PERLA, probablemente de *PĔRNŬLA, diminutivo de PERNA ‘especie de ostra’; la forma castellana es préstamo de otro romance (catalán, francés o italiano).

1.ª doc.: APal. («concha marina... se faze piedra preciosa y resplandeciente: es perla», 89b; 62d).

Está también en Nebr.: «perla, grande aljofar: unió»; y la forma alterada pelra en inventario arag. de 1497 (BRAE II, 87, dos veces); es muy frecuente ya en el Siglo de Oro. En portugués se dice pérola [Ulisipo], antiguamente también perla (Camoens), así que ambas formas se encuentran desde med. S. XVI, pero la primera no puede ser muy antigua (o de serlo no podría ser popular), pues habría perdido la -l- intervocálica: es de creer que pérola salió secundariamente de perla por anaptixis, y por lo tanto no hay que prestar mucha atención a aquella forma para la etimología1.

Más antiguo es el vocablo en los demás romances. Del cat. perla (con è abierta en todos los dialectos: Misc. Fabra, 357; BDC V, 11) abundan mucho los testimonios medievales, desde fines del S. XIII (Lulio; a los de Ag. agréguese el de 1385, citado en Misc. Fabra, 174); también el oc. e it. perla, y el fr. perle, se documentan desde el S. XIII; el a. alem. ant. përala, bërla, se encuentra desde antes del S. XI, pero no cabe duda, por razones fonéticas, que es de origen romance, y lo mismo cabe decir de las demás formas germánicas; la primera a del a. alem. ant. përala y la u del b. alem. ant. përula, son también intercalares, debidas a la anaptixis tan común en estos idiomas. La vieja palabra castellana y portuguesa era aljófar, documentada en gran abundancia en toda la Edad Media (Bocados de Oro, Gral. Estoria, 1.ª Crón. Gral., Cavallero Zifar, Gr. Conq. de Ultr., Juan Manuel, Canc. de Baena, Nebr., etc.), y no en el sentido más tardío de ‘perla menuda o irregular’, sino en el genérico de ‘perla cualquiera’, y en particular la perfecta y de gran tamaño. Esto indica que perla en hispano-portugués es préstamo tardío de otro romance, y lo mismo se deduce de la falta de diptongación de la Ĕ, pues todo coincide en probar que el étimo, cualquiera que fuese, había de tener e abierta: así el it. pèrla como la misma forma catalana y el valón antiguo pierle (un ej. en God.).

Como étimo admitió Diez (Wb., 241-2) el lat. tardío PէRŬLA, que sólo se encuentra en San Isidoro, y con el sentido de ‘punta de la nariz’, pero que es diminutivo de PէRUM ‘pera’: en efecto hay un tipo de perlas, que no es el menos estimado, aunque tampoco de los más frecuentes, que tiene la forma de una pera simétrica; los tratados modernos consideran esta clase de perla casi tan perfecta como la perla esférica (V., p. ej., la Encycl. Brit., s. v. pearl), y ya Plinio nos la describe bajo el nombre de elenchus (Nat. Hist. IX, xxxv, 56 [113]); supone Diez que desde esta clase se extendería el nombre a todas las perlas, lo cual no es inconcebible, aunque tampoco muy probable, puesto que la perla piriforme no es tan apreciada ni tan frecuente como la esférica, y tampoco es tan corriente como la irregular; en cuanto a los argumentos fonéticos que en apoyo de su etimología quiere deducir de las formas alemana antigua y portuguesa; ya hemos visto que carecen de todo valor.

Por otra parte la è abierta que presenta el vocablo en los romances donde es antiguo, sugiere más bien otra etimología, ya propuesta por Du Cange. Señaló este autor tres pasajes de documentos del Sur de Italia, en los siglos XIII-XIV, en los cuales se lee perna en el sentido de ‘perla’, y sugirió que la voz romance sea alteración del lat. cl. PĔRNA, propiamente ‘muslo’ y ‘jamón’, pero aplicado también a un molusco marino semejante a la ostra, fijado al fondo arenoso por medio de un pedúnculo largo en forma de jamón de cerdo: «stant veluti suillo crure longo in arena defixae, hiantesque, qua latitudo est, pedali non minus spatio, cibum venantur; dentes circuitu marginum habent pectinatim spissatos: intus spondyli grandis caro est», como las describe Plinio (XXXII, xi, 54 [154]), agregando que son muy frecuentes entorno a las islas del Ponto. Ahora bien, el Cronicón Casinense habla de unas coppetellae hechas de pernis, o sea del nácar de estas conchas, y sabido es que el nácar y las perlas proceden de una misma clase de moluscos, de suerte que nada es más fácil que admitir se llamara PERNAS a las perlas que en ellos se formaban, o que en este sentido se empleara un diminutivo *PĔRNŬLA, de donde el romance perla; en efecto perna en el sentido de ‘perla’, y también en la ac. secundaria ‘pupila del ojo’ (que presupone la de ‘perla’), es usual actualmente en Sicilia, Calabria y Nápoles (según ya indicó el propio Diez y confirma Rohlfs), se halla en un texto lemosín de 1428 (Levy, P. S. W., s. v.) y sigue hoy empleándose en este dialecto (perno), en Normandía se dice perne (Moisy), y aun en italiano común corre pernocchia en el sentido ‘madreperla’; no sería posible explicar estas formas en -n- como alteraciones de PէRŬLA (tanto más cuanto que en Sicilia y Calabria tendríamos entonces i y no e).

