MELENA, 1) ‘almohadilla o piel que se sujeta a los cuernos del buey para que no le lastime el yugo’, 2) ‘cabello suelto que cae sobre los ojos o cuelga sobre los hombros’; el primer significado, documentado unos tres siglos antes, parece ser primitivo, del cual deriva el otro, por comparación con los flecos de la piel que le caen al buey sobre los ojos; palabra de origen dudoso, ciertamente no latino: es posible que sea prerromana, pero otros indicios aceptables indicarían una etimología arábiga.

1.ª doc.: 1245, doc. de Sahagún.

Donde se lee: «dos yugos con sos cornales e con sus melenas» (Staaff, 26.39); en doc. de Ávila de 1269: «con un trillo bueno e con dos yugos medianos, e con tres rejas medianas, e con una reja mala, e con melenas malas para un yugo» (M. P., D. L., 240.30); en la Danza de la Muerte, de primeros del S. XV: «dize el labrador:... Déxame, Muerte... la Muerte: Sy vuestro trabajo fue syenpre syn arte, / non faziendo furto en la tierra agena, / en la gloria eternal abredes grand parte, / e por el contrario sufriredes pena; / pero con todo eso poned la melena, / allegadvos a mi, yo vos buiré, / lo que a otros fize a vos lo faré» (v. 405). Poner la melena es, pues, preparar los bueyes y el carro para ponerse en marcha. Pero esta ac. de melena aparece con frecuencia en otra locución figurada de uso más frecuente, venir a la melena, ‘soportar el yugo, someterse, obedecer de grado o por fuerza’. Así ya en el Alex.: «Muchos pueblos estavan por las tierras alçados / que nunca de los griegos non serién ensayados, / mas quando a los de Çiçia vioron tan bien domados, / venién a la melena todos cabez colgados» (doblando la cerviz como el buey, 1781d); asimismo en la Celestina (Cl. C. XVIII, 57) y en Juan de Valdés: «buen tiempo tenéis; pues algún día me vernéis a la melena» (Diál. de la L., 57.8); en el Vocabulario de Correas (657) «venir a la melena: sujetarse»; en Quevedo, Cuento de Cuentos (Lang, MLN III, 201); el refrán «al llamado del que le piensa, viene el buey a la melena» ya se halla en el Comendador Griego (1555), en Covarr., etc. Tratándose de otras frases como traer a la melena, o asir por la melena, de las cuales V. ejs. en Lang y ya en el Quijote1, hoy pensamos en el cabello de un ser de figura humana, y en consecuencia ponderamos la idea diciendo que «a la ocasión la pintan calva», pero es muy posible que en otras épocas de menos vida ciudadana, se pensara sobre todo en la del buey, por el buen asidero que según veremos ofrece.

El caso es, de todos modos, que melena en la ac. de ‘cabellera que cae sobre los ojos’ no aparece hasta muy tarde: todavía falta en Nebr. y Percivale (1591), quienes registran solamente «melena de buei: pulvillum; tomix, -icis», «a horse collar»; documentación directa no la encuentro hasta Juan Márquez (1612, Aut.) y Covarr.2, que tiene plena conciencia de su carácter secundario: «el boyero procura que la melena esté blanda y hueca, porque el buey no se lastime con el yugo; y porque aquel çamarro le cae sobre los ojos, llamamos melena la de algunos que crían cabello, y lo dexan crecer hasta en baxo de la frente»3. Que ahí Covarr. está en lo cierto, nos lo prueban las excelentes fotografías y croquis de melenas boyunas que publicaron Messerschmidt (Haus und Wirtschaft in der Serra da Estrêla, VKR IV, 136, fig. h y g) y Krüger (Die Nordwestiberische Volkskultur, WS X, 49, 60). La melena, nos explica el primero, se hace con un paño burdo, o con una cubierta de cuero sin curtir, rellena de estopa o lana; muchas veces con una piel de cabra, cuyo pelo se le deja al animal hasta los ojos con objeto de defenderle de los insectos; en algunos puntos tienen estos flecos el nombre especial de guedelleiras (Krüger, l. c., p. 48), lo cual nos hace ver en qué forma melena se hizo sinónimo de la antigua voz hispánica guedeja, port. guedelha, y acabó por reemplazarla en su sentido de ‘greñas de persona’4. En conclusión el sentido antiguo de melena fué ‘almohadilla del yugo’. En portugués esto mismo se llama meleia en Tras os Montes (Portugalia II, 628), y partes de la Beira (RL XII, 314) y de la Sierra de la Estrella, mientras que en otros pueblos de esta montaña dicen melena, y en la Beira Baja muleia (Gonç. Viana, Apost. II, 171), por cruce con el sinónimo mulida, de otro origen5. En cuanto a la ac. ‘greña, guedeja’, también es corriente en Portugal, pero sólo en la forma melêna, que Bluteau y Moraes documentan en varios escritores del S. XVII; de meleia no conozco documentación antigua. ¿Son antiguas y castizas estas formas portuguesas? No pueden serlo si el vocablo es de vieja extracción romance: no sólo la conservación parcial de la -n- denuncia procedencia castellana, sino la de la -l-, y ésta se halla presente en todas partes. Quizá por esta razón apuntó Gonçalvez Viana (Apost. II, 132) que melena debía venir del gitano mlana, que a su vez saldria del gr. μέλαινα ‘negra’6, pero es en vano discutirlo, pues un vocablo del S. XIII no puede venir del gitano.

