ABARCA, ‘calzado consistente en una suela de cuero atada al pie con cuerdas o correas’, palabra común a los tres romances hispánicos, de origen desconocido, seguramente prerromano.

1.ª doc.: S. X1. Avarca doc. de Castilla, a. 978, Simonet, p. 151 (vid. ZAPATO).

Tiene -υ- originariamente. Esta forma es general en la pronunciación balear (Dicc. Alcover; BDLC VII, 174; XIII, 16) y en la antigua grafía catalana (R. Martí, S. XIII, pp. 36, 261; Desclot, fin S. XIII, ed. Buchon, 627.1, 648.8, 590.1; doc. de 1481, en la ed. del Consulado de Mar por Moliné, p. 232; etc.)2 y predomina en castellano antiguo (Cron. Villarense; 1.a Crón. Gral.; Cortes de 1351, II, 82; Glos. de Toledo y de Palacio; Canc. de Baena; APal., 53d; romance En Santa Gadea de Burgos, princ. S. XVI, M. P., RFE I, 362)3 y en portugués (Costumes de Alfaiates en PMH, Leges, I, 802; doc. de Viseo a. 1356, citado por Viterbo; ej. de Júlio Dantas en Fig.)4.

Del español el vocablo pasó al bearn. Abarque, que Lespy define «soulier comme le portent les espagnols». En árabe hallamos las formas párġa en PAlc. y en R. Martí (en éste también se podría leer bárġa) ‘abarca’, ‘alpargata’, ‘chinela’, búlġa ‘sandalia de esparto’ en Abenabdelmélic el Marroquí, en R. Martí (ambos del S. XIII) y hoy en Egipto y en el Sudán5, mientras que en el árabe y en el beréber de Argelia y Marruecos se pronuncia hoy bálġa ‘zapato’, ‘chinela’; Simonet, pp. 423-4. Difícilmente pueden explicarse todas estas formas arábigas por un origen único. Siendo búlga antiguo y empleado en el Este africano me parece probable que sea voz semítica o africana independiente de la nuestra6; párġa, en cambio, vendrá de abarca, con ġ por contaminación de búlġa, y finalmente bálġa puede ser búlga influido por párġa. El ensordecimiento de la b- en la forma párġa puede deberse a una ultracorrección mozárabe como en pataca, port. paparraz (< Ʌabb ar-ráȐs) y otros casos citados por Baist. El mismo ensordecimiento hallamos en el port. alparca ‘sandalia de cuero o seda’, ‘alpargata de cáñamo’ [Damián de Goes, † 1574; también en los Lusíadas y hoy usado en las Azores según Leite de V.], evidentemente de origen mozárabe7; una forma alparga existió en castellano (ej. del Romancero en DHist.).

Nuestro vocablo se halla también en vasco, abarka, y es imposible asegurar si esta forma es madre o hija de la romance: la etimología vasca de Astarloa, prohijada por Diez y Dozy, se basa en una forma *abarkia que no es la existente realmente en vasco; Schuchardt, ZRPh. XV, 115, sostiene por el contrario que la palabra vasca viene del castellano, pero no parece que al hacerlo tuviera otro fundamento que la etimología romance que él acepta y que, según veremos, es infundada. Baist, ZRPh. XXXII, 43-44, y G. de Diego, l. c., creen que la voz romance es vasquismo, quizá fijándose en que aparece ante todo en Navarra, pero el argumento geográfico es endeble, pues 300 años más tarde ya vemos que el vocablo se extiende hasta los otros tres extremos de la Península: Cataluña, Málaga y Portugal, en los cuales seria tan antigua como en Navarra; luego esta opinión sólo 10 puede aceptarse en el sentido de que la voz vasca y la romance proceden de un común étimo prerromano *ABARCA, conclusión que me parece segura8. Es importante el testimonio vasco temprano que cita Michelena (BSVAP X, 380-1): «Navarri... sotularibus quos lavarcas vocant, de piloso corio scilicet non confecto factas, corrigiis circa pedem alligatas, plantis pedum solummodo involutis, basibus nudis, utuntur», del S. XII, Guía del peregrino de Santiago de Compostela (ed. Vielliard, 20 p. 26). Nueva y arcaica confirmación del viejo arraigo de nuestro vocablo en la zona pirenaica occidental, aunque debemos notar que se trata ya de una forma romance o romanizada, según muestra la aglutinación del artículo l’ y el paso de -B- a -ν-. A. Tovar, en Euskera I (1956), 1-3, se preocupa por analizar abarca en vasco, y esencialmente vuelve por la etimología de Astarloa, modificándola sólo en el sentido de no buscar en la terminación -CA el vasco -ki, sufijo que indica ‘cosa u objeto de...’, sino una variante del conocido sufijo -ko de genitivo (como la que figura en el vasquismo ibaika > VEGA); por lo demás el radical, de acuerdo con la idea de Astarloa y otros, seria el vasco abar ‘rama, ramaje, palos para quemar’ (raíz de la cual se conocen otros derivados vascos: abargi ‘bosque que da leña’, abaro ‘arboleda’, abarzama ‘fajo de leña’, etc.). Se trataría, pues, de un calzado primitivo de corteza o de líber trenzado, como el que es bien conocido en lugares de la Europa oriental. Aunque no todos los paralelos y afinidades que señala Tovar son acertados (el tipo romance pirenaico gavarra, gabarre, no parece tener relación con abar, sino con su sinónimo AGAVANZO, y la falsedad de la etimología griega de PANTUFLA es muy conocida) es muy posible y aun probable que tenga razón. Su indicación y la de Michelena refuerzan los indicios de una procedencia vasca, pero no debemos tomar este adjetivo en un sentido estricto: el calificativo más amplio de «prerromano hispánico» sigue siendo preferible para un vocablo extendido y arraigado hasta los cuatro extremos de la Península desde el S. XIII y ya romance o romanizado en el XII, y el propio Tovar se inclina a ver en el -CA en lugar de -CO una «moción románica»; la explicación semántica de Tovar no está todavía fuera de dudas, pues así la descripción del peregrino compostelano en el S. XII como todas las modernas persisten en describir la abarca como un calzado de cuero.

