SAPO, voz peculiar al portugués, el castellano y el vasco, de origen incierto, quizá prerromana, pero también es posible una antigua formación onomatopéyica.

1.ª doc.: h. 1335, Conde Luc., ed. Knust 84.18.

También está en el Libro del Caballero del mismo autor; en varias versiones bíblicas conservadas en mss. de los SS. XIV-XVI, entre ellas el ms. E4 cuyo original es quizá anterior al XIV (Mod. Philol. XXVIII, 94)1; en el glos. del Escorial (h. 1400); en Nebr. «sapo o escuerço: bufo»; etc. Voz de uso general en todas las épocas. Para fraseología2, derivados y ejs. clásicos, vid. Cej. IX, 612-5. En algunos lugares puede designar variedades ligeramente distintas, p. ej. en Bilbao ‘Rana Temporaria L., especie de rana que vive en sitios húmedos durante el verano’ (Arriaga). Hay variante çapo, ya documentada en la versión de los fueros aragoneses (h. 1400) contenida en el ms. 154: «assí como firié ha Egipto de ranas, de moscas, de çapos et de moscallones» (Tilander, p. 485); F. del Rosal (1601) dice que zapo es forma antigua, y hoy se oye en todo el Alto Aragón, desde Ansó hasta Venasque, también en la parte baja de esta región (Caspe, Puebla de Híjar)3, en Murcia (vocab. de Sevilla), y lo he oído en Almería. Sapo no es palabra menos general y arraigada en portugués, donde ya debía de ser bien corriente a princ. S. XIV, pues Mestre Giraldo en 1318 da a sapos el sentido figurado de ‘aftas, hinchazones en los labios del caballo’ (hoy las aftas del niño se llaman sapinhos), RL XIII, 389. En vasco la denominación genuina de este batracio es sapo en Vizcaya y Guipúzcoa, zapo en Alta y Baja Navarra, Laburdi y otras partes de Vizcaya, y apo, apho, en las mismas regiones, en Sule, Roncal y partes de Guipúzcoa; es difícil asegurar si en vasco es palabra de abolengo prerromano o tomada del romance en fecha antigua, como sospecha Schuchardt (BhZRPh. VI, 38); es de creer que la última variante sea castellanismo, pues su explicación más sencilla es que naciera en romance por confusión de la s- de sapo con la final del articulo plural4; sobre el alav. y nav. zarrapo habla Rohlfs An den Quellen d. rom. Spr Halle 1952, p. 10, cit. por Michelena (FAzkue § 252) a propósito del lab. zerrapo «serrure» y «esgratignure», que parece emparentado con arrapo ~ zarrapo. La forma en z- y no la en s- es la genuina en vasco: Michelena, BSVAP XIII 1957, 495, quien señala además la curiosa ac. ‘escarabajo’ ‘gorgojo (de lentejas)’ y ‘luciérnaga’ en el antiguo vasco de Álava y ya en el S. XVI (Landucci). No sería imposible que una acepción genérica ‘sabandija’ hubiera sido antiguamente la propia del vocablo.

Fuera de estos tres idiomas el vocablo debe de ser préstamo castellano: así probablemente sapo en el catalán de Valencia5, aunque ahí pudo ser mozarabismo6 (comp. GALÁPAGO); y sin duda alguna el gasc. pirenaico sàpou, usual desde el Bearne hasta el Valle de Arán inclusive (BhZRPh. LXXXV, § 330). En otras partes se encuentra un buen número de denominaciones que recuerdan sapo desde más o menos lejos, pero es probable que en todas o en la mayor parte la semejanza sea casual: en muchas de ellas el significado no es precisamente el mismo, y sabido es que las probabilidades de encuentro casual aumentan a proporción de la brevedad de las palabras. Así sabau en el dialecto de Colognac (Gard), sapau en Oloron (B.-Pyr.), sabatà(s) en los Altos Alpes, Drôme y Haute-Loire, savà m. en Thénésol (Savoie), sabot o sibot en el Morvan (Chambure), todos ellos ‘sapo’, sevet en Lorena ‘Rana arborea’, savate «rainette» en los Vosgos7, sabot «têtard de grenouille» en Lión (Puitspelu). Es característico que todas estas denominaciones falten en el ALF 346 (‘crapaud’): en efecto se trata de nombres meramente locales, muchas veces afectivos8, o designativos de una variedad particular, y siempre poco conocidos. Mistral nos indica el origen al explicar grapaud sabatié como «gros crapaud de terre qui ressemble à une savate»: en efecto casi todas las formas citadas coinciden con la forma local del fr. savate o de sabot (comp. el loren. sevet ‘Rana arborea’ con Moselle sèvète «savate» en el dicc. de Zéliqzon). La semejanza con sapo en todos estos casos es, pues, evidentemente falaz9. Este tipo galorrománico se extiende esporádicamente hasta el trentino zavàt (Salvioni, KJRPh. VII, 135), y las formas avát, avatá, ćavatón, savatú?, registradas en el AIS 455 (‘rospo’), en los puntos 322, 323, 332 y 344, de esta inmediación, y con la observación de que se trata de una variedad grande10.

