LATA, ‘vara o palo largo’, del b. lat. ant. LATTA íd., vocablo común con el céltico y el germánico, que debió tomarse de una de estas dos familias lingüísticas, quizá de la primera; en cuanto a la ac. ‘lámina de hierro o acero estañada’, no se ha estudiado bien su historia, mas parece ser extensión de la otra, quizá pasando por ‘fleje, tira de chapa de hierro’; esta ac. es más antigua en italiano y en francés y debió tomarse de uno de estos idiomas.

1.ª doc.: 1.ª ac. S. XIII, Fuero de Teruel (ed. Gorosch, s. v.); 2.ª ac. 2.° cuarto S. XV, Diez de Games.

En la primera ac. falta en los diccionarios de la época clásica y preclásica; Aut. define «latas: los palos sin pulir, y como se cortan de los árboles, que sirven para formar las techumbres y mantenerlas, atravesando o texiendo en ellas otras ramas más delgadas, sobre las quales se colocan las tejas», citando el ej. del Soldado Píndaro «apenas entramos a una sala, quando con lanzas de pendones, varapalos y latas nos... empezaron a sacudir el polvo»; agrega que en la Náutica son «vigas de las cubiertas superiores» y cita el Vocab. Marít. de Sevilla (1696). Hoy el vocablo está arraigado en muchas partes: me dicen que en Valsaín (Segovia) designa un tronco de árbol plantado, pero sin ramas; en Plan y Gistáin (Huesca) es la caña de pescar (BDC XXIV, 173)1; en León «varal; palo largo que sujeto por sus extremos a dos puntos de apoyo sirve para colgar la ropa recién lavada u otros objetos» (Puyol, RH XV, 5); Santo Domingo ‘vara larga’ (Brito); Cuba ‘en el campo,... palo grueso, en bruto, colocado horizontalmente sobre horquetas de quita y pon, para impedir el paso’ (Pichardo; Ca., 170); Méjico ‘árbol largo y delgado, como ciertos abetos de los bosques que rodean la capital’ (oído allí); Tucumán ‘cierta planta silvestre que florece’ (F. Burgos, La Prensa de B. A., 26-X-1941); etc.; Cej. VII, § 5. Es también portugués: lata «cada uma das varas ou canas transversais da parreira; renque de videiras altas, dispostas em armaçƟo, aos dois lados do caminho; caibro; trave que atravessando a nau, sustenta a coberta superior», con ej. clásico en Moraes; latada ‘parra’, ya documentado en los primeros años del S. XVII (Bluteau); Viana-do-Castelo lato «caibro ou vara de madeira apodrecida na vinha e que só serve para queimar» (RL XXVIII, 272). En catalán es muy vivo en la ac. ‘cada uno de los maderos estrechos que, puestos perpendicularmente a los cabríos, sirven para sostener las tejas’, de ahí ‘varita flexible de abedul empleada para hacer cestas’ (así en el Alto Pallars) y después ‘pleita de esparto o de cáñamo’, especialmente viva en Baleares (llatra) y en Tarragona y Valencia, donde llata ya se documenta en esta ac. h. 1460, en Jaume Roig (n. 7532); en otra ac. según veremos, ya aparece en el S. XIII. Además oc. y engad. lata, fr. latte «pièce de bois longue, mince et platte, servant à faire des cloisons, des treillages, etc.» [S. XII]. Aun cuando el vocablo está documentado muy antiguamente en catalán y en galorrománico, la naturaleza de su significado lo hacía poco apto para figurar en la literatura medieval y para atraer la atención de los lexicógrafos, y dado el arraigo general y popular en la Península me inclino a creer que es palabra autóctona en hispano-portugués, contra lo que parece sospechar M-L. (REW 4933), comp. vasco lata ‘armazón del tejado’, ‘seto de madera’, ‘tabla’, ‘tablón’, ‘cancilla, puerta de los campos’, vivo en todos los dialectos y con copiosa derivación (Azkue). En cuanto a la 2.ª ac. aparece varias veces en las dos partes del Quijote y en Oudin («lata, oro de lata: or faulx, laiton», «hoja de lata: lame de laiton et de fer blanc»). Aut. trae lata y hoja de lata, con ej. de éste en 1680, y manifiesta que hasta entonces se traía de Alemania, hasta que bajo Felipe V se obtuvo en España el secreto de su fabricación; Cej., Voc., sin indicar fuente, afirma que se importaba de Alemania y de Milán. Es ac. común con el portugués, pero totalmente ajena al catalán (que emplea llauna, vid. LAJA; en Valencia llanda) y a la lengua de Oc. En francés suele decirse fer-blanc, pero existe latte en la ac. «bande de fer plate, telle qu’elle arrive de la forge». En italiano lana es más vivo en esta ac. y está allí abundantemente documentado desde el S. XVII por lo menos, y además lo hallamos a mediados del S. XIV en Frate Simone da Cascia aplicado a una ‘hoja o lámina de cualquier metal’. Puesto que consta que en España se importó del extranjero la hoja de lata hasta principios del S. XVIII, es casi seguro que el vocablo es extranjerismo; García de Diego (RFE XI, 342n.) afirma que se tomó del francés, lo cual al fin es posible, pues Francia podría ser el país de origen para toda la Romania, pero como esta ac. está mejor afirmada en Italia y las noticias de la importación no se refieren a Francia, sino a Alemania y a Milán, es más probable que la fuente inmediata de la voz española sea el italiano. De todos modos apenas cabe dudar de que lata ‘hojalata’ es aplicación traslaticia de lata ‘madero plano’, tanto más cuanto que antiguamente parece haber designado una especie de fleje o tira de chapa de metal, que fácilmente podía compararse con una vigueta2: «seront tenus de livrer late de douves, tout comme il en convendrá pour la dite couverture», S. XIV (Littré); «la... barcella deu ésser fassida per totes les ores de la barcella de lates de ferre, e una lata de ferre deu passar per mig de la barcella, que tenga e sia fermada de la una ora de la barcella tro en l’altra», Costumbres de Tortosa (S. XIII), ed. Oliver, p. 400. Ahora bien, siendo esto así, como en Italia no se halla latta en su ac. primitiva (sólo lata en bajo latín genovés, vid. Rossi), deberemos admitir que se tomó de Francia.

