LAJA, ‘piedra naturalmente lisa, plana y de poco grueso’, ‘piedra pizarrosa’, tomado del port. lage o laja (también lagem, lágea) íd., y éste del hispano-latino LAGĔNA íd., de origen incierto, probablemente del céltico, donde designa una lámina u hoja de metal (galés llain ‘hoja de metal’, ‘espada’, gaélico escocés lann ‘la hoja de una espada o cuchillo’, irl. ant. laigen ‘lanza’).

1.ª doc.: med. S. XVI, Fz. de Oviedo (Cej. VII, p. 165) y en varios cronistas de Indias de esta centuria.

«Dieron con el navío sobre una laxa y metióse entre dos piedras» en una relación anónima de este siglo (Col. de Docs. Inéd. del Arch. de Indias V, 145); A. Rosenblat me dice que se lee también en Sarmiento de Gamboa, que escribió acerca de su viaje al Estrecho de Magallanes en 1580; Aut. cita ej. de la Historia de las Indias de A. de Herrera (1601) y del Pasajero de Suárez de Figueroa (1617), ambos en narraciones de viajes por mar; el último pudo beber en fuente americana, pues escribió un libro histórico sobre el Perú, y, en efecto, sería fácil hallar más ejs. en cronistas de Indias. Sin embargo, el uso del vocablo no era exclusivo de allí, pues M. Alemán lo empleó muchos años antes de trasladarse a Méjico, y lo hizo con referencia a Italia, al explicar que las calles de Florencia estaban empedradas de grandes lajas (G. Alfarache, Cl. C. III, 236.12).

Y es que laja en castellano era esencialmente voz de marinos, como sigue siéndolo hasta hoy: Lorenzo y Murga lo califican de término de hidrografía o pilotaje, y la Acad. (1843-99) explica que es «peña que suele haber en la barra o boca de los puertos de mar; como la de Cartagena»; desde este uso náutico pasaría al lenguaje de Sevilla, de donde era Alemán, y desde Cartagena se extendió a la sierra de su nombre, según noticias de los geólogos L. de la Escosura y L. Mallada1, pues allí es nombre popular de un mineral.

Aunque ha sido empleado recientemente por otros geólogos de España, la toponimia nos demuestra que no es ahí donde arraiga, a no ser en Galicia, que nos ofrece una cincuentena de localidades llamadas Laje(s) o Laja(s), en contraste con la absoluta falta de tales nombres en el resto de España, salvo el caso marítimo de Cartagena; por otra parte hay abundantes ejemplos del topónimo (La) Laja, (Las) Lajas y derivados, en Filipinas, en Canarias2 y en todos y cada uno de los países hispanoamericanos, y ahí es, en efecto, donde la palabra es viva y popular como apelativo. Esta distribución geográfica es ya indicio claro de que laja es vocablo portugués, extendido al uso náutico castellano y de ahí a América3, y tal deducción se vuelve segura al tener en cuenta la documentación filológica gallegoportuguesa.

El b. lat. lagena se halla en port. en doc. de 1060, dos veces, y en otro de 1258, el diminutivo lagenella o lagenela aparece en uno del S. X y en otros de 1092 y 1258, y el derivado llaginosa en 957 y 985, lagenoso o laginoso en el S. XI4. Con posterioridad hallamos el femenino lage, bien vivo hoy en Portugal y documentado desde la primera mitad del S. XVI, en otros puntos laja5, y son frecuentes y antiguas las variantes lágia (así en ley del S. XIII anterior a 1210, PMH, p. 543), lágea (JoƟo de Lucena, a. 1600) y lágem (LeitƟo d’Andrade, h. 1600); en Galicia laxe, f. «losa o piedra» (Sarm. CaG. 155r; Carré), especialmente la ‘losa sepulcral’ (Castelao 43.21, 249.7); derivados port. lagear ‘empedrar con lajas’ [S. XVII], lagedo ‘cantera de lajas’ [íd.]. Así las antiguas formas documentales como el paralelismo de estas variantes con várgem ~ varge ~ várzea = cast. bárcena, y con vage ~ vágem -o vága VAGINA, nos muestran que la base común ha de ser LAGĔNA O *LAGէNA, y que lage, laja y lágem no son más que diversas reducciones de lága. Indiqué ya todo esto en RFH VI, 161-3.

