VEGA, antigua voz común al cast. con el portugués y el sardo, que procede probablemente de una palabra prerromana BAIKA ‘terreno regable y a veces inundado’, de IBAI ‘río’, conservado hasta hoy en vasco; se trata seguramente de un derivado formado por medio del sufijo -ko, -ka, que indica pertenencia.

1.ª doc.: veegua y vajka, doc. leonés de 919.

Algunos ejs.: «terras quam abemus in veegua de Zeia [‘el río Cea’] iuxta vajka que est supra ripam ipsius fluminis» doc. de Sahagún de 919, «illa vayca juxta rivo Sicco» 932, «vinea de illa veiga ad illas quintanas» 1047, «in illas vecas de río de Zeia, iii vecas» 1082, «alias iii vineas in illas vegas, medio prato a las vegas» 1091 (M. P., Oríg., 83); «el arnal que iaze cab el majolo de don Diego que fu de Petro Petriz, a la vea» 1222, «otorgo el mio majuelu de las vegas a los clérigos de Sancta Maria de Piasca» 1229, «la otra vinna es en la vea» 1252, «la nossa séssega que avemos en veyga que foy de Ruy Pérez» 1270 (Staaff, 8.27, 9.3, 38.29, 95.5; otros 96.7, 101.65, etc.); «in illo flumine de Perpera inter veiga et Sancta Maria de Perandones» doc. de Oviedo de 1032 (Esp. Sagr. XXXVIII, 289). Aunque todos estos testimonios pertenecen a tierras de dialecto leonés, que es indudablemente donde el vocablo aparece con mayor densidad, vega es también frecuente en Castilla, donde ya hay ej. de 929 (y V. otros en Oelschl.); es ya más raro en la toponimia del Sur, aunque pasó a Canarias y a América, y sobre todo se nota su rareza y modernidad en Aragón: no hay ej. alguno de esta región en los docs. citados por M. P. ni Oelschl., y entre unos trescientos nombres de lugar que contienen ve(i)ga y derivados, reunidos por Madoz, sólo pertenecen a Aragón una Casa de la Vega (granja de la prov. de Zaragoza), cuya fecha reciente es visible, y el pueblo de Veguillas en el partido de Albarracín, ya junto al límite con Castilla. No sorprende, pues, ver que el vocablo sea ajeno al catalán (comp. abajo), mientras ha sido siempre vivacísimo en gallegoportugués.

La documentación literaria permite precisar el sentido. Rodrigo Toledano (cita de M. P., Cid, 501-2) dice «Hispani enim valles planicie commodas vegas vocant»; en el Cid la lid judicial contra los infantes ha de celebrarse «en begas de Carrión» (v. 3481); «a grand señor conviene grand palacio e grand vega-» J. Ruiz 1250c. Es fácil dar ejs. de los clásicos; me limito a recordar un par de pasajes en que Góngora juega con el apellido de su enemigo Lope y el sentido del mismo: «criado entre las flores de la vega / más fértil que el dorado Tajo riega», «patos de la aguachirle castellana, / que de su rudo origen fácil riega, / i tal vez dulce inunda nuestra vega, / con razón vega por lo siempre llana» (ed. Foulché III, 23, 5). En diccionarios: «vega, campo llano: campus; v. que se labra: ager cultivus» Nebr.; «vega, campo baxo, llano y húmedo» Covarr.; «vega: ground or pasture running along, neer, unto the river’s side; V. de Granada: the pasture ground of Granada, running along the river’s banck» Minsheu (C. de las Casas y Oudin lo dan vagamente como equivalente de campo llano); «parte de tierra o campo baxo, llano y fértil» Aut. Nótese el matiz especial que tiene en Cespedosa: «a la depresión del terreno... si no tiene agua se llama cañada a la estrecha y vada, y vega a la extensa» (RFE XV, 265). En América se acentúa más la idea de lugar lleno de agua; he visto muchos lugares llamados «vegas» en la alta montaña de los Andes Argentinos, donde no podía ni concebirse un cultivo cualquiera, pero consistentes en un trozo de terreno, en medio del erial de la sierra, donde crece hierba por brotar en las proximidades un manantial; otras veces se trataba de un «tembladeral» o lugar pantanoso1, que es precisamente lo que significa en Chile2.

