TABACO, ‘Nicotiana Tabacum L.’: la planta y la costumbre de fumar sus hojas son oriundas de América, pero el origen de la palabra es incierto; consta que tabacco, atabaca y formas análogas (procedentes del ár. ƫabbâq o ƫubbâq) se emplearon en España y en Italia desde mucho antes del descubrimiento del Nuevo Mundo, como nombre de la olivarda, del eupatorio y de otras hierbas medicinales, entre ellas algunas que mareaban o adormecían, y es posible que los españoles trasmitieran a la planta americana el nombre europeo porque con ella se emborrachaban los indígenas; aunque ya los cronistas de Indias del S. XVI afirman que es palabra aborigen de Haití, no es éste el único caso en que incurren en tales confusiones.

1.ª doc.: 1535, Fz. de Oviedo.

Ya Colón en su diario menciona la costumbre indígena de fumar, aunque no su nombre, con referencia a Cuba y con fecha 6 de noviembre de 1492: «hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaba a sus pueblos, mugeres y hombres, con un tizón en la mano, yerbas para tomar sus sahumerios que acostumbraban» (Fz. de Navarrete, Col. I, 51); el P. Las Casas en su Historia (h. 1552) al reproducir estas palabras agrega «que son unas yerbas secas metidas en una cierta hoja seca también, a manera de mosquete hecho de papel de los que hacen los muchachos la Pasqua del Espíritu Santo; y encendido por una parte de él, por la otra chupan o sorben o reciben con el resuello para adentro aquel humo; con el cual se adormecen las carnes y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el cansancio: estos mosquetes, o como los llamáremos, llaman ellos tabacos», y agrega que ya por entonces había en Haití españoles que no sabían dejar este vicio (I, 332); en la Apologética, con referencia a la «Isla Española y las comarcanas», dice «estos mosquetes llamaban tabácos, la media sílaba luenga» (p. 181). También Fz. de Oviedo (1535 ss.) dice que es palabra aborigen, mas pretende que no era el nombre de la hierba ni del cigarrillo, sino del instrumento o especie de pipa con que la fumaban los indios: «a aquel instrumento con que toman el humo... llaman los indios tabaco; e no a la hierva o sueño que les toma (como pensaban algunos)», «en lengua desta isla de Haití o Española se dice tabaco» (I, 130-1; IV, 96); pero él mismo se contradice hablando en otra parte (II, 298) de «una hierba que llaman tabaco».

Pronto había, pues, contradicción entre los viajeros españoles en cuanto al sentido propio del vocablo, y si esto ya inspira desconfianza en este caso, en cuanto a la afirmación de la procedencia india, a pesar de que en ella coincidan nuestras dos autoridades principales en materia de arahuaquismos (aunque no las más antiguas, como Colón, Paner o Angleria, que no mencionan el vocablo), la duda se agrava al ver que ya en 1571 Monardes afirmaba que tabaco era nombre dado por los españoles y no por los indígenas, que le llamaban picietl (nombre azteca)1. También es verdad que Alonso de Santa Cruz dice que los indios de Haití llaman tabacos a los «sahumerios» en cuestión, pero Santa Cruz publicó su obra en 1560, mientras que ya veinte años antes los conquistadores del Valle del Cauca escriben «cuando quieren emborracharse, hácenla fuerte con ciertas yerbas que ellos echan, que se llama tabaque», como si para el autor de esta relación no fuese tabaque nombre indio, sino español. No estoy, pues, conforme con la afirmación rotunda de Friederici (Am. Wb., 577-9) de que no puede haber duda alguna de que el vocablo viene de los dialectos arauacos de Haití y Cuba; aunque en esto coincida con una opinión casi unánime de los americanistas y lingüistas: Cabrera, NED (s. v. tobacco), Cuervo (Ap., § 971), Hz. Ureña (Indig., 103, 112), Volpi (Arch. Stor. It., 1913, ii, 142-8), Bertoni (ARom. II, 270-1), Richter, M-L. (REW3 8508a), Bloch (con adiciones de Wartburg en la nueva ed.), etc. (Lenz incluye el vocablo en su diccionario de indigenismos americanos, 697-9, aunque sin decir explícitamente de qué lengua viene).

