TACAÑO, voz antigua en los tres romances ibéricos, de donde pasó a Francia y probablemente a Italia; el sentido antiguo es ‘persona despreciable o de clase baja’, ‘bribón, pícaro’; el origen es incierto, pues es falsa la etimología germánica que se ha venido admitiendo: quizá venga del hebreo taqanáh ‘ordenación’, ‘reglamento’, ‘convenio’, que se aplicaba a los arreglos financieros negociados por las aljamas españolas en la Edad Media, y que parece haber sido empleado por los cristianos en un sentido malévolo.
1.ª doc.: S. XIV.
Al liberalizarse los gustos literarios con la llegada del Renacimiento, empieza a encontrarse con frecuencia; y entonces es notable la ausencia total de la ac. moderna ‘avaro, mezquino’, también ajena a la Edad Media, y que tan arbitrariamente se ha tomado como base de la investigación etimológica: en Sánchez de Badajoz un espectador benévolo al presenciar la calumnia de los Viejos contra Susana exclama: «¡Ó qué terrible traición! / ¡Ó qué gran tacañería!», y Daniel al comprobar la falsedad de uno de los Viejos, le llama «¡Ó tacaño!», mientras que más allá leemos «antes tenemos por mañas / de ofrecer con mil zaherios / con nuestras lenguas tacañas / a Dios brasfemias estrañas / y al prójimo vituperios» (Recopil. II, 152, 155, 161); Torres Naharro llamó a la Roma de los Borjas «carnicera de los buenos, esclava de los tacaños» (Propaladia, ed. Cañete, I, 38, y V. el índice de la ed. Gillet, con más documentación, e HispR. XXVI, 294); Malón de Chaide: «alma mía adúltera, alma mía traidora, desleal, fementida, mira que estás en poder del demonio, esclava de un tan gran tacaño» (Cl. C. II, 87); Castillo Solórzano, del impostor Garay, que ofrece enseñar el secreto de la piedra filosofal, dice que «era grande tacaño»; dice Cervantes que Sancho hubiera podido ser Conde «si no se conjuraran en su daño / insolencias y agravios del tacaño / Siglo...» (Quijote I, lii, 276rº). ¿Qué más? ¿Hará falta recordar que si Quevedo llama El Gran Tacaño a su Pablos no es porque piense para nada en mezquindad, sino en su calidad de Buscón o pícaro? Este sentido de ‘bribón, malvado’ es completamente general en el Siglo de Oro, y es el que tiene tacaño y tacañear en Fr. Luis de León (Cl. C., Nombres de Cristo III, 135, 136); V. los ejs. citados por Castro en su ed. del Buscón, 1927, p. 15, y las definiciones de lexicógrafos de la época: «el bellaco que es astuto y engañador» (Covarr.), «vilain, meschant» (Oudin), «tacañería: lewdness, villanie» (Percivale), «astuto, pícaro y bellaco, y que engaña con sus ardides y embustes» (Aut., con 4 ejs. más del S. XVI).
En lugar de insistir en este punto, observemos que si en el Siglo de Oro tacaño envuelve condenación moral, los ejs. medievales indican junto a ésta la idea de desprecio para gente baja, como corchetes, histriones, alcahuetes y otros truhanes. Así nos lo confirma el catalán, donde tacany es en la Edad Media más frecuente que tacaño en castellano: el testimonio más antiguo quizá sea el del Diccionari de Rims de Jaume Marc (1371), pero abunda ya en el S. XV y a fines del XIV: Bernat Metge increpa a la Fortuna en su libro de este título: «fets deixendre los subtils, e pujar alt hòmens grossers; e fets de tacanys, cavallers; e papes, d’hòmens reprovats» (72.24); «bat le contumàcia de aquest arlot, e mostre al dit tacany de penedir-se e de no rependre a son senyor» Breviloqui de Juan de Gales (p. 141); Jaume Roig cuenta la visita a su madre sin entrañas: «ni·s mou ni·s riu: / cuytí d’entrarhi; / de un canari / o catiu strany, / de un tacany / no·n fera menys: / ab sos desdenys / poch se girá, / ans me mirá / fort de mal ull» (v. 1088), o la aventura con la curandera: «ella no dexa / cercar metgeses, / velles urqueses, / emprenyadores / ... / volgué ’nsajar / una tacanya / metgesa estranya, / fon de Bigorra, / qui, vella y porra, / tot Aragó / ... / ab sa sciencia / gorrat havia» (v. 4539); en el texto de un proceso barcelonés de 1410 se repiten las palabras de una alcahueta, que llama aquesta tacanya, al sujetar a una pobre niña que resiste a la violación (Riera i Sans, Ei Cavaller i l’Alcavota, Barcelona 1973, glos.); en la traducción catalana del Decameron (a. 1429) el iracundo Filippo Argenti responde a las palabras del barattiere enviado con un mensaje de palabras equívocas al objeto de irritarle: «traydor! tu bé veuràs ço què es e quines tacanyeries ne quines xanxes marranxes són aquestes que tu·m tramets a dir», (jorn. 9, nov. 8, p. 540); y ya Fr. Eiximenis (fin S. XIV) declama contra las lindezas de las mujeres «en menar lo cap e los labis, les quals coses aprenen en casa devant lo mirall... E fan estes tacanyeries tantes e tantes que maravella es com la paciencia de Deu les vol pus soferir e portar»1; V. otros ejs. todavía en Ag., pero bastan éstos para mostrar la idea general de desprecio que en sus diferentes matices expresa la palabra.
