente ‘perrito que ladra’). Sin embargo, son aún más numerosas las denominaciones fundadas en otros motivos: Ariège aibret, Tredòs rodet, cat. filosa, Madera roca, Sercué agulla, gall. tieira, sanabr. carambiello, Minho sateira, etc.; y se ve en seguida que tarabilla no es una onomatopeya evidente como claquet o taratantara, donde todos los elementos son imitativos (a no ser el sufijo), pues en tarabilla además del sufijo tenemos una -b-, elemento esencial que no se explica por la onomatopeya. Krüger cita muy hábilmente el oc. mod. tarabast, -ela, ‘matraca’, que parecerían inseparables de tarabilla, puesto que éste también ha significado ‘matraca’ según hemos visto; pero con estas formas occitanas de fecha reciente estamos ante la familia del cat. terrabastall ‘estruendo’ (que estudiaré mejor en mi DECat.), en el cual la -r- es secundaria, pues es evidentemente inseparable del oc. ant. tabustar «faire du tapage», tabustol «tapage», tabastel «petite crécelle», sea que partamos de un *trabastall con -r- repercusiva, o de un cruce de esta familia con el fr. ant. batestal ‘tumulto’, fr. ant. y dial. rabaster «inconditum sonum edere». Luego el oc. mod. tarabastela ‘matraca’ no es tampoco mera onomatopeya, y sólo por casualidad recuerda vagamente el cast. tarabilla.
Sin descartar absolutamente la posibilidad de que haya algo de onomatopéyico en tarabilla, me inclino a negar que ahí esté su origen, y admitiría a lo sumo que este factor pudo intervenir por cruce con un vocablo preexistente. En esta creencia me confirma la tarabilla de puerta, que no se explicaría de esta manera.
Por otra parte, llamó la atención Munthe hacia el notable paralelismo que presentan el ast. occid. taladoira ‘cítola de molino’, junto al prov. taradouiro ‘taladro’, y por otra parte el cast. tarabilla frente al oc. ant. y mod. taravela ‘taladro’: ésta es palabra muy extendida (lion. ant. taravella ‘alezna’, S. XIII, Passion de St. Christofle, 18.2), y que procede evidentemente del lat. *TEREBELLA (REW 8659), diminutivo de TEREBRA ‘taladro’, mientras que taradouiro resulta de un cambio de sufijo de taraire, hermano de TALADRO; se pregunta Munthe si es coincidencia casual o si nos da la clave de la etimología, y esto es lo que admite Lenz, pero ni el uno ni el otro dan una explicación semántica. En efecto, este aspecto no se ve claro, pero la idea no puede rechazarse sin vacilación, teniendo en cuenta que TEREBELLA ha existido realmente en España, según nos muestra el gall. taravèla ‘instrumento de hacer agujeros, más grande que el barreno’ (Vall.), tarabȇlo ‘clavija de madera hecha a manera de tornillo’, ‘hombre alocado’ (RL VII, 227), tarabelo (con variantes trabelo y taramelo en Orense y en la costa coruñesa) «el palito que baila sobre la rueda o muela del molino» (Sarm. CaG. 97r y p. 105), mozár. tarábil ‘taladro de herrero’, marroq. aƫríbel ‘especie de barrena’ en Abulhasan Alí (Dozy, Suppl. I, 27, Simonet), y con sentido secundario el ast. tarabiella «geófilo longicornio que ataca al maíz» (V), gall. antic. teruvela ‘polilla’ (empleado en castellano por Ocampo, S. XVI, en su ed. de la Crón. Gral., vid. Aut.); evidentemente el cambio de las EE en aa puede explicarse por influjo de taladro (oc. taraire), quizá ayudado por la acción de la r. En el aspecto semántico no sería inconcebible que se hubiese dado el nombre de ‘taladro’ al tipo arcaico de cítola de molino, todavía usual en Sanabria, Sierra de la Estrella, y otras zonas occidentales, aunque ya olvidado en otras partes (p. ej. en el Este y en los Pirineos): esta tarabilla (V. los grabados de Krüger, p. 48, figuras a y b) tiene la forma de un palito largo comparable a un asador, y por lo tanto no sin analogía con un taladro. Es verdad que esta analogía es algo remota, y en manera alguna nos explica que tarabilla se llame el zoquetillo giratorio de cerrar la puerta.