Más sugestivo es el parecido con giudic. sap ‘sapo’ (Gartner, Wiener Sitzungsber. C, 870), que en el AIS aparece en varios puntos del Trentino (322, 340, 341), pero éste ha de ser variante fonética del tipo contiguo sat, šat, hat, que abarca toda la Lombardía y puntos de la Alta Engadina, y que en las variantes šátru, šátar, ćátar se extiende al NE. del Piamonte: ignoro el origen, pero dada la facilidad de la permuta entre -t y -p finales, el criterio de la extensión geográfica indica que la forma en -t ha de ser anterior11, y quizá estén en lo cierto Caix y M-L. al admitir que el sentido primitivo sea el del lomb. šat ‘bajo, regordete’, y que sea variante del tosc. sci(ad)atto ‘patoso’, *EXADAPTUS (REW 2929, comp. 2454). Desde luego nada tienen que ver con sapo el friul. save f. (s sonora) ‘Bufo vulgaris, B. viridis, B. calamita’ ni el neogr. zába (ζάμπę que son préstamos evidentes del eslavo Ȥaba (= esloveno, eslavón y svcr. Ȥaba ‘rana’, ruso Ȥába ‘sapo’, del indoeur. G?ୱBH-, de donde proceden a. alem. ant. quappia, prus. ant. gabawo, lat. dial. bufo). Si conociéramos tan bien como el de las lenguas eslavas el pasado del albanés es probable que viéramos claro que tampoco puede tener relación con sapo el alban. šap (en otros dialectos Ȥapí, tšapí, dȤaprdon, formas quizá influidas por el eslavo, vid. G. Meyer, Etym. Wb.), como ya lo sugiere el significado diferente ‘lagarto’, ‘culebra’, ‘lagartija de pared’.

Ya es antiguo relacionar sapo con el gr. σƲψ, σƓπóς ‘especie de culebra ponzoñosa’ (Aristóteles, etc.), en Nicandro ‘lagarto’; ni siquiera Schuchardt (ZRPh. XXVII, 612; y ya, brevemente, Z. f. vgl. Spr. XX, 244) rechaza del todo este parentesco, pero con razón observa M-L. (REW 7593) que el tipo *SAPPUS postulado fonéticamente por las formas iberorromances no puede conciliarse con la forma griega, aunque postuláramos un dórico *σάψ tampoco es probable que el griego y el iberorromance procedan de denominaciones emparentadas pertenecientes a idiomas preindoeuropeos, pues es muy natural identificar la voz griega, puesto que de animal ponzoñoso se trata, con el femenino σƲψ ‘putrefacción’ (gr. σƲπειν, dór. σάπειν ‘hacer pudrir’, lit. šùpti ‘pudrirse’, que según Walde-P. I, 500, representarían un indoeur. KSP-). Queda finalmente el semítico: hebr. tsab, ár. ȓabb, ‘especie de lagarto’, a veces ‘cocodrilo’: por razones fonéticas está claro que sapo no puede ser préstamo de esta forma arábiga, aunque ya no podemos rechazar en forma tan terminante la hipótesis de una palabra ibérica emparentada con la semítica a través del camítico, pero desde luego esta posibilidad es muy remota. ¿Deberemos contentarnos, por lo tanto, con calificar de «prerromano verosímilmente» el iberorromance *SAPPUS, según hace M-L.?