Cej. (La Lengua de Cervantes, s. v.) y Spitzer, RFE XX, 170, proponen partir del sentido ‘crines del león’, comparando leonado como nombre de color, y melado ‘color de miel’ aplicado a caballos: sería un derivado de miel, con sufijo -eno, como moreno (pues no se puede tratar del lat. MELէNUS ‘amarillento, de color de membrillo’ a causa del acento); pero además de que el caso de moreno es excepcional y está mal explicado, es forzoso desechar la idea ahora que sabemos que melena no era más que el nombre de la almohadilla del yugo; y obsérvese que partir de la melena del león, en un país donde no hay leones, es como basar una pirámide sobre su cúspide, pues esta ac. no se documenta antes del S. XIX; tampoco sería razonable, por lo demas, tomar como base las melenas rubias, en una latitud donde lo normal es el pelo de azabache o el castaño.

Como ya nota M-L. (REW, 5649), es preciso separar melena de MOLLISblando’, por evidentes razones fonéticas, aunque en otras partes la melena del yugo reciba el nombre de mullida, mullido (-ñido), molhelha, etc.7

Hasta aquí todo es claro, pero cuando tratamos de llegar a un resultado positivo entramos en terreno resbaloso. El propio Spitzer en notas anteriores (Neuphil. Mitteil. XV, 1913, 173-4; ZRPh. XL, 240) había relacionado melena con el cat. ble ‘mecha (de un candil, candela, etc.)’, ‘mechón de cabellos’, en plural blens ‘greñas’ y aun ‘melena’, esblenar ‘separar el cabello en mechones’, y como blenera o herba blenera es ‘verbasco, gordolobo’, esto le conducía a incluir en la familia el fr. molène de igual significado; semánticamente se hallaba en buen terreno, pues es un hecho conocido que el gordolobo se emplea para hacer antorchas y mechas (comp. el val. candelera, Tarn blayzan, alem. königskerze, nombres del gordolobo, que significan al mismo tiempo ‘vela, candela, cirio, mecha’, y otros nombres romances y célticos con el sentido de ‘candela de la Virgen’, ‘candela de pájaros’, etc.), y aun partiendo de la melena del yugo hallamos un punto de coincidencia, pues la planta en cuestión se llama en varias partes con nombres que significan ‘blando’, circunstancia explicable por la consistencia lanuginosa del verbasco (herba lanata en Dioscórides, alem. wollkraut): de ahí el ingl. med. softe (NED, s. v. mullen), y el tipo blandonia conocido en Francia y muy extendido por Italia y antes por Alemania8; luego se podría admitir como idea básica la de ‘blandura’, y esta idea recibiría otro apoyo al tener en cuenta el bilb. belena «sedimento negro y asqueroso que se forma en el fondo y orillas del Nervión, y se descubre y huele, y no a ámbar, en marea baja» (Arriaga), vasco vizc. belena «letrina», «latrines», b. nav. ‘hueco entre casas’9; pero estas voces vascas son de origen conocido, sin relación con el cast. melena y sí con el fr. antic. venelle [S. XII] ‘callejón’, de donde también el ast. binietsa ‘espacio entre casas próximas’ (vid. Michelena, BSVAP XII, 368). En el aspecto fonético piensa Spitzer en una disimilación como la del cat. berenar MERENDARE. Teniendo en cuenta que el sufijo -NA indica origen prerromano, y que el área de esta supuesta familia sería favorable al céltico, cabe pensar más bien en un étimo gálico en ML- inicial, que al romanizarse se hubiese cambiado parcialmente en BL-, mientras en otras partes se intercalaba una vocal en este grupo imposible en romance, dando por una parte el fr. molène y por la otra el cast. melena. No es aquí el lugar de estudiar a fondo este problema, lo que me propongo hacer en mi DECat.10; me bastará indicar que si bien hay en efecto buenas razones para buscar una etimología céltica al grupo del cat. ble y fr. molène11, el análisis comparado de las formas catalano-occitanas conduce a suponer una base como *BLEDէNO-, *BLEDէNA12, que según nuestra hipótesis habría de proceder de *MLEDէNA: ahora bien, el resultado fonético de -EDNA sería en castellano -enda y no -ena; júntense a ello las complicaciones que el partir de la noción de ‘blando’ aportaría a la posible etimología céltica de ble y molène, y nos inclinaremos a desechar esta combinación por muy ingeniosa que sea.

