JÍBARO, ‘silvestre’, ‘campesino’ (Antillas y Costas del Caribe), origen incierto, probablemente indígena americano, quizá derivado del taíno šiba o siba ‘piedra’, suponiendo que éste tuviera además el sentido de ‘peña’, ‘cerro’.

1.ª doc.: gíbaros «los criollos y mestizos de la Española, Puerto Rico y otras islas», P. Murillo Velarde, Geographía Histórica, Madrid 1752, según Bachiller, Cuba Primitiva, p. 310; perros jíbaros ‘perros salvajes, montaraces’, 1785, en el dominicano A. Sánchez Valverde (BDHA V, 249).

Actualmente jíbaro es, ante todo, el nombre del campesino blanco de Puerto Rico, y por otra parte el de una tribu muy belicosa, arauaca o guaraní, que habita en la zona amazónica de la República del Ecuador: son famosos estos indios por su genio arisco, que ha sido causa del abandono repetido de las misiones enviadas para convertirlos, y que en 1599 dió lugar a un exterminio general de los cristianos de la región. Aunque Bachiller y Morales en su libro citado (p. 271) afirma que gíbaros significaba ‘montaraces’ según Fr. Ramón Pané (o más bien Paner), religioso catalán que vivió en la Española desde 1496 a 1499 y nos dejó un valioso tratado sobre las supersticiones de los indígenas, no logro comprobar la cita y sospecho que haya ahí una confusión1. Fuera de las dos citas del S. XVIII que he reproducido arriba, el vocablo no empieza a ser citado con frecuencia hasta 1820, en que ya aparece en periódicos de Puerto Rico y en descripciones de extranjeros relativos a esta isla. Pichardo en su diccionario de Voces Cubanas de 1836 dice que jíbaro, voz indígena, es ‘montaraz, rústico, indomable’, pero que en Cuba se ha reducido su empleo al perro jíbaro, alguna vez el gato jíbaro (más bien llamado cimarrón), y en la parte oriental se aplica también algunas veces al hombre de modales o costumbres agrestes, llamado orejano en Santo Domingo; en diccionarios cubanos posteriores ya sólo se habla de perros jíbaros (Martínez Moles; Ortiz, Ca., p. 55). Con referencia a Sto. Domingo (BDHA V, 195) nos informa Hz. Ureña de que jíbaro, como campuno y orejano, es «descriptivo y valorativo», mientras que para denominar objetivamente a los campesinos se dice los del campo. En el sentido de ‘agreste, rústico’ se emplea también en Tabasco (G. Eskildsen), en Honduras es ‘persona alta, gruesa y vigorosa’ (Membreño), en la Costa Atlántica colombiana estar jíbaro es ‘estar harto o repleto de comida’ (Sundheim); en cuanto a la ac. general mejicana ‘especie de mestizo’ (Acad. ya 1884) y la peruana ‘cierto baile de los indios’ (Malaret), según los lexicógrafos locales modernos no son conocidas en la actualidad, y su fuente es dudosa2.

Ha tratado del vocablo especialmente Malaret (Vocabulario de Puerto Rico, s. v.; y en el folleto Por mi Patria y por mi Idioma, 1942, 1-6); insinúa este escritor la posibilidad de que el vocablo venga del nombre de la tribu ecuatoriana, llevado a P. Rico por la inmigración de muchas familias sudamericanas, procedentes en su mayoría de Venezuela, que se refugiaron en la isla a raíz de un decreto de 1813: para ello se funda en el paralelismo del nombre cubano equivalente guajiro, procedente del de una tribu establecida entre Colombia y Venezuela; pero además de que el Ecuador amazónico es mucho más remoto, jíbaro se documenta en las Antillas por lo menos desde 1752, y es más natural y conforme a la corriente general suponer que un término antillano se aplicara por los conquistadores a la tribu ecuatorial que se distinguía por sus instintos montaraces. No sería imposible que haya relación, según la idea de Mugica recogida por Malaret, con el bilbaíno jebo «aldeanazo», «joven fornido, de maneras y formas toscas» (Arriaga, Lexicón Bilbaíno; Revoladas de un Chimbo, s. v.), pero la semejanza no es lo bastante grande para que se pueda asegurar nada, y por otra parte el vocablo bilbaíno no parece ser de origen vasco (nada análogo en Azkue) y se ignora su origen. Lo más prudente es limitarse a declarar desconocido el origen, según hacen Hz. Ureña (BDHA V, 128) y Navarro Tomás (El Español en Puerto Rico, p. 35).