A mayor abundancia podemos concluir con el portugués, donde vale en la Edad Media «criado, pedinte, miserável, andrajoso»: «el vistio-se em panos de tacanho» hablando de un rey que andaba disfrazado, en el 4.º Livro de Linhagens, del S. XIV, V. la Crestomatia Arcaica de J. J. Nunes (23 y 599); en el período renacentista tenemos el mismo matiz que en castellano, definido por Duarte Nunes de LeƟo «fraudulento, astuto para o mal, velhaco, que engana com ardís e embustes», y con este valor lo documenta Moraes desde la Eufrosina (1538), tacanhice vilã en los sermones de JoƟo de Ceita († 1631), etc. Con esto bastará para probar cuál fué el sentido más frecuente en lo antiguo.
Desde esta acepción pudo desarrollarse la moderna de ‘mezquino, mísero’, tal como ocurrió con ruin y ruindad, que si propiamente expresan la maldad moral y de otra índole, hoy en boca del pueblo denotan única o predominantemente la idea de avaricia; recuérdese que miser y su familia en latín sólo indican la idea de desgracia o mal estado antes de llegar en romance a evocar la noción del miserable que mezquina su dinero. De todos modos no quiero llegar hasta afirmar que el sentido de ‘avariento’ sea modernísimo en tacaño, aunque Aut. sólo lo mencione en último lugar y sin cita de autores, y aunque falte del todo en Percivale, Covarr. y en mi fichero de autoridades castellanas y catalanas; puede que sea bastante más antiguo que la fecha de Aut., pues ya Oudin admite como posible la ac. de «taquin, chiche, mesquin», y lo mismo parece entenderse en portugués en alguna de las autoridades clásicas aducidas por Moraes (por lo demás no bien claras).
Sea como quiera esta ac. es bastante más moderna que la otra, y no tenemos derecho a tomarla como punto de partida en la búsqueda etimológica. El hecho de que sea la única documentada en Italia explica el error de Diez, M-L. y Gamillscheg, lingüistas tan poco familiares con lo hispánico, pero es argumento de escaso valor porque el vocablo en Italia parece ser mucho más tardío que en la Península Ibérica. Una búsqueda paciente en glosarios y concordancias2 no me ha permitido dar con ej. alguno anterior a los que reúne Tommaseo; reuniendo todos los ejs. de taccagno y taccagneria allí mencionados sólo encontramos uno de h. 1540 (Firenzuola), tres de la 2.ª mitad del S. XVI, y varios del XVII. De ser esto definitivo tendríamos que el vocablo aparecería en Italia 200 años más tarde que en la Península Ibérica, tanto si lo comparamos con Castilla como con Portugal o Cataluña, y que además es menos frecuente y popular (menos derivados allá que acá). Deberemos esperar la ratificación de los especialistas de Italia, pero desde ahora hay que observar: 1.º que a la rica gama de significados ibéricos sólo responde Italia con el significado ‘avariento’, único y de apariencia secundaria; y 2.º que siendo esencialmente ajeno al Sur y al Norte de Francia, no es de creer que tacaño sea autóctono en las dos Penínsulas, y por lo tanto hemos de sospechar que partió de aquella, donde aparece en fecha más antigua. Si taccagno no se encuentra antes de Firenzuola, nada hay que permita dudar de un préstamo hispánico en Italia, pues ya por los años de 1540 estaba Italia penetrada de hispanismo y llena de soldados castellanos, que luego regresaban a España, como Torres Naharro, cargados de italianismos: la corriente de influjo era recíproca, de suerte que autores como Buonarroti y Davanzati, que emplean taccagno, apenas posteriores a Firenzuola, figuran en todas partes en el libro de Zaccaria entre los más rebosantes de palabras castellanas; adviértase además que el influjo hispánico en Italia no data de los tiempos del Gran Capitán († 1515), pues los Catalanes llevaban por entonces ya dos siglos y medio de dominación en Sicilia y el Sur de Italia, y si todavía a principios del XVI hablaban los súbditos romanos de los Borjas de «sacudir el yugo catalán», en la primera mitad del XV la Corte de Alfonso el Magnánimo ejerció en Nápoles una profunda y duradera influencia, y la conquista de Sicilia por Pedro el Grande es de 1282.