Así me inclino más bien a creer que el ast. occid. taladoira está por estaladoira (port. estalar ‘crepitar’, cast. estallar) y derivar tarabilla de traba, como admitieron C. Michaëlis (Studien zur roman. Wortfg.; 242), y Gonçalves Viana (RL I, 284), lo que no ofrecería la más pequeña dificultad fonética ni morfológica, y daría una excelente explicación de la tarabilla de puerta, pero también sería adecuado para calificar la cítola, puesto que ésta tiene por oficio ir golpeando continuamente la muela en su movimiento giratorio: no faltan, en efecto, denominaciones comparables, como el ribag. saltarella, y el vasco tranka, tranga (propiamente ‘tranca de cerrar la puerta’), citados por Krüger (p. 54). En el aspecto formal, la anaptixis en el grupo tr- es normal en posición átona (G. Viana recuerda palanca, carapinteiro, carapela, y yo agregaré los ejs. corónica, chácara y otros que cito a propósito de ORONDO y de TATARANIETO); la -m- del port. taramela y el grupo -mb- de la forma dialectal trambelo, pueden explicarse por influjo de TRAMOJO (port. trambolho, brasil. tramela, gasc. tarabele ‘tramojo’), que también es algo que se emplea como traba. Es evidente que deriva de traba el cub. tarabilla ‘trocito de listón o papel que se cuelga del rabo de la cometa para que trabe a otra’ (Pichardo, p. 258; Ca., 55). Por otra parte será oportuno indicar que el cast. [Acad. ya 1817], cat. y gall. tarambana ‘persona alocada y de poco juicio’4 parece ser aplicación figurada del sentido conservado en el alav. tarambana ‘tarabilla de grandes dimensiones para asegurar una puerta’, ‘tramojo que sujeta una mano de las caballerías y reses vacunas para impedir que se alejen’ (Baráibar); en cambio, tarambana es la cítola de molino en Hiendelaencina (Guadalajara) y Salvatierra de Álava, tarambaina íd. en Tronchón (Teruel), RDTP IV, 313; se tratará, pues, de una palabra primitivamente regional, que significaría ‘holgado y suelto como una tarabilla’, con el sufijo -ana en su valor diminutivo (que estudié en RFH V, 3), y con el mismo grupo -mb- que en los aludidos trambolho y trambelo, en este caso explicable además por propagación de la nasal del sufijo5.
DERIV.
Tarabillazo ‘golpe en un hueso saliente’ extrem. (Espinosa, Arc. Dial., 84). Tarabicar ‘cerrar con tarabica’, ‘consumir la comida o la hacienda’ (V), en esta última ac. explicable por la homonimia de taraviella ‘tarabilla’ y ‘gusano que roe el maíz’ (estudiado arriba); destaravicar ‘mover la taravilla para abrir’ (V).
1 Se empleó con el mismo sentido un taravella en bajo latín, latinización de la palabra romance: con aquélla traduce el cat. cadell (del molí) Onofre Pou en 1575 (p. 216).― ↩
2 Sarm. lo aplica desde luego al borracho: hacia el Seixo dicen de él «taramelear, fazer gonzos y zarrallar: andar alrededor y hablar zarrapastrosamente» (CaG. 217v).― ↩
3 Que Schuchardt, BhZRPh. VI, 34, explica por cruce con el onomatopéyico kalaka íd., pero en vista del portugués caravelho se tratará más bien de un cruce con CLAVICULA.― ↩
4 En ciertas partes de América dicen un tarambanas (Cuervo, Disq., 1950, pp. 375, 429).― ↩
5 En este caso el cat. y el gall. tarambana tendrían que proceder del castellano. De hecho Fabra excluye el vocablo de su diccionario catalán, como si le percibiera un resabio castellano. Sin embargo éste no es el sentimiento común: yo no lo percibo así, el vocablo se oye en boca de gente de lenguaje muy puro y lo emplea en sus obras un escritor tan exigente en este sentido como Joaquim Ruyra (tarambanota en Marines i Boscatges, p. 126, tarambanada p. 127, cap. La Xucladora; igual en la 2.ª ed., donde se han eliminado todos los castellanismos). Ya aparece en el dicc. de Belvitges, de 1803; y en los de Amengual, Labernia, Bulbena, Escrig, Aguiló, etc. En catalán ha formado más derivados que en castellano: tarambanada ‘acción propia de un tarambana’, tarambanejar ‘comportarse como un tarambana’, y aun Labernia registra (ed. de 1865, no en 1839) cierto «taramba m. home atarantat; tronera, golondro», que me es desconocido y no figura en los demás diccionarios. Lo importante sobre todo es que existe un cat. dial. trambanejar ‘tambalearse’ que tengo anotado en Les Piles (cerca de Sta. Coloma de Queralt) y que creo recordar de otros lugares. Esto hace dudar de la etimología propuesta arriba y obliga a pensar en la posibilidad de una creación expresiva, con traslación posterior desde este sentido material al del tambaleo moral. ↩