ZONZO, voz de creación expresiva, perteneciente a una categoría de vocablos de sentido análogo, formados con repetición de la consonante y muchas veces con vocal o (tonto, chocho, ñoño, fofo, lelo, memo); la existencia de las variantes consonánticas y vocálicas sonso, zonzo (con z sonora), sonce, vasco zozo y xoxo, comprueba se trata de una creación primaria del idioma.

1.ª doc.: 1622, Guillén de Castro.

En su comedia Hazañas de D. García Hurtado de Mendoza, un soldado prisionero a quien se quiere arrancar confesiones, declara fingiendo imbecilidad «yo soy un zonzo», donde es evidente el matiz de necedad inofensiva, pues no iba el personaje a acusarse de bellaco que finge tontería. Lo mismo parece indicar en el Criticón: «discurre, aunque a lo zonzo» (I, 9). Pero lo más frecuente es el matiz de malicia disimulada bajo un aire de tontería, que nos describe bien el Mtro. Correas (1627): «Hacerse zonzo: so capa de bellaco» (ed. 1924, p. 591), «entrarse a lo zonzo: el que es pegadizo sin ser llamado» (p. 571), «zonzo: fué nombre de un mozo bellaco que se fingió tonto para engañar al amo, en un entremés, y llevarle una hija, y de él se varían frases a lo zonzo, y otras» (p. 662). Así repetidamente en Quiñones de B.: «en ese mar de la Corte, /donde todo el mundo campa /.../ andan como cazadores, / viviendo de lo que matan, / repartiendo por cuarteles / en diferentes covachas / toda viejecita zonza / y toda mocita zaina», «¿Qué es campar? MARÍA: ¿Háceste zonza? / Campar es un vocablo jerigonza / de que usa noche y día / toda gente baldía» (NBAE XVIII, 574, 613); e igualmente en Lope (pasaje deformado en Aut.), donde un gran señor habla de sus galanteos a un consejero: «F.: En aquella casa vi, / Nuño, dos que me ponían / devoción. N.: ¿Pues qué tenían? / F.: Mucha honestidad. N.: ¿Ansí? / Pues no creas ojibaja; / que hay déstas, zonza o modorra, / que es como caldo de zorra» (El Piadoso Aragonés, Acad. X, 252a, comedia representada en 1626), y «Pues infame, zonzorrión, / ¿assí te atreves...?» (San Nicolás de Tolentino, comedia posterior a 1618).

Tratándose de un vocablo popular y expresivo como el presente es muy natural su aparición tardía, y el hecho, que tan notable ha parecido, de que no salga todavía en Covarr., Oudin (1607, 1616), Minsheu, Franciosini, ni en léxicos anteriores, no tiene nada de particular: casi lo mismo ocurre con otra palabra más esencial y de uso más general, tonto, no registrada antes de 1570. Stevens y Sobrino en 1705 registran zonzo en el sentido de ‘corto de vista’ e ‘idiota’, sacándolo de eds. tardías de Oudin, y Aut. le reconoce el de «poco advertido, sin viveza o gracia en lo que hace o dice», matiz sin duda orientado por la idea de la Acad. de que el sentido fundamental sería «insulso, sin sazón o sabor por falta de sal»; como observa A. Alonso, esta ac. gustativa prácticamente no está documentada en parte alguna (con excepción del ej. aislado de M. A. Caro, RLiR. XXIV, 247n.) y puede ser muy bien que no tenga otro fundamento que el prejuicio de la falsa etimología INSULSUS. El vocablo seguía siendo usual en el castellano de España en todo el S. XVIII y principio del XIX: «quál sería el que metió a este Vázquez en escribir un papel tan frío y tan zonzo que parece no probó la sal en su vida» Cadalso, «todo se consagra al ídolo del mayorazgo, al señorito zonzo encargado de multiplicar la generosa estirpe» L. Fz. de Moratín (citas de R. Morcuende en su dicc.), «el otro es un pobre zonzo que come bien cuando encuentra quien le haga la costa» J. N. Gallego (cita de Pagés). Pasada la mitad del siglo no se encuentran más ejs. en España, donde desaparece del uso común, pero sigue con gran vitalidad en América, desde Méjico hasta Chile y la Arg. (el uso cubano puede también deducirse del de soncera ‘tontería’ y sonsorico ‘bobo, simple, mentecato’, Pichardo, p. 242); en el Plata tiene especialmente el matiz de ‘bobo, bobalicón’, es decir, tonto con cierta dejadez y flojedad en sus actividades, matiz muy diferente del que nos describe Correas. Ha habido otros más diferentes todavía: el riojano P. Diego Malo de Andueza (1663) lo aplica a cosas, con el sentido ‘de mala calidad, poco fértil’: «si la tierra es zonza y el agua amarga, no sé yo cómo la estación podía ser buena»; gall. pontev. sonzo ‘insípido, insulso, inútil’: «cosa sonza, alimento sonzo, lo que en Castilla soso» Sarm. CaG. 187v. No veo ninguna razón para creer que esta ac. no sea legítima, ni que se deba a una confusión individual con otro vocablo.