En cuanto a Francia, ha sido común decir que taquin y su familia son préstamos del italiano. Y sin embargo, esto no puede conciliarse con el hecho de que los primeros testimonios franceses aparecen en Bearne y Gascuña: una carta de 1377, hablando de aquella región, nos informa de que «arlot, tacain, bourc, veulent dire au langaige du país... garçon, truant, bastard» (Sainéan, Sources Indig. I, 160). Ésta es la primera documentación en Francia. Debió de ser por entonces un vocablo limitado a la región fronteriza, y poco conocido, pues carecemos en absoluto de testimonios medievales en lengua de Oc; el más antiguo en un texto escrito en este idioma es del gascón Pei de Garròs, que en el S. XVI empleó tacañ en el sentido de «vilain, drôle» (RF XXIII, 304, v. 57). Y en efecto en gascón ha dominado siempre el sentido medieval del vocablo, amplia y vagamente peyorativo: bearn. tacan(h) «traître, coquin, bélître» (Mistral), tacagn «méchant, contrariant, agaçant» (Palay), aran. tacanyè ‘porquería, broza’. Esta localización gascona indica una procedencia geográfica muy alejada de Italia. Si se ha venido diciendo que el fr. taquin es italianismo es porque su k conservada denuncia claramente un advenedizo, y como aparece primeramente en 1442, los filólogos han cedido al prejuicio rutinario de atribuir a Italia todos los extranjerismos de esta época. Pero en adelante habrá que dar la procedencia hispánica como firmemente establecida3. Wartburg, RLiR. XXIV, 291-3, reconoce que el italiano viene del iberorromance, y así renuncia a un origen italiano para la forma francesa. Pero no parece aceptable su propósito de buscar a taquin una explicación «sans tenir compte des rapports avec les mots iberoromans». También parece poco verosímil partir para taquin del vocablo dialectal francés del NE., documentado sólo en el S. XIV y XIII (desde 1284) taquehain ‘trassemblement tumultueux des ouvriers’. La etimología neerlandesa que propone para éste es puramente construída y nada evidente en lo semántico. Posiblemente nada tenga que ver este sustantivo con el fr. taquin (claro, desde luego, que no hay relación con la voz ibero-italo-romance). El dato más antiguo del fr. tacain resulta ahora (p. 295) ser del Tarn y de 1411 (no 1377); ahí se dice que es voz «du pays de par delà»: luego es palabra pasada a Francia desde más allá de los Pirineos. Las apariencias son de un término judaico internacional, que en Flandes y Picardía se aplicara a las confabulaciones de obreros, y allí sufriera los efectos de una etimología popular neerlandesa (por influjo de los compuestos neerlandeses en -han).
