MEZQUITA, procedente del ár. másǤid, ‘oratorio, templo’ (de la raíz Ǥad ‘prosternarse’), probablemente por conducto del armenio (mzkiƫ), según la forma traída de Oriente por los Cruzados.

1.ª doc.: Aparecería en un doc. catalán inédito de 1094, citado por el P. Sanahuja, La Ciutat de Balaguer, p. 23n.: «omnes meschitas quae sunt infra muros civitatis Balagarii», fecha que sería de suma importancia en vista de lo que digo más abajo, pero debería examinar el doc. un entendido que pueda asegurarnos su fecha y autenticidad. «Ipsam meschitam, que apud agarenos domas oracionis habebatur, Deo in ecclesiam dicavit», 1098, restauración de la Catedral de Valencia por el Cid (M. P., La Esp. del Cid, 1929, p. 877); mezquita, Cid, etc.

Es básico el estudio de David Lopes, Actes du XIVe Congrès Int. des Orientalistes, III, 246-258. Mesquita aparece también en el Conde Luc., en el Libro de Buen Amor, en el Poema de Alfonso XI (881), en la Leyenda de D. Juan de Montemayor (S. XIV, p. 30), etc. En documentos latinos de tierras hispanohablantes leemos mezquita en 1115 (doc. de Alfonso I de Aragón), mesquita en doc. de Toledo de 1126, y el vocablo es frecuentísimo en textos del S. XIII1. Mezquita queda consagrado como forma normal castellana por Nebr. («aedicula Macumethae»), pero existió una forma minoritaria meçquida empleada por el morisco aragonés Puey Monçón (S. XVI), en un código mudéjar de 1462, y en otro ms. aljamiado del S. XVI (Lopes, pp. 248 y 250), meçkida en una profecía morisco-aragonesa de fines del mismo siglo (PMLA LII, 635); esta forma parece haber sido propia del Oriente peninsular, pues metzchida es el más antiguo ejemplo catalán, de 1143 (Lopes, p. 255), y hoy persiste esa forma como apellido en Mallorca y en Valencia, mientras que en el Vallés designa los excrementos humanos empleados como abono2. En Portugal y Galicia se lee varias veces mizquita y mesquita (-z-) desde el S. XIII3. Fuera de la Península aparece misckyta en Sicilia ya en 1179, meshita en un escrito papal de princ. S. XIII, y el it. ant. meschita sale en el Inferno de Dante. En Francia se señala mesckite en los SS. XIV y XV (meschite en poesía de 1376, cita de Du C. y Lacurne), forma probablemente bastante más antigua, aunque evitada por las Canciones de Gesta, que emplean el nombre tradicional francés mahomerie (Roland, etc.); posteriormente, por una etimología popular, se relacionó el vocablo con el nombre de un perfume de origen oriental, el almizcle, en francés musc, mosc (cat. mesc), de donde musquette [1351, Jean Lelong; todavía mosquette en Ronsard] o muscat (Anglure), y consumándose la etimología popular que veía en la mezquita un lugar perfumado de almizcle (como las iglesias lo eran de incienso), el vocablo acabó por tomar la forma de un participio pasivo francés: mosquée, documentado desde h. 1450 (mousquaye en Guillebert de Lannoy; mosquez m. pl. 1506, RF XXXII, 108). De ahí pasó por una parte al it. moschea [2.