PIARA, ‘rebaño, especialmente el de cerdos’, origen incierto; teniendo en cuenta la variante peada y la aplicación preferente a cerdos y equinos, animales que en la antigua fraseología popular tienen pies y no patas, quizá sea una especie de colectivo de pie (una *piar, después una piara); pero esta posibilidad es hipotética y existen otras.

1.ª doc.: princ. S. XV.

En una poesía de esta época, dirigida por Ferrant Manuel de Lando a su contradictor J. Alfonso de Baena, leemos: «anda el osso por la xara / muy esquivo manzellero; / el vestiglo carnicero / circunda la grant pyara» (Canc., n.° 263, v. 34). Vuelve a aparecer h. 1475 en G. de Segovia (p. 64), y no debemos extrañar que no figure en los glos. de h. 1400, en APal. ni en Nebr., pues es palabra principalmente pastoril y de uso no general. Sin embargo, no escasean los testimonios en el S. XVII (vid. Aut.), y ya en los antiguos léxicos del Siglo de Oro: Percivale «a flocke, a heard», Oudin «troupeau de trois cens brebis». Según Aut. es «la manada de cerdos; por extensión se dice de las yeguas, mulas, etc.». La aplicación preferente a los cerdos no es infundada, como lo muestran los dos ejs. que cita este dicc., de Paravicino1 y de Cornejo, el conocido pasaje del Quijote (II, lxviii, 260), el de Sigüenza (1600) citado por Pagés, la definición de Covarr., el uso de Sanabria (Krüger, Gegenstandsk., 166), etc. No hay duda de que, al menos localmente, ha tenido (mayor extensión semántica. Ya el Comendador Griego (1555) cita el refrán «ni antruejo sin luna, ni feria sin puta ni piara sin artuña»: como artuña se aplica a la oveja que se quedó sin cordero, parece tratarse de un rebaño de ovejas; hoy es general esta ac. en Salamanca, y particularmente en Cespedosa (RFE XV, 256), se admite en Andalucía (ej. de C. de Castro en Pagés; dato de Sz Sevilla), etc. Pero en realidad, en varias partes, puede aplicarse a cualquier especie de ganado2 así, según Zamora Vicente, en Albacete (RFE XXVI, 319) y en Mérida (El habla de M., s. v.), pero en esta localidad lo más frecuente es que sea el de vacas, y tal vez ocurra lo mismo en Cuba3.

Fuera del castellano sólo existe el vocablo en portugués, donde es difícil asegurar o negar si es antiguo y castizo: no está todavía en Bluteau ni en CortesƟo, pero sí en Moraes, quien sin dar autoridades define «bando, roda, mó de gente: familiar e á má parte», mientras que para Vieira es además «vara, manada de porcos; manada de éguas, etc.; récua de dez cavalgaduras», y para Fig. «bando de animais; multidƟo de gente; prov. trasm. agrupamento de animais, da mesma idade e tamanho»; en efecto, dentro de esta región, en Moncorvo se define «rebanho de gado» (RL XIII, 122), y en Braganza se citan concretamente la piára de carneiros y la de porcos (RL V, 227); gall. apearas, var. de apeares ‘dos correas de cuero... que sirven para sujetar el yugo al pescuezo de los bueyes’ (DAcG.).

Pasando a la etimología, podemos rechazar sumariamente, por razones fonéticas, así el étimo lat. HARA de Covarr. como PECUARIA de Cabrera (aunque lo prohijen Diez y la Acad.). Pero tampoco convence admitir, con Krüger (VKR, 250), que se explique por una llamada pi... pi.., dirigida a los animales, sobre todo porque así no damos cuenta de la terminación. La misma objeción puede oponerse a la idea de Cej. (La L. de Cerv., s. v.) de derivar de la raíz romance (que él cree vasca) PEDIA- ‘atar’, representada por el port. pejar ‘embarazar’, Ribagorza piar ‘atar’, vasco peiatu ‘sujetar, impedir’, y las palabras castellanas que estudio en los artículos PIHUELA y DESPEJAR; esta idea podría apoyarse en el minhoto pijeira (en Soajo) o peeira (en otros pueblos) «companheira de lobos» (Leite de V., Opúsc. II, 25); pero además de la forma -ara del sufijo, aun si partimos de -ar o -eira, se hace entonces muy difícil explicar cómo estos sufijos, denominativos, pudieron aplicarse, y con este valor, a un radical verbal. Por lo demás no se ve explicación al minhoto pijeira o peeira (tampoco se comprende bien «companheira» que no significa ‘bandada’ ni ac. análoga, según Fig.), de suerte que por ahora deberemos prescindir de esta forma, que además está completamente aislada.

