LORO II adj., ‘de color oscuro’, del mismo origen que el cat. ant. ll྿r y gall. louro íd., port. louro ‘rubio’, laurel en hablas gasconas, también seguramente el vco. vizc. laru ‘amarillo pálido’, ‘ictericia’, lauru y lor en dialectos alpinos del Véneto, ĺar en albanés, todos ellos como denominación de animales manchados de colores oscuros; probablemente del lat. LAURUS ‘laurel’ por el matiz oscuro que distingue su verde del de otras plantas (o bien de un adjetivo derivado del mismo).

1.ª doc.: vacca laura, en doc. leonés de 930; loro, J. Ruiz.

Éste escribe «muchos bueys castaños, otros foscos e loros», 1215c (rima con toros, etc.). APal. precisa bien el matiz de un pardo amarillento tirando a negro: «luridus: loro, amarillo, color maculado, color triste y diverso: dízense loros los ombres que tienen el cuero no del todo negro, salvo de tal manera amarillo que declina a negror» (256d), «pallens... quien está amarillo y loro, y le fuye el color con miedo» (335d), «barras [léase burrus ‘rojizo’] es roxo e loro» (42d; también 174b). Nebr.: «loro, entre blanco e negro: fuscus; loro, que tira a negro: luridus». En las Leyes de Moros de los SS. XIV y XV publicadas en el Memorial Hist. Español V, 427ss., loro, -a, designa al mulato o mestizo. El cordobés Francisco del Rosal, en 1601, confirma esta ac.: «loro llamaban al esclavo que agora decimos mulato, no bien negro»; Cej. VII, § 17.

En efecto Joaquim Miret i Sans nos confirma que los moros llors se citan a menudo como esclavos en documentos medievales de Cataluña, pero indudablemente yerra este autor, sugestionado por el port. louro, al entender ‘rubio’ el ej. que encuentra en un doc. de 1275 (RH XLI, 11 ss.); en 1460 escribió Jaume Roig «totes / de qualque stat, / color, etat, / ley, nació /... / les christianes, / juhies, mores, / negres e lores, / roges e blanques, / dretes y manques» (n. 424); V. varios ejs. en Ag., aplicados al color de personas, donde va asociado con negre o fuscus; hoy vive todavía llora como nombre de una especie de seta, la que en otras partes se llama puagra (BDC IV, 24), de característico color morado o violáceo: así lo anoté en Tavèrnoles (cerca de Vic), con o abierta, pronunciación confirmada por la rima de Roig. Ahora bien, una o abierta catalana, cuando corresponde a una o castellana sin diptongo, indica precisamente un étimo con AU.

No sabemos cómo leer la grafía l-w-ra que aparece en varias escrituras árabes de Granada, como calificativo de vacas y becerras (Simonet, s. v. lora), seguramente con el sentido de ‘oscura, parda’: lo mismo podría ser laȮra que lûra (= lora). Sea como quiera, los demás romances confirman inequívocamente el diptongo AU originario: lauret como calificativo de bueyes en el Bearne, Armagnac, Ariège y aun en Niza (FEW V, 209a; cita de Ducamin en el artículo de M. P.) se aplica según los lugares a un animal rojizo, bayo o dorado, pero estos animales, según los proverbios populares que allí se indican, suelen tener al menos la cola y el hocico negros y el resto del cuerpo gris; en el habla véneto-rética de Comelico, lauro, aplicado a vacas y ovejas, es «macchiato, variopinto, multicolore, pomellato», mientras que lor en las hablas vecinas, pero más italianizadas, de Erto, Treviso y Belluno expresa una «mescolanza di bianco col nero», y el albanés ĺar es ‘manchado, abigarrado’ (Tagliavini, ARom. VI, 135). Está claro que las manchas negruzcas son lo más característico, lo que llama la atención de la vista, en la capa de estos animales. Pero también es cierto que un adjetivo aplicado en todas partes al color de los animales estaba muy sujeto a mudanzas de sentido, a causa de los infinitos matices que pueden distinguirse en los mismos, y el caso frecuente de la abigarradura o piel manchada.