De hecho contamos con una base sólida para averiguar la etimología de tacaño. Si Diez y sus seguidores se hubiesen preocupado un poco del sentido antiguo y de fijar el área primitiva del vocablo, nos habríamos ahorrado este largo rodeo; pero ni siquiera se acordaron del título de la obra maestra de Quevedo, y así se empezaron en partir de la ac. moderna ‘avariento’, y pensaron ante todo en Italia. Fué a Diez (Wb., 312-3) a quien se le ocurrió relacionar con el a. alem. ant. zâhi ‘tenaz, firme, viscoso’, alem. zäh, ags. tôh, ingl. tough ‘firme, tieso, tenaz’: esto conducía a M-L. y a otros (REW 8531) a postular un gót. *tâhus del cual derivaría el it. taccagno, suponiendo que de ‘tenaz’ se pasara a ‘agarrado, avaro’; en nada perturba a M-L. la adición harto extraña del sufijo -agno a un adjetivo que ya no necesitaba sufijos, pero sin duda previendo la objeción de los que dudarían, ante la unanimidad de todos los romances en hacer esta adición inútil, sale del paso suponiendo que en todos ellos es préstamo de uno solo: ¿del español? No, del italiano. Pasemos sin detenernos, recordando que la historia de las palabras en cada idioma nunca fué el punto fuerte de M-L.
Estas extrañezas inquietaron por lo visto a Gamillscheg (R. G. I, páginas 392-3) quien para remediarlas pone en primer plano un verbo dialectal del Norte de Italia taccagnare ‘disputar’, ‘criticar’, y sin hacer caso de que este verbo sólo aparezca en el S. XIX y, rechazado por el lenguaje tradicional de la literatura, lo prohijen sólo unos bables locales, lo toma como punto de partida de su étimo, un hipotético gót. *TÂHANJAN derivado del también supuesto *TÂHUS ‘tenaz’: taccagno, documentado desde el S. XVI, derivaría de este verbo reciente, y por su parte habría dado el ser al hispánico tacaño, tacanho, tacany, documentado en el S. XIV, ¡y no obstante tachado como sospechoso de italianismo! Dejando aparte estas enormes inverosimilitudes filológicas, y ateniéndonos a los argumentos de la lingüística, podemos extrañar que estos lingüistas alemanes propusieran una etimología germánica tan improbable: ya resulta sospechoso achacar al gótico una palabra como *tâhus sólo documentada en germánico occidental, pero no en escandinavo (no hablemos ya de *tâhanjan, puramente imaginario)4, pero el propio Gamillscheg con sus honestos esfuerzos por justificar fonéticamente esta etimología (II, p. 43) no hace más que poner de relieve su imposibilidad desde este punto de vista: como él mismo reconoce, los únicos casos de -H- germánica cambiada en -k- romance se encuentran en palabras del alto-alemán5, pero nunca del gótico; todos los testimonios son de que la H gótica era aspiración levísima y evanescente. Se impone enterrar definitivamente esta etimología, que ya suscitó los escrúpulos de Bloch y de Körting, y que últimamente ha sido rechazada por Migliorini (Prontuario). Éste propone derivar de attaccare ‘pegar, unir’, lo cual es más razonable en cuanto se abstiene de construir bases hipotéticas y parte de un radical romance, pero, ni convence del todo esta semántica, ni inspira confianza el hecho de que no existan *taccare ni *attaccagno, ni es buena idea partir de un vocablo mucho menos antiguo y vivaz en España que en Italia. El eminente italianista se ha declarado luego, en RFE XLVIII, 159-163, de acuerdo con mis conclusiones esenciales, en particular en lo referente al préstamo it. taccagno, agregando algunas precisiones cronológicas (está ya en 1503 en Maquiavelo y en varios textos de la primera mitad del S. XVI) y semánticas (la convivencia del significado ‘bribón’ con el de ‘avaro’ en las documentaciones más antiguas de taccagno, y aun modernamente en su uso en algunos dialectos italianos); supone ahora ―lo que me parece muy razonable― que el hispanismo al propagarse a Italia se entroncó por etimología popular en la familia de attaccare.
