NAIPE, voz común al castellano con el portugués, y con el catalán, lengua de Oc e italiano antiguos (naïps, naìbi), de origen incierto; las varias etimologías arábigas que se han propuesto no satisfacen.
1.ª doc.: h. 1400, glos. del Escorial.
Una noticia importante y muy citada es la del cronista italiano Giovanni Juzzo di Covelluzzo, quien nos informa de que en 1379 se introdujo en Viterbo «el gioco delle carte, che venne de Serasinia e chiamasi tra loro Naib»; esto es categórico y parece terminar la cuestión en el sentido de que los moros introdujeron este juego en Europa, sean cuales fuesen sus orígenes lejanos; sin embargo, Juzzo escribía más de cien años más tarde, en 1480, y aunque afirma en términos generales que su crónica se funda en la de un antepasado de fines del S. XIV, no podemos asegurar hasta qué punto el dato concreto que nos interesa no es el fruto de una hipótesis personal; a la verdad hay otros datos coincidentes: un inventario del Duque de Orleans, de 1408, menciona naipes sarracenos junto a los lombardos, y Jaume Thos, notario catalán, cita en 1460 «jochs de nayp plans» (= catalanes), opuestos a «altres jochs moreschs». Pero en realidad esto sólo prueba que en el S. XV (no en el XIV) el juego de naipes estaba arraigado en la Morería como en la Romania; y teniendo en cuenta el hábito romance de achacar a los moros todo lo que es antiguo e inexplicable, nada de esto constituiría en caso alguno prueba concluyente ni permitiría de ninguna manera suplir el silencio de las fuentes musulmanas, mucho más autorizadas en semejante controversia. Una autoridad arabista como la de Engelmann estaba convencido del origen europeo de los naipes, y Dozy, todavía más sabio en esos temas, se adhiere tácitamente a su opinión al refundir su glosario (p. 385). En realidad seguimos a oscuras4. En todo caso la noticia iconográfica más antigua entre las seguras corresponde a Europa: en una miniatura del Roman du Roi Méliadus ejecutada en el Sur de Francia entre 1330 y 1350 aparecen claramente representados en naipes: el dos y el cuatro de oros y el dos de bastos (Brunet, pp. 149-50). Es ya menos segura, aunque nada descabellada, la hipótesis de que el juego de la gresca, prohibido muy repetidamente en bandos catalanes, desde 1301, fuese precisamente el juego de cartas (Brunet, pp. 90, 138, 139, 140). Pasando a la documentación de la palabra que nos interesa, por lo que hace a Castilla tenemos importantes lagunas que deberá rellenar una urgente investigación monográfica sobre este vocablo: se cita una prohibición de este juego por Juan II en 1387, y otra similar en las Ordenanzas de la Orden de la Banda (fundada en 1332), pero además de que no sabemos si contienen la palabra naipe, la primera aparece sólo reproducida en recopilaciones tardías, y la segunda se cree interpolada. Lo que es seguro es que a med. S. XV el conocimiento de los naipes era general y ya no reciente, a juzgar por la forma en que de ellos habla Fernando de la Torre «el de Burgos» en el Cancionero de Stúñiga: «Juego de naypes que compuso, dirigido a la Condesa de Castañeda» (pp. 273-7), habla ya de cuatro palos con los nombres actuales (salvo bastones = bastos), emplea la palabra naypes repetidas veces, y por el verso «unos naypes desdonados» se ve que era ya bisílaba; una composición análoga y con mención del mismo nombre se debe a Pinar y figura en el Cancionero de Castillo impreso en 1511, en otra del mismo cancionero, debida a Garci Sánchez de Badajoz, sólo figura naypes en el título (II, 489); Nebr. define «naipes: chartarum ludus». La palabra es muy frecuente desde el período clásico. Los naipes se empleaban con muchos objetos, además de la mera diversión: el vendedor de suplicaciones solía ir provisto de naipes, y a ellos se jugaba el objeto de su comercio (como hoy hace el barquillero), según nos informan Lope y el autor de la Pícara Justina (V. nota en el glosario de Puyol); otras veces podía emplearse un naipe, quizá en blanco y sin grabar, para esbozar un retrato5; en el Guzmán de Alfarache significa algo como ‘propina’6.
