ZUTANO, origen incierto; las variantes citano (muy frecuente), citrano y cicrano, port. sicrano y seclano, indican que sólo la primera letra es esencial y constante en esta palabra, lo que sugiere pueda tratarse de una interjección ¡cit! o ¡çut! empleada para llamar y luego para nombrar a un desconocido cualquiera de quien se ignora el nombre, y finalmente adaptada a la terminación de fulano. Mengano es también de procedencia incierta, pero es probable que salga del ár. man kân ‘quien sea’, que se empleó en el estilo notarial para reemplazar el nombre de un personaje olvidado. Perengano parece ser perencejo, que todavía se emplea en muchas partes con el mismo valor, adaptado a la terminación de Mengano y demás. Perencejo saldrá de una pronunciación descuidada de Pero Vencejo, empleada como apodo del labrador o segador típico.
1.ª doc.: çutana, 1438, Corbacho.
Tenemos muchas variantes, especialmente citano, que Steiger y Spitzer califican erróneamente de «voz de diccionarios» o palabra fantasma; en realidad no es rara en los autores: «ser uno de fulano y sustentar su apellido, y el otro de citano» Fr. Ant. Álvarez (h. 1600), «qué habrá hecho Dios de fulano y de citano» Gracián, Criticón (ed. Romera III, 303), «fulanito, citanito, / entremés de la pasión, / tú que haces los graciosos / en la muerte del Señor» Quevedo (cita de Aut., s. v. fulano), y el pasaje de Gonzalo Correas que cito luego; todavía se lee en el cast. del gall. M. Sarmiento (1745, CaG. 66v) y h. 1795 en el P. Fz. de Rojas (nacido en Colmenar de Oreja), V. DHist., s. v. agramador. Lo mismo que fulano fué antiguamente fulán, se dijo más antiguamente citán, como se ve por otro dicho popular recogido por el propio Correas: «Don Fulán por la pelota, don Zitán por la Marquesota, don Roviñán por la bragueta, perdieron la goleta» (ed. 1924, p. 166a). Otra variante es citrán, en la exclamación despectiva «¡Tené, don puto citrán!» dirigida al demonio de la lujuria en Sánchez de Badajoz (2.º cuarto S. XVI), ed. 1882, I, 67. No es errata, como sospecha Spitzer, pues todavía hoy se dice θitráno con el valor de ‘zutano’ en el gallego del Limia (Schneider, VKR XI, s. v.), sistranu en el judeoespañol de Monastir (RH LXXIX, 544) y sestrano en otras hablas sefardíes (Wagner, RFE XXXIV, 93-94). Hay además cicrano «si engaña hulana a cicrano, y se burla de él, engaña después cicrana a hulano» en la Comedia Doleria de Hurtado de la Vera (1572), que sería de una zona muy próxima a Portugal, quizá la comarca extremeña de este nombre, pues su texto contiene infinitivos personales y otros portuguesismos (tristoña). Ésta es, en efecto, la forma empleada en Portugal, donde se dice Fulano, sicrano e beltrano como equivalente de la fórmula española; pero en el Algarbe se dice, en lugar de esto, seclano (RL VII, 255). No hay voces de forma semejante en los demás romances, ni siquiera en catalán, donde alguna vez se emplean por castellanismo formas idénticas a las castellanas, pero lo castizo allí, y aun más general, es decir, En Tal i En Tal Altre, o bien En Pau i En Pere.
