LECHUZA, ‘ave rapaz y nocturna de unos 35 cm. de longitud, Strix flammea’, antiguamente nechuza, es palabra en cuya formación colaboraron el lat. N֊CTŬA ‘lechuza’ (de donde nuétiga en Santander) y el cast. leche, por la superstición antigua de que la lechuza gustaba de echarse sobre los niños de teta como si los amamantara; es dudoso dónde estuvo el punto de partida del vocablo, aunque por razones morfológicas lo más probable es que *nochuza fuese un derivado despectivo de *nochua (< NOCTUA), después alterado en nechuza y finalmente, por influjo de la citada superstición, lechuza.

1.ª doc.: nechuza, S. XIII, en el ms. bíblico escurialense I · j · 8; lechuza en otro pasaje del mismo y en muchos textos del S. XIV.

Solalinde (Mod. Philol. XXVIII, 92) cita 12 ejs. de lechuza procedentes de la General Estoria, de la Biblia de Arragel (h. 1430), de la de Ferrara (1553) y de otras cuatro biblias conservadas en mss. de los SS. XIV y XV. Además aparece en Juan Manuel (Caza 86.21; Rivad. LI, 250b42), en López de Ayala (4 veces lechuza y 1 lechucha, citas en la ed. del Libro de la Caza por Baist), y más adelante en APal. (74b, 302b, 304b), Nebr., Fr. Juan de Lerma (BRAE XVII, 246) y muchos más1 que no hay por qué citar extensamente, a no ser los siguientes, que aluden a características de la lechuza: su nocturnidad, de donde el adjetivo lechuzo ‘nocturno’2, su mal agüero3, o la creencia popular de que chupan el aceite de las lámparas.

Claro está que ésta no es razón para derivar su nombre del gr. λέκυȎος ‘alcuza’, como hace Covarr., idea imposible por razones fonéticas, y además porque esta palabra griega no existió jamás en romance4. Tampoco puede aceptarse, por lo menos tal como la formularon, la idea de Baist (l. c.)5 y Sainéan (BhZRPh. I, 103) de que viene de leche, a causa de una hipotética superstición que atribuiría a la lechuza la costumbre de mamar o robar leche: la lechuza no es el chotacabras (lat. caprimulgus, cat. cabrer, alem. dial. melker, milchsauger) y las supersticiones en torno de aquel pájaro, bien conocidas, se refieren a otras cosas.

Algunas de ellas, muy antiguas, hacen referencia a la lactancia, pero en forma muy diferente. Para un estudio a fondo de estas creencias me bastará remitir a un artículo de Samuel G. Oliphant6, y por mi parte me limitaré a los testimonios capitales. Un antiguo dramático latino, Titinio (S. I a. d. C), preceptúa proteger con ajos los labios de las criaturas si la strix los oprime tratando de meterles sus tetas entre los labios; Ovidio dice que esta ave busca a los niños desamparados por su nodriza corrompiéndolos (vitiando) en sus cunas y lacerando sus entrañas a picotazos; Plinio, más crítico, después de resumir la superstición relatada por Titinio, comenta: «fabulosum, pues falta saber de qué ave se trata en realidad»7; finalmente San Isidoro nos informa de que se le daba vulgarmente el nombre de arnma porque se cuenta que da leche a los recién nacidos. He aquí, pues, por qué se le llamaba ‘ama’ o ‘nodriza’, y el nombre permaneció vivo en España y Mauritania, testigo el mozár. mam(m)aira, que R. Martí y PAlc. dan como traducción del lat. noctua y de los cast. curuxa y lechuza, y el ár. Ȑumm as-sibyân (-subyâri), propiamente ‘madre de los niños’, que el propio R. Martí y Beaussier nos transmiten como propio de España y de Túnez, respectivamente, con las traducciones noctua y chouette, offraie. Si el pueblo ha creído que la lechuza daba leche a los niños (lac praebere fertur), según S. Isidoro, no es nada difícil admitir que de leche se haya podido derivar lechuza. La forma nechuza que asume el vocablo en el texto más antiguo que lo menciona sería entonces una alteración debida al influjo del sinónimo que voy a mencionar.