Pero ni siquiera esto es bien seguro. Es de notar el gran número de denominaciones onomatopéyicas del sapo que reúne Sainéan (o. c., pp. 116-8), entre las cuales abundan las de vocal a: it. ràgana, fr. dial. craque, rac, tac, ta, etc.12. Se trataría de imitaciones de la voz del animal, pero en nuestro caso yo me inclinaría más bien a creer en un SAP - ZAP imitativo del ruido del animal al caer de vientre en un charco o en tierra mojada, o del ruido del pie humano que lo aplasta13 (en relación con CHAPALEAR y afines): comp. ast. zapada ‘caída’ (R), maragato sapada ‘caída de bruces’, cast. zaparrada, zaparrazo, gall. zapalastrada ‘caída o golpe grande’ (Vall.), arag. zapo(rro)tazo ‘trompazo’, ‘talegazo’ (Borao). Desde luego esta creación onomatopéyica no es incompatible ni mucho menos con una fecha prerromana. Comp. ZAPATO.

Es probable (según admiten Cuervo, Obr. Inéd., 381n.3, y Sainéan, BhZRPh. X, 135) que de la variante zapo del nombre del batracio (and., murc., vasc., arag.) derive zapa ‘lija’, por lo granudo de la piel de este pez, comparada con la rugosa piel del sapo, comp. pejesapo; como nombre del pez aparece ya en Quevedo (cita de Aut. y Cuervo), y hoy no parece ser usual en el Mediterráneo (falta en Medina Conde y en Carus); de ahí pasó a designar la piel de lija, empleada en albeitería (según Conde, fin S. XVII, Cej. IX, 593) o para adorno (con este valor lo cita Cej. de «L. Cast., Viaje», que supongo es la trad. cast. del Viaje a la India de Lopes de Castanheda, 1554, y sería la primera fecha del vocablo); también está en una obra de Lope anterior a 1604 (Cuervo). No es posible que zapa ‘lija’ sea lo mismo que zapa ‘herramienta de zapador’ (como sospechaba Barbier, RLR LVI, 246-7) porque esta palabra en cast. es sólo nombre de una herramienta técnica y poco popular; por lo demás un nombre así podría convenir al pez martillo (Zygaena malleus) ―llamado baile ‘badil’ en Venecia, y que también ha llevado el nombre de pesce vanga ‘laya’ en it.― por la forma de la cabeza de este pez, pero no al Squalus stellaris o al Squalus canicula, que son los peces llamados propiamente lija en cast. (Carus II, 508), y que si bien pertenecen como la Zygaena al suborden de los selacios, integran ya una familia, la de los escílidos, diferente de los carcáridos a que pertenece aquél. Desde luego nada que ver tiene zapa con el lat. SEPIA (como dice la Acad.), que designaba la jibia y no la lija.

DERIV.

Además de los ya citados: leon. sapa, ‘piedra sobre la cual gira el rodezno’ (RFE X, 165). Sapenco ‘caracol terrestre que alcanza una pulgada de longitud’ [Acad. 1936; comp. el val. ant. caragol calapatenc, citado s. v. GALÁPAGO, y lo que dije s. v. PENCA]. Laguna sapera, nombre de lugar en doc. leonés de 1192 (Oelschl.). Sapia (o más bien sapía) ‘piedra de sapo’ (en Juan Manuel, Rivad. LI, 253). Sapillo ‘aftas en la boca de los niños’ hoy cub. [S. XVII, Cej.]. Sapina zamor., chapina cespedos. ‘algas mucilaginosas del agua estancada’ (RFE XV, 145), es inseguro que corresponda aquí a pesar del nombre mocos de rana que se les aplica en localidades vecinas, pues el cat. sapa es ‘cada una de las matas de algas que se ven en el fondo del mar’ (Costa de Levante), del cual quizá sea variante mozárabe el and. seba ‘alga que deja la marea en la playa’ (AV), Algarbe sapais «terras alagadas na costa, lodaçais com pasto para o gado» (RL XXVIII, 59): ahora bien, sapo es voz desconocida en Cataluña. Sapiar ast. ‘agujerear la tierra los sapos’ (V). Colomb., venez., hond. saporro, saporreto, zapaneco ‘rechoncho, regordete’ (?; que Cej. compara con murc. y arag. zapo ‘obeso, torpe’, zapico ‘hombre chico’ en F. del Rosal; pero comp. cat. cepat o sapat ‘fornido’).

