QUICIO, origen incierto; parece haberse sacado secundariamente de resquicio ‘abertura que hay entre el quicio y la puerta’, que antiguamente era rescrieço, significaba ‘grieta’, ‘rendija’, y deriva de un verbo *EXCREPITIARE ‘resquebrajarse’, derivado a su vez de CRĔPէTUS participio de CREPARE ‘estallar’, ‘reventar’; teniendo en cuenta que desquiciar aparece varios siglos antes que quicio, es posible que aquel verbo descienda directamente de *EX-CREPITIARE con el sentido de ‘abrir una hendedura entre la puerta y la pared’, de donde ‘descuajarla, desquiciarla’, y quicio se extraería de desquiciar; el grupo -cri- se redujo a -qui- por disimilación en rescrieço, y de ahí se extendería esta reducción a desquiciar.

1.ª doc.: Lucano de Alfonso X, Almazán; h. 1405, Fco. Imperial; APal.

Dice éste que el lat. verticulum es «quicialera en que se contorna la puerta, ca verticula son quicios, y verticare, andar en quicio o tenerlo» (522b), y hablando de los cuatro vientos principales dice «de todos estos vientos dos son como quicios: el septentrional y el ábrego» (519d): es decir, allí emplea quicio en el sentido de ‘quicio de puerta’, y aquí en el de ‘eje’. Por el mismo tiempo aparece en la Celestina, donde se dice que las doncellas enamoradas «rompen paredes, abren ventanas, fingen enfermedades, a los cherriadores quicios de las puertas hazen con azeytes usar su oficio sin ruydo» (III; Cl. C. I, 138.19; ed. Foulché 1902, 43.4), y Nebr. define «quicio o quicial de puerta: cardo». Hay un ej. anterior, de sentido menos claro, aunque de todos modos parece tratarse de la ac. figurada ‘curso o ambiente natural de una cosa’ o bien de la idea de ‘eje’; está en poesía de Francisco Imperial: «cante Iupao, Çiçoreon, Fabricio, / e los que en Roma fueron tan çeviles, / al bien bevir non fiçieron un quicio / a par de tus ofiçiales gentiles» (Canc. de Baena, n.° 350, v. 363, ed. 1851, p. 253). Esta rima por lo menos nos muestra, junto con las grafías de APal., Nebr., el autor de la Celestina y otros, que la c era sorda, y así nos lo confirma la pronunciación actual en Cáceres y Sierra de Gata (M. P., Dial. Leon. § 11; Espinosa, Arc. Dial. 51) y la forma portuguesa.

En lo tocante al aspecto semántico puede ser útil agregar todavía otros datos clásicos. Poco nos enseña el artículo de Covarr., sólo preocupado por su imposible etimología quiescere; la definición de Aut. (conservada hasta hoy por la Acad.) es también algo vaga: «aquella parte de las puertas o ventanas en que entra el espigón del quicial y en que se mueve y revuelve», y quicial es «el madero que asegura y afirma las puertas y ventanas, por medio de los pernios y bisagras, para que revolviéndose se abran y cierren». Esto en rigor permitiría entender quicio como igual a gozne, sinonimia que en efecto ha existido, al menos en port.; pero los goznes son una pieza más compleja, más semejante a una bisagra, y están compuestos de varias piezas íntimamente ensambladas, mientras que el quicio tiene forma de anillo en que entra el espigón sujeto a la puerta: espigón y quicio forman un sistema más simple, de mayor tamaño y algo más primitivo que los goznes, con la característica de ser más fácil de desarticular que aquéllos y de dejar entre la jamba de la puerta y su hoja, cuando ésta se abre, una hendedura mayor de la que permiten los goznes; además, el quicio se encuentra precisamente en el extremo inferior o en el superior de la puerta, y es más propio de las puertas grandes y a la antigua1. La mayor parte de los textos clásicos poco nos enseñan de particular: así los varios pasajes del Quijote, de Góngora, los que cita Aut. y éste de Vélez de Guevara: «sacándome las puertas de sus quizios / para entrar en mi casa» (La Serrana de la Vera, v. 1469), o el de Juan de Valdés «no me parece bien que, por acomodaros a la lengua agena, saquéis la vuestra de sus quicios. ―Vos tenéis razón quando de tal manera la sacasse de sus quicios o quiciales que... no me entendiesse» (Diál. de la L., 59.8).