Acerca de la etimología se han emitido opiniones sin valor, como la de Rodrigo Caro (S. XVII), que relacionaba fulano y zutano con ciertos dioses romanos Fabulanus y Statanus que ayudaban a hablar y a mantenerse de pie a los niñitos (cita del Averiguador Universal I, 1879, p. 35). No tiene más fuerza la de Aut., que apunta hacia un derivado del verbo citar, ni la de Diez (Wb., 501) quien supone sea el lat. scitus ‘el consabido’, provisto del sufijo de certanus. Tampoco se puede defender la teoría de Mahn (Etym. Untersuch., 69), de que se trate del a. alem. med. sô-tân, empleado todavía en oberdeutsch y en el estilo cancilleresco alemán (sotan), con el valor de ‘tal, semejante, fulano’ (propiamente so getan ‘hecho así’): para rechazarla basta observar que a princ. S. XV había poquísimas relaciones entre Castilla y Alemania, y no siendo directas estas pocas, el vocablo habría debido dejar huellas en los países intermedios hasta llegar a Castilla. Steiger (BRAE X, 50-53) tuvo el mérito de llamar la atención sobre las formas del Corbacho, y apoyándose en la variante manuscrita çultana formuló la hipótesis (aprobada por M-L., REW3 8444) de que en la época de los Reinos de Taifas, cuando había muchos sultanes en España, se les llamaría fulano çultán ‘tal rey’, ‘un reyezuelo cualquiera’, hasta que al fin se olvidaría el valor propio de la voz çultán (ár. sulƫán) y los cristianos sólo se acordarían de su empleo en correlación con fulano1; así formulada, esta teoría (creo haberla entendido bien) es ingeniosa, pero lo es demasiado y peca de rebuscada la situación fraseológica imaginada por Steiger; ya he observado arriba que la variante çultana en que se funda, es de existencia más que problemática. El étimo ár. šaȳƫân ‘Satán’ a que parece inclinarse, con muchas dudas, M. L. Wagner (VRom. XIV, 290), es insostenible fonéticamente, además de muy aventurado en el aspecto semántico, e incompatible con las numerosas variantes de zutano.
Spitzer dedicó un artículo (AILC I, 30-38) a refutar detenidamente la idea de Steiger, y sus argumentos, que no hará falta reproducir todos, son en general muy fuertes. El de Steiger de que siendo fulano y mengano de etimología árabe es probable que lo sea zutano, carece de fuerza, puesto que fulano entró en cast. como adjetivo determinativo de aplicación general (fulana mongía ‘tal monasterio’ en Berceo), y por lo tanto en su empleo en la fórmula fulano y zutano no figuró en calidad de palabra arábiga, sino de palabra castellana cualquiera: luego su etimología no indica nada en cuanto al origen de zutano. En fin, es evidente que la existencia de las variantes citano (que Steiger quiere declarar inexistente) y demás arriba citadas destruye la etimología de Steiger, pues resultarían entonces inexplicables. En el trabajo de Spitzer pueden verse varias conjeturas en cuanto al origen de zutano, sicrano, perengano, etc., y eruditas y originales consideraciones generales acerca de este tipo de palabras; su trabajo quedará como básico para el estudio de esta clase de palabras en los varios idiomas. Piénsese lo que se quiera de algún punto de sus tesis, dejó probado Spitzer que esta clase de palabras forman series coherentes, integradas por elementos que pueden ser de forma diversa en su origen, pero que en su terminación tienden luego a imitar la del elemento inicial, en nuestro caso fulano. A este propósito es atinado lo que ya escribía Gonzalo Correas (ed. 1924, p. 49b), a propósito de andar de Ceca en Meca: «son palabras castellanas enfáticas, fingidas del vulgo para pronombres indefinidos de lugares diversos, que no se nombran, como son Zánquil y Mánquil en aquel refrán del mismo sentido Zánquil y Mánquil y la Val de Andorra... que son pronombres de lugares vagos, como lo son de persona Fulano y Citano y Robiñano, y como traque barraque y chao chao lo son de razones vanas sin propósito». Correas dió en el clavo al subrayar que se trata de fórmulas esencialmente rimadas y de etimología algo arbitraria.