Nadie más ha escrito, que yo sepa, sobre el origen de esta curiosa palabra. Al que trata de analizarla históricamente le llama en primer lugar la atención, el singular sufijo -ara. Pocas palabras hay que así terminen, lo cual indica la antigüedad del vocablo. Entre ellas viene a la memoria senara, sin duda de origen céltico: vid. SERNA. ¿Será también piara un celtismo? Acaso un *EPIARA, derivado de EPOS ‘caballo’, bien documentado en la onomástica gala (Eporedia, Eposognatos, Epona) y en las lenguas neocélticas (irl. ant. ech ‘caballo’, galés y córnico ebol ‘potro’). No habría la menor dificultad fonética, pues la aféresis pudo ocurrir en cualquier época, antes o después de la sonorización de las intervocálicas (que en este vocablo no había de ocurrir, hallándose la P ante yod); la localización, más bien en el Oeste hispánico que en el Este, también le sería favorable. En lo semántico, no sería demasiado audaz admitir que la piara fuese primitivamente de yeguas y mulas, pues de éstas habla especialmente Aut., y aun en piariego («sugeto que tiene piara de yeguas, mulas o puercos»), derivado arcaico, las menciona en primer lugar; en Chile, hasta hoy, parece ser precisamente ‘yeguada’: «¿que un amansador le aguanta los corcovos al potro chúcaro sin que lo mueva de la enjalma? Déjalo pa tu piara, pa que no críe maña con otro», G. Maturana, D. P. Garuya, p. 124; allí mismo y en el Perú se aplica a la recua de mulas (Medina, Barcia), mientras que en Bolivia es la de burros (Bayo); y en el arcaizante dialecto catalán de Benassal (Maestrazgo) peada es precisamente ‘rebaño de mulas jóvenes o de muletos’ (Griera, Tresor, s. v.). Sin embargo, no me atrevo a dar demasiado valor a estos indicios, pues razones morfológicas me hacen dudar del tipo *EPIARA; a la espera de que los especialistas del céltico den a conocer su opinión, observaré que deberíamos admitir un primer derivado *EPIOS, con agregación de un segundo sufijo -AR-; y suponer tanto, sin el apoyo de formaciones paralelas en el céltico isleño, no deja de tener algo de temerario.

Quizá la pronta y preferente aplicación a cerdos y equinos tenga una explicación etimológica, mas por otro camino. A diferencia de otros animales pecuarios, a los que sólo atribuímos patas, el cerdo tiene pies (V. Acad., s. v. puerco)4, y lo mismo se puede decir de los equinos (en Acad.: pie de burro, cerrado como pie de muleta, estar a los pies de los caballos, pie de cabalgar); sabido es que se atribuye a los portugueses la jactancia de hablar de quatrocentos pés de cavalo, en lugar de contar un centenar de caballos: quizá sea esto antiguo y quizá tenga más de arcaísmo tradicional que de fanfarronería, pues la lengua técnica y precisa del pastoreo ha dado siempre gran valor a estos detalles; recuérdese que la pezuña del cerdo y de los equinos es precisamente PEDIS UNGULA, y que éstos se caracterizan como animales «de pie hendido» (o pata hendida). Ahora bien, sólo los pastores se interesan por dar nombres distintivos a las distintas clases de rebaño, y a ellos pertenecen voces como piara, hatajo, etc.; luego si se ha contado a los equinos y suinos por pies, mientras los ovinos y vacunos se numeraban por cabezas, no sería muy sorprendente que el pastor en su lenguaje técnico denominara pe-ara el rebaño de aquella clase de animales. Las interesantes formas peada (peada ‘piara de vacas, yeguas, etc.’ de Sajambre y Lena, Fernández Gonzz., Oseja, 323) de Benassal, de Asturias («manada de vacunos en marcha», V) y del Bierzo, y piada de Padornelo (Krüger) y occidente de Asturias (Acevedo-F.), confirmarían la idea, y algún valor podemos atribuir al peara que Sz. Sevilla oyó en Babilafuente; nótese también que le es favorable el silabeo pi-a-ra que registramos en los dos datos más antiguos. En este sentido es útil agregar que en el valle de Àger y en el alto Aragón cuando se procede a considerar dividida la propiedad de una cabeza de ganado entre varias personas (p. ej. en ciertos contratos de medianería pastoril), se dice que fulano tiene un pie o una pata de tal animal si tiene derecho a una cuarta parte, o que tiene una uña si tiene una octava parte (Joaquín Costa, Rev. Gral. de Legisl. y Jurispr. LXIV, 244; J. de Porcioles, Notes Folklòriques de la Vall d’Àger, pp. 10 y xii). La definición de Vigón para peada «manada de vacunos en marcha» (copiada por G. Oliveros) debe de ser debida a una interpretación seudo-etimológica, pero GdDD 4888b cae en el lazo, suponiendo que así se explique semánticamente esta derivación de PES, -DIS (lo cual ni siquiera resulta idea clara).