En efecto ya el primero de los etimologistas castellanos, el cordobés Francisco del Rosal, escribía en 1601, «lechuza, corrupto de nochuza... que el latino asi mesmo llama noctua y el montañés nuetiga». Nuétiga, con sus variantes nuética, nétigua y muétaga, sigue siendo, en efecto, el nombre que se da a la lechuza en la provincia de Santander (G. Lomas), ñuética en el ast. oriental de Ribadesella (V, s. v. coruxa); Sajambre mo(n)tuviella ‘lechuza’ y otras formas citadas por Fz. Gonzz., 313; para la m- cf. MOCHUELO. Y los descendientes romances de N֊CTŬA son muchos, pues de ahí vienen no sólo los conocidos it. nòttola, friul. gnotul, fr. ant. nuitre, oc. nuecho y nichoulo, sino también el port. noitibó, que representa un diminutivo *NOCTUOLA, con la reducción normal de -oa a e intercalación de una consonante antihiática, en forma análoga al santand. nuétiga. Si el vocablo existe en Portugal, en la Montaña y en el Sur de Francia es sumamente probable que existiera asimismo en Castilla, situada entre estas zonas, y está claro que N֊CTŬA habría dado *nochua o algo análogo. Además se conservó NOCTUA no sólo en Santander y Asturias, sino también algo más al Sur: nueta ‘lechuza’ en Tierra de Campos (Centro y Sur de la prov. de Palencia, RDTP II, 482); vid. también MOCHUELO. Lo poco común de la terminación -UA fué causa de los varios «cambios de sufijo» que experimentó el vocablo en Santander y en otros lugares (Téramo nòttice), y en particular ayudó a que asumiera una terminación diminutiva, hecho natural, así como así, en todas partes (comp. alem. käuzchen, fr. choutte), tratándose de una ave pequeña por comparación con su congénere el buho: de aquí el nombre portugués, la variante en -ULA que sirvió de base a las formas italiana, friulana, francesa y occitana, y de aquí otras ampliaciones como el poschiavino noitaröula. Nada sorprendería, pues, que de *nochua se formara el diminutivo-despectivo nochuza, disimilado en nechuza, que vemos en Rosal y en la Biblia del S. XIII. Éste se alteraría luego en lechuza por influencia de la superstición estudiada.

Es difícil decidir definitivamente entre las dos posibilidades. Conviene advertir que según el erudito estudio de Oliphant los latinos confundían en el nombre de strix el murciélago y la lechuza; Oliphant llega a afirmar que strix sólo significó ‘murciélago’ en la Antigüedad, lo cual debe de ser exagerado8, pero es seguro que en el conjunto de mitos tejido alrededor de la strix están confundidos los dos animales, con predominio de las características del primero en la época más antigua9; sobre todo, y por ignorante que sea el vulgo, sería difícil hacerle creer que una ave tiene tetas, de modo que un nombre como mamaira, que tan claramente alude a las mamas, se aplica mucho mejor al murciélago. Probablemente habrá habido buen número de confusiones individuales, y trasmisión del nombre del uno al otro. Teniendo en cuenta estos hechos debemos precavernos contra la posibilidad de que la tradición, en la zona hispánica y la musulmana colindante, fuese, si no determinada o creada, por lo menos ayudada y acompañada por la alteración de nechuza en lechuza. Todo ello aumenta nuestra duda de que en su origen lechuza fuese un mero derivado de leche. Para aclarar problema tan enredado será preciso acudir al auxilio de la morfología.

Como derivado de leche en el sentido de ‘amamantadora’ el vocablo lechuza tiene mucho de sorprendente. Si gentuza viene de gente, carduza de carda, caperuza de capa, carnuz y carnuza de carne, pajuzo y terruzo y testuz(p) de paja, tierra y testa, es siempre en calidad de despectivos-diminutivos, y sería difícil o imposible hallar derivados donde el sufijo -uzo, -uza, sirva para indicar un ser caracterizado por dar lo que expresa el primitivo. El caso de lechuzo ‘muleto de menos de un año’ es también diferente, pues éste como el lechón se distinguen por estar recibiendo este alimento, y así como se les llama mulo o cerdo de leche, también se le pudo formar un nombre con el derivado de este sustantivo; como nombre de la nodriza sería más difícil de concebir una denominación *lechiza o *lechuza, pues lo que la distingue de las demás mujeres no es el tener leche (que también la tiene la madre), sino el darla a niños ajenos: a ella y al animal que se le compare le conviene más una denominación derivada de un verbo (nodriza de NUTRIRÉ, etc.). Puesto que -uza es sufijo que no hace más que agregar el matiz despectivo-diminutivo al vocablo a que se aplica, como carnuza de carne o gentuza de gente, es más natural que el primitivo de que vendría nechuza fuese ya el nombre de la misma ave, en nuestro caso NOCTUA.

