JÁCARA, ‘romance o entremés breve, de tono alegre, en que suelen contarse hechos de la vida airada’, ‘especie de danza, con la música correspondiente, que acompañaba la representación de una jácara’: como también significó ‘germanía, lenguaje del hampa’, debe ser derivado de jácaro ‘rufián’, que a su vez viene de su sinónimo JAQUE.

1.ª doc.: fin S. XVI, Cervantes.

El vocablo aparece en el Coloquio de los Perros en el sentido de ‘lenguaje jergal’: «la noche nos halló en Triana... y habiendo mi amo avizorado (como en la jácara se dice) si alguien le veía, se entró en una casa...> (Cl. C., 272), mientras que en La Ilustre Fregona es ‘bravuconería, actitud pendenciera’: «como estaba hecho al trato de las almadrabas, donde se ejercita todo género de rumbo y jácara, y de extraordinarios juramentos y boatos, voleó allí el capelo y empuñó un puñal que debajo del capotillo traía, y púsose en tal postura que infundió respeto a toda aquella aguadora compañía» (Cl. C., p. 309); y en El Rufián Dichoso de Cervantes, donde aparecen los ejs. más antiguos del vocablo, jácara equivale a ‘vida airada, hampona’ (Cej. IX, p. 448). Como nombre de una composición literaria aparece más tarde, en el Diablo Cojuelo de Vélez de Guevara (1641), cuyo protagonista se alaba de haber inventado «las pandorgas, las jácaras, las papalatas, los cornos, las mortecinas, los títeres...» (Cl. C., p. 25); cronológicamente el primer testimonio del vocablo en este sentido parece ser el de Castillo Solórzano en 1627.

Quiñones de Benavente, por aquellas mismas fechas, es autor de numerosas jácaras, cuya composición es fácil de estudiar. Era género popular, que solían pedir los espectadores desde el patio, y lo tenían a punto las compañías, para entretener al público en los intervalos o al fin de sus representaciones; se trata unas veces de una narración en verso, recitada y cantada por un solo actor (así en la ed. NBAE XVIII, 530, 574), en otras ocasiones es una breve acción dramática y dialogada (ibid. 514, 544, 558), pero lo que es común a las más de ellas, con mucho, es la intervención, en la acción o en la narración, de rufianes, jayanes, jaques o valientes, y en general de gente de la vida airada, unas veces mencionados por su nombre y en otras ocasiones reconocibles por su lenguaje (enoho ‘enojo’, p. 514b, oler el poste, p. 558b; gura, garla, p. 574b; jembra, p. 594b; uced seor hidalgo, p. 841b, etc.). En el título de las narradas consta que el actor las cantaba, y por el mismo desarrollo de la acción en las dialogadas se adivina que iban acompañadas de un movimiento coreográfico y seguramente de música, lo cual acabaría por ser el único rasgo permanente, pues ya en alguna de las escritas por Quiñones parece borrarse su carácter germanesco (así p. 544); de la jácara como baile o tonada tratan Juan de Esquivel en un libro de 1642 y Cotarelo (pp. CCLII, CCLXXXIV y sig. de su estudio), y como Juan de Caramuel trata De versibus quos «xacara» appellat Hispanus en su libro Rhythmica de 1665, es probable que ahí también se trate meramente de un baile1; creo será lo mismo en la poesía de Solís (mediados del S. XVII) citada por Aut. Este diccionario cita otras acs. derivadas, fácilmente explicables: «junta de mozuelos y gente alegre que de noche anda metiendo ruido y cantando por las calles»,: «en estilo familiar se toma por molestia o enfado, tomada la alusión de los que andan de noche cantando jácaras», «mentira o patraña, tomado de que las más veces lo es el sucesso que en ella [la narración literaria así llamada] se refiere». Para más detalles acerca del carácter y evolución de la jácara, V. el estudio completo de Cotarelo, NBAE XVII, pp. CCLXXIV-CCXC. Del castellano pasó el vocablo al port. jácara «hé hum tom em quartetos, que de ordinario se canta nas Loas ou cantigas compridas em que se narrƟo successos» (Bluteau), del cual Moraes cita dos ejemplos en F. M. de Melo (med. S. XVII); hay variantes chácara (Vieira) y xácara (Fig.), que quizá sean más recientes, pues no quedan documentadas, y en Miranda de Duero se pronuncia hoy jacra (Ȥákra) ‘romance’ (Leite de V., Philol. Mirand. I, 159). El valenciano xàquera será también castellanismo, aunque arraigado, y designa una danza popular local2.