Es de notar que abarca es bien castizo y arraigado en el Sudeste hispánico, y que allá el uso de este calzado típico sigue siendo muy vivo, contra lo dicho en mi nota 2. La forma predominante es allí albarca: así en Orihuela, en Monreal del Campo (Teruel) y generalmente en el Bajo Aragón; albarca es también la forma normal en valenciano, Castalla, Alcoy, Albaida y Sur de Valencia, abarca en Benissa, quizá albarca y abarca en la prov. de Castellón, alabarca en Alcalà de Xivert, pero desde luego en todas partes con b y no v. Se tratará, pues, de una variante arabizada, de donde al- (como en almetla ‘almendra’, alvanç ‘avance’ y análogos) y de ahí también la b, procedente de una ν más antigua. Las abarcas antiguas de esta zona eran de piel de buey, sujetada al pie con correas o con cuerdas (de cáñamo o esparto), y algunos recuerdan las antiguas de piel sin curtir (comp. el testimonio del peregrino) y aun creen recordarlas de madera (datos de J. Giner i March).

Desde luego puede rechazarse la idea de que abarca viene de barca ‘embarcación’, aceptada por Schuchardt, Sainéan (Sources Indig., I, 200), Salvioni (RDR IV, 91) y otros; esto es imposible en vista de la -v- romance y de la forma de las abarcas9. Comp. TAMANGO. Alpargata [Pulgar † h. 1493], procede de alpargate, que ya se halla en Nebr. y en el mismo Pulgar10, y viene del hispanoárabe parġât (ΡAlc., ed. Lagarde, p. 97), plural de la forma párġa estudiada arriba; de aquí también el port, alpargate [SS. XVI-XVII; alpargata en Vieira, fin S. XVII]; del español está tomado el bearn. Espargate, espardaco, con influjo de espartenhe, espardenhe ‘alpargata’ (derivado de esparto).

1 Como sobrenombre de Sancho Abarca, rey de Navarra, que empezó a reinar en 905. Según una historia recogida ya por la Crónica General, el apodo de Abarca le viene de que en una de sus expediciones militares, en que su ejército había de pasar los puertos, hizo calzar a sus soldados con abarcas para que caminaran mejor por la nieve. Por lo demás se han dado otras versiones del origen de este sobrenombre (vid. Covarrubias, s. v.), pero no puede dudarse ni de que data de fecha antigua (ya en el Cronicón Villarense, de princ. S. XIII: BRAE VI, 202; el sobrenombre del rey Sancho está ya atestiguado en un doc. de 1045-51 : «Sancius rex qui cognominatus est ab antiquis vulgalibus Auarcha», J. M. Lacarra, Vasconia Medieval, Historia y Filología, S. Sebastián 1957, 12; Roderico Avarca en un documento navarro de 1129 (Col. Dipl. Irache, I, n.° 7); y en Abenjaldún, S. XIV) ni de que contiene la palabra abarca ‘calzado rústico’.―

2 Abarca sólo en Muntaner, ed. Lanz, 105.11, pero es edición anticuada y poco digna de crédito. Lo mismo hay que decir de la de Coroleu, citada por Alcover. No tengo datos acerca de la grafía en los manuscritos. Faltan datos referentes a las zonas continentales catalanas que distinguen ν de b, pero no es en estas tierras meridionales donde el uso de las abarcas está más vivo.―