En definitiva, pues, el área propia del vocablo en romance parece comprender toda la Península Ibérica, toda Francia, y quizá los Alpes centrales y otros puntos de la alta Italia. La más antigua documentación se halla en el Liber Glossarum, compuesto en España en la primera mitad del S. VIII, donde encontramos la glosa «assares: lattas», semejantemente «lattas: asseres», en el Glosario de Ripoll, unos 200 años más tarde (Rom. XLVII, 440). Además del romance el vocablo existe en a. y b. alem. ant. latta, alem. latte ‘tabla delgada, vigueta; ripia; estaca; listón; lata del techo; árbol largo y recto’, neerl. lat, ags. lætt; por otra parte irl. ant. y mod. slat f. ‘varita’, galés llath o yslath ‘varita’, ‘lata’, ‘pértiga’, bret. lâz «perche, gaule», que juntos suponen una base céltica *SLATT. La relación entre las palabras germánicas y las célticas ofrece un problema difícil. Por lo pronto el consonantismo de los varios dialectos germánicos no se corresponde correctamente, pues a las formas del anglosajón y bajo alemán correspondería en alto alemán latza, que efectivamente está documentado, pero sólo en el dialecto mittelfränkisch; por otra parte también se halla laththe en inglés medio (hoy lath), que podría explicar la forma del alto alemán, pero entonces quedaría sin explicación la forma anglosajona (donde correspondería -th); Thurneysen (Keltorom., 66) afirma, por el contrario, que el ingl. lath(the) es préstamo céltico, y declara ignorar si lo son las demás formas germánicas. Los germanistas vacilan y recurren a expedientes quizá posibles, pero complicados y dudosos, para obviar la dificultad (Kluge, ARom. VI, 306; Etym. Wb., s. v.). Por otra parte, como la L- germánica no corresponde fonéticamente a SL- céltica, se haría preciso admitir que en esta raíz alternaban L- y SL- en indoeuropeo, según ocurría, efectivamente, en algunos casos. Pero estando el vocablo germánico documentado solamente en los dialectos occidentales, y habiendo dificultades fonéticas, más sencillo es admitir que la voz germánica es un celtismo o romanismo, puesto que al fin y al cabo el vocablo se documenta por primera vez en país tan alejado de Germanía como es España; así lo hace V. Henry; y Jud (Ründner-Monatsblatt, 1921, p. 45) se inclina por lo mismo admitiendo que la reducción fonética de SL- a L- se producía ya en galo tardío, por lo menos en ciertos dialectos3. Debemos dejar el problema en manos de los especialistas, pues es cuestión complicada: la existencia del germ. LATHAN- ‘tabla’ (> alem. laden) parece indicar que había realmente una alternancia indoeuropea SL- ~ L- en esta familia, de suerte que no es extraño que lingüistas de tanta autoridad como Pedersen (Vgl. Gramm. d. Kelt. I, 84, 185) y Walde-Pokorny (II, 382) admitan el carácter autóctono del vocablo así en germánico como en céltico; y por otra parte no debemos rebajar la fuerza de las razones que inducen a sospechar un celtismo en germano4. Seria bueno averiguar este punto, pues de él podría depender el origen que atribuyamos a la familia de voces romances, que ha de estar tomada, bien del germánico (como quisiera Wartburg, en Bloch2) o bien del celta. De todos modos esto último parece mucho más probable, admitiendo la hipótesis citada de Jud, dada la extensión geográfica del vocablo romance, la falta de documentación en gótico (lo cual dificultaría la explicación de las formas hispánicas a base de un étimo germánico), y aun la índole del significado, poco en armonía con el que suelen tener los germanismos romances5. Comp. LÁTIGO.