En portugués naipe sigue siendo usual y hoy sólo significa ‘cada uno de los palos del juego de naipes’ (así ya en Bluteau), pero valió anteriormente lo mismo que en castellano (ej. de Gil Vicente en Nascentes). En Italia hoy se ha olvidado esta palabra, pero una provisión florentina de 1376 menciona como «novello» «il giuoco dei naibi», la Crónica de Morelli (1393) llama de la misma manera unas cartas empleadas para juego de niños (Bertoni, ARom. I, 138), y sigue siendo usual en todo el S. XV (cita de la vida de S. Bernardino de Siena en Du C.). Tenemos una mención occitana suelta del jogar am nayps en un texto medieval del Ariège (¿S. XV?). Pero el romance que nos ofrece la documentación antigua más abundante es el catalán, según puso de relieve J. Brunet i Bellet en su erudito libro «Lo joch de naibs, naips o cartas»7, del cual sacó su documentación occidental el importante trabajo del sinólogo K. Himly8. En Cataluña hallamos noticias muy numerosas desde fines del S. XIV (1380, 1378-99), consta allí la prohibición repetida desde 1391, y la fabricación de naipes catalanes es aludida repetidamente en el período 1442-1468, y mucho más tarde, aun en la América española. De Cataluña viene desde luego la mención más antigua entre las plenamente confirmadas (además de otras anteriores menos seguras)9: la voz naip sale entre las rimas en íp en el Libro de Rimas de Jaume Marc, compuesto en 137110. Ahora bien: esta rima tiene verdadero interés por cuanto nos revela la antigua pronunciación naíp. Que ésta sería general lo comprueba la versificación de Jaume Roig (1460): «darrerament, / per ensajar / de bandejar / los seus guarips, / joch de nayps / de nit jugàvem» (n. 3010), la del Canç. Satíric Valencià de fines de este siglo11 y la repetida grafía nahip (1382, etc.) citada por Brunet12; y tenemos confirmación de fuente tan independiente y lejana como el Morgante de Luigi Pulci, con el verso «tu se’ qui Re di naìbi o di scacchi». No sé si una pronunciación nàibi o nàips llegó a existir nunca en Italia y Cataluña; aunque lo hayan dado por cierto los filólogos que sólo conocían el cast. náipe, creo más bien lo contrario. De todos modos está claro que el paso de naípe a náipe ha de ser secundario, y de la misma fecha y naturaleza que el de vaína (VAGզNA) a VÁINA, de reína a réina o de Laínez a Láinez.
Con estas premisas es evidente que no podemos aceptar ninguna de las etimologías arábigas propuestas, y menos que ninguna la que más se ha venido repitiendo, propuesta por G. Jacob (Zs. d. dt. morgenl. Ges. LUI, 1899, 349-50) y Fokker (ZRPh. XXXVIII, 484-5), aceptada con dudas por M-L. (REW3, 9686), Bertoni (l. c.) y Steiger (Contrib., 173n.), pero ya rechazada por Seybold (KJRPh. VI, i, 59): ár. lá⺆ib ‘juego’; además de que sólo significa ‘juego’ en general (muchas veces ‘juego de palabras’, ‘retozo amoroso’, etc.) y no ‘juego de cartas’ y menos ‘naipe’, y además de que no se explica el cambio de l- en n-13 ni la acentuación primitiva en la í ―razones que ya bastarían para descartarla―, nótese que esta palabra se vocaliza de muy varias maneras (la⺆b, Probst, Belkassem; lá⺆ab, Griffini, Lerchundi), entre las cuales lá⺆ib parece ser la única no usada en el árabe vulgar: en España se decía lí⺆ab (PAlc., R. Martí, Dozy).