No creo que con estos antecedentes nadie dude de que jácara es una palabra derivada de jaque ‘rufián’, según ya reconocieron Aut., Cotarelo, Rodríguez Marín y el propio Salillas (RH XIII, 66). En efecto, al rufián mismo se llamaba jácaro, como consta en Aut., en Torres Villarroel (Fcha.). y ya en Cervantes: «barrida está Sevilla, y diez leguas a la redonda, de jácaros; no para ladrón en sus contornos; todos le temen como al fuego» (La Ilustre Fregona, p. 237). La terminación -´aro , -´ara , es, pues, el conocido sufijo átono3. Apenas hay que refutar otras etimologías. Es infundada la teoría de Baist (RF IV, 350) de que jácara sea primitivamente voz brasileña con el sentido de ‘campamento de indios’, idéntica al cast. CHACRA o chácara ‘huerta’: además de que este vocablo quichua penetró en el Brasil en fecha muy tardía, no se explicaría entonces la j- castellana ni los varios significados del vocablo. Eguílaz, seguido en parte por la Academia, separa jácara ‘romance’ de jácara ‘mentira’ (p. 427), derivando éste del ár. šúqar ‘mentira’ (propiamente ‘gallo’)―voz ajena al árabe vulgar y que no explicaría la á acentuada―, y aquél de un ár. šáar ‘poema, versos’; ya Gonçalves Viana (Apost. II, 552) objetó con razón que el ain arábigo no da nunca k en romance, pero hay algo más grave, y es que šáar es forma inventada, aunque Eguílaz la atribuya a PAlc. y a R. Martí: lo único que traen estos lexicógrafos (como los diccionarios clásicos, por lo demás) es ar, que de ninguna manera pudo dar jácara. Tampoco puede venir del ár. vg. Ǥakâra «taquinerie, caractère mutin, contrariant» (Boqtor, Dozy), como sugiere con dudas Asín, Al-And. IX, 31. Concreto las razones para rechazar esta etim. arábiga: lo menos grave es la discrepancia en la acentuación, pues se registra también un adjetivo Ǥâkir o Ǥâkir «taquin, mutin, contrariant». Es segurísimo que si un vocablo de esta forma hubiera existido en el árabe vulgar de Occidente, sonaría con é (o í) y no con a: basta para ello que preceda Ǥ, o siga la letra kef, y aun una i postónica tiene a menudo tal efecto; pero ahí coinciden los tres factores. Además, tales nombres y la raíz verbal correspondiente Ǥkr son palabras ajenas al árabe común y no registradas en ninguna fuente, ni hispanoárabe, ni magrebí, ni del estilo normal.

Se trata de un grupito de vocablos afectivos, todos documentados en diccionarios egipcios y sirios recientes, y en algún texto literario suelto, oriental, además de las Mil y una Noches (Dozy, Suppl. I, 202b), recopilación en su mayor parte de procedencia egipcia, en todo caso oriental y casi toda postmedieval (sólo de una ac. verbal tan especial como ‘importunar el vendedor a alguno para que se le compre un objeto’ parece haber un dato suelto anterior, según Freytag, cuya fuente ignoramos); falta del todo esta raíz en R. Martí, Beaussier, Fagnan, Ferré y demás diccionarios occidentales.

En este mismo sentido sería conveniente dejar bien averiguado si en romance tenía primero š sorda o sonora inicial, y como los datos castellanos son posteriores a la confusión de š- con Ȥ- convendría tener datos portugueses y valencianos más claros; por desgracia, nada agrega el AlcM: a Moll y a mí sólo nos consta la pron. Ƈákera, pero no sé con seguridad si sonaba así al Norte y al Sur de la zona «apitxada». El único dato que puedo agregar ahora no es de pertenencia segura: hay una Cova de ákera en el término de Albaida (¿acaso refugio de gente de mal vivir? Sólo sé que por allí había andado la banda de forajidos «Els Carnissers»). Hacen falta más datos y que sean más seguros. Pero además, nunca será esto decisivo, y mientras sea verosímil que el vocablo se creara en la germanía castellana del S. XVI, sigue en pie la verosímil etimología indicada.

Desde luego no puede venir de JACULUM ‘dardo’ (GdDD 3583a).

DERIV.

Jacarear [S. XVII, Quiñones de B.]. Jacarista [íd.]. Jacarero. Jacarando ‘guapo, valentón’ [Góngora]; jacarandoso ‘donairoso, desenvuelto’. Jacarandino; jacarandina ‘junta de rufianes’ [1609, J. Hidalgo, en el vocabulario y en el romance citado en la ed. del Buscón], ‘germanía, lenguaje rufianesco’ [1605, Pícara Justina, ed. Puyol II, 94; Quevedo, Buscón, C. Cl., 269; Covarr., s. v. xac-], ‘jácara, canción’ [Calderón, Alcalde de Zalamea III, x, ed. Losada, p. 159]; jacarandana ‘junta de rufianes’ [1609, J. Hidalgo]; jacarandaina íd. [Calderón, ibid. I, i, p. 99].

1 Véanse las citas en las ediciones del Diablo Cojuelo por Bonilla y Rodríguez Marín, l. c. Caramuel quiere derivar el vocablo de la raíz hebrea zacar «meminisse», de donde *zácara ‘memoria, recuerdo, narración’. Claro está que sin fundamento, aunque su idea hallase eco en Salillas (RH XIII, 61), quien por lo demás achaca zacar al árabe.―

2 Falta en Ag., pero es voz corriente. Por lo regular se le llama xàquera vella, y el vocablo se pronuncia con el sonido de ch- castellana (o acaso - allí donde es vivo este sonido): «La xàquera vella, galant reverència, / gentil homenatge de música i flors, / l’antiga i novella barroca València, / magnífic hostatge d’eternes amors», Bernat de Rafalafena, Bol. de la Soc. Castellon. de Cult. XVI, 431; «tocaba con su dulzaina las antiguas contradanzas valencianas, la choquera vella o el baile al estilo de Torrente, y las muchachas... danzaban ceremoniosamente, dándose la mano, cruzándose las parejas, como damas de empolvada peluca» Blasco Ibáñez, Cañas y Barro, p. 178; «la jáquera vella es un antich ball valencià, pantomímich y molt aparatos, que al sò de la dolçayna y tabalet se feha en les grans festivitats», Martí Gadea, Tèrra del I, 119 (también I, 17). El cambio de a postónica en e no prueba necesariamente gran antigüedad, pues afecta a la a postónica interna de muchos cultismos recientes.―

3 Y no un elemento radical, como M. P. suponía en su estudio sobre estos elementos (Festgabe Mussafia, p. 357).