CARCAJ, vocablo de historia incierta, procedente en definitiva del persa tarkaš; al parecer la forma española procede del fr. ant. carcais, tomado en la época de las Cruzadas del b. gr. καρκάσιον, resultante de un cruce del b. gr. ταρκάσιον, de origen persa, con el gr. καρχƲσιον ‘vaso de beber, más ancho en la boca que en su parte media’.

1.ª doc.: carcax, Alfonso X († 1284)1.

Del mismo origen port. carcaz (no conozco datos anteriores al S. XIX), cat. carcaix [1330]2, oc. ant. carcais [fin del S. XII: R. de Vaqueiras], fr. carquois, it. ant. carcasso. Acerca del origen de carcaj escribió C. Michaëlis, Jahrbuch f. rom. u. eng. Lit. XIII, 312-21; XV, 59-64; comp. Defrémery en Dozy, Gloss., 250; Devic, 26-27; Eguílaz, 362; Ford, Harvard Studies and Notes in Phil. and Lit. VII, 122; Scheludko, ZRPh. XLVII, 425-6.

Que el origen último se halla en persa, de donde el vocablo irradió hacia el turco, el griego y el árabe, está claro: se trata de un compuesto del persa tīr ‘flecha’ (vid. Pertsch en el citado Jahrbuch XV, 63, y Devic). Pero la vía que siguió el vocablo para llegar a Occidente no podrá averiguarse con seguridad hasta que un estudio monográfico ponga en claro la historia de la migración de los utensilios de ballestería en la Edad Media y fije la cronología de las varias formas en griego medieval, bajo latín y árabe. Kαρκάσιον se cita sólo en diccionarios del griego moderno publicados en el S. XIX, y no se indica exactamente la fecha de las formas medievales ταρκάσιον y análogas. El ár. tarkâš, ajeno el idioma clásico, se halla según Dozy (Suppl. II, 145b) en dos textos egipcios, que corresponden a los principios del S. XIV y del XV, respectivamente. Pero no se ha investigado bien si esta forma y la griega καρκάσιον aparecen sólo en las fechas indicadas o son en realidad anteriores. Las formas con c- y con t- coexisten en griego y francés, donde tarcais ya aparece en Wace († 1186)3, mientras carqais aparece en 1213 (Faits des Romains, Rom. LXV, 484) y carquois desde el S. XIV; como italiano, tarcascio figura en Marco Polo, princ. S. XIV, y carcasso en otros textos, pero lo corriente en esta lengua es la forma alterada por etimología popular turcasso4.

Por otra parte son vanos los esfuerzos de Carolina Michaëlis y Defrémery para demostrar que una t- puede mudarse espontáneamente en una c- romance: todos los ejs. que se citan se deben a contaminaciones, hechos morfológicos o acciones de fonética inductiva cuyas condiciones no se hallan en nuestro vocablo. Ahora bien, sólo en griego hallamos una explicación para el cambio, en un cruce con καρχƲσιον ‘calcés de la nave’, ‘vaso de boca más ancha que el centro’5, luego allí debió de producirse este cambio consonántico; y que ocurrió tal cruce se comprueba por el hecho de que καρχάσιον en griego moderno significa a un tiempo ‘calcés’ y ‘carcaj’; otras formas del vocablo para ‘calcés’ han experimentado alteraciones fonéticas análogas y también inexplicables en griego por los medios ordinarios (καρκέσι, G. Meyer, Roman. Lehnworte im Ngr., 34).

Todo lleva, pues, a creer que el vocablo penetró en romance desde el griego bizantino en la época de las Cruzadas, y por el vehículo del francés. Claro que no es posible eliminar del todo la posibilidad de una entrada por España desde el árabe, mientras no poseamos una cronología completa. Pero la ausencia de formas iberorromances con t- es argumento poderoso en favor de su origen francés6. Por otra parte carecemos de pruebas de que tarkâš se empleara en el árabe hispánico o magrebí, y por el contrario nos consta que la voz usual en el árabe de España era Ǥába: de ahí el cast. ALJABA, junto a carcaj, entrado aquél por el Sur y el otro desde el Norte. En cuanto a carcaj (-x) ‘ajorca para los pies’, empleado sólo por Cervantes (Quijote; El Amante Liberal), parece ser fruto de una confusión individual de este autor entre el ár. ȟalȟâl ‘ajorca’ y el cast. carcaj.

La cuestión viene complicada por la existencia del fr. ant. carcois ‘costillar, armazón’, fr. mod. carcasse íd., de etimología misteriosa, que no parece pueda derivarse de carcaj (comp. Sainéan, Sources Indig. I, 108), pero que pudo ser responsable de la forma en -ois del francés moderno. Comp. TURQUESA.

DERIV.

Encarcajado [Nebr., -x-].

1 DHist. s. v. Otros testimonios tempranos de carcax: Gr. Conq. de Ultr., 186b; ms. del S. XV en Ford, Old Sp. Sibilants, p. 122; Biblia med. rom., Gén. 27.3; glos. del Escorial y de Toledo; APal. 154b; Nebr.; PAlc.; Quijote I, 214v°. Carcaxe: Cortes de 1385 (II, 315); Libro de las Claras Mujeres de D. Álvaro de Luna; el plural carcaxes de un inventario arag. de 1331 (BRAE II, 551) puede corresponder a ambos singulares. Carcaxo: Gr. Conq. de Ultr., 299b; G. de Segovia (51). La forma corbacho que el DHist. cita de P. Tafur es inexacta: el texto trae en realidad cabarcho, que deberá considerarse como variante de CAPACHO, con la misma terminación que covarcha junto a covacha, etc.―

2 Vid. Alcover. Además doc. de Barcelona, 1416, p. p. Moliné, Consolat de Mar, p. 355; Curial, N. Cl. III, 80.―

3 De aquí el a. alem. medio tarkîs, rimando con prîs (hoy preis, y ya entonces seguramente pronunciado con un sonido más abierto que i) en Wolfram von Eschenbach, h. 1210.―

4 También fr. ant. turcais en el Roman de Troie y quizá en la Coronation Looys. Para las diversas formas del francés antiguo, vid. Förster, ZRPh. I, 156.―

5 En romance se hallan representantes de καρχƲσιον, pero sólo en la primera de estas acepciones, que difícilmente podía dar pie a un encuentro con un vocablo de ballestería.―

6 Ford, l. c., se da cuenta de que carcaj no puede salir directamente del gr. καρκάσιον, puesto que -ASIUM de -eso, pero admite una contaminación española entre καρκάσιον y el ár. tarkâš. Pero se olvida con esto que el gr. καρκάσιον no es forma clásica. Para admitir este encuentro debería probarse que existió en España una forma *carqueso que se cruzara con el ár. tarkâš.