YAPA, amer., ‘adehala, añadidura’, del quich. yápa ‘aumento, añadidura’.

1.ª doc.: Acad. 1803.

Ahí con la grafía errónea llapa y la definición «el aumento de la porción de azogue que se echa al metal al tiempo que se trabaja en el buitrón», lo cual en la ed. de 1899 se advierte que es, término de las minas del Perú. Está poco difundida esta ac., pero en cambio es palabra generalmente conocida en América yapa o ñapa en el sentido de ‘lo que el vendedor da gratis, además de la cantidad u objetos comprados’ y ‘lo que se da o hace más allá de lo obligado’. Yapa se emplea en arg., chil., per., ecuat. y en algunos puntos de Colombia, mientras que ñapa se oye en algunos puntos del Norte argentino, en Colombia, Venezuela, Cuba (especialmente en el Este: Pichardo, s. v. contra) y en algún punto de Méjico (BDHA IV, 306); del castellano pasó al francés de Luisiana (antes española) en la forma gnappe, y de ahí al inglés regional del Bajo Misisipí, donde se dijo gnap o lagniappe (J. E. Gillet, American Speech 1939, 93-98). Esta gran expansión geográfica puede explicarse por la gente que volvía del Perú, tocando en Panamá y en la Española, o quizá por haberse hecho usual entre los marinos del Caribe, que lo aprenderían en Panamá, antesala del Perú.

Parece que ñapa y derivados es de los vocablos, pocos entre los no concretos, que pasaron ya hace tiempo el Atlántico, traídos por emigrantes que volvían, hecho tan frecuente y que entre los gallegos (doblemente sujetos a su soedade o morriña) se ha dado más que entre otros. Ya Vall. recogió un gall. ñapar «tomar algo como si fuera robado o a escondidas»: no sorprende el cambio de significado, puesto que vemos que yapar es ‘doblar o añadir lo que falta’ en el interior argentino, y el pulpero rural, en el ambiente americano, con frecuencia prospera con duro trabajo, allí donde el criollo abandona lo que daría mucho que hacer (cf., p. ej., historias de pulperos como las que nos cuenta Castelao, 235-243, 195-198); la frase es idéntica a la empleada en América (salvo la diferencia de matiz) en el gall. levar de ñapa ‘llevar algo hurtado o cogido sin que se lo vean’; ñapeiro ‘raterillo, ratero que hurta cosas de poco valor’ (Eladio Rdz.).

El sentido está más cambiado en ñáparo o náparo (ambos Eladio Rdz.), forma la última que fué recogida ya en 1745 por Sarm. (CaG. 93v, A13v), como nombre de clases de uvas; se trata de un adjetivo, naturalmente masculino, como lo son allí todos los que nombran especies de uvas (caíños, douradiños, abelleiros, braceirudos, etc.) pues conciertan con bagos ‘granos de uva’ (la voz más popular en Galicia): ya Sarm. precisaba que era una raza de uvas grandes, que es lo que serviría de substrato ideal a la denominación, a base de la noción de ‘doblado, dado con ñapa o yapa’: parece que eran dos clases, no bien igual la de los náparos de Pontevedra a la de los orensanos, equiparada aproximadamente a las uvas jaenes; Eladio da más pormenores, alude también a dos especies, localiza en el Ribeiro de Avia (entre las dos ciudades) y explica que se cultiva poco por ser más propia para mesa que para vino. La derivación en -aro es bien posible que ya viniera formada de América (aunque pudo allí designar algo diferente y ser meramente gallega la aplicación a una clase de uva), pues como explico en Top. Hesp. I, 127 y n. 1, y ejemplifico aquí mismo s. v. guacho y allí en guampa y guasca, esos derivados guácharo, guámparo, huáscar, tienen su punto de arranque en una alternancia de la lengua quichua (kuntu ~ kúntur, etc., cf. P. Groeber, Toponimia Araucana, 1926, p. 94).

Como ñ- es inicial rara en las palabras gallegas, no es extraño que ñáparo pasara allí, en parte, a náparo. Quizá salga de algo de esto ―con el sentido rebajado por el sufijo― un gall. dial. naparreto ‘poco desarrollado’, que el apéndice a Eladio sitúa en el Caurel (extremo Este).

Además de las acs. comunes designa yapa en Cuyo una parte del lazo trenzado empleado para enlazar animales; en el mismo sentido lo emplea Bernárdez Jacques, Cuadros del Campo Arg. (La Nación, 23-VII-1944); se tratará de una parte que se añadía a ese lazo, comp. abajo el verbo yapar; J. P. Sáenz toma yapa como equivalente de argolla, en el bozal del caballo (Equitación gaucha en la Mesopotamia, La Prensa, 30-VI-1940). Ejs. argentinos de la ac. general: M. Fierro II, 3637; Rogelio Díaz, Toponimia de San Juan, s. v.; Draghi, Canc. Cuyano, 303, 578; F. Burgos, La Prensa, 25-11-1940; Tiscornia, M. Fierro coment., s. v.; BDHA III, 66; Lizondo Borda, s. v.

Como indica Rodolfo Lenz (Dicc. Etimológico, 780), yapa viene del quich. yápa, que Middendorf define «la adición que se hace a la cosa principal» y Lira ‘aumento’, ‘añadidura’, ‘apéndice’, ‘repetición’, ‘adehala’. Estos diccionarios quichuas son de fecha moderna; en las obras más antiguas, de Mossi (1860), Torres Rubio (1616) y Gonz. de Holguín (1608), lo único que encontramos en quichua es yapána, que el último define «añadidura», y el verbo yapáni «dar más, añadir»: en consecuencia Cuervo (Ap., § 977) supone que la ñ de ñapa sería debida a propagación de la nasal de la sílaba final de yapána. Es probable, en efecto, que una variante con ñ existiera ya en dialectos quichuas, explicable por dicha propagación, pues ñ- inicial es sonido corriente en idioma del Cuzco (ñusta, ñati, ñaupa, etc.). Se plantea la sospecha de que yápa pueda ser derivado castellano del verbo yapar, procedente de yapáni, del cual a su vez derivaría yapána mediante el sufijo instrumental -na; entonces la voz yapa del quichua moderno podría ser préstamo regresivo del castellano de América al quichua. Pero también es concebible que yápa y yapána pertenezcan a dialectos quichuas diferentes, o coexistieran siempre en el quichua común, siendo aquél simplemente olvidado; por los lexicógrafos antiguos. Esto es lo que me parece más probable, pues yápa pertenece a un tipo de sustantivo radical muy común en el idioma junto a los correspondientes verbos en -ani: así existe apa ‘recua’ junto a apani ‘llevar’, y análogamente huanca junto a huancani, huasca y huascani, huaka y huakani, chhahua y chhahuani, chicha y chichani, y muchos más.

DERIV.

Yapar ‘dar de yapa, agregar’ chil.; ‘añadir a una cosa lo que le falta para tener el largo o ancho suficiente’ en Córdoba y el interior argentino (Garzón; F. Burgos, La Prensa, 4-IV-1943; en Mendoza lo he oído con referencia a las sogas para atar la carga de una mula carguera); en el Norte del país ‘añadir hojas nuevas de coca, cuando las mascadas ya están muy gastadas’ (L. Lugones, BRAE IX, 714; A. Córdoba, La Prensa, 9-VI-1940): del quich. yapáni arriba citado.