TUMBA, ‘sepulcro’, tomado del lat. tardío tŭmba íd., y éste del gr. τύμβος ‘túmulo, montón de tierra’, ‘tumba’.
1.ª doc.: Berceo.
DERIV.
Tumbal; comp. TUMBAR y RETUMBAR. Tumbilla, así llamada porque se parece a dos camillas o parihuelas superpuestas (según Wilmes, VKR X, 245; tombilla en el Valle de Vio). Tumbón ‘especie de coche’.
Tumbo ‘cartulario’ [Acad. ya 1843; desde luego usual en la Edad Media, en que ya es famoso el Tumbo de León]1, en port. tombo ‘inventario de terrenos demarcados’, ‘archivo’, ‘registro de hechos relativos a una región o especialidad’ (recuérdese la famosa y antiquísima Torre do Tombo].
Éstos son vocablos inseparables del gall. tumbo ‘túmulo o sepulcro de tierra (que se advierte en el monte)’ (Vall.), que también tomó acs. figuradas pertenecientes a la esfera de la tradición espiritual: ‘armazón o catafalco que se erige en las Iglesias en las honras de un difunto’ (Vall.), ‘el artefacto que guarda el sacristán con este objeto’ (Castelao 201.4, 201.8). Unos creen que esta voz luso-leonesa viene de túmulo pasando por tombro o túmb(u)lo (C. Michaëlis, RL III, 187: comp. RL IV, 13; CortesƟo), lo cual ya tropezaría con el obstáculo fonético de la desaparición de la r o l2.
Por otra parte no es probable separar de esto el uso del castellano tomo, en acs. abstractas y afines a la idea de masa o balumba: ‘bulto’ en Fr. A. de Guevara (1539), «es una sombra que no tiene tomo, es una fantasma encantada» (Menosprecio de Corte y Al. de Ald., Cl. C. 128.3), ‘importancia’ en B. de Villalba (Fcha.), «el gruesso, cuerpo o bulto de alguna cosa» (Aut., con ej. de Fr. L. de León), «importancia, valor y estima» (S. XVII, Aut.), de tomo y lomo «de consideración, importancia y entidad» (locución donde se trata sin duda del lomo de las reses vivas o sacrificadas y comestibles; Quevedo, en Aut. y divulgadísimo), «prise, capacité, portée, gain, substance, prix, valeur, quantité, moment: esta cosa no es de tomo; de tomo y lomo, qui est grand et bien fourny de reins» (Oudin).
Que estamos a cien leguas del helenismo bibliográfico tomo, lo muestra no sólo la fecha reciente de éste sino todo el tono de los ejs. más antiguos, como el de Guevara y de las Epístolas familiares de Fr. Fco. Ortiz, II: «es de tanto peso y tomo la razón que hay para que la criatura obedezca a su Criador...» (cita en dicha ed. de Guevara); como además ni el leon. tumbo ni el port. tombo ‘montón de escrituras’ pueden venir fonéticamente del helenismo tomo ni parecen separables del cast. tomo ‘bulto’, descarto decididamente toda relación con éste.
Más aceptable parece, en cambio, como admitió también Car. Michaëlis de Vasconcelos, que la idea básica fuese la de ‘montón de escrituras, donde éstas quedan como enterradas’, derivando entonces de tumba y de su variante romance tomba ‘sepultura’, lo cual se apoyaría en el tumbo ‘catafalco’ gallego (mucho menos en un tumbo ‘sepulcro’ que figura sólo en Góngora II, 25, y que en un escritor como él puede no corresponder a ninguna realidad lingüística sino a floreo verbal). De todos modos ni aun el empleo para ‘catafalco’ es decisivo, pues al fin puede tratarse de una concreción del montón de objetos conservados en dependencias parroquiales y monásticas, que siempre han almacenado documentos y objetos antiguos.
Quedo en duda pues entre esto y el origen prerromano, que es el ambiente hacia el cual nos guía la aparición de TUMBA en el sentido de ‘montón de tierra, colina’ en varias hablas romances de los Alpes (VRom. VI, 103-5) y los Balcanes. Pues existe realmente un célt. TŬMBOS bien conocido y con un sentido muy afín: irl. med. tomm ‘altozano’, ‘matorral’, ky. tom ‘montón de tierra o estiércol’ (Walde-P. I, 708; Pok. IEW II, 4), hermanos del gr. τύμβος ‘montón de tierra’, ‘túmulo sepulcral’, scr. tugaɅ m. ‘altozano, monte’, y como adj. ‘alto, abombado, abovedado’, procedentes todos de un indoeur. TUNGWOS. O esto o la derivación de tumba; pero, dentro de todo, la etimología prerromana me parece muy verosímil y probablemente más cierta.
1 «Un libro de previllegios que llaman del tombo, que es de los archivos de la santa Yglesia desta zibdad», Toledo, 1580, BRAE XV, 565.― ↩ 2 La forma túmbulo por túmulo existió (Góngora la emplea como disparate propio de Jaén, ed. Foulché, II, 25), pero no es fonética, antes se debe al cruce natural con tumba. Es dudoso que la forma tumblo existiera, a no ser en portugués vulgar, donde es reducción reciente de túmbulo, por la debilidad de las vocales átonas en este idioma. La desaparición de la -L- en tombo TŬMŬLUS no es admisible en portugués, pues una de dos: o se perdió primero la U de la sílaba medial, dando ocasión a que se formara una b epentética, y entonces no podía ya perderse la -L- por no ser intervocálica; o suponemos que cayera primero la -L-, pero entonces ya no podía formarse una b epentética. ↩