No sé que nadie haya pensado en el árabe a no ser Martínez Marina, quien derivaba melena de un ár. malîna «res mollis quae capiti supponitur». Nadie le ha prestado atención, y no es extraño, pues no sé que este vocablo figure en diccionario alguno. Es verdad que pudo muy bien existir. La raíz l-y-n ‘ser tierno, blando, suave’ es antigua (Dieterici), clásica (Qamûs, Freytag) y vulgar (Dozy, Suppl. II, 563; Beaussier); de ahí el verbo intransitivo lân, de este significado, que R. Martí traduce por mollificare, el transitivo láyyan ‘ablandar’, el adjetivo ȳn o láyyin ‘muelle, suave, dúctil’ (en Abulualid, entre otros muchos) y aun el sustantivo ȳna ‘cosa semejante a un cojín, que sirve de almohada’ (Qamûs). No cabe duda que de ahí pudo sacarse malîna, aunque no fuese mas que como participio pasivo del verbo lân, y que por lo tanto significaría ‘muelle, blanda’13. Fonéticamente el paso de ma- a me- está absolutamente en regla; queda el cambio de î en e, que aunque es regular en contacto con consonante enfática o r, no lo es en esta posición (Neuvonen, 274); no faltan ejemplos, sin embargo, en otros casos, y si bien Steiger (Contrib., 336-41) observa que entonces suele haber acción a distancia de una consonante de este tipo (Ʌakém, Ȑacādéna, aɊáleb, Alvarrezen), puede citarse algún caso suelto comparable al de malîna, donde no hay fonema velarizador en parte alguna (alfatel). En resumidas cuentas la etimología arábiga queda dudosa aunque posible, tendría la ventaja de explicar la conservación de las intervocálicas portuguesas sin necesidad de admitir un préstamo castellano y el port dial. malim ‘meleno del yugo’ citado por Pig. le presta eficaz apoyo: los lexicógrafos arabistas debieran prestar atención al asunto y confirmar o desmentir definitivamente la existencia de malîna14. Porque si la etimología céltica arriba esbozada presenta graves dificultades, de ninguna manera podemos asegurar que el origen prerromano no sea probable15. Así el ambiente semántico del vocablo como la terminación -ena serían favorables a ello; para el carácter prerromano de esta terminación, V. la monografía de Bertoldi en Mélanges Boisacq I, 47-6316.

DERIV.

Melenera. Melenudo [princ. S. XVI, J. del Encina, Cej., Voc.]; meleno. Desmelenar [Nebr., y ya en el Canc. de Baena, V. arriba].