Para terminar advertiré que el cambio de n- en l- pudo iniciarse en nuestro vocablo con carácter meramente fonético, puesto que existe una variante lechuzna10, bien documentada en el glosario del Escorial, como traducción de noctua y de nyeticorax; y este lechuzna pudo salir de *nochuzna por una mera disimilación. En cuanto a esta alternancia de sufijos es hecho muy análogo al de espeluznar junto a espeluzar, y gollizno junto a gollizo11. Como prueba de la frecuencia del cambio de n- en l- por disimilación me bastará recordar LUCHARNIEGO (otro derivado de NOX), LAVANCO y, por otra causa, LAVAJO.

DERIV.

Lechuzo, como nombre de ave, en la Arg. (Draghi, Canc., p. 226; ‘nyctalops accipitrium’, Sabella, Geogr. de Mendoza, 138, 147); como adj., ‘nocturno’, V. arriba; ‘hombre que anda en comisiones’ [Aut.].

1 Aut. cita en dos autores del S. XVII; Pagés en Saavedra Fajardo; Cej. VII, § 67.―

2 Requiebro lechuzo en Vélez de Guevara (Fcha.); «infelice estado de los músicos, murciégalos y lechuzos, siempre sujetos a semejantes lluvias y desmanes» (se refiere al chaparrón recibido por unos tocadores de serenata), La Ilustre Fregona (Cl. C., p. 276).―

3 «Si uno va en negocios y topa zurdos, se vuelve como si topara un cuervo o oyera una lechuza», Quevedo (cita en RFE XVII, 172).―

4 Ciertas denominaciones romances parecen responder a esta idea, como el oc. beu-1’òli, aunque falta saber hasta qué punto no es éste una alteración por etimología popular del nombre catalán òliba, òvila < germ. ÙWWÌLA (V. mi artículo en los Mélanges M. Roques). Sea como quiera no sé que en parte alguna se le haya llamado precisamente ‘alcuza’.―

5 En RF XXXIV, 469, puesto sobre la pista por el artículo de Simonet, redacta la idea en forma diferente, pero ambigua.―

6 Transactions and Proceed. of the Amer. Philol. Assoc. XLIV, 133-149; XLV, 49-63.―

7 «Ubera eas infantium labris immulgere» (lo cual entiende mal Simonet como si fuese «solían chupar los pechos de los niños»), «sed quae sit avium constare non arbitror».―

8 Nótese que Ovidio la describe como ave de gran cabeza y «stantes oculi» o mirada fija, lo cual conviene mucho mejor a la lechuza. Otras características citadas por Ovidio y otros aluden claramente al murciélago, como el ponerse cabeza abajo y patas arriba, y permanecer sin comida durante el invierno.―

9 El pueblo sigue confundiéndolos muchas veces. En mis encuestas dialectológicas por Gascuña y Cataluña he tropezado a menudo con este quid pro quo. Y quizá ocurre lo mismo en zonas muy lejanas, pues el nombre árabe oriental de la lechuza que cita Cañes (ȐabūǤah, propiamente ‘padre o sujeto de la dignidad’) se parece extraordinariamente al que lleva el murciélago en Argelia según Ben Sedira (Ȑabū Ǥlîda ‘padre de la firmeza’).―

10 Lechuzna debe de ser usual en murciano, pues en el valenciano fronterizo de Monóvar se dice llechusna (Amancio Mtz. Ruiz, Cañís y Canisaes, p. 93).

11 Claro que sería inverosímil suponer un *NOCTȢCէNA ‘la que canta de noche (noctu)’, por muy tentador que parezca. Nuevas formaciones compuestas de este tipo no se crean ya en el latín vulgar tardío, y por la misma razón no se puede aceptar al pie de la letra la idea de Piel (Biblos XXI, 12-13) de explicar el port. noitibó por NOCTI-VOLA, aunque el influjo de vo(l)ar pudo ayudar a la formación de la labial antihiática.