En el sentido de ‘discurso o cosa fastidiosa’ lata se documenta por primera vez en 1882-3, y posiblemente ya h. 18776, y deriva probablemente de lata ‘varal, palo largo’, en cuanto se empleaba para golpear (tal como figura en el ej. citado el Soldado Píndaro), en forma parecida a como han tomado este sentido los amer. macana, macanazo, el port. maçada ‘lata’ o el cast. porrada ‘pesadez, necedad’ (dar la lata sería primero ‘golpear, aturdir’ y de ahí ‘aburrir’): según ha indicado convincentemente D. Alonso, BRAE XXXIII (1953), 351-88 (latazo puede derivar directamente de lata ‘palo’ o ser aumentativo de lata ‘fastidio’ como bromazo de broma).

DERIV.

Deslatar. Enlatar. Llatar, leon., ‘cercado que se hace con troncos sostenidos horizontalmente’ [Acad. 1884, no 1843]. Latería ‘conjunto de latas de conserva’, cub. (Ca., 233). Latero ‘el que da la lata’ [1895, Unamuno]; latoso ‘pesado’ [1907, íd.] latear amer. ‘dar la lata’; para latazo ‘cosa fastidiosa, lata grande’ [Acad. falta aún 1947, mientras que lata ya está en 1914], V. arriba.

1 Ac. que es común con el gasc. lata, late (Arán, Bearne), y con el cat. pallarés llata (BDC XXIII, 273).―

2 Además nótese que el fr. latte designa también un sable largo, e igualmente el cast. lata en la Arg. (Tiscornia, M. Fierro coMent., vocab., s. v.), en el cual era fácil la comparación con una varita; de ahí pudo pasarse también a ‘hoja de metal cortante’ y después ‘hoja de metal’ en términos generales.―

