GARÚA, amer., mar., ‘llovizna’, y antiguamente ‘niebla’, en Canarias se pronuncia garuja; tomado del port. dial. caruja ‘niebla’, procedente del lat. vg. *CALȢGO, -ȢGէNIS, variante del lat. CALզGO, -զGէNIS, íd.: de *CALUGINEM salió *caúgem, y luego, por contaminación de un sinónimo, *carugem y caruja.
1.ª doc.: h. 1570, Matienzo, Gobierno del Perú.
Es enteramente imposible, en efecto, desconocer la identidad de nuestro vocablo con el canario1 garuja ‘llovizna’ y con el port. caruja, carujo, carujar, carujeiro, -eira. Este último no es ajeno al idioma literario, en el sentido de ‘neblina espesa’, y en los dialectos corren los demás: caruja íd. en Vila Real (Tras os Montes) (RL XI, 302), ‘rocío’ en otras partes, carujo ‘neblina espesa’, ‘llovizna’ en el Duero y entre Duero y Miño (RL I, 207; XI, 191), carujar ‘lloviznar’, ‘caer rocío’ en el Alentejo y en otras partes (RL IX, 167), carujeiro en Lamego y en Tras os Montes (RL XI, 302; Fig.). Como resultado de *CALȢGէNEM, f., esperaríamos *caúgem o *caúja; de hecho tenemos calugeiro, con conservación de la -L- intervocálica en un dialecto fronterizo, en Moncorvo (Tras os Montes: RL XIII, 113), aunque en el sentido secundario de ‘mucho calor’ (pues el bochorno suele acompañar el tiempo brumoso), y como formas procedentes del clásico CALզGէNEM existen caligeiro allí mismo y caigeira ‘neblina’ en el Minho (RL IV, 275). Junto a caigeira y calugeiro sería de esperar una forma como *caúja. Pero es frecuente que los hiatos resultantes de la caída de las consonantes intervocálicas se rellenen en portugués con ciertas consonantes tomadas de otras palabras de sentido análogo u otras formas flexivas del mismo vocablo; en nuestro caso, el vocablo inductor sería probablemente meruja, pues merujar significa ‘lloviznar’ en Mogadouro y Valpaços (RL V, 97; III, 328), y merujinha ‘llovizna’2; también pudo ser carôpa ‘llovizna’, empleado en el Minho (Fig.) y en el Alentejo (RL XXXI, 100), mera variante del port. común carepa ‘caspa’, y en el Alentejo ‘llovizna’3. Es fácil de comprender que un vocablo que significaba propiamente ‘niebla’ pasara a designar la llovizna, que muchas veces es producto de la niebla. Más datos acerca de los port. dial. carepa, caropa, caruma, ‘llovizna’, en Krüger, Bibl. RDTP IX, 117-123; pero note el Sr. Krüger que mientras caruja significa ‘niebla, llovizna’ y nada más, esas otras palabras, aunque llegan a ser sinónimas de caruja (garúa), propiamente significan ‘caspa’, ac. totalmente ajena a caruja y garúa. Luego la etimología de éste puede y debe ser diferente de la de aquéllos; por lo demás, Krüger no llega a dar etimología alguna en concreto, limitándose a insinuar vagamente para los cuatro vocablos una común raíz CAR- prerromana. Contra el étimo CALIGINEM (-UGINEM) de caruja y garúa se limita a esgrimir el argumento fonético de la -r-, y por ello niega que el vocablo tenga variantes sin esta consonante o con -l-; pero el hecho es que en mi artículo he documentado perfectamente las variantes calugeiro, caigeira y caligeiro, y a ellas hay que agregar *caugeira, pues de ahí sale, en forma evidente, por una fácil trasposición, la otra variante cajueira que él mismo documenta en su nota 214. La conclusión se impone: lo primitivo es ca(l)ugem, -uja (caigem), de donde salen estos derivados en -ARIUM, y el cambio de caúja en caruja es debido al influjo de estos sinónimos carepa, caropa, caruma, de etimología y de sentido inicial diferentes. Más datos da el propio Krüger acerca de las denominaciones portuguesas de la llovizna en Boletim de Fil. XIII, 339-41.