A la bibliografía reunida por Spitzer deberá agregarse el trabajo de Axel Peterson, Le Passage Populaire des Noms de Personnes à l’État de Noms Communs, Upsala, 1929 (221 pp.), comp. Rom. LVIII, 111-4, donde se documentan desde la Edad Media fórmulas francesas equivalentes, como Gaultier et Guillaume, cat. Pere i Berenguer, valiosas para la interpretación de los castellanos Mengano y Perengano; ahora bien, hoy la fórmula catalana, muy viva sobre todo en la zona gerundense, es En Pau, En Pere i En Berenguere, donde arbitrariamente se ha cambiado la forma de Berenguer (pron. Berengué) para hacerlo rimar con Pere; en portugués se alteró Beltrão en Beltrano para que casara con fulano y sicrano. Esto nos muestra que bastará explicar el radical alternante cit- = çut- = cicr- = secl-, para que zutano y demás formas queden automáticamente explicadas gracias a la extensión del sufijo del cabeza de familia: fulano. Ahora bien, esta misma forma variada y alternante sugiere que el origen tendrá que ser una voz de creación expresiva: sin duda la interjección ¡st! para llamar al desconocido. Éste es el origen del verbo chistar ‘llamar a uno haciendo ¡st!’ (vid. CHISTE), que en Canarias suena sitar, y en Chile y Colombia chitar; éste es el origen de la interjección antigua ¡ce, ce!, y de la actual argentina che, val. xe, que en el Norte del País Valenciano tiene variante xec o ¡xeic!; como lo esencial es la sibilante y la t (u otra oclusiva), la vocal es secundaria y así tan posible era cist-, como cit- o çut- o cic- o cec-, de donde las diversas variantes arriba citadas: al principio se diría vocativamente cit, dame eso (p. ej.), a la par de fulano, dame eso; y luego, igualando: citano, dame eso, o paralelamente çutano, sistrano, cicano, cicrano, etc.; es posible que la r de esta variante se deba a la igualación con ciclán, etimológicamente ‘eunuco’, empleado a modo de insulto, o imprecación mal humorada de quien no recuerda un nombre, como en frases del tipo de «doña Sol o doña Demonios» citadas por Spitzer, pero a diferencia de este erudito no creo que la etimología del port. sicrano sea una mera imprecación de este tipo, lo cual nos obligaría a separar del port. sicrano el cast. zutano (cuya etimología declara ignorar Spitzer), a él unido indisolublemente por la caterva de vanantes zutano-citano-citrano-sistrano-cicrano-seclano. Las formas judeoespañoles sistrano y sestrano son elocuentes para la identificación con chistar y con st, xist y variantes. Por lo demás Cej. ya sugirió este origen, y menciona una interjección ¡cita, cita! para llamar a uno, que no conozco exactamente en esta forma, pero que debe de existir; para cito!, para llamar a un perro, vid. Gili, Tes.
Trato en apéndice de la etimología de los demás «personajes» de esta cáfila folklórica. Según dejo documentado arriba, el tercero que hacía compañía a fulano y zutano, en los SS. XVI y XVII era Roviñán o Robiñano, seguramente el fr. Robin por ‘Roberto’ tomado en préstamo de una fórmula francesa análoga, pero adaptado a la terminación de sus dos cofrades. Las otras palabras que hoy empleamos parecen ser de fecha mucho más moderna: faltan en Oudin, Covarr., Aut., y en este dicc. se advierte que tras fulano puede repetirse zutano tantas veces como haga falta en una enumeración múltiple. Pero ya Clemencín († 1834) citaba mengano en su ed. del Quijote (II, 314) (tal palabra no figura en el texto cervantino) colocándolo en segundo lugar en la fórmula triple fulano, mengano y zutano; hasta hoy, sin embargo, lo más común es que haga de tercero; la Acad. lo registra ya en 1832 (no 1817). Siendo forma moderna es sin duda incierto atribuirle un origen tan antiguo como el que le da la Acad., ár. man kân ‘quien sea’, tanto más cuanto que la pronunciación vulgar fué kén desde muy pronto (en el S. XV ya kín, PAlc.). Desde luego es razonable la idea de Spitzer y de Leite de V. de que se partiera del nombre de persona Menga, Mengo (o Mingo; mas no se olvide que hay tantas fulanas como fulanos), en calidad de nombre propio el más vulgar de todos: Toda Menga = todo Dios (séame lícito recordar esta expresión vulgar y enérgica) y Bien casó Menga Llorente en Juan Ruiz, Si encontrará Menga cosa que le venga y En tiempos de Bras y Menga en el refranero, Menga y Antón para en uno son en Gonz. Correas, Mingo Revulgo como personificación de «Juan Pueblo» en el S. XV, etc.: Fulana, Zutana y... Menga (como quien dice Perico de los Palotes), se cambiaría a causa de la rima en F., Z. y Mengana2.