Por el Este el área de la palabra vega termina con el límite lingüístico catalán, y es de creer que siempre ocurriera así3. Pero en cambio es muy antiguo en Cerdeña vega «vallata, pianura; vega de aranzos: aranceto» (Spano), y la grafía bega, con este sentido, ya se encuentra en un antiguo pergamino original campidanés de 1107-29 (M. L. Wagner, RFE IX, 254; ARom. XV, 231; RLiR IX, 277; Bertoldi, ZRPh. LVII, 148)4.

En el Oeste hispánico veiga es palabra vivacísima, con el mismo valor que en castellano, y tanto en Galicia como en Portugal; en aquella región ya se encuentra en docs. desde 757 (M. P., Cid)5, en este país desde 960 (CortesƟo): «concedimus inter ambos rivulos vilar sico, veiga, anta et eclesiola». El diptongo es constante e indudablemente etimológico, y se extiende a una gran parte del Oeste de Asturias (detalles en M. P., Dial. Leon., § 4.2). Con este diptongo coincide la forma mozárabe ȳqa, ȳga, que aparece en docs. toledanos del S. XIII (Simonet, p. 560), baika en otro de 1206, y Almacarí, escribiendo en 1628, dice que entre los distritos de Granada está el de la Bega, a la que el vulgo llama Baiga (M. P., Oríg., 2.ª ed., 102n.2).

En cuanto a la etimología, son fonéticamente imposibles las varias arábigas y orientales a que se refieren Eguílaz y Simonet, de suerte que ya éste y Diez (Wb., 496) se inclinaban por un origen prerromano. Schuchardt se manifestó tenazmente escéptico ante este juicio (ZRPh. XXIII, 186-7; XXIX, 553-5) admitiendo un *VէCA derivado de VICES ‘vez, alternativa’, con el sentido de ‘campo fértil en el que se alternan los cultivos para esquilmarlo mejor’, teniendo en cuenta el abr. vecènna «vicenda», «terreno fertile». A ello se opusieron con razón M. P. (Cid) y Baist (Philol. Arbeiten Vollmöller dargeboten, 1908, 251-6) notando que el diptongo portugués y mozárabe se oponía terminantemente a esta posibilidad, poco verosímil por lo demás en el aspecto morfológico y semántico. El propio Schuchardt acabó por rendirse a la evidencia y en su trabajo de 1910 (ZRPh. XXXIII, 462-6) se inclinaba con algunas dudas a admitir una etimología ibero-vasca *BAICA, equivalente del vasco moderno ibaiko: en vasco ibai es la palabra general para decir ‘río’ y -ko es sufijo de genitivo relativo (no posesivo) que indica lo perteneciente a algo (etxeko gizona ‘el hombre de casa’ frente a gizonaren etxea ‘la casa del hombre’). Nada se opone a que la terminación -CA pudiera desempeñar una función análoga en protovasco o en ibero, y que así se formase *IBAICA en el sentido de ‘tierra del río’, ‘tierra de regadío, inundable, etc.’: nótese cómo concuerdan con este sentido fundamental las numerosas menciones y definiciones arriba citadas, y comp. otros derivados vascos modernos de sentido análogo: ibar (articulado ibarra) ‘vega’, ibetondo ‘ribera, vega’. La I- caía con frecuencia en el antiguo ibero o vasco, como nos muestran otros derivados de ibai: Baetis, Baetulo (junto al río Besòs) y el moderno Baigorri, y agréguense otros casos como ITURISSA ~ TURISSA, ILURO ~ LURO, ILIBERIS ~ LIBERIS, ISARR ~ SARR, a los que me refiero en el artículo SARRIO. De suerte que esta etimología debe considerarse fuera de dudas (como hace Bertoldi, l. c., a pesar de las que todavía no suprime del todo M-L., REW, 3.ª ed., 9126a)6; por si alguna pudiera subsistir la elimina la colección de grafías arcaicas con ai y con ei reunidas por M. P. (Oríg., pp. 83-85) de antiguos docs. leoneses y castellanos.