3 Aquí tocamos el problema de la existencia de la lenición en galo tardío. Se trata de un conjunto de fenómenos que se producen sobre todo en el céltico insular, en fecha ya antigua; en cuanto a la s, el fenómeno es anterior en gaélico a los primeros documentos (S. VIII) y en britónico se documenta desde el S. VI, pero las alteraciones de esta consonante debían arrancar por lo menos de los últimos siglos de la Antigüedad, pues no sólo el fenómeno estaba consumado en el momento de la invasión de Inglaterra por los anglosajones, sino que los latinismos del celta nos muestran que ya durante la ocupación romana la s céltica no era igual a la latina. En cuanto al celta continental, el caso se ha juzgado diversamente. Kleinhans y Pedersen, en Litteris II (1925), 87, están de acuerdo en que el cambio de sl en hl no está probado ni en cuanto al galo tardío. Pero al servirse de este argumento para rechazar la etimología que Jud había propuesto para el fr. dial. y ant. amblais ‘vencejo vegetal empleado para sujetar el yugo al arado’, a saber *AMBI-LATT-IOM, derivado de nuestro *SLATTA, lo hacen sólo con carácter auxiliar; su razón principal es que las formas romances postulan una base en -ATIU o -ATU, y por lo tanto el segundo elemento del vocablo ha de ser el participio LATO- de la raíz verbal LA- ‘poner’, a lo cual es preciso asentir (según reconoce el propio Jud, Rom. LII, 340, n. 6). Con posterioridad se han señalado, y aun con cierta abundancia, una serie de hechos que parecen probar la existencia de fenómenos de lenición en galo. J. U. Hubschmied ha reunido muchos en VRom. III (1938), 108-36. Sin duda todos los ejs. de Hubschmied son más o menos discutibles; es más, un buen número de ellos es muy dudoso y aun posiblemente falso, sobre todo en el material toponímico, también en algunas etimologías sueltas de nombres comunes. Pero quedan otros que difícilmente se podrán negar. Uno de los más notables es el tipo SLEUDIA ‘trineo’, que se extiende desde Gascuña hasta el Friúl, y desde la Alta Italia y Provenza hasta Bélgica (valón sklûze), está documentado en glosas manuscritas por lo menos desde el S. IX, y hoy subsiste en bretón y en gaélico: ahora bien, la gran mayoría de las formas romances empiezan por l- (Hubschmied, Zeitschr. f. dt. Mund. XIX, 188; Jud, Rom. LI, 456; Rohlfs, ASNSL CLXV, 83-86; Corominas, Vocab. Aran., s. v. lübya). Pero Hubschmied da otros ejs. claros para SL- (l. c., 111-4), SN- (115-7) y -S- intervocálica (108-110); los de S- ante vocal son más discutibles, pero quizá aceptables, y aun puede agregárseles el que me parece más convincente, asia documentado en Plinio en vez de *SASSIA (V. aquí JEJA). Y hay todavía más consonantes gálicas probablemente afectadas por la lenición. No sólo los casos numerosos y en gran parte seguros reunidos por Hubschmied para la -M- (pp. 117-136) y alguno que ya había admitido el propio Pedersen (Borvo, cervesia, en Vgl. Gramm. I, 168, n. 7). Jud, Wartburg y todos, según creo, están de acuerdo en identificar el tipo engadino rai ‘criba’, que por la Valtelina y Vaud se prolonga hasta el Franco Condado, Lorena y Valonia, con el oc. y frprov. drai del mismo significado, que también se extiende a través de los Alpes hasta Gorizia (Jud, BDR III, 66-67; ZRPh. XXXVIII, 64; Wartburg, FEW III, 153), y todos coinciden en reconocerle origen prerromano, en vista de la inicial no latina DR-, pero es probable que tenga razón Jud al atribuir la caída de la D- a la lenición gálica, dada la gran debilidad de la D post-vocálica (en medio de palabra o en posición inicial) en las lenguas célticas (Pedersen I, 110). El cat. bèrbol, aveyr. emberbesit, Champsaur, Barcelonnette, Aix bèrbia, bèrbi, bàrbia, genov. zerbia, ‘herpes’, parecen suponer galo *ERBէCE, -էCA, junto al tipo DERBէTA, -էCA, -էCE, admitido en el FEW III, 46, y por Pedersen, Litteris VII, 24. Junto al tipo prerromano *DARBON- ‘topo’, ya documentado en el S. V, existe una variante arbon, zarbon, Ȥarbon, que se extiende por los departamentos de Isère, Saboya, Ain, Jura y el cantón de Ginebra; quizá tenga razón Schürr (ZRPh. XLVII, 508) al explicarlo por influjo del tipo oc. garri ‘ratón’ que en el punto más meridional de Saboya figura en el ALF en la forma áryo, pero nótese que éste es el único punto en que coinciden (o quizá sólo lindan) las áreas de los dos vocablos, pues la de garri es exclusivamente occitana, y no francoprovenzal, con esta única excepción, a juzgar por FEW IV, 71b; de suerte que deberá tenerse en cuenta la posibilidad de un fenómeno de lenición que explique zarbon y variantes. Tanto más cuanto que entre vocales hay casos bastante claros, por lo menos tras ? grisón schlieusa ‘trineo’ parece suponer *SLEUZA (Hubschmied, p. 112, n. 3; lo mismo diría yo del rouergat leusó), mientras que la forma lébio, libio, lúbio, que se extiende por toda Gascuña, supone una base *LEU(D)IA > *LEVIA, que es inverosímil separar (como quisiera Rohlfs) del LEUDIA de otras partes, atribuyéndole un étimo diferente. En vasco: lea en Salazar, lega en Lezaca (NO. de Navarra) y en todo el centro y sur del guipuzcoano, lĩa o lia en Suie y Garazi (b. nav.), liga lab., lera lab., bazt., salac, Lezaca y en el centro y SO. del guipuzc, liña en Garazi (b. nav.). En gasc. y vco. hay, pues, caída total de la -D-. Y el caso quizá se repita en el cast. NAVA, que reaparece en Lombardía, Liguria, Córcega, Véneto y Friúl, según subrayó recientemente Bertoldi, y en la toponimia grisona (Schorta, VRom. VI, 17), y que varios han relacionado con el tipo NAUDA, sinónimo que hallamos en occitano, francés y bretón; V. últimamente, en este sentido, Battisti, Diz. Topon. Altoatesino I, 139; el étimo *SNAUDA reaparecería en el celta insular según Hubschmied (p. 115). También el fr. (ant.) borne, bosne, ‘mojón’, parece representar una pronunciación BOBINA ‘montón de piedras’ (> bózina) en lugar del BODINA que postulan el irl. ant. buden, galés byddin, ‘tropa, batallón’ (< ‘montón de gente’); comp. lo dicho acerca de este vocablo en LAJA, y comp. el tipo *MŬZէNA ‘montón de piedras’ documentado en dialectos alpino-lombardos (REW 5800). Creo que hay que admitir para el galo tardío la existencia de ciertos fenómenos comparables a la lenición, sobre todo en condiciones especiales como SL- o en posición intervocálica, y me parece excesiva la negación absoluta que hace Pokorny en su trabajo reciente de VRom. X, 254-67 (cuyas explicaciones de CERVESIA y savart son inverosímiles), aunque Pokorny tiene razón al reaccionar contra toda aplicación general y al reprochar la falta de crítica con que procede Hubschmied en tan delicados problemas.―