En sustitución de lo que he derribado no pretendo erigir una construcción firme, sino más bien señalar una pista, llamando la atención hacia un vocablo, que por lo menos tiene el mérito de estar bien documentado en la península donde tacaño aparece por primera vez. En un documento en bajo latín despachado en Valencia en 1276, confirmó don Jaime el Conquistador a la aljama hebrea de Lérida «omnes tacanas et vetos quas et quos vos seu adenantati vestri tacanarum... jactavitis racione peytarum vel exaccionum nostrarum», y al mismo tiempo aprueba el cómputo que sus emisarios le presentan del derecho de cenas percibido, en Tortosa, del Templo, de los judíos y de los moros «eiusdem loci et ab aliis quibusdam locis in itinere postquam recessimus de Ilerda usque fuimus in Valencia»6. Es evidente que el emprendedor monarca, siempre en apuros de dinero, había aprovechado su viaje de Lérida a Valencia, para ir cobrando por el camino los tributos, que imponía principalmente a los judíos y moros de sus reinos, y que a cambio de alguna fuerte suma recibida de los judíos ilerdenses había prometido confirmarles ciertos privilegios y regulaciones de que éstos gozaban teóricamente en achaques tributarios («peytarum vel exaccionum»). También en Aragón aparece tacana y tecana en documentos referentes a los judíos, con el sentido claro de ‘constitución’, ‘reglamento’, ‘arreglo’: 1279: «tachanas, constituciones seu stablimenta»; 1311: «...XII jodios de si e con el alatma e con jura, los quales ordenaron una tecana, en la qual se contenía, cadauno com devia peytar por mueble e por sedient; e leyda e publicada la dita tecana alos ditos peiteros... juraron todos los peyteros seguir e observar la dita thecana...» 1397: «la dita tacana o ordenacion que los adelantados o los judios...» (Baer, Die Juden, 1929, pp. 155, 201, 730). Y en Provenza además de la ac. puramente hebrea ‘cláusula, condición’ tenemos oc. tacana en el sentido de ‘impuesto que pagaba la carne que mataban los carniceros judíos’, en doc. de 1452 (mal leído cacana por Pansier, Hist. de la L. Provençale à Avignon III 182).
¿Qué eran estas tacanas, gobernadas incluso por unos «adelantados» o ‘representantes’ especiales nombrados por los contribuyentes? No me parece dudoso que se trate del hebr. taqānâh ‘arreglo, regulación’, ‘ventaja’, ‘mejoramiento’, voz de antiguas raíces hebreas, pero especialmente empleada en el hebreo rabínico del Talmud y el Targum7; que esta palabra y su familia han llevado vida lozana en el lenguaje de los israelitas de todos los tiempos, es lo que podemos probar por el lenguaje actual de los sefardíes balcánicos, en las muestras que del mismo nos ha trasmitido M. L. Wagner: así una mujer, quejándose del trastorno que va a causarle la limpiadura tradicional de las casas en el mes de Nisán, escribe «todo bueno se les fadara [‘se les dispuso, les sucedió’] a nuestros papús [‘abuelos’] y no hizieran esta tecaná de casas», evidentemente en el sentido de arreglarlas o dejarlas limpias; otro viejo de Bulgaria recuerda que en su infancia «nuestra madri mos lavaba y mos atacanaba [‘aderezaba, arreglaba, vestía’] y a las dos recibíamos pesahh en comiendo pascual» (Caracteres Generales del Judeoespañol de Oriente, pp. 76, 72; comp. Kurt Levy, VKR IV, 320), ac. que se repite en una narración de Constantinopla «el buen del chelebí [‘caballero’] se fué a casa, atacanó a su mujer y a sus hijas» y las llevó al baño público, en preparativos de fiesta (Judensp. von Konst. VIII, 46; comp. Yahuda, RFE II, 368). Taqanáh fué, pues, y es todavía, ante todo, ‘arreglo’, ‘disposición’, y bien podía aplicarse a los arreglos y transacciones a que se veían obligados continuamente los judíos ante las crecientes exigencias tributarios de los reyes y, seguramente, de los cristianos particulares8.