Pero otros nos muestran que al hablar de quicio se alude con gran frecuencia a la hendedura o agujero que queda en el rincón de la puerta; así en El Celoso Extremeño se comunica Loaisa con sus amigos «por el agujero del quicio» (Aut.), y en un romance publicado en una colección de 1618: «si queréis que os enrame la puerta... / vereys como arranco / un álamo blanco, / y en vuestro servicio / lo pongo en el quicio» (RF VI, 105). En el quicio, tal como hoy lo entendemos, no cabe, ni mucho menos, un tronco de árbol. El Hidalgo, su amo, al mandar a Lazarillo de Tormes que vaya por agua al río, le recomienda «cierra la puerta con llave, no nos hurten algo, y ponía aquí al quicio, porque si yo viniere en tanto, pueda entrar» (tratado III): la construcción al quicio es notable, y M. P. (Antol. de Pros., p. 96), al observar que Juan de Luna, en su ed. de 1620, posterior en setenta años al original, enmendó en el quicio, reconoce que con ello se ajustó al que es el uso actual; pero, bien mirado, no es posible meter la llave en el quicio mientras la puerta no esté desquiciada, de suerte que el anónimo autor quería decir que metiera la llave, como suele hacerse, en la rendija que queda entre la puerta y su jamba, según es fácil hacerlo en muchas puertas de quicio, especialmente de casas destartaladas como la que habitaba el desharrapado hidalgo: de ahí la preposición a de movimiento. En el siglo pasado, en la ciudad cubana de Puerto Príncipe o Camagüey, se llamaba quicio «la obra de manipostería más o menos levantada hasta la altura de la puerta, con escaleras para subir y bajar al piso de la calle, por la costumbre que hay de sentarse allí por las tardes» (Pichardo, s. v. pretorio). De todo esto se deduce que quicio ha tenido un sentido más amplio y vago que el que le damos hoy, y que en particular ha designado el resquicio entre la puerta y la pared en que se abre, o (en Cuba) el rincón que queda entre la pared y la puerta abierta: en forma definitiva lo comprueba el romance citado por Pagès: «con grandísimo cuidado / en el quicio de la puerta / se puso a escuchar».

Quicial, que interesa por ser tanto o más antiguo que quicio, muestra las mismas vacilaciones de sentido. El glos. de Toledo (h. 1400) le da el valor de ‘quicio’, pues lo traduce por cardo. Y con el mismo sentido lo emplean Mena, Coronación y Villena, Trad. de la Eneida. En una versión de los fueros aragoneses, redactada h. 1400, y en el poeta coetáneo Ferrant Manuel de Lando, el quicial se hace casi sinónimo de ‘puerta’: «armado non podría / moverme fasta el quiçial, / que dentro en el grant corral /... / de armas e varascudos / me tra?an un quintal» (Canc. de Baena, n.° 286, v. 44), «qual quiere omne que en algún casal viello abrirá alizaz [‘cimientos’], sobre el qual depués fará tanto al deredor entro que sia de tres tapias en alto, et metrá en aquel casal quiçales, et fará portal...» (Tilander, p. 253): desde luego no se trata del quicio, ni del quicial como lo define la Acad.: la idea es moverse hasta la puerta o hacer puertas a un edificio; cabe pensar en una sinécdoque pars pro toto, pero el hecho de que el poner quiçales se mire jurídicamente como el momento decisivo de la construcción, en que el edificio imperfecto ya puede empezar a servir como casa, parece indicar una parte de la puerta mayor que el quicial o el quicio, quizá las jambas o montantes; es decir, otra vez, algo próximo al resquicio o hendedura de la puerta.