Luego no es de extrañar que el port. louro presente un sentido discordante, «de cor média entre o branco e cor de oiro, como a das espigas secas», es decir, en una palabra, ‘rubio’, sentido que ya tiene el vocablo en los Lusíadas (1572); sin embargo, esta ac. no fué general en el idioma vecino, pues en gallego, aunque existe louro en el sentido portugués (Vall.)1, tiene también la ac. castellana (bois louros) y aun puede llegar a ser sinónimo de ‘negro’, p. ej. en Betanzos, según atestiguan el anónimo de 1850 y Leite de Vasconcelos (RL, VII, 216), comp. la frase popular allí citada mais louro que o carbón; al ‘ciervo volante’, por sus cuernos y su color moreno, se le da en algunos puntos de Portugal el nombre de vaccaloira, en Galicia vacaloura y en Asturias vacalloria o vacallorina; ahora bien, ésta es la única ac. documentada en gallegoportugués medieval, pues ya en las Cantigas del Rey Sabio se habla de mouros broncos e louros (ed. de Mettmann, 325.55, 406.36), como en el catalán antiguo, siempre aludiendo a los esclavos musulmanes mulatos o negros que venían del Sáhara o de Abisinia2.

M. P., Rom. XXIX, 357-8, propone explicar lo(u)ro por el lat. LAURUS ‘laurel’, «por el color oscuro de las hojas de esta planta, y el más oscuro de su fruto». Verdad es que por mucha latitud semántica que admitamos en el terreno del color―y es sabido que siempre ha habido mucha (recuérdense los cambios sufridos por PARDO, la oposición entre ROJO y su hermano el cat. ros ‘rubio’, los encontrados matices que expresa el fr. ant. bloi, etc.)―siempre resultará algo chocante que un color verde tan conocido como el del laurel se convirtiera en negruzco o en pardo amarillento; tampoco el testimonio del Donatz Proensals (h. 1240) con su artículo «laura: color laureus» es del todo decisivo, pues su autor pudo guiarse por una etimología culta; pero no perdamos de vista que, aunque verde, el laurel se distingue por el tono muy oscuro de su verdor frente al de las hojas de las demás plantas, y concebiremos que a una vaca de color rojizo o bayo o amarillo, pero de tono muy subido o negreante se la distinguiera llamándola BADIA LAURA o RUBRA LAURA, después de un tiempo en que sólo se hablaría de VIRIDIS LAURUS; y que afirmándose esta aplicación a los animales, por su frecuente aparición en escrituras de compraventa (frente a la poca aplicación del color verde en semejantes ocasiones), se acabara empleando LAURUS por sí solo, sobre todo cuando se trataba del color algo indefinido pero oscuro que conocemos hoy por moreno o pardo3. Por lo demás ya hemos visto que el vocablo se aplica también a colores diversos, como morados, rojizos o bayos, a condición de que tiren a oscuro o tengan manchas de este color. El escrúpulo morfológico de que esperaríamos más bien LAUREUS que LAURUS, expresado por Baist (KJRPh. VI, 393), es de alcance dudoso, pues aun si recusáramos por moderno el paralelismo con los colores violeta, naranja, aceituna, con el fr. marron o el cat. blau cel, de todos modos ni siquiera podemos asegurar que loro no puede venir fonéticamente de LAUREUS: por una parte *lóurio debía reducirse necesariamente a louro en gallegoportugués (comp. chuva, estudo), y no olvidemos que en castellano y catalán la monoptongación total de AU fué tardía, no anterior al S. XI: hasta entonces la yod no podía trasladarse a la sílaba precedente por estar ocupado el sitio por la Ȯ, y en el S. XI ya era tarde y la yod se habría eliminado simplemente; el fr. noise de NAUSEA no es paralelo oportuno, puesto que en francés del Norte la reducción de AU a o es muy antigua, por cierto bastante más que el principio del S. IX (cosa en los Juramentos de Estrasburgo); en cambio, el oc. nausa «noise, querelle» y el cat. n྿sa ‘estorbo, molestia’ nos demuestran cuál fué el tratamiento normal de los romances meridionales.

