TACHÓN, ‘botón, chapa o clavo grande de cabeza ancha’, metátesis del antiguo chatón íd., derivado de CHATO; la alteración se produjo bajo la influencia de tacha y tachuela ‘clavito corto de cabeza gruesa’, palabra de otro origen, tomada del oc. ant. tacha íd., de etimología incierta.

1.ª doc.: platón, 1356; tachón, 1362; chatón, 1438; tachuela, 1531; tacha, 1535.

Los tachones o chatones se llevaban sobre todo en cintos y correas de adorno, a veces también en cofres ricos, etc.; otras veces se trataba, por extensión de la ac. anterior, de un adorno de galón o cinta que se sobreponía a un vestido. En ambos sentidos lo encontramos en los antiguos inventarios aragoneses, en los cuales encontramos por lo regular la forma dialectal y etimológica platón; adviértase que cinta vale ahí ‘cinto’: «otra cinta de cadena de argent que non fallé nengún platón, crebada el cabo de la fiviella» 1356 (BRAE IV, 209), «una cinta de seda vermella con una veta... guarnida con platones feytos a forma de fuella de trevol» 1390 (BRAE IV, 355), «huna cinta d’argent con diez platones acia la part del cabo... con otros 4 platones chicos por do entra el dardillo, ensemble con su ffiviella» 1402 (BRAE II, 222), «otra correa de semblant parche en que ha güeyto platones grandes» 1406 (BRAE III, 361), «una correa de cuero con platones y cabos de plata» 1492 (BRAE III, 362), y otros análogos de 1397 y 1444 (BRAE IV, 217; II, 557).

La forma castellana chatón se encuentra desde el Corbacho, por lo menos como variante: «reluzia como un espada con aquel agua destilada, un texillo de seda con chatones de oro, el cabo esmerado con la fevilla de luna muy ricamente obrada» (125.3, así en las ed. A y B, mientras que el ms. trae tachones); así está desde luego en ley de la compilación de la Orden de Santiago redactada h. 1440 donde se prohibe a ciertas mujeres «traher plata, chatones ni chapetas»; en invent. del duque de Béjar de 1468: «una espada rica de armas, esmaltada, con su brocal e con tera e chatones dorados... otra espada guarnecida de cinta de plata, cabo y hebilla y contera y chatones», donde por lo demás alterna ya con la forma tachón; en la Coronación de Juan de Mena escrita poco antes de 1450, en el pasaje en que se equipara cada uno de los puntos del Zodíaco con «un chatón de la zona que ciñe toda la esfera», las ediciones vacilan también entre chatón y tachón, y todavía Covarr. permanece fiel a la forma chatón, aunque advirtiendo que «algunos han trastrocado las consonantes diciendo por chatón, tachón, y de allí tachonado y tachuela», y empieza definiéndolo «una forma de botón redondo y llano o chato; en los cintos antiguos había de trecho en trecho un chatón de éstos»; la Acad. no se decidió a calificar de anticuada esta forma hasta 1780, pero en realidad lo era, para los más, desde mucho antes, pues tachón se hace casi general desde el S. XVI. No obstante, el punto de arranque de esta forma es mucho más antiguo, pues ya la encontramos en un invent. arag. de 1362, donde por lo demás tiene el sentido secundario arriba definido: «el pellot con trenas d’oro e penya genovesa; el manto con tachones» (BRAE III, 90); tachón traduce el lat. bracteola ‘laminilla de metal’ ya en el glos. del Escorial (h. 1400), y además de las variantes que he citado arriba, puede documentarse esta forma en las Coplas de Mingo Revulgo, en un inventario de Gómez Manrique, en Juan del Encina, y desde el S. XVI aparece en masa y con carácter casi unánime: V. la documentación en el trabajo de E. Cotarelo, BRAE VII, 534-41, útil en este sentido, aunque se equivoca en sus conjeturas etimológicas y confunde este vocablo con otras familias de origen muy distinto. Una de estas confusiones, la que existe con tacha y tachuela ‘clavo’, la comete todo el mundo, desde Covarr. y Aut., y es probable que ya tuviera raíces más antiguas en el idioma.

La voz chatón o tachón, según muestra ya la variante aragonesa platón, y el significado mismo, es derivada de chato, lat. vg. PLATTUSplano, achatado’, y en efecto designa una placa metálica de dimensiones variables, desde una verdadera chapa hasta un botón de forma ancha, que puede ser muy semejante a la cabeza de un verdadero clavo de adorno; comp. cat. plató «plaqueta de metall aplicada com a adorn a un objecte» (Fabra), y así oc. platoun y fr. ant. platon.