No tan descabellada era la idea de Mahn (Etym. Untersuch., 26-30) de partir del ár. nâȐib ‘lugarteniente’, ‘delegado’, ‘representante’; muchos siguen aceptándola a pesar de la refutación de Engelmann, basada en razones semánticas: la teoría de Mahn de que los cuatro palos representan las cuatro clases sociales en manera alguna se ha demostrado14; quizá sería preferible pensar en el valor de papel-moneda que según muchos tendrían primitivamente los naipes, pero todo esto queda en el aire, y no hay indicio alguno de que los moros hayan dado jamás el nombre de nâȐib al naipe; sobre todo, ahora que sabemos que el vocablo se acentuaba primitivamente en la í, hay que desechar no sólo esta etimología arábiga, sino otras propuestas15. Siendo tónica la i, el hiato habría de corresponder a una aspirada o gutural arábiga, y casi todas estas consonantes abren las vocales contiguas, eliminando la posibilidad de una i, de suerte que toda etimología arábiga se hace muy difícil por razones fonéticas16.
Ante estas dificultades hay que pesar la posibilidad de una procedencia romance17. Me llama la atención el que en el tipo más arcaico de baraja, la de los tarocchi italianos o tarots franceses, el palo que correspondía a nuestros triunfos llevaba no sólo el nombre de tarocchi en sentido estricto, sino también era llamado, de la misma manera, naibi (Encycl. Britannica, ed. Chicago, s. v. cards); ésta pudo ser la ac. primitiva, tanto más cuanto que en portugués naipe no es ‘carta’, sino ‘palo de naipes’. ¿Se tratará, pues, del fr. naïf, quizá en el sentido de ‘verdadero, auténtico’, frecuentísimo en la Edad Media? Quizá habría otra explicación semántica preferible. La carta más fuerte en este tipo de juego, la que vencía a todas, era el más pequeño de los triunfos, llamado matto en italiano, narr en alemán, ingl. fool, fr. fou y anteriormente sot18, cat. ant. foll: es decir, en todas partes ‘tonto, loco’; el propio tarocco, cuya etimología es oscura, pudo significar lo mismo, es decir, ‘zoquete’, pues bien parece haber parentesco con el cat. tarot ‘pitorro grueso’, ‘sombrero viejo’, dialectalmente ‘alocado, bobo’, tarota ‘nariz enorme’, y quizá con el cast. TARUGO y su familia; en todo caso es claro que el it. minchiate, sinónimo toscano de tarocchi, es lo mismo que minchione ‘imbécil’19. De la misma manera naïp pudo ser primitivamente el matto, esta carta suprema, y ahí tendríamos naïf en el sentido de «niais, sot», que es quizá el más extendido en la Edad Media (God. V, 465b)20. La copiosa documentación allegada por Brunet da firme asidero a su hipótesis de un juego, si no inventado, por lo menos propagado desde Cataluña a toda Europa21. No habría necesidad de suponer que el vocablo naïf se aplicara a los naipes en Francia: en esta Cataluña del S. XIV, tan penetrada de influjos franceses (mucho más que occitanos en esta época), se explica muy naturalmente esta aplicación, sobre todo en un vocabulario, como el de los naipes, que imita en todas partes el léxico caballeresco y militar (sota, caballo, rey, copar). Ahora bien, naïfs es casi impronunciable en catalán: en estas condiciones la f se cambia automáticamente en p, evolución que no es raro se comunique al singular, de donde matalaf > matalap, y así Benicalap (< -af), cadap, cadup, estup de torrent por estuf, etc., y aun puede haber alguna ultracorrección, como en Rafelguaraf, donde se trata del nombre de persona Wa⺆râb.
Apenas necesito observar que esta etimología es una mera posibilidad, que sólo se podrá confirmar o desmentir cuando tengamos el estudio monográfico que naipe necesita22.
DERIV.
Naipera. Naipesco.
