ENDRINA, ‘ciruela silvestre, negra y áspera’, viene de la forma antigua y dialectal andrina y ésta de una más antigua *adrina, emparentada con el it. merid. (a)trigna íd., y procedente del lat. vg. PRUNA *ATRզNA ‘ciruelas negruzcas’, derivado de ATER, ATRA, ATRUM, ‘negro’.

1.ª doc.: Valle Andrinos, en doc. de León, 9151; Doña Endrina, como nombre de la heroína del Libro de Buen Amor, llamada también la fija del endrino (S; andrino, G), J. Ruiz, 909a; endrina, 13732; Cej. VI, § 24.

Un derivado del vocablo, Val Andrinoso, figura en doc. de Lerma, de 1148 (Oelschl.), y endrinal en el Fuero de Soria, § 10 (S. XIII); además endrina como fruta típica de León en Fr. Diego de Valencia, Canc. de Baena 502.32. La forma etimológica con a- se conserva hoy en Cespedosa (RFE XV, 137), en el portugués de Braganza (definida ‘ciruela blanca’, RL II, 115), ast. andrinos ‘fruta silvestre muy azucarada’ (Rato), y en Colunga todavía como adjetivo prunu andrín (Vigón). La alteración se explica por la mayor frecuencia de las palabras de inicial en-, que fué también causa del paso de anviso (ANTEVISUS) a enviso, antenado a entenado, antena a entena, anea a enea, aneldo a eneldo.

Endrina es vocablo exclusivo del castellano, aunque desde ahí pasó al portugués de Braganza, al gall. endrina (cuya -n- denuncia su carácter forastero) y al catalán de Tortosa londrino ‘cascabelillo, variedad de ciruela chica y redonda, de color purpúreo oscuro, que suelta con facilidad el hueso’ (Arabia, Misc. Folklòrica, 167). La propagación de la nasal, que causó el cambio de *adrina en andrina, es también fenómeno frecuente (comp. MANZANA, MANCHA, ENCINA < lencina < lecina, etc.). Indicó este origen de endrina el filólogo rumano I. A. Candrea (Grai ?i Suflet, III, 1927, 231-3; en el mismo sentido Bertoldi, ARom. XVIII, 1933, 224), indicando la identidad de la voz española con la denominación de la endrina en la Italia meridional, cuyo origen ya había sido visto por De Pasquali, De Gregorio (St. Glott. It. VII, 60) y Rohlfs (ARom. VII, 454): calabr. sept. atry y trignu, calabr. y salentino trigna, Basilicata trignle, pullés sept. trȇgn, napol. spina trigna, Avellino trigna, Teramo atrignola, Potenza latrigno, Bari atrigna, sic. prunu atrignu3; paralelos semánticos son el vasco arantzbeltz ‘endrino’ (propiamente ‘espina negra’), it. spino nero, fr. nerprun, fr. ant. noire espine, saboy. nerette, milan. negrisö; se ha supuesto que el fr. airelle ‘endrina’, procedente de Auvernia, sea otro diminutivo de ATER, aunque hoy se discute esta opinión (comp. ZRPh. XLIII, 513; Rom. LV, 126), y Salvioni quiso buscar la misma procedencia al piam. luriun íd., y si bien hoy se cree de origen céltico (Jud, Rom. LII, 535n.1, 337n.1) allí también vendría de un vocablo que significaba ‘negro’. En cuanto al tesinés endra ‘serbal’ (para el cual comp. ARom. I, 206), quizá el parecido con endrina se deba a una casualidad, o acaso sea derivado regresivo de endrino. Desde luego nada tiene que ver endrina con el galés eirinen íd., a pesar del parecido que llamó la atención a Simonet (p. 20), pues aquella voz céltica procede de un antiguo *AGRANIO (vid. ARÁNDANO y MARAÑÓN).

DERIV.

Endrino [vid. arriba]; para el uso como adj. de color, aplicado en particular al caballo, sentido en el cual pasó al fr. andrin [1650], it. andrino [Oudin], port. andrino, vid. Vidos, ARom. XIV, 148.

1 Homen. a M. P. III, 165.―

2 Hace referencia a un texto anterior: «Un livro... intitulado... Johannes de Sancto Mondo... et fina asi: dicitur endrina vel silvestris scariola [léase ceriola]», inventatio aragonés, BRAE IV, 348.―

3 El sufijo suele explicarse como -զNEA, pero creo que tiene razón De Gregorio al identificarlo con el que figura en el sic. firrignu ‘semejante al hierro’ y otros vocablos sicilianos, el cual parece ser el mismo que el cast. -eño, cat. -eny (ferreny por ej.). Entonces la coincidencia con el español queda reducida al radical ATER. También es posible que en castellano el sufijo se agregara en fecha romance, sobre todo si es cierta la existencia del port. adro ‘oscuro’, citado en el REW 753, lo cual no logro comprobar; tampoco conozco el oc. aire citado en el mismo diccionario. Sin embargo, la vida de ATER en España está comprobada por el mozár. Ȑaƫramâlla ‘resina del pistacho’, llamada ATRA MELLA ‘mieles negras’ porque es viscosa como la miel, y según Asín era una especie de almáciga negra (Glos. Bot. de los SS. XI-XII, p. 24).