BICHO, de BୱSTIUS ‘animal’, forma del latín vulgar en lugar de la clásica BୱSTIA; el castellano parece haber tomado bicho del portugués.
1.ª doc.: 1578.
La evolución fonética de BESTIUS en bicho es cuestión muy debatida. Vid. García de Diego, Contr., 32-35; Cornu, Rom. XI, 82; KƉepinsky, ARom. III, 385-7; Rohlfs, ZRPh. XLI, 354-5; Tuttle, RRQ VI, 343ss.; Wartburg, Litbl. LVIII, 262; y para otras formas romances dificultosas: Jud, ASNSL CXXVII, 430; Bruneau, Rom. XLVIII 270-2; Rohlfs, ARom. VII, 456; Tagliavini, RLiR IX, 306. García de Diego, sin llegar a conclusiones decididas, se inclina a admitir que bicho viene del lat. vg. BESTŬLUS, forma que efectivamente se halla en un escoliasta galo de la baja época3. Cree que el tratamiento de -ST?- como -ch- es imposible en castellano, y además no logra explicarse el cambio de E en i. Frente a esto, hay que desechar desde luego la posibilidad de considerar bicho como reducción de un *biecho *BĔSTULUS, ya que, además de que esto no podría aplicarse al portugués, la cantidad larga de la E de BESTIA está perfectamente asegurada no sólo por su etimología indoeuropea, sino por el testimonio explícito del gramático Martyrius, por la grafía con Ɠ de varias inscripciones griegas, y además por las formas que tomó este latinismo en bajo alemán y en los dialectos célticos (Heraeus, ALLG XIV, 469; Ernout-M.)4.
Por otra parte es evidente lo conveniente que sería desechar de un modo definitivo la posibilidad de que el cast. bicho, bicha sea portuguesismo (o galleguismo, o leonesismo), aduciendo testimonios medievales de la existencia de formas en -ch- la Edad Media castellana5; ahora bien, tales formas me son desconocidas (faltan en los vocabularios de autores individuales, incluyendo el del Canc. de Baena por W. Schmid, y aun en todos los dicc. de los SS. XV y XVI: APal., Nebr., PAlc., Covarr., C. de las Casas, Sánchez de la Ballesta)6, de modo que el carácter genuino del cast. bicho, bicha, es por lo menos sospechoso; agregúese que estas palabras son de empleo más frecuente y tienen mayor desarrollo semántico en el idioma vecino que en el nuestro7. Además ahí existen formas más etimológicas con e: el derivado bechoco, y un gall. becho citados más arriba. Ahora bien, es sabido que el tratamiento de -ST?- como -sch-, y después -ch-, es corriente en gallegoportugués, aunque propio de voces tardías o semicultas: crischão ‘cristiano’, Savaschão ‘Sebastián’, comichão COMESTIONEM, ichó USTIOLUM, y comp. el gall. -ache, desinencia del pretérito (-ASTզ). Por otra parte, es concebible que aun en castellano existiera un tratamiento semiculto -ST?- > -ch-, posterior a los casos de -ST?- > -ç-, pero lo bastante antiguo en los ambientes populares del idioma para que produjera una palatalización de la T: téngase presente que bestia, aplicado al diablo y a seres malignos o pecaminosos era palabra esencialmente eclesiástica, aunque forzosamente debió popularizarse pronto.
En cuanto a la i < ୱ, es un caso de metafonía que no presenta la dificultad que se le ha atribuído. Según observan Rohlfs y Wartburg, es rigurosamente comparable a ĶSTIUM > USTIUM > cast. ant. uço8. Y esta metafonía nos está bien atestiguada por la forma bistia de Gregorio de Tours y vistia de las Glosas de Silos (n.° 312); además penetró en vasco: guip. y vizc. pisti-a, vizc. pistija ‘reptil o bicho maligno’9. No es pertinente el argumento de García de Diego de que no hay metafonía en mozo MUSTEUS, nue(r)za NĶDIA, freza *FRICTIARE: justamente no la hay porque en estos vocablos hereditarios, al fundirse la yod en fecha temprana con la consonante precedente dando una consonante romance nueva, la yod desapareció y no pudo producir efecto, pero en bicho el especial desarrollo consonántico nos muestra que la ? perduró por más tiempo, y por lo tanto es caso comparable al del port. limpo, ruço, turvo, LէMPէDUS, ROSCէDUS, TŬRBէDUS, donde la i postónica desapareció después de actuar metafónicamente sobre la tónica.
Para el desarrollo semántico de bicho, y en particular su especialización para ‘culebra’ o ‘gusano’, vid. Riegler, WS VI, 196-8.
DERIV.
Bicha [1573], descendiente semiculto del lat. BୱSTIA. Comp. AVE. Y vid. BICHERO.