Averigüemos ahora el significado preciso del vocablo. Como término de pilotaje, según el citado diccionario marítimo castellano, es un «bajo de piedra que forma hojas, capas o filos, como la pizarra»; en la Sierra de Cartagena designa un esquisto arcilloso y bituminoso (Escosura), o un estrato cristalino formado por «filadios» (Mallada), palabra que a juzgar por su etimología debe designar un mineral hojoso; en San Juan y Mendoza (Arg.) hay canteras de piedra laja, mineral que se utiliza para el revestimiento de las fachadas de grandes edificios6, en el Noroeste del mismo país los indios hacen una especie de morteros (conanas) con una laja o lámina de piedra de superficie plana7; en Chile define Medina «piedra arenisca apizarrada y cortante que se halla en capas horizontales sobrepuestas, bastante dura»8, para Montenegro es «lasca» (es decir, ‘trozo delgado desprendido de una piedra’) y también «piedra rodada»9, y en este sentido emplea lajuela Guzmán Maturana10; en Venezuela es una roca granítica aplanada (Alvarado); en Colombia se aplica a una roca de un promontorio sobre la cual se refugia gente huyendo de la crecida de un río11; en Honduras vale «sustancia terrosa, blanquizca, que sirve a las mujeres para fregar los trastos de cocina» (Membreño). Veamos, por otra parte, el gallegoportugués: los gallegos definen «piedra llana con que se cubren los pavimentos» («losa o piedra» Sarm. CaG. 155r, 130v), los portugueses «táboa, lousa de pedra lisa por cima, e plana o quasi», en la Sierra de la Estrella se llama lages una era hecha artificialmente con grandes losas de piedra cortadas en ángulo recto (Messerschmidt, VKR IV, 157). Es fácil ver que en todas partes se trata fundamentalmente de una piedra pizarrosa en forma de láminas o losas planas.

Ahora bien, en Moratalla se llama láguena a una piedra pizarrosa, en Murcia al detrito de la misma empleado para solar los terrados (G. Soriano), y en la Sierra de Cartagena la láguena se describe como el producto de la desagregación de las pizarras micáceotalcosas (Mallada), o como la tierra que resulta del desmoronamiento de la laja (Escosura). Luego salta a la vista que el murc. láguena no puede separarse de laja y de su étimo *LAGĔNA. Por otra parte, agrega Mallada que en vez de láguena en Granada dicen launa, la Acad. (ya 1843) nos informa de que en la Alpujarra launa es una «tierra o especie de barro blanco de que usan en vez de teja para cubrir los tejados»12, y Gonzalo y Tarín (cita de Pagés) dice que la launa es una tierra de color negro azulado que resulta de la descomposición de las pizarras; claro está que este and. launa es solidario del cat. llauna ‘hojalata’, que antes se empleaba en el sentido de ‘lámina o placa de metal’: launes de cuyraces (Leuda de Cotlliure, a. 1249, RLR IV, 250; Curial e Güelfa, N. Cl. I, 78), vestit de llaunes d’argent (Turmeda, Divisió, N. Cl., 110), escrites en llaunes de ferre (Eiximenis, Regiment, N. Cl., 77.17), etc.13; en efecto, la ac. mineral reaparece en la otra vertiente de los Pirineos: Lourdes launa «grande pierre lisse d’un côté». Lo mismo en gascón que en catalán hallamos otras acs. que se agrupan alrededor de la idea de ‘lámina’: Ampurdán llauna ‘marisma, balsa de agua junto al mar’ (anotado por mi padre en Sant Pere Pescador en 1898; P. Bertrana, Proses Bàrbares, 190, 192, 202; comp. el fr. lame d’eau)14, Luchon launo «glace» (Rohlfs, RLiR VII, 142), Barousse launo «pellicule qui se forme au palais de la bouche», bearn. launo «partie dénudée d’une montagne», «couloir d’avalanches», Valle de Campan íd. «région ravagée par une avalanene», bearn. íd. «bande d’étoffe», «lame» (Rohlfs, BhZRPh. LXXXV, § 195).