Sin embargo, el propio Ureña lo incluyó antes entre las voces antillanas de procedencia indeterminada, «pero que parecen taínas» (Indig., 120), y el portorriqueño Coll y Tosté (1907), seguido por F. Ortiz (Ca., 55), deriva del «radical indoantillano jiba ‘monte’, y ro por ero, que como sufijo español equivale a hombre»3. Hace falta documentar mejor este jiba. Que algo hay de eso parece indicarlo la toponimia cubana, pues además de Jibara hay Jibacoa, nombre propio de una hacienda, pueblo, puerto y río (coa ‘fuente’, Bachiller, pp. 249, 307), Jibarú, hacienda, y Jibabúnico (p. 307), barrio de la ciudad de la Trinidad (comp. Jatibonico, pp. 375 y 298; Guaniguanico, p. 350; Búnico, p. 225)4; pero no hallo testimonios de que esto signifique ‘monte’ o ‘bosque’. Lo que sí es conocido es siba ‘piedra’, que hoy pronuncian šiba las mujeres de los Caribes isleños, cuyo idioma pertenece a la familia del taíno: De Goeje, Journal de la Soc. des Américanistes, N. S., XXXI, 13 y 57; el propio De Goeje da la variante siba como documentada en caribe, Hz. Ureña menciona ciba en el P. Las Casas (p. 127) y Bachiller cita el vocablo en el texto de Ramón Paner (1499) en la forma siguiente: «le regaló [a una mujer] muchos guanini [joyas de oro de poca ley] y sibas [piedras] para que las llevase atadas al brazo: en el país los colesibi son piedras parecidas al mármol, que llevan en brazaletes»5: más testimonios antiguos de ciba y siba en Friederici, Am. Wb., 188, entre ellos el de Colón, de 1494: «ferida fecha con ciba, que quiere decir con piedra»; de ahí el nombre de la región dominicana del Cibao, que ya Angleria (1510) traduce por «saxosum», los nombres de lugar cubanos Sibanacán, Sibanicú y Sibarimar (Bachiller, p. 384), el dominicano Cibaguara (íd., p. 244) y probablemente el derivado ceboruco o seboruco (sibaruco) que los cronistas del S. XVI definen repetidamente como ‘terreno áspero y quebrado’: Cieza de León en 1553 escribe «otra cosa no hay que montañas muy espesas e ceborucos muy malos» (Friederici, Am. Wb., 156-7).

Con seboruco, al parecer, pasamos ya de la idea de ‘piedra’ a la de ‘peña’, ‘breña’ o ‘terreno quebrado’, y como ese tránsito semántico es muy común, sería lícito partir de la variante siba ( = xiba) y admitir que jíbaro deriva de ahí, como los sinónimos cimarrón, cerrero y cerril proceden de cima y cerro. El sufijo podría ser indígena, quizá idéntico al del citado Jibara, o bien podría tratarse del sufijo átono español -´aro , que se agrega aun a voces americanas (GUÁCHARO, GUÁMPARO), y desde luego a vocablos de formación muy tardía, como JÁCARA, derivado de jaque a fines del S. XVI6.

1 Por desgracia la obra nos ha llegado por vía indirecta, y los textos de que dispongo inspiran poca confianza. Un examen rápido de la edición resumida y comentada que da el propio Bachiller y Morales, pp. 165-182, y de la más completa de los Archivos del Folklore Cubano I, 124-145, no ha dado resultado. La figura de Faner ha sido tan lamentablemente descuidada que ni siquiera los americanistas especializados saben cómo pronunciar su nombre, que suelen escribir Pane en lugar de Pané (con ortografía correcta Paner); el nombre de pila parece ser Ramón y no Román. Un Fra Paner, «home revoltós», figura en las disputas entre el Convento de la Merced y el Concejo barcelonés en 1571 (Manual de Novells Ardits V, 196), y aunque no puede ser el compañero de Colón, sí podría tratarse de un próximo pariente suyo.―

2 Malaret atribuye también el vocablo a la Argentina, basándose en Segovia (pp. 126 y 449), pero ahí parece ser artículo de carácter enciclopédico. No lo he -oído nunca en este país, ni lo recoge Garzón, más fidedigno.―

3 Relaciona especialmente con Jibára, lugar y puerto de Cuba. Según Pichardo jíbara es, en Villaclara y otras poblaciones de la Vueltarriba, el nombre del Erythroxylum brevipes, arbusto silvestre que en otras partes de Cuba se llama jibá. Ahora bien, dice Ortiz que jíbaro viene «de la voz indoantillana jibá, ‘bosque’, ‘monte’».―

4 Sin contar Hibahasue, monte de Haití (p. 299), que quizá sea otra cosa.―

5 Cuba Primitiva, p. 169. Los paréntesis son de Bachiller. La verdad es que la palabra siba no figura en el texto de los Archivos (p. 127). Los plurales guanini y colesibi procederán de la versión italiana en que se basa, por lo menos en parte, el texto actual de Paner.―

6 Se podría pensar en derivar de siba el nombre de los Siboneyes, que se han tomado como prototipo de la población indígena de Cuba (Bachiller, pp. 244-6), y aun el de los cimarrones (¿dilación nasal de *cibarrones?).