1 V. además Pirson, KJRPh. XI, i, 81.― ↩
2 Hoy gall. bichoco, bechoco, ‘bicho’, port. bichoco ‘divieso’, bicharoco ‘bicho’: os bischocos hablando de los gusanos de seda, Ctgs. 18.48. El rioplatense bichoco ‘caballo malo’ es galleguismo o leonesismo. Desde el castellano del Plata entró en el Sur del Brasil.― ↩
3 Más exactamente se halla bestolus, que es mera pronunciación vulgar de aquél. Vid. Wölfflin, ALLG IX, 4; III, 107; CGL V, 443.52. La forma femenina bestula está mejor documentada, en Venancio Fortunato. En cuanto al primitivo besta ‘bestia’, de donde vienen estos diminutivos, se halla en varios códices, pero en todos es lección dudosa, contradicha por otros manuscritos: ALLG I, 588; IX, 4; XII, 400 y 602. Sin embargo podrá deducirse su existencia de la de bestula, forma asegurada por la medida del verso. Pero lo más probable es que estas formas se deriven del tipo *BୱSTIS, cuya existencia se comprueba por el préstamo latino al irl. ant. béist (vid. la nota sobre vestiglo en BESTIA). Existía en mozárabe una curiosa palabra que recuerda notablemente el lat. tardío BୱSTULA; la trae sólo PAlc.: fílcha ‘comadreja’ (149b16) ‘zorra pequeña’ (434b3), filche ‘rebeco’ (375b13). La ch revela que no es palabra arábiga, y por lo demás no existe en árabe una raíz flš (bajo la cual pone arbitrariamente Dozy II, 279a este vocablo) y el sentido de flǤ no tiene enlace posible; la vacilación en la formación del plural (filách, filech y filchít), sin ser indicio tan seguro, refuerza la seguridad del extranjerismo. La etimología lat. FÊLES ‘gato’ (o un improbable *FELICULA derivado de aquél), sugerida por Simonet 215, no es aceptable, por presentar insuperables dificultades formales y porque este vocablo era ajeno al latín vulgar (REW, 3235, sólo halla un marchigiano fiyinə ‘zorra’ que será semicultismo). Para partir de BESTULA no existe más dificultad que la de la f-, pues el paso de ୱ a í es normal en mozárabe y la evolución del grupo consonántico es la que cabría esperar, cf. pílch ‘pestillo’ (R. Martí, PAlc.) < PESTULUS, V. aquí PESTILLO; en el aspecto semántico compárese el fr. biche ‘cierva’, it. biscia, and. bicha y vco. pistia ‘bicho maligno’ ‘reptil’. Sin embargo la dificultad que causa la f- es grave, y de no hallársele explicación convincente conducirá a muchos a pensar de nuevo en FELES o en algún origen africano. Admitir que casos de vacilación como pg. fechar, leon. pechar (derivado de PESTULUS con f- mozárabe junto al cual se podría suponer una variante mozárabe *bechar) o bresquilla ~ fresquilla ~ PERSICUS, etc., pudieran conducir a una ultracorrección de *bilcha en filcha no es muy convincente tampoco. Convendrá insistir en la última idea y acaso investigar la posibilidad de un origen bereber. Si se asegura la etimología BESTULA del mozárabe, claro que filcha se podra tomar en consideración en la discusión sobre el cast. bicho, pero está a la vista que, al menos por ahora, la base de tal argumentación es enteramente insegura.― ↩
4 Frente a tal unanimidad es preciso desconfiar de testimonios aislados y equívocos de ciertas hablas romances: Livina-llongo bଖȇša, calabr. viéstia, fr. biche, bisse, que se explicarán, a pesar de las apariencias, por metafonía.― ↩
5 En gallegoportugués, además de los ejs. medievales de la forma masculina, citados arriba, figura bescha en las Cantigas y en otros textos medievales, citados por Cornu, l. c.― ↩
6 Lo que se halla en el sentido de bicho es bestión, muy frecuente en Berceo, Alex., Fn. Gonz., etc. ¿Sería posible que los autores de esos textos se negaran, en cambio, a emplear bicho si éste existiera?― ↩
7 Ni bicho ni bicha figuran en el vocabulario del Quijote, de Góngora, de Ercilla. Si exceptuamos al portugués Crist. Acosta, de quien procede el primer ej. de bicho, el vocablo no aparece según el DHist. hasta fin S. XVIII; o a princ. del mismo siglo, en Aut. Bicha sí figura en el granadino Mármol en 1573 y en los diccs. del S. XVII, desde Palet (1604), pero sólo, nótese bien, en la ac. eufemística ‘culebra’. Ahora bien, en semejantes usos especiales es donde primero se introducen los extranjerismos.― ↩
8 Por otra parte es menos acertado comparar, como quiere Rohlfs, con mucho MŬLTUM, pues tal efecto cerrante la ch sólo lo tiene sobre la o, no sobre la e (techo, estrecho, etc.).― ↩
9 El cat. ant. y mall. bístia, quizá no sea de fecha tan antigua, ya que aquí esta metafonía es de tipo general: celístia ‘luz de las estrellas’ < CAELESTIA (SIGNA). ↩