Debo agregar, en cambio, que no coincido con este maestro en el juicio que le merece la fecha tardía en que aparecen todavía estas formas en este nombre. Sería debida a una antigua pronunciación trisilábica vaïca. No puedo creerlo, pues dado el carácter general del vocalismo romance esto nos conduciría forzosamente a suponer que entre la a y la i se perdió una antigua consonante. No hay necesidad alguna de admitir este trisilabismo: no hay ningún caso en que el diptongo AI impida (como dice M. P.) la sonorización de una sorda siguiente (V. lo que digo de MANTECA), y por el contrario el subjuntivo plega de PLAICAT < PLACEAT, lo mismo que lego de LAICUS7, prueban que C se sonoriza regularmente tras AI8. La falta de sincronismo entre vaiga o veiga, por una parte, y -ero (de -ARIUM), por la otra, no tiene importancia alguna, pues es un error (como se ha observado tantas veces, p. ej. Navarro Tomás respecto de Aragón) creer que el lenguaje de los notarios y escribas refleje fielmente el estado de la lengua hablada. Esta gente poseía formularios extensos, a los que se atenía en gran parte, y que no sólo incluían las palabras iniciales y finales de los docs., sino que daban modelos de redacción de los docs. más comunes, incluyendo determinaciones topográficas frecuentes en ventas y docs. análogos. Ellos trataban de escribir en latín, y en este bajo latín hispánico existían muchas palabras no clásicas, pero ya tradicionales, como vaica (vaiga, veiga), lo cual no impedía que el escriba ignaro tropezase con frecuencia, cayendo en el romance cuando flaqueaba su memoria; de no ser así escribía palabras en -arius, pero si tenía un lapso, claro está que era la forma radicalmente vulgar -ero la que le venía a la memoria. No, en cambio, cuando se trataba del viejo término tradicional vaica (o veiga, etc.), frecuentísimo en escrituras, que solía reproducirse en esta forma tradicional aun cuando la lengua oral ya había llegado mucho antes a la monoptongación. El propio M. P. (p. 79n.1) nota el contraste entre la forma tradicionalista vayca en el cuerpo de una escritura de 972, y la oral del leonés occidental, beiga, agregada precipitadamente entre líneas en el mismo documento, por un escriba menos culto o por el mismo escriba cuando estaba más distraído. Es más, el primer documento de nuestro vocablo prueba terminantemente que en 919 el diptongo estaba ya simplificado totalmente en otras zonas, pues ahí se opone: «terras quam abemus in veegua de Zeia» a la localización general «juxta vajka que est supra ripam ipsius fluminis»: es decir, como apelativo el escriba se acuerda de que hay que escribir vaika, pero cuando se trata de la combinación casi soldada Vega de Zeia, nombre propio de un lugar, el mismo personaje ya no se atreve a mezclar su latín tradicional y se atiene a la forma que oye a su alrededor. Luego todos los ejs. de diptongo posteriores a 919 (excepto los del leonés occidental) son formas latinas tradicionalistas, y la monoptongación de vega se produjo sin duda al mismo tiempo que la de -ero, en el lenguaje oral. Termino observando que la calidad sorda de la -C- etimológica está probada por el diminutivo Vecilla, de *BAICEILLA, de donde los antiguos Ve(i)ciella, y semejantes (M. P., Oríg.), hoy todavía Veiciellas y El Vaciello en Sanabria (Homen. a M. P. II, 129); comp. IBÓN 9.

DERIV.

Envegarse. Vegoso. Veguero.

1 Un viajero argentino del S. XVIII distingue de ésta la vega pastosa a que he aludido antes, con referencia a la región andina (S. Canals Frau, Don Luis de la Cruz y su viaje, p. 333).―

2 Así lo emplea Amunátegui en su libro Al través del Diccionario, p. 27; en los AUCh. XXV (1864), pp. 631ss., figura una memoria de Mostardi-Fioretti titulada «Desecación de las vegas en Chile».―