Sé muy bien que Meyer-Lübke, después de fuerte vacilación (Das Katalanische, p. 55), se decidió a derivar el cat. llauna de un lat. vg. *LABէNA, disimilación de LAMINA (como cat. berenar MERENDARE, it. novero NUMERUS), pero se trata de una disimilación muy poco frecuente para que osemos atribuirla, sin pruebas filológicas, nada menos que al latín vulgar, y por otra parte es evidente por lo dicho antes que por lo menos el and. launa no puede separarse del murc. láguena ni del port. lage < LAGĔNA; ahora bien, como el au catalán no puede venir de AU latino (> cat. o) es preciso suponer que una consonante se perdió entre los dos elementos del diptongo, como en teula TEGŬLA, fraula FRAGŬLA, graula GRAGŬLA, etc., lo cual nos conduce a admitir que junto a *LAGĔNA existiría una base alternante *LAG֊NA, que en unas partes pudo dar (l)launa y en otras láguena15.

Llegados aquí permítaseme citar un artículo de Dottin, La Langue Gauloise: «λάƔινον, variante λάƔονον (Dioscoride IV, 145), laginen (Pline XXIV, 139) ‘hellébore blanc’: irl. laigen ‘lance’, gall. llain ‘lame’». Bertoldi en su monografía sobre el Colchicum Autumnale ‘quitameriendas’ (p. 85) no vacila en considerar célticas estas denominaciones que dan Dioscórides y Plinio al heléboro blanco, agrega lagena ‘Crocus albiflorus’ del glosario de Diefenbach, y con reservas Valsugana lavéna ‘quitameriendas’, diferencias semánticas que no deben preocuparnos, pues Bertoldi demostró con multitud de testimonios que el pueblo confunde las tres plantas (pp. 33 y 51), y su observación de que el cólquico, a imitación de otra planta afín, el iris, lleva nombres como spadone, cotlèt (= fr. coutelet) o yäyä (GLADIUM), confirma brillantemente la identificación que hace Dottin con el nombre céltico de la hoja de metal, comp. ingl. wood-blade ‘heléboro’; Gamillscheg (ZRPh. XLIV, 112) agrega Vaud l(o)ugan ‘beleño’. Sea lo que quiera de esta cuestión botánica, el caso es que el irl. ant. laigen ‘lanza’ (irl. laighean) y el galés llain ‘hoja de metal’, ‘remiendo o parche largo’, ‘franja larga y estrecha’ (llain o dir ‘lengua de tierra’: Owen Pughe) postulan indudablemente una base LAGINA, como indican todos los celtistas e indoeuropeístas (Pedersen, Kelt. Gramm. I, 97; Stokes, en Fick II4, 238; Walde-P. II, 381; Macbain, s. v. lann), afín al irl. laige ‘pala’ (*LAGJA) y al gr. λαχαίνειν ‘cavar’16. Me parece claro que de este céltico LAGINA ‘hoja de metal’, ‘parche’, procede nuestro vocablo portugués, por comparación de la hoja de piedra con una lámina metálica, y que la variante *LAG֊NA postulada por el catalán, gascón, andaluz y murciano corresponde a la variante λάƔονον anotada por Dioscórides17, cualquiera que sea su explicación18.

En mi artículo propuse derivar el murciano láguena y el port. laje (LAGէNA) del greco-latino LAGANUM ‘pastel plano’, o de una variante latinizada *LAGէNUM. Esta idea me parece hoy imposible, pues LAGANUM sólo está documentado en el romance de la Magna Grecia, y una denominación topográfica como Laja tiene grandes probabilidades de proceder de una voz prerromana, pero poquísimas de que sea un helenismo, y aun menos en el Oeste hispánico; por otra parte, en lo semántico no satisface: el paralelo con el fr. galet ‘canto rodado’, galette ‘galleta’, no es aceptable, pues la dirección del tránsito semántico es la opuesta, y si es fácil concebir que se llamara guijarro a una galleta, no puedo creer que se diera a una losa un nombre como ‘buñuelo’ o ‘panqueque’.

Hubschmid en el FEW V, 132b, deriva LAGĔNA ‘losa’, que él ya documenta en 775, de un galo *LAKE, sólo apoyado en un vocablo francoprovenzal y piamontés (que por lo demás no es inequívoco fonéticamente), y en una supuesta correspondencia con el gr. πλάξ; *LAGENA sería derivado de *LAKE, con una sonorización romance. Aun prescindiendo de que esto último es imposible (*VOCITUS no da *vogitus en la Península Ibérica y el resultado de un *LACĔNA habría sido necesariamente *lázia), está a la vista que recurrir a tan audaces combinaciones es como querer edificar una casa sobre un castillo de cartas19.