Tacha y tachuela no son clavos de adorno, ni mucho menos chapas, sino clavos meramente utilitarios, que se distinguen por ser cortos y de cabeza algo grande. Por otra parte, así como chatón-tachón es palabra puramente castellana (y aragonesa), tacha y sus diminutivos están arraigados en toda la Península y aún más en la mitad meridional de Francia. En castellano el primer testimonio es de un doc. salmantino de 1531: «di para papel y papelones y tachuelas y agujas doss Reales» (BRAE X, 582); Juan de Valdés (1535) define el primitivo «tachas llamamos los clavicos que ponen en los cofres encorados» (ed. 1919, p. 191), pero pronto envejece en cast. esta forma, a no ser en Canarias (BRAE VII, 342), y sólo queda memoria del diminutivo, que es también el que emplea Mateo Alemán en su Alfarache, al explicar cómo hurtaba las conservas de su señor: «llégome bonico con un cuchillo pequeño y quítole las tachuelas del suelo y, dejándola trastornada sobre la tapa, con el mismo cuchillo le saqué casi la mitad por abajo, volviéndola a clavar como primero» (Cl. C. II, 278.26)1. Este otro vocablo tiene, como digo, mucha mayor extensión geográfica: port. tacha, así p. ej. en la Sierra de la Estrella (VKR IV, 304), en el Minho (Leite de V., Opúsc. II, 358), tachola allí mismo y en Oporto, mientras que en la vecina Sanabria el influjo de la vacilación entre chatón y tachón condujo a una metátesis chatuola, chatuela (Krüger, Gegenstandsk., 279). En catalán tatxa es también palabra de uso general en este sentido, aunque con ac. algo distinta en el Principado de la del País Valenciano, donde en lugar de la tatxa de Cataluña se dice gabarrot; tatxeta aparece ya en un inventario de 1430 (Ag.); tatxa en un pasaje del Consulado de Mar (¿S. XIV? ¿S. XV?), y en este inventario barcelonés de 1481: «tota ferramenta de ferro ho acer... com es ferres e claus de besties, tatxes, claus...» (Moliné en su ed. del Consolat, p. 233). Sin embargo, el terreno de máxima vitalidad de tacha ‘clavito’ es el Sur de Francia: Levy reunió nada menos que 16 ejs. medievales distribuídos más o menos por todo el territorio, así en el Languedoc (Narbona, Carcasona, Nimes, Albi), como en el Bearne, el Lemosín, la Auvernia (St. Flour) y Provenza (Arles); los primeros, de Narbona, son del S. XII y tercer cuarto del XIII,: y en el XIV abunda en todas partes; V. además el diminutivo tacheta y el verbo tachar ‘clavar con tachas’ en docs. de Albi y de St. Flour. Hoy el vocablo sigue difundido por todo el territorio lingüístico: el ALF (mapa clou) nos lo muestra extendido por toda Provenza, el Languedoc, la Auvernia y parte del Lemosín, llegando por el Oeste hasta los deptos. del Corrèze, Lot, Tarn-et-G., Tarn y Ariège; mas por el Oeste llega todavía más lejos, pues lo encontramos en el Gers (Sarran, p. 16), en el Valle de Arán y hasta el Bearne, según creo (por lo menos está en Palay)2.

¿Cuál es el origen de este vocablo occitano, catalán y español? Desde luego hay que descartar la idea de traerlo de PLATTUS, cuyo sentido en este caso ya no convendría tan bien como a chatón, pero sobre todo el cambio de PL- en ch- es imposible en lengua de Oc y cat., y es evidente que no debe pensarse en un préstamo cast., siendo en el Sur de Francia mucho más antiguo y arraigado que en España. Es evidente que el territorio propio de tacha son las tierras de Oc, y que de allí hubo de extenderse el vocablo hacia el Sur, pues la -tx- catalana no puede ser autóctona. Pero fijar el étimo es empresa difícil. Por lo pronto es extraño que en la zona de Narbona, Carcasona, Toulouse y Bearne, donde el vocablo aparece por primera vez, el sonido intervocálico -ch- no corresponde a la evolución normal de ninguna consonante ni grupo originario. De los lugares donde el vocablo aparece en la Edad Media, la mayor parte, a saber: Arles, Nimes, Albi, Saint-Flour y Limoges, corresponden al territorio donde -CT- da -ch-: entonces podríamos en rigor suponer que el vocablo provenga de una base *TACTA y que se hubiera propagado desde esta zona hasta las otras cuatro localidades ya en el S. XII; lo malo es que *TACTA no es palabra conocida en ningún idioma, ya que por el sentido apenas podría pensarse en el participio de TANGERE ‘tocar’ (¿por los golpes de martillo que recibe la tachuela?, pero esto es inverosímil), y en una palabra comercial y utilitaria de esta naturaleza difícilmente puede pensarse en un origen prerromano. Verdad es que Diez (Wb., 313), al mismo tiempo que mezclaba el vocablo con otros muy diferentes, citaba un córn. tach, gaél. tac ‘clavo’, comparación que han venido repitiendo otros y suponiendo que el vocablo es de origen céltico; pero ya observó Thurneysen (Keltorom., 80) que tach no es córnico sino bretón, donde ch es š, lo cual exige procedencia francesa; en cuanto al gaél. taic f. «a prop», tacaid f. «a tack or peg», está aislado y parece ser ajeno al idioma antiguo (¿no será préstamo del ingl. tack?); por lo demás tampoco supondría una base -CT-.