Faltaría, finalmente, explicar el sufijo -ara. Existe también en niara ‘pajar que se forma en el campo, para conservar el grano, cubriéndolo con paja y encima retama u otra hierba que despida el agua’ [Aut.], que ya he explicado como derivado de NIDO, como derivado colectivo en -ar: ahora bien, en León, que es donde se pierde la -D- intervocálica, existen colectivos en -ar de género femenino, estudiados por M. P. (El Dial. Leon.), como la castañar, la pumar, etc.; y la *niar o la *piar habían de asar a niara y piara, exactamente como el etimológico la cuchar se convirtió en cuchara; justamente piara está representado en el Oeste español mejor que en parte alguna. Además, en el caso de piara pudo ayudar el influjo de vara de puercos (expresión explicable por ser la cantidad de cerdos para los cuales se pueden derribar bellotas con una sola vara). Indudablemente harán falta más numerosas y antiguas confirmaciones antes de dar esta idea por cierta5.

DERIV.

Piariego [Aut.]. Apiarar [med. S. XVIII, T. Villarroel, DHist.]; apiaradero.

1 Éste, en realidad, lo emplea como sinónimo de ‘pocilga’, ac. que le reconoce igualmente Rengifo (1592), según Terr.―

2 Mi padre en sus notas de viaje por el alto Lozoya, tomadas de boca de los pastores locales en 1920, y en su novela de ambiente local, Supèrbia (A recés dels Tamarius, V, p. 237) describe un inmenso rebaño dividido en piaras, que agrupan los animales de una misma especie: éstas son, en primer lugar, de marranos, pero también una de ovejas, una de corderos tiernos o crecidos y una de carneros, que se divisan separadas, en la llanura de la Marcuera.―

3 Pichardo dice que guacabina es «la res extraña que se introduce en una piara de ganado», y en el artículo trozo escribe «cuando se trata de ganado vacuno se dice punta de ganado, y a vezes piara, si es grande, y hatajo si se habla del caballar o mular».―

4 Lo común en castellano es decir comer una mano de cerdo, lo cual no nos lleva lejos; pero en catalán lo consagrado es menjar un peu de porc.―

5 Aunque tropieza con dificultades es ingeniosa la idea sugerida por Malkiel en su trabajo sobre piara (BHisp. LIII, 1951, 41-80), que llegó demasiado tarde para tenerlo en cuenta en mi texto. Se trataría de una alteración de peada, el cual se habría creado secundariamente sobre manada, derivando aquél de pie como éste de mano. No me parece verosímil su interpretación de que tal nombre se fundara sólo en la oposición entre los pies y las manos del caballo y otros animales, pues en este sentido peada sólo podría ser una especie de chiste quevedino, que difícilmente habría arraigado en el lenguaje pastoril. Pero ya es concebible que los pastores reaccionaran frente a manada, calificándolo de impropio cuando se aplicaba a animales que, según su terminología, no tienen, como las cabras u ovejas, manos, sino pies, y así crearan secundariamente un peara a peada. Lo que no es admisible desde luego en la nota de Malkiel es que piara sea debido a un cambio fonético de piada: es una posición anticuada la de admitir cambios fonéticos «accidentales» o esporádicos: ni los it. chiedere, porfido, prueban una tendencia fonética r > d, pues son disimilaciones, ni hay en cast. un cambio espontáneo en dirección opuesta; la gran mayoría de los ejs. ahí coleccionados (pp. 63-65) son disimilaciones, otros asimilaciones y otros se deben al influjo de una contaminación, cambio de sufijo o fenómeno análogo, claro que siempre facilitados por el gran parecido fonético de la española con la -r-; pero salta a la vista que un sufijo tan frecuente como -ada no podía alterarse en -ara (comp. mentira, para el cual declara Malkiel imposible este supuesto). La fecha de peada, 500 años posterior a piara, sugiere, por el contrario, que es éste el que se alteró en -ada por un cruce con manada. Luego la forma primitiva de nuestro vocablo tenía -r-, lo cual lo aleja de manada decisivamente. ¿Hay que abandonar del todo la tesis de Malkiel de un nexo etimológico entre las dos palabras? Quizá sí. Sólo podría salvarse de ella lo esencial admitiendo que la creación del colectivo la pe-ar fuera sugerida por la manada, pero se hiciera con sufijo diferente, lo que es concebible, pero no convence mucho. Que piara resulte de un infinitivo sustantivado un *piar ‘un atar los animales por los pies’, luego feminizado por influjo de grey y de manada, como propone Spitzer (RFH IV, 16), no es sostenible, entre otras razones, porque los rebaños y manadas son conjuntos de animales sueltos.