Hay huellas de nuestro LAGINA en la toponimia de otras tierras célticas20.

Concluyo sugiriendo que el cat. llena ‘losa’, más vivo en derivados locales y toponimia que como apelativo, y propio sobre todo del dominio catalán occidental, pero ahí esparcido por todo el ámbito ―desde el valle de Boí hasta el Cardener y el Priorato― y que hasta ahora se había supuesto reflejar una base *LENA, podría ser más bien resultado de nuestro *LÁGINA, por temprana contracción en *LAINA; idea que someteré en el DECat. a estudio más crítico y a reserva de examinar si son compatibles con ella algunos topónimos más raros, aislados en el Alto Aragón, Pirineos gascones y Pallars Superior.

DERIV.

Debe de ser muy antiguo, y ya formado en el celta ártabro, el deriv. colectivo *LAGENĶNO-, postulado por el gall. «laxión tierra de laxes» (Sarm. CaG. 188v).

1 BRAE XXII, 488-9.―

2 El bajo navarro laxaharri «pierre ou planche destinée à y frapper le linge pour le blanchir», citado por Van Eys (quien escribe con x el sonido que ahora se representa normalmente con ts), es palabra bien conocida que nada tiene que ver con laja (Michelena BSVAP XII, 366).―

3 Lajado ‘pavimento enlosado’ se emplea también en judeoespañol y sale en la Biblia de Constantinopla, es decir, en la moderna, no en la antigua de Ferrara, que emplea enlosado en los mismos pasajes (BRAE V, 350); pero es sabido que este dialecto está lleno de portuguesismos.―

4 CortesƟo, s. v.; Silveira, RL XVII, 129-130, quien reúne muchos topónimos interamnenses y trasmontanos documentados desde el S. XI o algo más tarde, en que el vocablo aparece en la forma Lanhas o sus derivados Lanhelas, Lanhoso, -osa. Estas formas corresponden a una antigua pronunciación *layela > *laela > lanhela, con la misma evolución de la y nasalizada que en el diminutivo -inho < -ĩ(y)o < -ĩo < -INUS, o en tinha ‘tenía’ < tía. Claro está que la forma Lage(m) o Laja, de acuerdo con el apelativo, es todavía más frecuente en la toponimia.―

5 La forma laixa empleada en el dialecto de Las Eljas (Sierra de Gata) se explica por la colonización gallega de este pueblo (Leite, RL XXVI, 259).―

6 PreGuía de Turismo de San Juan, 1941.―

7 Eduardo Casanova, en Levene, Hist. de la Nación Argentina I, 377.―

8 Chilenismos, s. n.―

9 Mi Tío Ventura (cuentos), glosario, s. v.―

10 Don Pancho Garuya, p. 179.―

11 E. Rivera, La Vorágine, ed. Losada, p. 113.―

12 Para el terrado de launa de las viviendas de esta comarca, vid. E. Soler Pérez, Sierra Nevada, las Alpujarras y Guadix, Madrid, 1903, pp. 81, 98, 102.―

13 El cast. launa ‘lámina o plancha de metal’ [los indios de Haití «se arman y cobigan con launes d’arambre» según la 1.ª Carta de Colón (1492), ed. Carlos Sanz, facs., p. 3, lín. 3, expresión catalana, fonética y léxicamente preciosa para los que creemos que Colón pertenecía a una familia judeocatalana emigrada a Génova; 1651, Esquilache, Aut.] parece ser catalanismo.―

14 De ahí quizá Gers alaounì «préparer le lin dans l’eau ou dans la rosée d’une prairie» (Cénac), langued. lòuno «flaque d’eau»; en cuanto al prov. lono, loueno, que Mistral reúne con esta voz languedociana, Mackel y Gamillscheg (R. G., 109, 380) lo derivan de un gót. *LĶNA, deducido del escand. ant. lôn, lo cual rechaza M-L. (REW 5114) como inverosímil históricamente; como lona existe también en Lión, quizá sea el mismo vocablo que el cat. llauna, extendido en su forma francoprovenzal hasta el Bajo Ródano.―