Para más detalles, V. mi artículo citado. Después del mismo ha tratado del vocablo Luis J. Cisneros (en Orbis, Lovaina, III, 1954, 211-227) aportando útiles autoridades peruanas de 1586 y otras de fines del S. XVI y del XVII, que confirman rotundamente mi tesis del origen marinero y de que el sentido primitivo es ‘neblina’, ambas cosas atestiguadas categóricamente por Reginaldo de Lizárraga (1605), cita en la p. 219. El artículo de Harri Meier (NRFH IV, 270-2) no aporta nada de interés, pues es arbitrario postular un lat. vg. *CARȢGO, y tampoco es lícito explicar el cambio de -L - en -r- por un intermediario vasco, cuando caruja está documentado en portugués. Precisando más, veo ahora que H. Meier supone que el cast. garúa venga del vasco garo ‘rocío’, que a su vez saldría del lat. CALȢGO ‘niebla’; pero esto último es sumamente inverosímil en lo fonético (-o vasco no puede salir de -UGO ni de -UGINEM). Por otra parte el port. caruja (y canario garuja) sería independiente del hisp.-amer. garúa (en lo cual no querrá creer nadie) y supondría un lat. vg. *CARUGINEM, alteración de CALUGINEM por influjo de AERUGINEM. La existencia de vasquismos en América es algo tan insólito como es frecuente y trivial el influjo portugués en el castellano del Nuevo Mundo, y el influjo de varios sinónimos portugueses entre sí es algo infinitamente más verosímil que el suponer una contaminación en latín vulgar para un hecho estrictamente portugués, contaminación que además vendría a coincidir por una extrañísima casualidad con este supuesto vasquismo americano. La buena explicación de la caída de la -j- es por el sentimiento de la correspondencia entre -jar portugués y -ar castellano (mijar = mear, branquejar = blanquear, V. la pág. 13 de mi artículo), de ahí carujar > garuar. Una forma garuyar debió existir también, de donde *garwyar convertido en garviar en Bolivia (Bayo escribe garbear, de ahí garva ‘garúa’ en Jujuy y Salta) y en graviar en algunas partes de Méjico (Vocab. Agrícola Nac.).
DERIV.
Garuar, amer, ‘lloviznar’.
1 La forma garuja no es general en Canarias: en La Palma, con el sentido de «llovizna muy fina con niebla», se emplean, además de jaruguito (metátesis de *garujito) y de juriega, otras formas más semejantes a la hispanoamericana: garuga, garubiña, gargón y el verbo garubar (con todo lo cual es posible, aunque nada seguro, que tenga relación el herreño garoa o garoe ‘árbol santo que condensaba las nieblas alrededor de su copa, dando a los habitantes de la isla del Hierro el agua necesaria para el sustento’): Pz. Vidal, RDTP V, 192-5.― ↩
2 Merujas es una planta borragínea, Myosotis intermedia, en otras partes murugem, derivado de mur ‘ratón’; vid. MURAJES. Dudo que sea éste el significado etimológico por tratarse de una planta que se caracteriza por conservar bien el rocío. Más bien será derivado del gall. mèra, merada ‘niebla húmeda, especie de llovizna que daña a los vinos y al centeno’ (Vall., Cuveiro), que tendrá que ver con MIERA o con AMERAR, y para el cual comp. Hubschmid, Sard. Studien 114 n. 2; gall. amerarse ‘pasarse, estropearse la fruta’ ‘dañarse las mieses o frutos por efecto de la miera (niebla)’ (Carré), que Mtz.-López, Bol. Fil. Chile XI, 8, quisiera relacionar erróneamente con AMERAR EMERARE.― ↩
3 Otro representante hispánico de CALIGINEM, además del cast. CALINA, es el vasco y ast. caín ‘neblina’ (Schuchardt, BhZRPh. VI, 28), con caída irregular de la -L- en asturiano, quizá debida a un préstamo del vasco; kain ‘niebla’, ‘vaho que recubre los cristales’, ‘nubarrones’, es efectivamente vasco (vizc.), ya del S. XVI, y supone una base bisílaba, pero en ella la caída de la -L- de CALզGINEM es también sorprendente: Michelena, BSVAP XI, 292. ↩