Ya que no se halla modo de partir de *TACTA: ¿tendrían más razón Diez y M-L. (REW 8534) al relacionar el oc. tacha con la familia de TACO y tacón? Semánticamente esto puede defenderse, pues las ideas de ‘tarugo embutido en la pared’ y ‘clavo’ no están tan alejadas, y como he dicho en el artículo en cuestión, parece relacionarse taco con el ingl. tack ‘clavo’, ‘clavija’ y ‘hebilla’; remito allá para las oscuridades que envuelven el origen de tack y de TACO. Otros, con Thurneysen y V. Henry (Lexique Étym. du Breton Mod.), afirmaron que se trata de un derivado de tachier, variante rara del fr. attacher ‘atar, sujetar’, que se encuentra una vez en el Aiol3: esto no deja de suscitar escrúpulos semánticos aunque en rigor puede defenderse desde este punto de vista. Sea como quiera, la mayor dificultad que afecta, así esta etimología como la de Diez y M-L., es de naturaleza fonética: en ambos casos la -ch- occitana habría de salir de -CCa ; ahora bien, esta evolución es más francesa que occitana, y en el territorio de este último idioma sólo abarca una estrecha faja septentrional, a la cual corresponden, de entre las citadas localizaciones medievales, sólo dos, a saber Limoges y Saint-Flour: desde ahí habría debido propagarse el vocablo hacia el Sur, donde aparece mucho antes. Poco verosímil es todo esto.

Sin embargo, como no se ven otros caminos, la idea todavía podría defenderse si pudiéramos probar que tache fué francés con el sentido de ‘tachuela’ pues entonces se habría podido propagar desde una base bastante amplia. V. Henry afirma que tache ‘clavo’ es francés antiguo: en realidad se funda en un ej. único de 1383 citado por God., pero este ej. procede de Montbrison (Loire), población situada exactamente en el límite fr.-occitano: luego esto no nos da derecho a hablar de un fr. ant. tache. En la actualidad, según el ALF, el área de tacha concluye con el territorio occitano, a excepción de los valles de Susa, Aosta y Valais, por donde penetra en el dialecto francoprovenzal; algo podemos ampliar esta área hacia el Norte, aunque no mucho, a base de los dicc. de dialectos: está también por una parte en la Saboya (Constantin-D.): en el Forez de lengua de Oïl (Onofrio), y Littré lo cita en Ginebra; por la otra parte se extiende por el Saintonge (Jônain) y el Poitou (Favre). Pero aquí se acabó. Es verdad que el bret. tach ‘clavo’ (y tacha, tachein ‘clavar’) parece suponer la existencia previa en otras hablas del francés occidental, hasta la altura de Bretaña; por otra parte en Bélgica encontramos tachette aisladamente en el punto 292 del ALF, lo cual conduce a sospechar que el mismo vocablo, alterado por una causa imprecisada, se esconde bajo las formas dachette y dache de los deptos. del Nord, Pas-de-Calais y Somme. Si por otra parte tomamos en consideración la probabilidad de que el ingl. med. tack ‘clavo’ suponga un norm. ant. *taque4, cerramos el círculo alrededor del territorio francés. En definitiva, pues, es posible que el vocablo fuese general en tiempos remotos en todo el Norte de Francia, desde donde se propagaría hasta Narbona ya en el S. XII; un rastro aislado de la forma occitana castiza sobreviviría en el taketa del punto 898 (Alpes Marítimos). En el Norte la homonimia con tache ‘mancha’ acabaría por ser fatal a este vocablo, mientras que precisamente podría conservarse mejor en el territorio donde -CCa no se palataliza, y por lo tanto no había homonimia con taca ‘mancha’. Todo esto es concebible y defendible, pero debemos reconocer que en manera alguna puede mirarse como asegurado.

DERIV.

Derivados de tachón: tachonado y tachonar [h. 1580, Escalante, Cervantes, y frecuentísimos en los clásicos, vid. Cotarelo]; atachonado; destachonar [Calderón, Mágico Prod. II, xxvi, ed. Losada, p. 218]; tachonería. Para tachuela, V. arriba.

1 En Cuba era ‘clavo o alfiler largo y de cabeza grande que usaban las mujeres para prenderse la mantilla’ (Ca., 161).―

2 Para la Baja Auvernia, vid. Vinols; para el valdense de Wurttemberg, ZRPh. L, 455; para el Tarn-et-G., VKR V, 353.―

3 En apoyo de esta idea podría citarse el norm. taque «pelote où l’on attache les épingles» (Duméril), y Anjou tache f. «corde qui sert à attacher un animal» (Verrier-Onillon). Sin embargo, lo probable es que se trate de l’attache mal separado.―

4 El dialectal y antiguo taque ‘placa’ en que se fija Skeat no tiene que ver con esto: es germanismo local del Nordeste tomado del neerl. tak íd. (REW 8535).