ª mitad del S. XV], y por la otra al ingl. mosque [moseache, h. 1400] y al alem. moschee [1598; mesquita en 1550, MLN XXXVIII, 405]4. Llamó la atención David Lopes hacia la dificultad fonética en explicar mezquita y formas análogas como representantes hispánicos directos del ár. másǤid ‘oratorio, lugar de adoración, templo’, pues el Ǥ arábigo está siempre representado por j romance5. Sin embargo, no cabe dudar que estamos ante este vocablo árabe, que también era usual en España («oratorium» en R. Martí; «mezquita: mezgít» en PAlc.), y que dejó descendientes indudables directamente trasmitidos en la toponimia y en el vocabulario arcaico: almagid ‘mezquita’ aparece varias veces en las Leyes de Moros de princ. S. XIV, almazchid en otro tratado del mismo carácter del año 1462, Almagede nombre propio de lugar en la Estremadura portuguesa, varios casos de Magide en el Norte de Portugal y en Galicia. Ahí vemos, como era de esperar, el Ǥ transcrito por una palatal, y también el artículo arábigo aglutinado, según la costumbre española; en Sicilia el vocablo se tomó también directamente de la variante vulgar africana masîd [S. XII] dando misil, mesit, misida, misita (1153-1360). Pero la variante internacional con consonante velar no puede explicarse por un préstamo directo del árabe. Es verdad que en una época arcaica el Ǥ arábigo parece haberse pronunciado como oclusiva velar, como en otras lenguas semíticas, pero esta pronunciación parece haber quedado pronto confinada a unas pocas hablas orientales, y hoy se registra solamente era Egipto. Es comprensible, en cambio, que el griego bizantino trascribiera el Ǥ por su fonema velar Ɣ, puesto que el griego antiguo no poseía una africada Ǥ; y es tanto más natural cuanto que esta consonante está fuertemente palatalizada, cuando se encuentra ante ι, en griego moderno. Es, pues, normal hallar como representante de nuestro vocablo en Bizancio μασƔίƌιον desde 730, y variantes análogas μαƔίσƌιον, σμαƔίƌα en el S. X y más modernamente. De estas formas quiere partir Lopes, suponiendo que se trasmitieran a Occidente por vía culta. Sin embargo, además de que no es bien seguro que esta gamma fuese una verdadera velar y menos una oclusiva, aun admitiéndolo así el hecho es que la forma que se trata de explicar tiene una oclusiva sorda. Atinadamente recuerda Steiger (Contrib., 187) el armenio mzkiƫ, forma indudablemente tomada del árabe en fecha muy temprana, quizá de una de las hablas arábigas que pronunciaban el Ǥ como g; en armenio la sorda es comprensible dado el ensordecimiento general que experimentaron en este idioma sus antiguas oclusivas sonoras (Vid. Meillet, Gramm. de l’Anc. Arménien)6; por conducto de una forma griega o directamente del armenio aprenderían el vocablo los cristianos de la Primera Cruzada, en su prolongado contacto con los pueblos de este idioma. De ahí se trasmitiría a Occidente, y no es de extrañar que la gran Internacional Cristiana de los Cruzados la generalizara rápidamente en los países europeos. Es posible, por lo demás, que desde el Imperio de Oriente se hubiera trasmitido ya anteriormente con carácter más o menos esporádico, por vía marítima o comercial, y a ello puede obedecer su aparición en Valencia en un pergamino original de los mismos años en que Godofredo de Bouillon y los suyos peleaban todavía en el Levante; por lo demás nótese que este documento cidiano, de carácter solemne, emplea muchos términos de sabor erudito. Sea como quiera la popularización del vocablo en Occidente se debe indudablemente a los Cruzados.