Y que de ésta se trata está bien claro en los Refranes que dizen las Viejas tras el Fuego (med. S. XV): «no dize el umbral sino lo que se oye al quicial» (n.° 488, RH XXV, 166); es evidentemente el lugar donde escuchan los curiosos indiscretos, por donde escuchan o miran, lo cual se ha expresado con la voz afín resquicio: «aquel rey que... / estando mirando un día / por los resquicios acaso / de una puerta, descubrió / a la reyna dentro, y vió / que tenía, ¡estraño caso!, / en los brazos un enano...» (Vz. de Guevara, La Serrana de la Vera, v. 1147). ¿No está claro con esto que quicio y resquicio son inseparables, y que será bueno buscarles una etimología común?

Algunos lo han dicho ya, Körting (n.° 7683 y 7886) y Américo Castro (Glos., s. v. riscus)2 en particular. Y ello sería tanto más atractivo cuanto que si el origen de quicio ha sido hasta ahora un misterio, el de resquicio parece claro después de la nota de M. P. en RFE VII, 24. Su primer testimonio está en la 1.ª Crón. Gral, h. 1280: «fuyendo entre las peñas, que eran mucho altas, et entre los rescrieços dellas, por cueta de asconderse en algún forado» (332a7); otros mss., del S. XIV, sustituyen esta forma por la variante resquieços, y otros resquiçios y requiçios. Parece muy claro que rescrieço es la forma originaria y que el Maestro tuvo una feliz intuición al derivarla de un verbo *RE-EXCREP(I)TIARE, derivado de CRĔP(I)TA (part. de CREPARE), de donde salen el cast. grieta, el cat. crétua íd., etc.; esto además puede explicarnos la terminación átona -io, tan singular en una voz popular y hereditaria: hubo seguramente metátesis de la i, sea en el sustantivo rescrieço > *resc(r)ecio y con metafonía resquicio, sea quizá más bien en el verbo *rescrieçar (con el diptongo del presente generalizado gracias al sustantivo rescrieço)3, el cual pasaría a *rescreciar, -quiciar. Sea lo que fuere de este detalle, el étimo de M. P. está bien asegurado fonéticamente por ciertas formas posteriores: en el arag. de Caspe, con la segunda r disimilada diferentemente, se encuentra rescliza ‘grieta en el terreno’ (BDC XXIV, 179); en el burgalés Fernández de Villegas, traductor de Dante en 1515, se lee «el sol ya salía, / en la triste cárcel su rayo venía / por cierto resquieço que estaba patente» (cita de Rz. Marín, 2500 Voces), con el diptongo originario todavía respetado y hoy todavía se dice resquieza ‘rendija, resquicio’ en Santander (García Lomas). Que desde el punto de vista semántico resquicio no era otra cosa que ‘grieta’ en términos generales, lo prueban las definiciones de Nebr. («r. o hendedura: rima») y APal. («hisco, que es mostrar fendeduras o resquicios», «rimosus, lo que tiene resquicios» 195b, 420d), y los pasajes de la Gr. Conq. de Ultr.: «manaderos que destellavan por los rescricios de las peñas» pero «la tierra era resquebrajada de grandes resquicios» (ed. Cooper, III 6ra3 y III 13rb26, repetido en la línea 28), el primero de los cuales interesa además por la -r- conservada4.

En una palabra, esta etimología está firmemente sentada y establecida, pero en mi opinión no sacó su autor todo el partido posible del hallazgo, al agregar que resquicio posteriormente «se contaminó con la forma y con la idea del sustantivo quicio». ¿Qué sabemos del origen de quicio que nos permita afirmar que hubo contaminación y no evolución paralela o solidaria? La etimología de quicio ha sido un enigma hasta el presente5.