Esta etimología es la que ha logrado, pues, el asentimiento de los más entre los investigadores modernos (Meyer-Lübke, REW 6418; Gamillscheg; Bloch-Wartburg; Migliorini; sólo Kluge sigue fiel a la idea de Diez), y lo único en que puede caber discrepancia es, por una parte, en la procedencia geográfica del vocablo, y por la otra en la explicación de la -l-. En cuanto a esta última, Gamillscheg (seguido por Wartburg en su ed. de Bloch) admite cruce de PERNA y SPHAERULA ‘bolita, esferita’, idea desafortunada, pues este diminutivo ni es frecuente en latín (un par de ejs., sólo desde S. Agustín, que parecen creaciones ocasionales), ni es seguro que haya dejado descendencia romance (un par de voces dialectales italianas, de origen problemático, y de sentido muy alejado, en el REW 8144), y sobre todo no tenemos indicio alguno de que jamás significara ‘perla’, condición sine qua non para el cruce. Luego es preciso decidirse por un diminutivo *PĔRNŬLA (como hacen Du C., Migliorini, y por lo visto Meyer-Lübke.

No es forzoso admitir que hubiera un solo país de origen, pues en fr., lengua de Oc, cat. e italiano el vocablo tiene igual antigüedad y pudo ser hereditario en los cuatro. Cabe asimismo admitir que se propagara desde Italia, de donde viene también PORCELANA, primitivamente ‘nácar del molusco llamado porcellana’; la síncopa de la Ŭ postónica, aunque mucho menos general allí que en galorromance, no deja de presentar algunos ejs. análogos, como spilla SPզNŬLA, spalla SPATŬLA, pesca PERSէCA, sciorre < sciògliere, pone < pónere etc. Para otras etimologías, todas inadmisibles, puede verse el artículo de Diez.

El latino perna procede de una palabra indoeuropea PERSN ‘talón’ ‘pierna, muslo’ que es común al latín con el indoiranio, el hitita, el griego y el germánico (Pok., IEW 823) y que por lo tanto es probable que existiera en todas las lenguas de la gran familia. No hay, pues, objeción contra la idea de que también dejara huellas en céltico, y precisamente como nombre de marisco, aunque esto no tiene otro fundamento positivo que una curiosa palabra gallega, cuyo celtismo induzco del sufijo característico que lleva: arnéste es una especie de costra de Conchitas que nacen en los peñascos marinos. Recogióla Sarmiento ya en 1745, en varios lugares de la costa occidental del país, y especialmente en muchos sitios de la ría de Pontevedra (Isla del Tambo, La Barca, Portonovo). La define: «costrica de varios marisquitos que nacen en las peñas que bate el mar bravo, y en las que nacen mejillones, percebes, caramujos, lapas, etc.» (CaG 63r) «género de Conchitas menudas que nacen en los peñascos que baña el mar, y en donde se cogen los percebes; las dichas Conchitas tienen dentro un licor negro como materia de que se forman los mejillones, lapas, caramujos y otros mariscos» (83r) «Conchitas como moho» (A17r); pues, en efecto, suelen dibujarse con facilidad en esta especie de alfombra, p. ej. con la punta de un bastón, figuras, como cruces u otras (125v); y, en el glosario a su Col. de Voces Gallegas, «parece una capa de caracolillos informes que más son embriones de varios testáceos que mariscos formados»; sólo el DAcG. o ha confirmado más tarde este vocablo. El sufijo -ESTI, -ESTO-, es típico del céltico (como sus paralelos -OSTO-, -ASTO-, etc.), V. la bibliografía que doy, con ejs. de su aplicación en céltico isleño, y las innúmeras confirmaciones toponímicas que reúno, en BNfg. VIII, 1973, 205, 204, 206, 209 (cf. aquí s. v. MÉDANO). Como la pérdida de la P- es general en céltico, creo pues que se trata de un colectivo *ERN-ESTI ‘conjunto de conchas’, propio del celta artábrico2, y derivado de célt. *ERNA = lat. perna e ieur. persnā, en el sentido de ‘concha’ que quedó en el románico perla.

Para el vasco emperna ‘percebe’, V. PERCEBE.

DERIV.

Perlada. Perlero; perlería. Perlezuela. Perlino. Perlita. Perlones, nombre de un pez (Supl. a Azkue2, s. v. eskatz); es parecido al arraingorri (cast. escarcho o mazote), del género trigla, y de unos 20 cm., en vco. perloe, -loi, -loin; fr. perlón; gall. pelrón ‘especie de escacho pintado de diversos colores’ (Sarm. CaG. 82r y p. 199), también pilrón y port. pilrão.

1 También escribió pérola en castellano Covarr. (s. v. berruga).―

2 En 125v Sarm. da además como equivalente arneiro y en 220v y A17r arneiron. Se trataría pues de derivados del supuesto célt. *ERNA con sufijo diferente. Pero hay que sospechar que existe ahí una confusión, o una mala inteligencia, originada por algún informante poco preciso o mal conocedor. Pues arneiro así en gallego (DAcG.) como en portugués es ‘tierra arenisca estéril’, hijo evidente de AREN-ARIUM: se hablaría conjuntamente del arneste y del arneiro, que están juntos. Arneirón por otra parte sería ‘lapa’ según Vall. (del cual lo sacará el DAcG.): ahí la confusión quizá venga más bien de una copia incompleta de lo escrito por Sarmiento.