Sin embargo me comunica el prof. Juan Gil que mezquita ya aparece en un escritor mozárabe (del S. IX o X, creo) y ano documentado en algún ms. coetáneo del autor, que él ha publicado en su edición de los grandes escritores mozárabes. Si provisionalmente aceptamos este dato, que no he podido comprobar, habrá que revisar la doctrina aceptada en este artículo en cuanto a la vía de penetración del vocablo en Occidente. Pero se hace tan difícil reemplazarla por ninguna explicación aceptable, que a pesar de la autoridad del profesor Gil, no puedo menos de mantenerme bastante escéptico mientras se trate de un dato aislado.

Gall. mesquita (o -zq-) ‘brusco’, lat. ruscus, nombre que se la da al NE. de Pontevedra (Cerdedo, Soutelo de Montes), Sarm. (CaG. 131v, 132v, 142v, 159r, A175v); hay La mezquita, casa famosa junto al lugar de S. Martín da Mezquita, hacia Viana do Bolo, y otro S. Vitorio da Mezquita hacia Orense, que aunque desde luego no suponen la existencia de mezquitas en esta zona en época alguna, aludirán seguramente a pobladores de procedencia no católica o por lo menos lejana (aunque no moros y quizá ni siquiera mozárabes), pero no creo que se refieran a abundancia de esta planta; ignoro la explicación semántica precisa del nombre del brusco, que desde luego no puede contener el sufijo diminutivo -ita que es sólo castellano, no gall.-port., y por lo tanto no hay que pensar en derivarla de ALMIZCLE, cat. mesc) ni de MUSGO (lat. mosclum, etc.); y dudo mucho de que pueda venir de mures-quita, como sugiere Sarm., por más que tenga algún fundamento real el informe de Sarm. de que se emplea el brusco (gracias a sus púas) para cubrir la carne muerta, defendiéndola de los ratones, y se llama en it. pungi-topi por esta razón: ni el orden de las palabras, ni el rigor fonético invitan a creerlo; el sinónimo JOVIS BARBA ‘barba de Júpiter’ (de donde el fr. joubarbe y el nombre gilbarbeira que tiene esta planta desde Pontevedra hasta Portugal y Canarias, vid. JUEVES), y el de gaserans (< ár. ȟaȳzorân, BDC XXIV, 15) que lleva en catalán (y más en el Norte que en el Sur de esta lengua) indican que el brusco, por su relativa rareza y su fuerte valor ornamental, tiene tendencia a llevar nombres más o menos celtistas y alusivos a cosas lejanas como lo musulmán y lo pagano: la explicación se hallará también en nuestro caso en alguna creencia folklórica de este tipo, capaz de abarcar cosas de moros, los cuales en el nivel popular han sido en toda época el paradigma de lo exótico y peregrino.

1 Como adjetivo que designa un tipo especial de saetas empleado por moros, en la Gr. Conq. de Ultr., 299b.―

2 Ag. Se trata de una expresión popular de aborrecimiento, análoga a Can Felip por el retrete, tan usual en Cataluña, en memoria de Felipe V, enemigo de los Catalanes. Lo común en este sentido, p. ej. en la Costa de Levante, es mesquita.―

3 Un lugar llamado Sancto Petro de Mezquita aparece una vez en doc. de 986 transcrito en el Tumbo de Celanova (Galicia). Pero no siendo escritura original es dudoso a qué fecha corresponde en realidad, pues hay razón de sobra para sospechar una interpolación posterior, en este dato cronológicamente aislado. Y aun podría tratarse de un homónimo. Hoy el nombre de lugar Mesquita o Mesquitela es frecuente en Portugal: 7 en el Algarbe, 11 en el Alentejo, 5 en Estremadura, 3 en la Beira y uno Entre Duero y Miño (RL XXI, 62). También hay nombres parecidos en el Sur de España; particularmente recuerdo un despoblado Mesquita en el término de Llutxent (Geogr. Gen. del R. de Valencia II, 56), y otro en Castellonet de Borró; otros Mezquita en Alicante, Lérida, Almería, Teruel, Salamanca y Zamora.―

4 Muy defectuoso es el estudio del problema en los diccionarios etimológicos alemanes, ingleses y sobre todo en los franceses de Bloch, Wartburg y Gamillscheg. Todos, prescindiendo de la demostración de Lopes, persisten en ver a España como la puerta del vocablo en Occidente, y achacan a Italia la paternidad de la forma francesa. Comp. Sainéan, Sources Indig. II, 405.―

5 No son verdaderas excepciones unos pocos vocablos, por lo demás sólo documentados esporádicamente casi todos ellos, o en etimologías muy dudosas. El único algo conocido y al abrigo de sospechas es galanga, pero se trata de un nombre de especia trasmitido por canales muy especiales, y por conducto del bajo latín. Vid. el trabajo del propio Lopes en RH IX, 42. Baist, RF IV, 400-1, quiere explicar mezquita por un tratamiento especial del Ǥ tras s, pero de ello no hay casi otro ej. (quizá NESGA), y además no explica la sorda.―

6 Ésta o una forma análoga debió extenderse hacia Oriente, de donde el turco ant. mezgít, y el malayo mísigit (con i intercalada según la fonética malaya), vid. Gonçalves Viana, RL VIII, 13. No está a mi alcance el trabajo que dedicó este erudito a mezquita en los Mélanges Ch. de Harlez.