Así lo declara categóricamente Diez (Wb., 479); la imposibilidad fonética del étimo de Vogel (Neukat. Studien, p. 69) *(RE-)EX-SCIDIUM (de SCINDERE ‘partir’) es patente; y queda sólo la idea de Korting, C. Michaëlis (A Águia, sept. de 1915, pp. 81-91) y Spitzer (RFE XIV, 255), adoptada por M-L. en su última ed. (REW3 6967a), de atribuirle formación onomatopéyica; por lo demás nótese que Michaëlis y Spitzer no estudiaron la cuestión, mencionándola sólo de soslayo a propósito de gozne, y A. Castro juzga que hicieron su afirmación «sin mucho motivo» (RFE III, 331). Sin duda los quicios se han mirado siempre como chirriadores (V. arriba cita de la Celestina), y aun puedo agregar que el fr. pivot ‘espigón de puerta’ y el cat. piu, piulet ‘espigón en general’, empiular ‘meter un eje’, es a mi entender creación onomatopéyica de la familia de piular ‘piar como un pájaro’ (V. s. v. PÚA). Pero aquí el carácter imitativo salta a la vista en las formas catalanas, mientras que el grupo kiθ tiene un valor onomatopéyico mucho menos perceptible: en realidad su único elemento efectivo en este sentido es el sonido agudo de la i: una r sería indispensable para expresar el chirrido; no hallamos parentela romance que nos asegure de la existencia de una raíz onomatopéyica kiθ6, y el alem. quietschen ‘rechinar la puerta’ (cuya u es elemento onomatopéyico esencial) está muy alejado; sobre todo, esto nos obliga a separar etimológicamente quicio de su pariente clarísimo resquicio, y no explica la singular terminación átona -io: ahora bien a mí, como a Meillet, siempre me ha parecido que los indicios morfológicos son los más seguros en la indagación etimológica. En su artículo de AILC II, 32-36, Spitzer aun admitiendo para rescrieço la etimología de M. P. y admitiendo la posibilidad de que quicio se sacara de resquicio según el modelo de quiebra junto a resquebrajadura, tampoco saca provecho de estas premisas, pues sigue empeñado en hallar a quicio y a resquicio una etimología diferente de la de rescrieço; esta etimología sería la misma del fr. éclisse ‘astilla’ ‘varita para entablillar’, a saber un germ. *SLITTI (= alem. schlitz ‘abertura, hendidura’), lo que además de dificultades semánticas y fonéticas (desaparición de la L) ofrece ante todo la inverosimilitud extrema de atribuir étimos diferentes a las dos variantes rescrieço y resquicio.

Por otra parte para ver una acción inductiva forastera en la evolución de rescrieço en resquicio no hay en realidad razón alguna. La pérdida de la r y demás cambios fonéticos se explican por sí solos. Y si más tarde tendió resquicio a especializarse en la hendedura de la puerta, esto bien pudo ocurrir en forma espontánea, puesto que esta hendedura era muy importante en la vida cotidiana del hombre. Esta especialización está registrada por los lexicógrafos: «resquicio: la abertura entre el esquicio y la puerta» (Covarr.), «la abertura que hai entre el quicio y la puerta: y por extensión se dice de qualquier otra hendedura» (Aut.), pero no temamos vernos extraviados por una preocupación etimológica de lexicógrafo, pues los textos del Siglo de Oro confirman que resquicios son siempre entonces los de las puertas y ventanas, por donde se entra la luz; recuérdense los versos citados de Fz. de Villegas, y léanse los pasajes siguientes: «¿vióme el sol que inventó el día, / aunque tal vez ha querido / de essas çerradas ventanas / provar luz por sus resquicios?» (Ro)jas Zorrilla, Cada qual lo que le toca, v. 434), «que la luz que entra por estos resquicios muestra que es muy entrado el día» (Coloquio de los Perros, Cl. C., 339), «qué de veces ha intentado / ... / entrarse por los resquicios / de las casas religiosas, / a inquietar la honestidad / que en las santas celdas mora» (La Ilustre Fregona, 271).