Sin embargo, tratándose de fórmulas casi exclusivamente coloquiales, cuya tradición literaria ha de ser naturalmente fragmentaria, el argumento ex silentio nunca puede ser decisivo. Y hay algunos datos sueltos que parecen probar la realidad de la etimología arábiga. Indicó Asín (Al-And. IX, 1944, 34) que la fórmula fulân Ȑibn man kan ‘fulano hijo de quien sea’ está realmente documentada en el árabe coloquial (en la frase ‘no hagas caso de Fulano hijo de Mengano’) en el anónimo «Hazañas de los Bereberes» de 1312 d. J. C. Y yo puedo aportar por lo menos una prueba suelta de que el uso de esta fórmula fué imitado por los cristianos medievales, pues en un doc. castellano de 1194 figura un Didago filio de Manchana (M. P., D. L., 262.67). Empleada sin duda por notarios musulmanes, con la pronunciación coránica y arcaica kâna (= vulgar kên), de ahí pasaría a sus cofrades mozárabes y toledanos, cuando no se acordaban del nombre del padre de un personaje que había actuado de testigo y ya no estuviera presente al finalizar la escritura; de ahí, levemente alterada, pasaría al habla del vulgo en la forma mengano, influída por la terminación de fulano.
En cuanto a Perengano, no le dió la entrada la Acad. hasta 1884, aunque ya Valera y amigos (S. XIX) firmaban una serie de cuentos con el seudónimo múltiple Fulano, Zutano, Mengano y Perengano. También se ha dicho Perencejo, que se oye en Bogotá y en Cuba (Ca., 229, 198), y según Hartzenbusch se oía en su tiempo «en lo mejor de Castilla la Vieja»; lo empleó Machado en su Folklore Andaluz y Pz. Galdós en Doña Perfecta (citas de Cuervo, Disq., 1950, p. 473). Ésta será la forma primitiva, que me imagino en su origen como una especie de apodo simbólico del campesino por excelencia, Pero Vencejo, el segador provisto de este adminículo indispensable; Perencejo en pronunciación descuidada. Y luego Perengano, por contaminación de su próximo vecino Mengano3.
1 La posibilidad de la reducción fonética de çultán a çután es segura y evidente. De hecho es bien conocido el lugar de Darazután en el camino de Toledo a Sierra Morena, de dar as-sulƫân ‘la casa del rey’ (M. P., Poesía Ár. y Poesía Eur., pp. 99, 105); el pueblo de Azután en la provincia de Toledo, Açotán en 1274, se llama Borge Azultán en 1215 (M. P., D. L., 286.8, 273.12), o sea burǤ as-sulƫân ‘torre del rey’.― ↩
2 De todas maneras, no creo que en mengano se pudiera partir de Mengue como seudónimo del Demonio, posibilidad que toma Spitzer en consideración; aunque desde luego aquí se trataría también de DOMINICUS, empleado como sustituto del nombre del siniestro enemigo a quien no nos atrevemos a nombrar (para el ast. mengue ‘ser mítico maligno’ V, y en otras regiones, vid. Spitzer, Bibl. dell’Arch. Rom. II, ii, 152; M. L. Wagner, Notes Ling. sur l’Argot Barc., 13n.). Comp. además, RL II, 102. Que mengue venga de MAGէCUS, como dice G. de Diego, Dicc., 4030, es imposible fonéticamente.― ↩
3 No convence la explicación por perendengues ‘enseres’, en que piensa Spitzer, l. c. No he podido ver la nota de A. M. G. B. en RABM IV, 1874, p. 240, sobre el origen de mengano y zutano. En La Lomba (León) se dice fulano y zutano, mangano y perantano (BRAE XXX, 444), que es deformación de Per Antón, por influjo de sus compinches fulano y mengano; la variante mangano está más próxima al original arábigo. ↩