CPT.

Sapaburu bilb., zapaburu alav. ‘renacuajo’, compuestos con el vasco buru ‘cabeza’. Gall. sapoconcho ‘galápago’ (Sarm. CaG. 24v).

1 Para el sentido del original hebreo, vid. Blondheim, RFE XIX, 69, 71.―

2 Para la frase echar sapos y culebras, alusiva a la creencia en el carácter venenoso del sapo, comp. las portuguesas dizer de alguem cobras e lagartos, sapos e salmântigas, RL XIV, 184-195.―

3 BDC XXIV, 183; RLiR XI, 100; BhZRPh. LXXXV, § 330.―

4 Con razón rechaza Hubschmid (VRom. X, 312) la tesis de Bouda, quien parte de la variante apo y relaciona con el caucásico a?1ω ‘rana’.―

5 «Sapo, çapo» ya 1575, On. Pou, Th. Pu. 89; Boscá, Geogr. Gen. del R. de Val., pp. 508, 510; Anales del C. de Cult. Val., p. 71. Ya lo hallamos en algunos textos medievales, como éste de una recopilación de fábulas, de varias procedencias, pero donde predominan los textos del S. XV, muchos de ellos (al parecer los más) valencianos: «en lo vespre descubriren la sepultura, per pendre o furtar la dita boça, e veeren dos grans çapos o calàpets», Aguiló, Recull de Eximplis e Miracles.―

6 Se extiende hasta el Sur de Cataluña, donde lo he anotado en Ulldemolins y Vallclara, partidos Falset, Montblanc, en la forma sàput, debida a un cruce con calàput íd. (hermano de GALÁPAGO).―

7 La mayor parte de estos datos proceden de Rolland, Faune Populaire, III, 47; XI, 87, obtenidos por correspondencia o por recogida directa; alguno, de Bertoni, ARom. II, 360, o de Jud, BDR III, 11n., o de Mistral, o de Sainéan, BhZRPh. X, 115.―

8 En el cuento popular de Colognac de donde saca Rolland la forma sabau es fácil notar este carácter de variante afectiva o pintoresca, pues allí se dice normalmente grapau; se trata del sapo que vence en una carrera a la zorra gracias al ardid de apostar a otros sapos en otros lugares, siempre por delante de su concurrente: «lou grapau s’agandis vès lous tres sabaus lous pus espermentats de touto la sabaudarié, per lus countà l’afaire embe proumesso d’uno bouno regalo se l’ajudou» (Rolland III, 61). Claro que la terminación -au se debe al cruce con grapau, cruce todavía más claro en el caso de Oloron sapau.―

9 Más bien se puede sospechar que haya un nombre realmente emparentado en el Lemosín, en vista de la superstición anotada en la Vienne: «les gens de la campagne attribuent aux crapauds certaines élevures, qu’ils nomment sapures, qui se manifestent parfois sur quelques parties du corps des boeufs ou des vaches, aux jambes, à la tête, à l’abdomen et aux mamelles de ces animaux, prétendant qu’elles sont le résultat d’une sorte de suction exercée par ces reptiles» (Rolland III, 50). Comp. los sapos y sapinhos portugueses.―

10 Quizá también ćambot(to) en tres puntos del Norte de las Marcas (y aun acaso sambealt, -alk, en la Romagna), comp. el tipo botta, botto, tan extendido en francoprovenzal y en Italia, desde Toscana hasta el Norte de la Pulla.―

11 Luego erraría Gartner al relacionar con alem. zappeln ‘pernear’, emil. za(m)pell «inciampo, ficcatoia», it. inciampo, ciampicare, estudiados por Flechia, AGI III, 167-8.―

12 Entre las de este carácter las hay también con otros vocalismos: gasc. cuc, cucàs, cat. tòtil, etc., que indican variedades de voz aflautada.―

13 Comp. el dicho popular no pises el sapo, dicho irónicamente a uno que se levanta tarde, y que Correas (1.ª ed., pp. 301, 560, 602) explica «estos animalejos salen de noche, y por las madrugadas se suelen pisar sin verlos», y Sánchez de la Ballesta pisó el sapo «del que vive como astrólogo», y por lo tanto distraídamente no mira dónde pisa.