Por el contrario, este sentido completa el enlace de zonzo con sonce, que comparte con aquél los dos sentidos, y en el que no hay por qué empeñarse en ver una palabra diferente: al fin y al cabo, no es ésta la única variante fonética que veremos, y no se encuentra a sonce otra etimología posible. Sonze ya fué registrado por el cordobés Fco. del Rosal (1601), quien al identificarlo con la palabra sencillo da a entender un sentido semejante al clásico de zonzo; hoy sólo persiste esta variante en las hablas arcaizantes de León, donde el excelente vocabulario de Puyol (RH XV, 7) le da el sentido (muy cercano al de zonzo en Correas) de «ladino; avisado; perito o entendido». Pero es más corriente con la ac. en que el P. Malo emplea zonzo: «sonce: flojo, mediano (terreno sonce, vino sonce)» en el Bierzo (G. Rey), pan sonce ‘de mala calidad’ en la Cabrera Alta (Casado), «es sonce el terreno y no se puede sembrar hasta que descanse. ―Sonce, ¿significa malo? ―Eso mismo» en Maragatería, (Concha Espina, La Esfinge M., p. 630); Malkiel agrega sobre sonce algún dato dialectal (RLiR XXIV, 246) que en nada altera este cuadro de conjunto. La idea de ‘flojo’, ‘de poco valor’, está muy cercana al matiz del argentino zonzo, y para acabar de remachar la identidad ahí tenemos el zamorano soncio ‘género delgado o de poco cuerpo’ (FD), que sólo se diferencia del zonzo de la lengua común por la intercalación de la consabida i leonesa; y sin embargo, por otra parte, se combina con sonce por la s- inicial. Pero no es ésta la única forma con tal consonantismo, pues ahí están el gall. sonso «atontado, entontecido por el sueño; bobo, necio, desmemoriado» (Vall.), el albaceteño sonso (RFE XXVII, 237) y el murc. sonso ‘zonzo’ («aunque se hace el sonsico / es un grande calavera»), para probar lo contrario: dialectos todos que distinguen s de z. Y otra variante consonántica tenemos en el judeoespañol zonzo pronunciado con s-s sonoras en Marruecos (como z francesa: Benoliel, BRAE XIII, 232).

Alonso, en el buen estudio que dedicó a zonzo (NRRH II, 1-9), aun reconociendo el carácter expresivo del vocablo, concede demasiada importancia al cuento del «Entremés» referido por Gonzalo Correas, y cree que en verdad se trató inicialmente de una creación literaria. Sin embargo, las citadas variantes fonéticas no pudieron dejar de alarmar su instinto de lingüista, pues la existencia de tales variantes arbitrarias e inexplicables es uno de los indicios más diáfanos de una creación expresiva; en vano se empeña Alonso en buscarles explicaciones desconectadas y sólo fundadas en la necesidad de defender su tesis: en León sería otro vocablo, en Galicia sería americanismo, en Marruecos deformación «muy extraña» y quizá onomatopéyica, en Murcia y Albacete influencia del catalán, donde a su vez habría de ser castellanismo. No hay para qué imaginar estos «rigodones»: el cat. snso, palabra sumamente popular en todas partes y precisamente con el matiz argentino de ‘necio por dejadez’ (aunque aquí se le agrega la idea de ‘amodorramiento’ y de ‘inteligencia adormecida’, comp. el gall. sonso)1, el port. sonso «sluggishly dull» [1701], «maliciosamente simple» (Bluteau), el gallego, el hispanoamericano, no tienen por qué proceder de Castilla: en todas partes es creación local, que es precisamente lo que explica las muchas variantes. Indígena es también, y todavía con otras variantes consonánticas, el vasco zozo «tonto, idiota, bobo, estúpido, imbécil» (Azkue), voz fundamental y esencial del idioma, común a todos sus dialectos, y con variante xoxo (Schuchardt, Roman. Lehnw. im Berb. 32-34, quien agrega paralelos aun en bereber). Esto a su vez nos conduce hasta CHOCHO, otra voz de creación expresiva; mientras que en tonto (como en sus variantes hisp.-am. dundo, it. tondo, tonto, rum. tîndală) reaparece la -n- de zonzo, pero con otro consonantismo. A su vez, junto al vasco xoxo, pero con -n- y con un matiz enteramente igual al del gallego, está el cat. dial. enxunxit ‘amodorrado, adormilado por la fiebre’ (que he oído muchas veces a gente de Montblanc y Tarragona). Spitzer, MLN LXXIV, 140, nos recuerda el grupo italiano de andar a zonzo, zonzonare, zonzellodonzello). En realidad, esta serie no terminaría nunca, pero no hay necesidad de continuar.