Bien sentada, pues, la etimología de resquicio y el carácter espontáneo de su evolución, podemos dar también por averiguada la completa solidaridad entre él y quicio, puesto que éste designó asimismo la hendedura, según dejé probado arriba. Pero ¿en qué forma podemos entonces sacar este otro vocablo de la etimología mencionada? Acaso como un mero derivado regresivo: puesto que existen codo y recodo, canto y recanto, vueltas y revueltas, hoya y refoya, se pudo de resquicio sacar un seudo-primitivo quicio; verdad es que res- no es exactamente lo mismo que re-, aunque también es cierto que las variantes de la Crón. Gral. nos revelan la existencia de un requicio igual a resquicio, y por otra parte hemos visto que Covarr. empleó esquicio. De todos modos hay que tener en cuenta el papel que en todo esto pudo desempeñar el verbo desquiciar, tanto más cuanto que éste es el más antiguo representante de toda esta familia: si quicio no aparece hasta princ. S. XV, y quicial pocos años antes, el verbo desquizar está ya documentado en los albores del XIII, pues lo emplea tres veces Berceo: «estos ambos ladrones / moviéronse de noche con sennos açadones, / desquizaron la puerta, buscaron los rencones /... / fue con los azadones la çerraja rancada, / desquizadas las puertas, la eglesia robada» (Mil., 873c, 877b, sólo en el ms. I), «credién que eran almas que querié Dios levar, / de derecha invidia se querién desquizar» (Mil., 600d, A, -içar en I)7; más tarde desquiciar aparece en el Rim. de Palacio y en el Canc. de Baena, y es de uso constante en todas las épocas, con el sentido actual (Cuervo, Dicc. II, 1166-7)8. Es sabida la tendencia del cast. a cambiar es- en des- (recuérdese eslenar > deslenar > DELEZNAR): luego desquiciar puede ser sencillamente el primitivo *EXCREPITIARE supuesto por el derivado resquicio: *escrieçar > *escriciar sería primero ‘abrir la raja; entre puerta y pared, desgobernarla’ y por influjo de resquicio, cuya solidaridad nadie perdió de vista, perdería la r haciéndose desquiciar. Pero si desgoznar era ‘sacar la puerta de los goznes’ la existencia de desquiciar invitaba a inventar un seudoprimitivo quicio para denominar la pieza así desarticulada, y la distancia de dos siglos entre la aparición del sustantivo y el verbo invita en efecto a considerarlo así; tanto más cuanto que también existió el postverbal esquicio9 y que de los esquicios se pudo pasar por haplología a los quicios. Esquicio lo emplea Covarr. en su definición «resquicio: la abertura entre el esquicio y la puerta»10, y su pensamiento nos lo aclara lo que dice en el artículo quicio: «resquicio en rigor es la abertura que hay entre la puerta y el pie derecho della», así que por esquicio entendía él el «pie derecho» o jamba, precisamente el sentido que me vi llevado arriba a suponer para el arag. ant. quiçal. Nada más natural que haberse llamado así a lo que quedaba después de desquiciar la puerta. Así todo se comprueba y corrobora mutuamente. No sé si podemos dar ya por enteramente segura esta etimología, pero sí, después de lo dicho, como muy probable. Quien dudare a causa de la temprana aparición de desquiciar, ya sin r, antes de los primeros testimonios de rescrieço, reflexione que no poseemos ni con mucho todo el caudal lexicográfico del idioma medieval, y que la variante resquicio pudo coexistir con rescrieço desde mucho antes de Berceo, sin que los raros monumentos de época tan remota dieran ocasión a un vocablo así para manifestarse por escrito. El que quisiere resucitar la conexión que trató Körting de asentar entre desquiciar y el oc. esquissar ‘desgarrar’, no debe olvidar que este vocablo viene de *EXQUզNTIARE (V. aquí ESGUINCE), cuya N debía perderse normalmente en lengua de Oc (comp. pensar > oc. pessar, com si > cossí), pero conservarse en castellano, y que un préstamo occitano no tendría verosimilitud en vocablo de este sentido y de tan temprana fecha.

Para terminar, dos palabras sobre el port. quicio. Su i postónica, lo mismo que la de resquício «vestígio», «fragmentos muito miudos», «pequena abertura» (frente a serviço, estudo, viço, etc.) revela ya que es castellanismo, de suerte que no puede darnos escrúpulo su i tónica, que en port. no puede explicarse por la diptongación; de hecho, aunque Bluteau cita textos de Lacerda y de Gabriel Pereira (Ulysseida), que creo poco anteriores a la fecha de este diccionario (1715), todavía Moraes dice que quicio es voz poco usada, y Bluteau atestigua explícitamente que se había tomado del castellano11.

DERIV.