Este vocablo se latinizaba, según hemos visto arriba, en tacana, tacanae, en el latín hispánico de la Edad Media, y es de suponer que, a la par de Ʌasána en HAZAÑA y baƫána en vataña (BADANA), este abstracto semítico se romancearía en *tacaña. Pero ¿quién no ve que estos arreglos y trapicheos habían de ser mirados con malos ojos por el vulgo cristiano, que odiaba a los judíos, y se sublevaba contra la protección interesada que les prestaban los reyes? Así era muy natural que el adjetivo tacaño, a cuya creación invitaba el carácter adjetivo de esta terminación romance, se cargara bien pronto con todas las cualidades peyorativas que la gente achacaba a los judíos: bajeza, rastrería, maldad y, naturalmente, avaricia. Que estas acusaciones fuesen siempre injustas, o fundadas en algún caso, importa poco en la cuestión, pues el hecho indiscutible es el antisemitismo del vulgo hispánico medieval, que en lugar del natural esfuerzo del agobiado negociante por rehuir cargas harto pesadas e insistentes, había de ver en todas partes engaño, confabulación y claudicación inconfesable, en cuanto se trataba de pactos y regateos con las aljamas. El hebreo proponía una taqanah o arreglo equitativo: el cristiano entendía un chanchullo y una bajeza. Y una vez más se repitió la historia de incomprensión malévola entre el mundo semítico y el europeo que condujo a la metamórfosis del maɅram o prohibición religiosa en el MARRANO odiado, y de la idealista råmz ‘alegoría o parábola coránica’ en el RONCE ‘adulación y engaño’ de los cristianos9. Para terminar, dos aclaraciones. La existencia, junto al abstracto *tacaña, de picaña ‘vida pícara’, acompañado de picaño ‘pícaro’, conducía a la creación inmediata de un adjetivo paralelo tacaño; y recuérdese que picaña ya se encuentra en el S. XIV, y picaño es frecuente hasta el XVII. Por otra parte es natural que en Italia se extendiera solamente la ac. de tacaño como ‘avariento’, que ya existiría más o menos en España: el militar español en Italia, en sus frecuentes discusiones crematísticas con la gente del país había de calificar insistentemente de ‘bajeza’ todo regateo o mezquindad en darle lo que pedía (recuérdese que la palabra BISOÑO nació del uso repetido de bisogno ‘yo necesito’) y así era natural que tacaño se trasmitiera a los italianos con este valor especial.
DERIV.
Tacañear [Fr. Luis de León, V. arriba]. Tacañería [med. S. XV, arriba].
1 Giese, Anthologie der geistigen Kultur, 205.7.― ↩
2 Monaci, Mussafia, Rossi, concordancias de Dante y Petrarca, dicc. bajo-latinos de Sella, Du C., etc.― ↩
3 Es sabido que en francés, después de aparecer el vocablo con sentidos semejantes a los gascones y españoles medievales (como puede advertirse fácilmente en varios de los ejs. de God. X, 743), toma después el sentido de ‘avaro’, y en el S. XVII pasa a la ac. moderna de «chicaneur», ‘quisquilloso’.― ↩
4 ¿Es legítimo suponer un verbo en -a- como derivado de un tema en -u-?― ↩
5 A lo sumo podría agregarse el fráncico, y aun ahí sólo recuerdo JAHJAN > oc. jaquir, cuya H al fin y al cabo ya no es intervocálica.― ↩
6 Arch. de la Cor. de Aragón, reg. 20, fº 318; cita de Miret i Sans, Itinerari de Jaume el Conqueridor, p. 528.― ↩
7 «Verbesserung, insbesondere: Verordnung» Levy-Fleischer, con copiosa documentación; «Verordnung, Bestimmung; Vorteil; Ausbesserung, Besserung» Dalman (Aramäisch-Neuhebräisches Handwb. zu Targum, Talmud und Midrasch).― ↩
8 La objeción de Spitzer, MLN LXXIV, 129-130, contra la etimología hebrea (limitada a decir que es una «laborious construction») es injustificada. En cuanto a que tacaño venga de atacar ‘abrochar’, comparando con corchete ‘gancho’ > ‘policía, alguacil’ parece descabellado en el aspecto semántico (todo indica que si en la Estoria de los Quatro Dotores, tacaño se aplica a unos alguaciles, es como epíteto, con el sentido habitual de ‘hombre vil’, no porque tacaño tuviera jamás la ac. de ‘alguacil’).― ↩
9 Podría dudarse entre el hebreo y el árabe, tan empleado también por los israelitas de nuestra Edad Media: ár. taqâna ‘perfección’, ‘justeza’, ‘solidez’ (R. Martí, Aȟbar MaǤmua, y ya clásico), ár. Ȑátqan, fem. táqna ‘más hábil, más experimentado’ (Abenaljatib: Dozy, Suppl. I, 149): recuérdese la historia de ávol ‘malvado’ < HABILIS. Sin embargo, en este caso el hebreo me parece preferible por el sentido y por la historia. Acaso el adjetivo tacaño venga ya del hebreo, pues existe un talmúdico taqên o taqîn ‘firme, ordenado, bueno’ («fest, geordnet, gut, recht» Levy-Fleischer). Termino recordando que ya Nunes de LeƟo y Mayans (Oríg. L. Esp. II, 78) pensaron en un origen hebreo de tacaño (¿tacac ‘fraude’?). ↩