1 Observan los orientalistas que la noticia de 1713 habla también de unos «naipes antiguos» diferentes de los portugueses. Estos eruditos, como Himly, siguen hablando del origen chino, aunque en términos condicionales, e invocan razones de tipo iconográfico, simbólico e histórico cuyo valor exacto es difícil de juzgar por el profano.― ↩
2 Según Gasselin sería de uso general en árabe vulgar.― ↩
3 Otras denominaciones arábigas son castizas: wáraq la⺆(i)b ‘naipe’ (propiamente ‘hojas de juego’), šádda wáraq ‘baraja’ (Bocthor), wáraqa ‘naipe’ y la⺆b qumâr ‘juego de cartas’ (Probst), wârqa ‘naipe’ (Griffini), qimâr ‘naipes’ (propiamente ‘juego de azar’ en general) (PAlc.).― ↩
4 Las investigaciones de Merlin (1859), ya muy antiguas, en que se funda Engelmann, no han sido aceptadas por muchos eruditos. Para bibliografía sobre esta cuestión, además del estudio de Himly, V. los artículos correspondientes de las Enciclopedias Italiana y Británica (especialmente la ed. inglesa) y el de la Grande Encyclopédie. Los datos de la Espasa vienen casi únicamente del importante libro de Brunet i Bellet. Por desgracia no está a mi alcance la obra extensa de H. René d’Allemagne, Les Cartes à Jouer, Paris, 1906, que todos califican de básica. La de Catherine P. Hargrave, A History of Playing Cards, N. York, 1930, no tiene carácter crítico y contiene visibles ingenuidades históricas (habla de una llegada de los árabes a Roma y Florencia; por entender mal la teoría común de que los seguidores de Du Guesclin llevaron los naipes hispánicos a Francia invierte los términos); por lo demás, es útil en el aspecto iconográfico.― ↩
5 En el Peribáñez de Lope, el Comendador hace llamar a un pintor para que saque furtivamente un retrato de Casilda en presencia del esposo de ésta: «COMEND.: ¿Traes el naipe y colores? PINTOR: Sabiendo tu pensamiento, / colores y naipe traigo... COMEND.: Pues advierte lo que quiero: / si se parece en el naipe [el bosquejo a su modelo], / deste retrato pequeño / quiero que hagas uno grande, / con más espacio, en un lienzo» (ed. Losada, I, xxvii, p. 120). ¿Se empleaba, pues, en el sentido de ‘cartón’ en general? O quizá sea más bien que emplearon un naipe para disimular mejor.― ↩
6 «Porque la casa del embajador, mi señor, como ya no jugaba, sino guardaba, me valió en casi cuatro años que le serví muchos dineros, en dádivas que me dio, baratos y naipes que saqué, y presentes que me hicieron», Cl. C. III, 201.6. Quizá un naipe rico que darían a los mirones los jugadores afortunados, aunque de ahí se pudo pasar a ‘propina’. Esto me recuerda la frase proverbial catalana treure bon nap d’alguna cosa; Ag., seguido por Fabra, sólo registra arrencar (un) bon nap d’una cosa, en sentido irónico, ‘no sacar provecho alguno, llevar chasco’; en esta forma claro está que se trata de nap ‘nabo’, pero creo poder asegurar que se emplea en la variante indicada arriba y sin matiz irónico, ‘sacar buen beneficio’. ¿Será deformación de naip, palabra hoy olvidada en catalán? Quizá la idea en el fondo sea como la del cast. tener buen o mal naipe ‘tener buena o mala suerte’.― ↩
7 Barcelona, 1886, 200 y pico de páginas, más copiosos apéndices documentales.― ↩
8 Zeitschr. der deutschen morgenländischen Gesellschaft, XLIII, 1889, pp. 415-463.― ↩
9 Una venta del derecho de tener tafurería en 1303 menciona entre otros juegos los de rescha y viralla; Brunet identifica aquel vocablo con gresca, y éste con el cast. baraja, lo cual me parece más incierto, pues la baraja no se llama hoy así en Cataluña (sí baralla en Valencia, pero ¿es castizo?). Las prohibiciones de los juegos de gresca y rifa son frecuentísimas en toda la primera mitad del S. XIV (Himly, p. 418), y Brunet sospecha ahí formas tempranas del juego de naipes.― ↩