Quicial, quicialera, V. arriba. De este último, o más precisamente de quizalera (V. el arag. ant. quiçal arriba) saldría por metátesis cacilera ‘quicio’ arag., y de ahí se extraería cacil ‘tocón, lo que queda del árbol al cortarlo’ arag. (DHist.). Desquiciar (V. arriba); desquiciador; desquiciamiento. Enquiciar. Resquicio (V. arriba).

1 En una descripción de los viejos edificios del Oeste argentino, correspondientes a la época colonial, leo «lo más notable... además de sus anchas y macizas murallas de adobón, y sus anchas puertas de quicio, son dos cuadros al óleo...». Es decir, la puerta de quicio es un tipo de puerta especial, a la antigua.―

2 Este vocablo del bajo latín, mal documentado, que en estos glosarios está traducido por resquicio, no creo nos ilustre acerca del problema etimológico. Me parece claro que riscus no es más que el cast. risco ‘peñasco quebrado’, traducido por resquicio en su sentido etimológico de ‘grieta en los peñascos’ (V. los ejs. que luego cito), comp. el cat. esqueis ‘riscos, peñascos’, que en el origen es el plural de esqueix ‘raja, hendedura’. Desde luego es preferible la etimología de M. P. a la idea de ver en resquicio un *risquicio derivado de risco, pues el sufijo popular es -izo y no -içio (con sorda).―

3 Comp. la generalización del diptongo que ha sido responsable de las formas jugar (por jogar), cuntar, lugar, etc.―

4 La forma fonética primitiva de quicial se conserva en la Ribera de Navarra: crizal ‘quicio de una puerta’, y en algunos pueblos ‘escalón de la puerta de una casa, umbral’ (Iribarren); la variante antigua clidar ‘umbral’ quizá esté por *criebdal CREPITALE. También se conserva allí la forma primitiva de resquicio: recliza (o requiliza, con anaptixis vasca) «rendija en puertas o balcones, por donde entra la luz» (Irib.), evidente disimilación de *recrieça RE-CREPTIA.―

5 Y tan enigma que el padre Griera escribe que el cat. queix ‘mandíbula’ viene de *QUITIU (como si no fuese bien conocida la etimología CAPSUM) ¿Hace falta observar que ese QUITIU(M) es latín de cocina?―

6 Spitzer compara el it. schizzare. Pero éste significa ‘salpicar’, ‘disparar’, ‘esbozar’, y sólo ocasionalmente, y quizá impropiamente le dió Benvenuto Cellini el valor de ‘resquebrajar’. Nada, desde luego, de rechinar en todo esto.―

7 Con este último ejemplo coincide el sentido del gall. ant. esguiçar («avian tan gran fame que os padres e as madres comian os fillos... e as molleres os maridos, en guisa que aas mƟos e oos dentes se esguiçavan todos», Mir. Santiago, 69.14).―

8 Del firme arraigo de este verbo dan más testimonios el préstamo logud. iskissiare ‘decir desatinos, despropósitos’ (RFE IX, 240), y Canarias desquisiar ‘extirpar la mala hierba’, Rég. Pérez, Rev. de Hist. de La Laguna, n.° 78, p. 257.―

9 Viceversa existió también un verbo quiçiar registrado por G. de Segovia (90), cuyo sentido no conocemos. ¿O será sustantivo equivalente de quicial?―

10 Adviértase que esta definición la copiaron irreflexivamente Aut. y Acad., sin otra enmienda que la de esquicio en quicio, y sin darse cuenta de que no admitiendo esta ac. para quicio, la definición quedaba sin sentido.―

11 En Tras-os-Montes quiço es «tabuƟo assentado no chƟo, em que se crava o espigƟo onde gira a roda do oleiro» (RL XXIX, 302; G. Viana, Apost. II, 313). Esta forma portuguesa aparece ya en dos cantigas de escarnio del S. XIII, una debida al rey Alfonso el Sabio y otra a Fernán Soárez de Quiñones (que parece más bien gallego o leonés que portugués), R. Lapa, CEsc., 26.13, 141.2; el sentido es ‘gozne’ y con referencia a una puerta en la segunda.