3 Casi todos los textos que escriben abarca pertenecen a épocas en que la confusión de los dos fonemas era absolutamente general. Es verdad que Nebr., PAlc. y el Glosario del Escorial, que escriben con b, distinguen comúnmente los dos fonemas. Quizá hubo influjo de barca por etimología popular o existió una variante dialectal mozárabe, con ν > b por arabismo.―

4 Moraes cita abarca en Sá y Menezes (1634), cuyo lugar de nacimiento no conozco. Pero abarca en Portugalia II, 379, y alabarca en el diccionario de Bluteau, corresponden a la zona norteña donde confunden los dos fonemas. Viterbo refiere su artículo abarca al rey de Navarra, luego se basa en fuentes españolas.―

5 De aquí el cast. alborga ‘alpargata’ (Aut.), hoy vivo en Albacete para designar las de suela de esparto empleadas para pisar la uva (Zamora Vicente, RFE XXVII, 243). Hay variante albolga, que según G. de Diego (RFE IX, 147) es murciana y se empleó en Aragón; Aut. cita un ejemplo aragonés medieval traduciéndolo por ‘alholva’, erróneamente, pues se trata de un artículo que paga derecho de peaje. La Acad. cita además un agovía (falta aún 1899), variante de alborga, cuyo origen no es claro (¿acaso de *albolguía?).―

6 Dozy en su Glos., p. 373, dijo que bálġa es palabra reciente en árabe y tomada del español. Dispongo del ejemplar de mano de Dozy y veo en él, por una corrección marginal, que el sabio holandés había rectificado su opinión notando que el vocablo aparece en R. Martí y en el Ansarí (español del S. XIV). Por desgracia un corte hecho por el encuadernador me priva de ver si lo que figura en este último es búlġa o bálġa; parece lo primero, pues Dozy no indicaba forma diferente para R. Martí.―

7 Esta forma muestra que el cambio de b- en p- es independiente del de -c- en -ġ- y que por lo tanto no es aceptable la idea de una metátesis de sonoridad (fenómeno raro) sugerida por M-L., RFE XI, 30-31, para explicar la forma párġa.―

8 Véanse datos acerca del vasco abarka en J. de Urquijo, RIEV XXIV (1933), 105, que no puedo consultar.―

9 Que hay nombres de calzado procedentes de palabras que designan embarcaciones, no debe ponerse en duda. Es fácil de comprender la comparación cuando se trata de un calzado cóncavo y holgado. En este caso se halla el prov. barco ‘zapato demasiado ancho’ (Mistral), cuyo significado nos impide juntarlo con abarca (según hace el FEW). Sainéan, ZRPh. XXX, 318 y l. c., cita otros casos de este fenómeno semántico, y a ellos pueden agregarse it. ant. barca «scarpa larga e sformata», loren. bȇtya ‘zueco grande’ ( = fr. bateau: Callais, p. 328) y quizá el frprov. Baraquettes, baroquettes ‘escarpines’ (Rom. LXIV, 538). Pero la abarca no es un zapato ancho ni un zueco, sino nada más que una suela sujetada estrechamente al pie, véase el grabado del Dicc., Alcover, s. v. Avarca, y el de Amades en BDC XIX, 33, y cotéjense con la descripción de la 1.a Crón. Gral. y con las definiciones de fuentes tan diversas como la Acad. española, los diccionarios portugueses de Moraes, Fig. y Viterbo, el bearnés de Palay y el árabe de Dozy, I, 74a. Nebr. dice también «abarca: suela de cuero crudo, pero», y sólo en segundo lugar admite la ac. evidentemente secundaria «calçado de madera, soccus». Alguna vez en lugar de una suela de cuero se empleó también una tabla de madera sujetada en la misma forma (como se ve por el texto de las Cortes de 1351 citado por el DHist. y por APal.), los que más propiamente se llaman barajones, y de aquí pudo llegarse a la ac. nebrisense. Hoy el nombre de abarcas se da a esta clase de calzado en Asturias y Santander según Krüger, VKR VIII, 278-81 (y grabados 12 y 13), al que se puede consultar para todo lo referente a la forma de las abarcas y a la extensión geográfica de las variantes.―

10 Otros ejs. en DHist. entre muchos que podrían citarse, como Aldrete, Origen, 34voI; Lope, Pedro Carbonero, v. 1698; estudiante anónimo contestando a Rosas de Oquendo, fin S. XVI, en RFE IV, 347; Cervantes, Nov. Ej., ed. Cl. C. I 133-34, 228, II 61, etc. Hoy se emplea en el Ecuador (Lemos), en Almería y en muchas partes.