1 Otro ej. de asir por la melena, hablando de la ocasión, se lee en el Lazarillo de Luna (1630), Rivad. III, 114.―

2 C. de las Casas (1570) traduce «cioffo, ciorro, tuppo», palabras poco conocidas.―

3 Estamos todavía ante la ac. agrícola en el dominicano Cristóbal de Llerena (1588): «¿cómo venís tan trocado? ¿Ayer melena y hoy chinchorro?» (RFE VIII, 125), donde se opone la red de chinchorro, como enser característico del pescador, a la melena que antes empleaba el interpelado en su oficio de labriego. Indirectamente podemos deducir que la ac. ‘greñas, guedejas’ existiría ya en tiempo de Nebr., del artículo de su diccionario «desmelenado: incomptus», y del adjetivo melenudo, que emplean como insulto Juan del Encina y Lucas Fernández (Cej., Voc.), probablemente aludiendo a la costumbre de los pastores de dejarse melenas largas (Aut.); en efecto, aplicado a persona está ya en Lucas Fernández: «traer la melena muy pendada» (peinada), ed. 1514, fº Biii, vºa. En una polémica entre Juan Alfonso de Baena y J. García de Vinuesa, donde se acumula el raro consonante en -ena, aparece una vez melena, otra malena y otra desmelena (Canc. de Baena, n.° 387, v. 25; 383.27; 386.27), pero estos pueriles juegos de rimas no tienen casi sentido alguno, y por lo tanto es imposible asegurar en qué ac. emplean estos vocablos.―

4 Hay naturalmente muchas variantes locales. En otras partes melena se extiende al fleco; en otras, ésta es el «adorno de piel con el cual se cubre la mullida y parte del yugo» (en Colunga, según Vigón), o sea lo que en Sanabria llaman cuberteira (Krüger, Gegenstandsk., 179), mientras que aquí melena (p. 178) es la mullida de Colunga, o sea lo que arriba he descrito como melena, en su ac. antigua. En Salamanca (Lamano) melonera es la «parte superior del testuz, en donde arranca la cornamenta y se coloca el yugo», con la melena; mientras que la Acad. atestigua que melenera en otras partes es la almohadilla misma.―

5 Véanse los trabajos de Krüger y Messerschmidt. También corren en partes de Portugal melido (cruce con el tipo mullido) y melez (con molez MOLLITIES). Es extraña la forma méles que recoge Krüger en su Vocabulario, de San Ciprián. ¿Está bien acentuada?.―

6 Por lo demás tal palabra gitana no se halla en las fuentes a mi alcance; Viana no indica la suya ni precisa el significado del vocablo. Será propio de los gitanos griegos y no de los hispanos.―

7 Tampoco hay que pensar en el lat. MELզNA ‘zurrón de piel de tejón’ (lat. MELES), que por lo demás es sólo un hápax de Plauto que otros interpretan de otras maneras (ThLL, comp. Gaffiot). La terminación así no se explicaría.―

8 Para los nombres del gordolobo es fundamental el trabajo de Bertoldi, WS XI, 1-14. Bertoldi quiere explicar blandonia por blandón ‘antorcha’, mientras que Wartburg, REW I, 394, parte de BLANDUS: al menos parcialmente tendrá razón el último, pues la forma primitiva del nombre de la antorcha es brandon (germ. BRAND), lo cual no nos explicaría la -l-, constante en el nombre del gordolobo.―

9 Azkue. Comp. cat. tova ‘montón de excremento’, propiamente ‘blanda’.―

10 Desde luego es preciso abandonar, por la manifiesta imposibilidad fonética, la etimología que se acepta en el FEW para ble y oc. bleze: gót. *BLESA, construído solamente a base del a. alem. med. blas ‘antorcha’, ‘cirio ardiente’.―

11 Moleine se documenta ya en el S. XIII en francés; de ahí el ingl. mullen [1440], y quizá el wullena de Santa Hildegarda (S. XII); molena como latino en un glosario irlandés trasmitido en ms. del S. XIV o XV (RCelt. IX, 227). Es indefendible el étimo galo que propone Gamillscheg, EWFS, s. v. Una palabra que signifique ‘negro’, ‘negruzco’ o ‘amarillento’ no sirve para denominar el gordolobo, que precisamente se llama bouillon blanc en francés, gwen en bretón (< VINDOS ‘blanco’); por otra parte las palabras britónicas a que alude Gamillscheg corresponden a una base MELէNO- (Pedersen, Vgl. Gramm. d. Kelt. II, 57), y el supuesto galo melinus «color nigrus» de Stokes se basa solamente en un glosario latino del S. IX, y en realidad no es más que una deformación del gr. μέλασ, -ανος, como demuestra el ThLL. En cuanto al ags. mulegn, que citan algunos, tampoco tiene que ver con molène, pues realmente significa ‘cuajarones de leche’ (NED).―