3 Figura un par de veces en la Crónica de Jaime I, pero en ambas se refiere a tierras valencianas donde además se habla hoy aragonés o están cerca de la frontera lingüística. Primero se trata de «la begua de Xéricha», luego de la bega de Xátiva (ed. Aguiló, pp. 201.14, 349.5), que antes ha llamado «la pus bella orta que anch havíem vista». Sabido es que hoy sólo se dice L’Horta de València, de Xàtiva, d’Alacant, etc. Como ahí se trata del momento de la Reconquista, no es inverosímil que don Jaime, siempre tan realista lingüísticamente, remede el mozárabe vaica que oiría a los moros, si bien adaptándolo a la forma castellano-aragonesa, que le era más familiar. Bega ante ravallum aparece también en el Repartimiento de Valencia (p. 393), creo una sola vez en todo el Repartimiento, hablando de Cullera. Hoy vga (e cerrada y v labiodental) tiene algún uso, aunque poco vivaz, en alguna comarca central valenciana, aunque no como sinónimo de horta y del cast. vega, sino por ‘pequeño trecho hondo y cultivado junto a un río’. Así lo oí en 1962, p. ej. en Salem y en algún otro pueblo de la zona Júcar-Benicadell, al describirme topónimos; desde luego no ha pertenecido esto nunca al valenciano general y se trata de supervivencias esporádicas del mozárabe baȳqa o ȳqa; en Sueca y Cullera aparece, como es lo normal en varios pueblos valencianos, sólo como nombre propio de lugar, designando en aquélla una extensa partida de huertas y en ésta un suburbio de la ciudad: aquí aparece escrito desde antiguo (y hoy pronunciado) con b- y no con v-, igual que en la mayoría de los datos del dominio catalán continental. En Mallorca y Menorca se emplea hoy vega en el sentido de ‘jira, excursión campestre’ (anar a vega, fer una vega), y luego ‘placer extraordinario’ (AORBB IV, 111), de donde la frase trivial vega de geperuts ‘necedad’ (JBDLC XII, 258): no aseguraré que sea etimológicamente lo mismo que el cast. vega, aunque es fácil comprender el tránsito semántico en anar a vega, pero como vega en su sentido propio allá es desconocido, habría de tratarse de un castellanismo, quizá tomado del cast provincial; dice Amengual que la misma frase se emplea en la Mancha y otras partes. En la toponimia tampoco hay nada, a no ser el pueblo de Begues (e cerrada, según correspondería a AI), en una meseta cultivada, al Oeste de Barcelona.―

4 Nótese que AI debería al parecer conservarse en sardo, a juzgar por el carácter general de su vocalismo, o si acaso debiera dar otro resultado (comp. AU > sardo a); de hecho parece que el resultado es ai, comp. los pretéritos cantai, cantait, CANTA(V)I, CANTA(V)IT, que ya aparecen constantemente sin v en el Condaghe de Silki, y por lo tanto tendrían diptongo desde el latín vulgar. Tenemos ahí una dificultad, a la cual no veo que se refiera Wagner, quien sólo nota que esta forma sarda se opone a la etimología *VÌCA . Quizá el prerromano BAIKA se latinizaría en Cerdeña convirtiéndose en *BAECA. Por lo demás, no es ésta la única dificultad en sardo: la -g- difícilmente correspondería a una -C- en un texto tan arcaico como de 1107-29. El sardo legu LAICUS debe de ser hispanismo.―

5 Sigue allí con plena vivacidad rural: «esta veiga es mui chaira» Sarm. CaG. 131r; «polos carreiros das veigas d’acolá en baixo, as formiguiñas negras e roxas veñen á misa» Castelao 25.5, 156.16.―

6 El prototipo VAICA que admiten él y M. P. tiene el inconveniente de sugerir una antigua pronunciación Ȯ- que no hay motivo alguno para suponer. Aunque es cierto que la grafía con v- es casi constante en cast. y port., nótese que en casi todo el territorio esta letra designó siempre una bilabial fricativa y no labiodental. No sabemos si la -B- intervocálica del ibérico era fricativa ya como lo es hoy la del vasco; no es improbable, y por lo demás tuvo tiempo de tomar este matiz antes de la caída de la I-.―

7 Como ya nota M. P. los dos ejs. de laygale y leigale en el S. X no prueban nada (se trata del llamado «latín popular leonés», en este adjetivo que no ha dejado descendencia romance), y sobre todo no prueban una pronunciación LAÏCUS.―

8 Sabido es que aun tras AU se sonorizan ciertas consonantes: pobre PAUPEREM y cosa con sonora antigua, de CAUSA (frente a poco PAUCUM, coto CAUTUM).―

9 Nada, o muy poco, de interés agrega Hubschmid en la nota reciente donde vuelve a estudiar el origen de vega, Boletim de Filol. XIV, 5-11.