La declaración de Correas de que hubo un Entremés cuyo protagonista se llamaba Zonzo, y era un bellaco con aires de tonto, no puede tomarse como prueba, y tampoco puede asegurarse que sea absolutamente falsa, pero si tal entremés hubo, su autor no pudo hacer más que aprovechar como nombre de su héroe un vocablo que circulaba ya en ciertos ambientes populares. Por lo demás, es muy arriesgado tomar en serio estas declaraciones de Correas, y cuando la inmensa erudición del Prof. J. Gillet (en Alonso, n. 15), después de años de buscar el «Entremés del Zonzo», nos asegura que no es posible dar con él, hay motivo de sobra para dudar de que haya existido. Que Correas era catedrático de Salamanca es muy cierto, pero si hemos de creer todo lo que nos cuenta en su Vocabulario, arreglados estaremos: tendremos que aceptar que maguera en maguera bobo significa «mansito» (p. 606a), que Gaeta está en Andalucía (p. 129a) y que las Barras de Aragón (que la leyenda suele atribuir al Conde Vifredo del S. IX, y la historia comprueba en uso desde Pedro el Católico, antes de 1200) se deberían a una herida que se hizo Pedro el Ceremonioso o del Punyalet (S. XIV) al rasgar con su puñal de mano el pergamino de la Unión aragonesa (p. 179a). El atribuir sus dichos a personajes de supuestos entremeses no es raro en la obra de Correas, como en el chiste yo soy qu’abro, pronunciado por un marido a quien preguntan «¿quién anda ahí?» cuando abre la puerta (p. 98a); y si no, busca, según es común en esta clase de obras, supuestos personajes históricos bajo tipos legendarios del folklore, como Pero Botello (p. 541a), Juan de Espera en Dios (p. 598a), el Bobo de Perales (p. 541a), Juan Chamorro (p. 293b, que en realidad es el remoquete popular del portugués en Castilla), etc. Lo probable es que si tal entremés hubiese existido lo citara Correas por el nombre de su autor (como hace con el del Olivar de Lope de Rueda, p. 178a); Correas es muy preciso en sus citas cuando está seguro de una cuestión (en la p. 586b cita, p. ej., la Relación de Cabeza de Vaca, por tomo y página), pero no hay que fiarse de él cuando se limita a hablar vagamente de «un entremés». Por ahora, es prudente creer que bajo ese Zonzo no haya más realidad que bajo las supuestas bailarinas Zarabanda y Chacona que se han inventado como epónimas de las danzas respectivas (vid. Montoto, Personajes, Personas y Personillas), o bajo el personaje legendario de Pero Grullo, que Godoy y Alcántara pretendía fechar en el S. XIII. En fin, es probable que el adjetivo afectivo zonzo sea mucho más antiguo de lo que creemos y que llevara una vida subterránea, confinada a ciertas regiones o ambientes sociales, hasta que emerge en el lenguaje común del S. XVII: el caso es que una mujer con el apodo de Zonza ya aparece en un doc. portugués de 991 (CortesƟo, Onomástico Medieval); comp. el caso semejante de ZOTE 2.

DERIV.

Zonzorrión [Lope]. Zonzorro alav. Zonzorino cub. (Pichardo). Zonzoneco hond.; zonzoreco costarric. Zoncera amer.; zoncería. Azonzado arg. ‘algo tonto’.

1 Sonso se llama por ej. al adolescente que no se atreve a cortejar a las muchachas, o cuando lo hace no sabe qué decirles; al hombre maduro siempre callado y de mirada inexpresiva. Se llaman sonsos las sardinitas más pequeñas, que se dejan pescar en cantidades ilimitadas. Sabido es que el cat. moderno crea muchos adjetivos en -o, categoría en parte introducida por la evolución fonética (dilación monge > monjo), en parte por el influjo castellano, que actuó en otros casos.―

2 La etimología INSULSUS, aceptada por la Acad. y otros (Moreira, RL I, 181; Cornu, GGr. I, § 142), además de poco fundada semánticamente, es imposible en el aspecto fonético. Tampoco se puede aceptar la combinación de Brüch (ZRPh. XXXVIII, 676) zonzo < soso cruzado con tonto e intonso (!), con ceceo andaluz, ya rechazada en RFE VI, 401.