10 Le sigue de muy cerca (y aun acaso le precede) el Llibre de les Dones de F. Eiximenis (cap. 54 A f° 41 v°b) «les dones... / o bé juguen als naïps». Es de los trozos en los cuales Eiximenis prosificó un poema narrativo, didáctico. Según el texto que restituyo en mi libro Entre dos llenguatges, vol. I, p. 171, el vocablo está en un octosílabo asonando en í. Si el poema era, como sospecho, del propio Eiximenis, pudo ser algo posterior a dicho año, o algo anterior sí lo escribió de joven; y no se excluye que sea de un poeta anterior, de la primera mitad del siglo. Antes de engolfarme en el aspecto puramente lingüístico, recordaré algunos datos históricos importantes. En Alemania el juego de naipes se menciona por primera vez en 1377, en Francia en 1392. De ahí la afirmación de que en los principales países de Europa aparece casi simultáneamente. De todos modos téngase en cuenta que estas menciones se refieren a casas reales o personajes importantes; el nivel es mucho más popular en Italia y en Castilla, y sobre todo, al menos en los SS. XIV-XV, en Cataluña. Recuérdese también el curioso informe del flamenco Eckloo, en 1540, de que en España el juego de naipes era más general que en parte alguna de Europa; hacía furor, hasta el punto de que en ventas pobrísimas, donde muchas veces ni siquiera se hallaba pan ni vino, no faltaba nunca una baraja. En el mismo sentido de un arraigo popular sumamente firme, debe tenerse en cuenta el hecho de que sólo en España ha sobrevivido la baraja de tipo antiguo (oros, copas, bastos y espadas), mientras en el resto del mundo occidental se ha impuesto la modernísima baraja francesa.― ↩
11 «Jugant a nahips /... cridant com adips /...», p. 78.― ↩
12 Todavía es más clara la variante nehip, documentada en 1476 (Himly, 419), cuya e es normal, según la pronunciación catalana, si era átona.― ↩
13 Claro está que no es oportuno citar los casos de Niebla < Lábla y nivel < LIBELLUM, según hace Jacob, pues ahí se trata de disimilaciones. Tras la l del artículo árabe hay algún caso de diferenciación de la l- inicial al pasar al romance, pero entonces la l se cambia en d (aldifara, p. ej.). Cómo iba a cambiarse l-l en ln si justamente este grupo es desusado en romance.― ↩
14 Buscar simbolismos de este tipo, aunque diferentes, ha sido lugar común, V. los textos citados por Littré y el NED, s. v. tarots. Ya Fdo. de la Torre veía en los palos la equivalencia de las mujeres solteras, casadas, viudas y monjas.― ↩
15 P. ej. la más antigua, ár. nabî, hebr. nabi, ‘profeta’, que además no es lo mismo que ‘adivino’ y difícilmente podía aplicarse al cartomántico, y cuanto menos a sus naipes; lo mismo, nâhib ‘bandido’; y nâȐiba ‘cambio de fortuna’ («vicissitude» en Beaussier), propuesto por C. C. Torrey, MLN XXXIV, 443. Yo mismo había pensado en el ár. nâȐif ‘que excede, que sobresale’, suponiendo, según digo después, que naipe fué primero lo mismo que triunfo, y con el cambio de -f en -p a que me referiré entonces, pero la acentuación primitiva me obliga a desistir de esta idea. En general, hemos de rechazar el prejuicio de Jacob de que entre las dos vocales había de haber un ⺆ain: justamente esto es imposible, porque junto a esta consonante cualquier vocal se abre en vulgar y no puede haber i ni î, sino pronunciadas como e.― ↩