12 La forma del catalán antiguo blese, debe acentuarse naturalmente en la primera sílaba y no en la vocal final, como supuso Montoliu; así lo indica claramente la forma bléze de numerosas hablas languedocianas actuales. Ahora bien, esta -e átona no puede venir ni de una -A germánica ni de una -I (como rectifica Gamillscheg, R. G.), por muy tardía que fuese la romanización del vocablo. Claro está que nos encontramos ante una palabra que terminaba en -N’, como lo demuestra el catalán con sus blens, blenera, esblenar, etc. En cuanto a la consonante intervocálica, no puede una -S-, que no habría caído en catalán, sino precisamente -D-. Con *BLEDէNO- tenemos una buena etimología céltica, pues este elemento está documentado en galo como nombre propio de persona (Dottin, La Langue Gouloise, s. v.), y es evidente derivado, adjetivo o diminutivo, de la palabra pancéltica BLED?O- ‘lobo’ (V. Henry, Lex. Étym., s. v. bleiz; galés bleddyn diminutivo de blaidd ‘lobo’, etc.); semánticamente compárese b. lat. lupicuda ‘verbasco’, cast. gordolobo (< coda de lobo), fr. ant. queue de leu, oc. couo de lou, checo vlƇí ocas, esloveno vuƇji rep . Es verdad que no sabemos que BLED?O- venga de *MLED?O- (lo cual explicaría la m- de molène), pero tampoco podemos asegurar lo contrario, pues este vocablo no tiene correspondencias indoeuropeas fuera del céltico. Queda por explicar la variante prov. blet, cuya -t ha de proceder de -T-, mientras que las demás formas catalano-occitanas postulan claramente -D-. Para explicar este punto y la m- de molène, quizá sea preciso admitir un cruce entre dos nombres célticos del gordolobo, a saber *BLED?NO- y MLTI- ‘blando, suave, liso’ (comp. softe y otros nombres del gordolobo citados arriba), de donde irl. ant. mláith, bláith, bret. blot, junto a los cuales existe con apofonía MLէTI- (irl. ant. mlith «attritio», bleith, Pedersen I, 52; Fick II4, 212; Henry, s. v. blé, blein, blôd); esto nos daría un punto de partida semántico adecuado al cast. melena. Y de MLէTI- pudo formarse un derivado MLէTէNA.―

13 Siendo verbo intransitivo sería más natural un participio activo, pero no faltan ejs. del empleo de participios pasivos en este caso (p. ej. maɅdûb de Ʌ-d-b ‘ser jorobado’, V. MENDRUGO; manzûr de názur ‘ser pequeño’, V. MAZORRAL). La formación de malîna, fuera de ello, sería la normal en la morfología arábiga (Wright, Ar. Grammar I, § 241).―

14 PAlc. traduce el cast. melena por el mozarabismo frontál. Nada hallo tampoco en Bocthor, Lerchundi, Fagnan, Marçais. En apoyo del origen árabe podría citarse belfa especie de almohadilla para el yugo, empleado en Salamanca y Tras os Montes (WS X, 48n.), y que parece procedente del ár. melf ‘paño basto’, anotado por Marçais en todo el Magreb y en hispanoárabe; para la b- comp. port. melfo junto a belfo ‘de labios gruesos’.―

15 Todavía se podrá tener en cuenta la posibilidad de partir para melena del tipo céltico MLAKNO- supuesto por Pedersen (Vgl. Gramm. I, 125) para el galés blaen m. ‘punta’, córn. blyn y bret. med. blein ‘cumbre’, bret. blein m. ‘extremo’, irl. ant. blén ‘ingle’ (comp. gr. μαλακóς ‘blando’) (es verdad que V. Henry supone una etimología BRENNOS ‘jefe’); el cat. ribagorzano braina ‘campo de cereales’, procedente del célt. BRAKNA (comp. fr. occid. branger ‘barbechar’ BRAKNICARE, y galés braenar ‘barbecho’ BRAKNARO-, Jud, Rom. LII, 330, y Dicc. Alcover) parece indicar que el célt. AKN da un resultado diferente del lat. AGN.―

16 Entre los ejemplos predomina el elemento mediterráneo, no cético, muchas veces en colectivos de nombres de plantas (pp. 57, 59); para ejs. hispánicos, pp. 50, 52. Otras veces hay por lo menos parentela céltica: cantena, gravena, albena (53, 54, 56), y los que cito aquí s. v. COLMENA. La fonética cética exigiría para -NA una base -EINA poco común en otras lenguas indoeuropeas, aunque no es rara en griego. Por lo demás siempre cabe admitir que un sufijo precéltico fuese prohijado por el celta de España y de otras partes.