Otras etimologías son inverosímiles o francamente imposibles. De ellas la menos improbable es la de Cornu (GGr I, § 33), *RAVŬLUS, diminutivo de RAVUS ‘gris amarillento’, reducido a *RAULUS como avus a aus, rivus a rius, pero además de exigir una base hipotética y cuyo primitivo no ha dejado descendencia romance (aun los artículos RAVIDUS y RAVICUS del REW han de suprimirse, según demuestro en otras partes), supone una reducción fonética excepcional y una metátesis violenta; además el catalán conserva el diptongo en casos semejantes (graula de GRAGULA, fraula de FRAGULA, paraula de PARÁBOLA, taula TABULA, etc.). RŬBRUS ‘rojo’ (Baist, ZRPh. VII, 120) es fonéticamente imposible, según reconoció el propio Baist en su artículo posterior. Y las antiguas etimologías LȢRէDUS ‘lívido’ y AURĔUS ‘dorado’ tropiezan con obstáculos insuperables de la misma naturaleza y parecen ya abandonadas: entre otras razones precisamente en portugués es imposible la aglutinación del artículo el que algunos supusieron4.

DERIV.

Ast. alloriàu ‘alocado, aturdido’ (V).

1 Sentido que parece tener también en la farsa agridulce de Castelao: «unha muller avellentada, unha moza garrida, duas rapaciñas bonitas, un vello petrucio e tres nenos loiros: todos choran a fío...» 163.3.―

2 Es probable que la desviación semántica portuguesa tuviese antiguo arranque, pero no me parece muy osado admitir que Camoens, con su enorme prestigio, acabara de inclinar la balanza en este sentido al hablar de Apolo como o louro deos (Lus. IX, 57), seguido después por Sá de Meneses («abrindo estava as portas do Oriente / do louro Apollo a bella precursora») y tantos más. Ahora bien, en estos poetas humanistas pudo influir la seudo-relación etimológica con Apolo coronado de laurel y enamorado de este árbol: «os loureiros / do louro deos amados e queridos», como escribe el Virgilio lusitano, con evidente figura etimológica. En ello pensaría C. Michaëlis, RL XI, 52-53, al anunciar un futuro estudio encaminado a demostrar que louro viene de un LAUREUS alusivo al dios; pero este artículo no llegó a escribirse nunca, quizá por haberse convencido la ilustre filóloga de la justeza de la etimología de M. P., publicada 3 años más tarde. Y en efecto no es nada verosímil esta generalización romance de un epíteto culto de un dios que ni siquiera pertenecía al Panteón primitivo de los romanos.―

3 Un caso paralelo presenta el ár. Ȑáȟȓar ‘verde’ que aplicado a caballos designa un pelaje oscuro, traducido por el cast. MORCILLO (véase), y por el fr. louvet ‘amarillento oscuro’ («surtout quand il se rapproche de l’olive un peu mûre», Dozy, Suppl. I, 378); el derivado ȟuȓaȳ es ‘mulato’. Acaso hubo uno de los acostumbrados calcos semánticos del árabe.―

4 La enmienda de Schuchardt (Roman. Lehnworte im Berb., 14n. ), cruce de AUREUS con LAURUS, no sirve de nada, pues si se reconoce a LAURUS afinidad semántica suficiente para provocar un cruce (fenómeno que siempre requiere una verdadera sinonimia), ya no hay por qué hacer intervenir a AUREUS (por lo demás el origen del bereb. auraγ o uraγ ‘amarillo’ en realidad se ignora).