COLMENA, voz típica del castellano y el portugués, de origen incierto, probablemente prerromano; tal vez de un célt. *KOLMN, derivado de *K֊LMOSpaja’.

1.ª doc.: Ya en 1174, al parecer (BHisp. LVIII, 358); 1228, doc. de Osma (M. P., D. L., n.º 214, lín. 30); Berceo, Mil., 296.

También en J. Alfonso de Baena, Canc., 383.10 (p. 441), APal., 15b, Nebr., etc. Port. colmeia (colmea en Sá de Miranda, ed. C. Michaëlis, p. 168, v. 334), gall. colmea (ya colma en las Ctgs. 128.2, 208.2, 326.2). Hoy el uso del vocablo es prácticamente general a todo el territorio de los dos idiomas, aun cuando existe además algún tipo local, vid. Brinkmann, Bienenstock und Bienenstand in den roman. Ländern (Hamburger St. z. VKR XXX, 146-7, 175); se extiende también al catalán de Valencia y a alguna localidad limítrofe de Cataluña, donde se suele considerar importación castellana, frente a los tipos autóctonos arna, buc, rusc, etc.; sin embargo, en el País Valenciano ya es antiguo (doc. de 1250; J. Roig, v. 6305, etc., y On. Pou, Thes. Puer., 88, ya pone el val. colmena junto al «gerundense» buc; vid. Alcover). Para los nombres empleados en Andalucía, Alvar, RDTP XI, 250-4.

Se pensó repetidamente en buscar a colmena un origen prerromano, mas el dictamen desfavorable de Thurneysen parecía haber descartado estas tentativas y abierto el paso a una etimología romance. Pero desde luego no es aceptable la sugestión de A. Castro, RFE VI, 340, admitida con duda por M-L. (REW 2067): lat. COLUMĔLLAcolumnita’, pues una LL doble de ninguna manera podía disimilarse en -N-1. Puede tomarse en consideración la idea de Piel (Biblos X, 136), algo modificada por Brinkmann y aceptada por Rohlfs (ASNSL CLXXV, 127): lat. CŬLMUStallo (especialmente del trigo)’, partiendo de colmenas de tejido vegetal. Es verdad que se ha afirmado que la colmena de paja no es antigua en la Península, y que CULMUS aplicado al tallo de plantas no cereales es bastante raro (algunas veces se aplica al mijo o panizo, raramente a las habas o a una férula, vid. ThLL) y además casi no ha dejado huella en romance2. Sobre todo la dificultad está en el sufijo, que no habrá partido del ej. casi único en latín LANINAcarnicería’ (derivado de LANIUScarnicero’), según quiere Piel. Por lo demás el sufijo -NA es típico de palabras prerromanas de la zona hispánica (MORENA junto a morón)3 o alpina: retorrom. baseina ‘colmena’, fr. ant. besaine (para cuyo origen prerromano vid. M-L., Misc. Ascoli, 415, y ALLG XIII, 50n., contra las opiniones discrepantes de Planta, ALLG XII, 368n., y Sainéan, Sources Indig. I, 418), alpino mordéne ‘rododendros’ (Bertoldi, Festschrift Jud 241, y las referencias que allí se dan)4.