15 En cuanto al ast. llábana «piedra plana de grano o caliza que se extrae de canteras especiales» (R), ‘piedra llana de poco grueso’ (V), berc. lábana «peña grande extraída de la cantera o existente en el río», Sajambre llábana ‘piedra lisa’ y -as ‘los tocinos del cerdo’ (Fz. Gonzz., Oseja, 292; vid. para la extensión asturiana y leonesa del vocablo), que M-L. une a (l)launa, quizá sea voz independiente, relacionada sea con el it. lavagna o con el gasc. labada ‘losa’, procedente de *lábada < *lábeda < LAPէDEM, con cambio de sufijo átono (V. los hechos mencionados en CÁRCAVA); cierto que en rigor también se podría pasar de lágona a *lábona y de ahí a lábana. El sardo làccana «confine» (Vrom. V, 148) está muy alejado formal y semánticamente. Harri Meier, RF LXIII, 1-15, y GdDD, quisieran partir del lat. LAMէNA para el port. lagem, el cast. laja y sus variantes; lo cual no puede tomarse en serio, aunque haya un santand. llambra ‘roca lisa’. Éste en rigor podría separarse de laja y traerlo de LAMINA, y aun quizá se podría hacer lo mismo con el ast. llábana, santand. lláneba, Babia tsábana; pero tanto o más probable es partir del tipo céltico aun para estas formas, sea por medio de un *LAPէNA (cruce con LAPIDEM: de éste viene el aran. labada, etc.); de ahí *labna > lamna o bien lábana; sea por alteración fonética LAG֊NA > *LAB(֊)NA, etc.―

16 En cuanto al gaélico escocés lann ‘hoja de metal’, ‘espada’, ‘escama de pez’, ‘disco’, que Gamillscheg reúne con llain, a base de una forma primitiva *LAGNA, presenta un problema. Está claro que va con el irl. ant. lann ‘escama’, ‘parrilla’, y los celtistas no están de acuerdo en cuanto a su origen: Macbain propone *LAG-S-NA, de la misma raíz que laigen, Thurneysen propuso *PLAD-S-NA ( = gr. πλαȎάνƓ) y Pedersen (K. G. I, 240) cree que es préstamo del lat. LAMINA. Sea como quiera, en vista del § 60 de Pedersen, resulta que -GN- en irlandés se simplifica en -n- prolongando la vocal precedente, de donde se deduce que *LAGNA habría dado más bien lán o lánn, luego deberá rechazarse la base de Gamillscheg, aunque no la de Macbain.―

17 Nada tiene que ver con el cat. llauna y su familia la forma launa que cita M-L. del seudo-Apuleyo: es errata del REW por lanna, y se trata del receptáculo que contiene las semillas de la herba pedeleonis (M-L. cree es variante vulgar de lam(i)na).―

18 Queda un punto oscuro: Stokes supone que *LAGINA tenía I larga (Pedersen y Macbain no aclaran este punto). Desde luego el irlandés no permite decidir la cantidad de la vocal originaria, pues en este idioma todas las vocales no iniciales, breves o largas, se convierten en a breve, algunas veces conservada en forma de e por influjo de los fonemas vecinos (Pedersen I, 265-6). En galés, en cambio, la զ se conserva i, mientras que la է ante una -A final pasa a e (ibid. 41 y 51), y como la sílaba penúltima conserva el acento en el idioma antiguo, sus vocales no experimentan alteraciones por efecto de la falta de acento (ibid., 276 y ss.), luego llain correspondería al parecer a *LAGզNA. Pero falta saber si no hubo un tratamiento especial tras el hiato creado por la pérdida de la -G-. Sabido es, en efecto, que ai y ae alternan en galés (Zeuss. Gramm. Celtica, pp. 100-2), y que el ai del galés antiguo más tarde se convierte en ae (Morris Jones, Welsh Grammar, § 29; Strachan, An early Welsh Grammar, § 1). El caso es que en la Edad Media llain aparece contado a veces como monosílabo y otras como bisílabo (Lewis-Pedersen, A Concise Comparative Celtic Grammar, p. 29), y esta última pronunciación quizá corresponda a *LAGզNA. Pero la otra, ¿no indicará más bien un *LAGNA, con otra formación sufijal, paralela a *LAGէNA < irl. laigen? (sabido es que -AGN- da ain en el País de Gales: Pedersen I, 103). Son cuestiones intrincadas que deberé dejar para los especialistas. De todos modos las formas λάƔινον, laginen y λάƔονον de los naturalistas antiguos, junto con las formas romances, nos dan derecho a postular el tipo hispano-céltico alternante LAGէNA ~ LAG֊NA, sea que lo miremos como debido a formaciones sufijales paralelas, pero diferentes, o a divergentes evoluciones fonéticas de los dialectos (quizá por intercalación de una vocal en *LAGNA, a causa de una pronunciación de este grupo diferente de la latina). Un caso semejante al nuestro observamos en el fr. borne ‘mojón’, oc. boina, bozola, que postulan *BODէNA, mientras que el irl. buiden, galés byddin, suponen *BODզNA (FEW I, 465-71; Pedersen, Litteris VII, 22). Hay también formaciones en -ĔN- como el galo *DRAGENOS postulado por Wartburg a base del irl. draigen, galés draen, con aprobación de los celtistas (Pedersen, l. c., 24).―