16 Sólo quedaría abierta la posibilidad de un h (no Ƀ ni Ȟ) o de un y. Pero con estas condiciones casi no se halla nada. Modificando la idea de Himly podríamos sugerir nahhâb ‘saqueador, bandido’ (nahhíb en pronunciación granadina), pero falta todo fundamento semántico; la comparación con el lat. latrunculi, que por lo demás es el juego de damas, no es pertinente, pues latro en latín clásico no era ‘bandido’ ni ‘ladrón’, sino ‘soldado’. Otro que apuntaba Himly es Ȑanāyîb ‘colmillos’, que no sería lo peor semánticamente si admitimos la idea de que unos naipes primitivos, anteriores al uso del papel, eran de hueso, como piezas de dominó: la analogía con este juego es mucho más real que con las damas o el ajedrez. Pero Ȑanāyîb (singular náb) es un plural raro, no comprobado en fuentes vulgares (Dozy, Beaussier, R. Martí, etc.): se trata de un «plural de plurales», especie morfológica ajena a los arabismos romances, y de cuya existencia en árabe vulgar dudo mucho. Por lo demás, el hispanoárabe trasladaba la acentuación en voces de esa estructura a la sílaba penúltima. En una palabra, a pesar de la superficial semejanza de naíp con voces arábigas como ɅiaǤǤîb, tubîb, zabîb, etc., y a pesar de la etimología arábiga de AZAR y DADO, todos los caminos parecen cerrados para una etimología arábiga.― ↩
17 El argumento proporcionado a Jacob por Suchier de que aȳ no puede ser antiguo en romance, donde se reduce a e, y por lo tanto hay que partir del árabe, ahora queda anulado con la nueva acentuación. Naïp entra en la serie romance de macip, garip, esgarip, Felip, estrip, equip, etc. La b italiana tampoco es indicio de arabismo, entre otras razones porque naìbi puede ser italianización del cat.-oc. naïps.― ↩
18 V. el testimonio del S. XVI citado por Littré s. v. tarot. ¿Vendrá de ahí el nombre de la sota, identificado con el sota o ‘teniente’ por etimología popular?― ↩
19 También Brunet (p. 223) quería derivar naïp del gr. νƲπιος ‘bobo, infeliz’ (del cual no puede venir, naturalmente) suponiendo para ello que fué juego de niños.― ↩
20 Todavía cabría pensar en la ac. italiana de naibi como juego de niños, juego ingenuo, lo cual ya me parece menos verosímil.― ↩
21 Hoy la terminología catalana de los naipes contiene castellanismos (oros, bastos, trumfos), mas no ocurría así con la antigua (bastons, atots); por el contrario, un término como sota es de procedencia visiblemente catalana en castellano. Una inversión parecida en la corriente lingüística ha ocurrido, p. ej., en la náutica. Como inventores del juego de naipes se nombran dos en la tradición literaria castellana: el Nicolás Pepín (Covarr.), cuyas iniciales permitían la fantástica etimología ne. y pe.; y el más famoso Villán, y mejor fundado, pues a él se refieren simultánea e independientemente Cervantes, Luque Fajardo y Juan de la Cueva (vid. Himly, pp. 437-8). Ahora bien, Juan de la Cueva, citando detalles biográficos, dice que Villán era de Barcelona, y de hecho los apellidos Villa y Vilà(r) son típicamente catalanes. Claro que el valor histórico de esta leyenda es más que dudoso, mas puede ser reflejo algo tardío de una tradición fundada que colocara en Cataluña el punto de partida del juego.― ↩
22 No he consultado las notas sobre naipe publicadas por E. L. S., en Rev. de Arch. Bibl. y Mus. IV, 192, y por Nigra, AGI IV, 269ss., que creo de escaso interés. Dice Himly (p. 420) que en turco nâïb es el número uno en los dados, lo cual no puedo comprobar, pero difícilmente puede admitirse una etimología turca en la Europa occidental del S. XIV. ↩