Esto aconseja insistir en la búsqueda de un étimo prerromano, y más concretamente céltico, puesto que -NOS es el equivalente fonético en céltico del frecuente sufijo griego -εινóς, lat. -īnus. Sugiere Spitzer5 que el sufijo de colmena y melena sea -AGO, -AGINIS (de valor tan diferente), con paso posterior de -én a -ena, y advierte que al recurrir al céltico damos un salto peligroso. Sin duda: entonces corremos peligro de errar el camino; pero postular que un fenómeno que no se ha producido en los vocablos de origen claro (andén, sartén, llantén) ocurriera en las voces de procedencia oscura, que como melena no pueden explicarse por el latín sin forzar los hechos, no es ya dar un salto arriesgado, sino caer deliberadamente. El «constructivismo», que tanto horror da a Spitzer, es vicio que se comete con el material latino igual que con el prerromano. La diferencia está sólo en que en éste cualquier día nuevos hechos nos pueden enseñar que no hemos «construido», sino intuido, posibilidad que es ya mucho más remota en el campo latino, donde casi todo se conoce ya. Valga también la observación para los casos de combleza, cantiga, etc. Realmente ya Mahn (Etym. Untersuch. 54-56) llamó la atención acerca del notable parecido del cast. colmena con el nombre de este objeto en bretón kôlôen-wénan, bret. medio kolouenn gwenan (compuesto de kôlô ‘paja’, ‘cuévano’ y gwénan ‘abejas’), y aunque Thurneysen rechazó la idea (Keltorom., 86) afirmando que el bret. kôlô y sus afines (galés calaf, córn. cala, galés ant. calamennou) estaba tomado del grecolatino CALMUScaña, rastrojo’, más tarde se ha visto que en realidad no hay obstáculos fonéticos que se opongan a creer que estas palabras britónicas proceden de un proto-céltico *K֊LMOS (o quizá *K֊L֊MOS), hermano del a. alem. ant. halm, ags. healm, lat. culmus, gr. κάλαμος, eslavón slama, ruso solóma ‘tallo de cereal’, ‘paja’, que suponen un indoeur. *KL¨ªMOS , con L silábica larga, cuyo resultado pudo ser ֊L(֊) en el celta continental, como lo fué en bretón (Pedersen, Vgl. Gramm. d. Kelt. Spr. I, 121, 179, 180; V. Henry, Lexique Ét. Bret.; Stokes-Bezz., 73); de hecho el port. colmo y el leon. CUELMO (V. este artículo y la nota 2 del presente) comprueban la existencia de este célt. *K֊LMOS. Luego estamos autorizados para postular un hispano-célt. *K֊LMN(colmena) pajiza’6. En el aspecto semántico nótese que hombre tan enterado como Krüger reacciona últimamente contra la creencia común de la fecha moderna de la colmena de paja en la Península, y muestra, por el contrario, que se trata de un tipo sumamente extendido y antiguo (AILC IV, 177-80).

DERIV.

Colmenar. Colmenero. Colmenilla.

1 Si disimilación hubiese habido, según las leyes de Grammont la que se habría alterado es la primera L: 1.º por ser el primer fonema, 2.º porque la otra era más fuerte siendo doble, 3.º porque un sufijo tan frecuente como -ELLA no está sujeto a accidentes fonéticos. Además, aun admitiendo lo contrario, una -LL- doble no podía cambiarse en -N- simple. Hoy en Portalegre (Alentejo) se dice colmeia (Jaberg, Sprachwiss. Forschungen und Erlebnisse, p. 116), pero es claro que esta forma aislada presenta anaptixis, pues una -L- intervocálica habría caído en portugués.―

2 Justamente las únicas voces romances afines a CULMUS se hallan en la zona astur-portuguesa: astur. occid. cuelmo (Munthe), colmo (Acevedo-F.), Bierzo cuelmo, gall. colmo ‘paja de centeno ya majada’ (Vall.), ‘techo de paja’ [Acad. 1884, no 1843], port. colmo ‘tallo de las gramíneas, del junco, etc.’, sanabr. colmado ‘techado de paja’ (Krüger, Homen. a M. P. II, 138). Pero sobre todo esto vid. CUELMO.―

3 Otros casos hispánicos son más dudosos: lomena ‘los lomos’ en Aineto (Alto Aragón), RLiR XI, 69, 205. Los demás ejs. ahí citados o son el sufijo ordinal romance -eno o alteraciones claras (como faxareno de faxarero, licena de lecina), o vienen del árabe o mozárabe (fuleno, nombres de lugar en -én, -ena: V. mi artículo en RFH V). A esta categoría pertenecerá acebucheno. El origen de chileno es incierto.―

4 Jud, VRom. VI, 259, sugiere se agregue a los ejs. de este sufijo el gasc. caben, caune, ‘colmena’, estudiado por Brinkmann, 114-5, pero no es posible, pues el vocablo, como se ve por los datos ahí allegados, se acentúa en todas o casi todas partes en la primera sílaba―también Baretous y Aspa còben, Aspa càben, en Rohlfs, BhZRPh. LXXXV, § 168―y es muy dudosa la acentuación cabén de Palay, que no parece conocer muy bien el vocablo (y aun si fuese cierta no correspondería a -NU en bearnés, donde tendríamos o -ee). La etimología C֊PHէNUS es irreprochable en vista del conjunto de las formas; el paso de ֊ a a ante v > b está en regla (bearn. nabe N֊VA, dijaus DIEM J֊VIS, etc.); y no hay dificultades semánticas -

5 MLN LXXI, 281.―

6 En lugar de este derivado en rigor podríamos también partir de la equivalencia exacta del bret. med. kolouenn gwenan, que sería un celta antiguo *KOLMOVENĔNA: una reducción fonética de esta forma a un románico *KOLMԷNA no dejaría de ser un supuesto concebible (haplología, etc.), aunque naturalmente más arriesgado.