19 Últimamente (RF LXIV, 43-47) se inclina Hubschmid a ver en LAGէNA una voz preindoeuropea fundándose en el nombre de lugar cretense ΛαƔινάπυτον, cuyo significado ignoramos todos. Por otra parte le sobra razón a Hubschmid para rechazar la opinión de Harri Meier (RF LXIII, 1-15) de que LAGINA venga de LAMէNA por «cambio de sufijo» (!).―

20 De ahí puede venir el nombre de la región irlandesa de Leinster, llamada Lagina en muchos textos de la alta Edad Media (Holder, s. v.). Quizá tenga también el mismo origen el nombre del río Leine, importante tributario del Weser que pasa por Hanover, llamado Lagina o Lagena en bastantes documentos desde el S. IX al XI (Förstemann, Altdeutsches Namenbuch II, col. 4); que tenía una -G- lo corrobora el nombre de la comarca del Leine, llamada originalmente Lagin-gau, y en muchos documentos, desde el S. VI, Laginga, Logne, Lacne, etc. Me informa la Dra. Ida Hakemeyer, de Göttingen, que cerca de esa ciudad el Leine se caracteriza por las grandes lagunas superficiales que suele formar, sobre todo en tiempo del deshielo (comp. el cat. dial. llauna, del mismo significado). El Leine se encuentra en antigua tierra céltica, aunque muy cerca ya del lugar donde los etnólogos suelen colocar la antigua frontera entre celtas y germanos, luego es natural encontrar allí antiguos nombres célticos, sobre todo tratándose de un accidente tan importante como éste. Las etimologías germánicas que cita Förstemann para el Leine no satisfacen, y Müllenhoff, Deutsche Altertumskunde II, 233, califica este nombre de «undeutsch», lo cual sólo puede significar ‘céltico’ dado el contexto. No puedo detenerme aquí a examinar si es verdad que no haya parentesco entre nuestro tipo LAGէNA ~ láguena o LAG֊NA y un sinónimo y parónimo prerromano renano y céltico: el alem. renano y b. alem. lei ‘pizarra’, que según Frings (Germania Romana 1932, 215-216) se propagó desde el Rin hasta otras comarcas de la Alemania central y Países Bajos (muy conocido, sobre todo por los nombres de lugares Lore-Lei, von der Leien), hol. lei(steen) y ya leía en el bajo alemán merovingio; las apariencias son de que faltó ahí siempre la -N-, más todavía si es verdad que hay parentesco con el grupo del gr. homérico y dial. λĘ?ας (IEW, 683) y con el irl. ant. līac (nom. līa) que suponen provisto de sufijo -ank- (detalle problemático, pues obligaría a suponer un préstamo goidélico al bretón, cf. LIKA ~ LIKKO, formas del céltico continental que significaron lo mismo en Are-lica, etc.); no habiendo representación de esta supuesta raíz indoeur. LEU- más que en los dialectos griegos, siendo vocablo por lo demás sólo céltico (y de las zonas celtoides del alto y b. alemán) la etimología indoeuropea queda en vilo; Frings aceptó la etimología de la voz céltica de Pokorny; Weisgerber, en cambio, RhGC. 168, cree que es voz precéltica; Pok mismo guarda silencio sobre la voz alemana; ¿no convendrá mejor de todos modos ver si la velar final de bretón lec’h e irl. ant. līac no es radical, más bien que un sufijo, y si en las formas germánicas la -i ha sido siempre no consonántica?