4 V. Henry cree que *SLATTA viene del mismo radical que el irl. ant. slaidim ‘golpear’, bret. laza ‘matar’, admitiendo que sale de una raíz SPLAD- «sólo representada en los más antiguos dialectos germánicos»; entonces el préstamo celta en germánico sería seguro. Pero no veo a qué raíz puede referirse, si no es la del a. alem. ant. spaltan ‘hender’ (eslavón rasplatiti < -poltiti, Walde-P. II, 678), que no corresponde bien a su descripción. Para la posibilidad de que la base céltica *SLATTA pasara al vasco eslata ‘vallado’ (registrado por Azkue sólo en Marquina, vizc.), vid. M-L. y Spitzer, RIEV XV, 388-9, y XVII, 97. No es seguro. Para una interpretación negativa del mismo hecho, no menos insegura, vid. Bähr, RIEV XVIII, 163. Es preciso dejar la cuestión en manos de los vascólogos.―

5 El importante estudio de D. Alonso, que cito en seguida, publicado mucho después de escribir este artículo, al aportar (pp. 365-75) muchos más datos semánticos sobre la difusión de las acs. rurales de lata ‘palo’, ‘ripia’, confirma decididamente el carácter autóctono de lata en hispano-portugués. En cuanto a lata ‘hoja de lata’, la documenta Alonso (en las dos variantes lata y hoja de lata) ya en Díez de Games, junto con hoja de Milán [1528] y hoja de Flandes [1561], y no llega a conclusiones decididas en cuanto a su origen (pp. 375-9), si bien sospecha que pudo empezar por designar una chapa delgada de madera (sin probarlo históricamente) o que se relacionara a lata con latón, como si éste fuese derivado de aquél, y así se aplicara primero a una hoja de metal dorado (de lo que hay prueba en la Celestina ―vid. cita en la p. 379―, y más arriba la he dado en Oudin); esto último debió de ayudar, pero el texto que he citado de las Costumbres de Tortosa documenta como más antiguo y sin duda más básico el paso por ‘fleje de metal’.―

6 En catalán dicen algunos, recientemente, llauna, en este sentido, por un calco semántico del castellano, como si se tratara de lata ‘hoja de metal’, pero otros emplean en catalán el castellanismo desembozado lata.