Los americanistas como Friederici, a pesar de habérselo recordado M. L. Wagner (RFE XV, 297), siguen sin prestar atención a la existencia de una planta llamada tabaco en Europa antes del Descubrimiento, de suerte que sólo L. Wiener parece haber defendido la opinión de que el vocablo era procedente del Viejo Mundo2; los romanistas Volpi, Bertoni y Richter, tuvieron el mérito de señalar la existencia del tabaco europeo precolombino, pero admitieron que se trataba de un mero homónimo. Tan fuerte es el prejuicio que causa el origen americano de la planta. Sin embargo, americanos son el pavo, el maíz y la patata, lo que no impide que sean europeos sus nombres, como pavo y turkey, panizo y corn, kartoffel y criadilla. Y si se ha conservado junto a éstos el americanismo maíz, también vivió cierto tiempo cohoba el nombre haitiano del tabaco (junto con petún guaraní y pecietl náhuatl). ¿Hay razones lingüísticas para sostener la procedencia americana del vocablo tabaco? Desde luego nada en la apariencia fonética nos permite identificarlo como taíno o como perteneciente a otra lengua americana: C. H. de Goeje, el más especializado en el estudio del taíno y en el del caribe antiguo, se abstiene de ponerlo en su catálogo de las palabras de aquel idioma3, y en cuanto a éste sólo registra (p. 66) taman o tamun como propio del dialecto Kaliña, cuya relación con tabaco es evidentemente muy problemática; tampoco ofrece gran probabilidad la opinión de A. Ernst (cita del NED) de que se trataría de una variante del guaraní taboka, nombre del tubo de fumar, que los españoles habrían aprendido de una tribu guaraní que habitaba [?] el extremo Norte de la Española.

Estas semejanzas fonéticas son demasiado vagas para ser seguras. Muy diferente es el caso del it. tabacco, nombre de planta que ya figura en el florentino A. Braccesi (1445-1503) y en una lista de mercaderías de Módena escrita en el S. XV: «opio, tabauco, aloe, patico, zenzavero...»4. Como indicó E. Richter (ARom. XI, 251-7; comp. Spitzer, ARom. XI, 395-6) se trata del ár. ƫubbâq que designaba el eupatorio y también la Inula Viscosa (o la Inula Conyza), ya mencionada por Abu Hanifa (S. IX) y el español Abenalbéitar († 1248); según Lane estaría tomado del siríaco dūbq, de una raíz que significa ‘pegarse’, ‘muérdago’. En España existió la variante ƫubbâqa, y otro ms. de Abenalbéitar vocaliza ƫabbâq (Dozy, Suppl. II, 25); de esta forma es de donde proceden el it. ant. tabacco y los castellanos altabaca [1555, Laguna: Colmeiro III, 141]5, atabaca (en Andalucía según DHist.), tabaca (en Santander, G. Lomas), port. tádega (comp. port. alfádega = cat. alfàbega, cast. albaháca), nombres de la Inula Viscosa, y también altabaquillo, nombre del llantén, cuyas semillas son también viscosas y tienen aplicación medicinal6. En cuanto a la Inula, según el testimonio repetido de los árabes, se empleaba como hierba medicinal contra ciertas fiebres, y como contraveneno, y al mismo tiempo se distinguía por su virtud de calentar el cuerpo y hacerlo sudar.

Según acabamos de ver, se aplicó este nombre a muchas plantas diversas de empleo medicinal, y al servir para aumentar la temperatura del cuerpo era fácil que se confundiera con plantas cuyos efectos «suben a la cabeza» y marean o emborrachan, como la valeriana, el opio y otros narcóticos: así lo indican los citados docs. italianos del S. XV y de 1511. Lo importante y extendido de esta aplicación nos lo prueban varios derivados italianos, centrados entorno a la idea de ‘marear, subirse a la cabeza’: it. intabaccare, attabaccare, tabbaccare, ‘enamorar’, ‘hacer perder la cabeza a un enamorado’, ‘entusiasmar’, documentados ya cuatro veces en el S. XV, desde 1441, y después con gran frecuencia desde el XVI, it. tabacchino ‘rufián, alcahuete’ y otras veces ‘hombre que se enamora fácilmente’, también muy frecuente desde h. 14107. Estos varios derivados italianos comprueban la gran importancia y popularidad de la planta europea conocida por tabacco y variantes, y corroboran sus efectos mareadores o narcotizantes. Siendo esto así me parece muy difícil creer que se trata de un mero homónimo del tabaco americano, puesto que todos los autores del S. XVI insisten en los efectos embriagantes del tabaco sobre los indígenas antillanos; además de los pasajes ya citados de los conquistadores del Cauca, de Fz. de Oviedo y de B. de las Casas, recuérdese que Alonso de Santa Cruz atestigua que se embriagaban con los «tabacos» puestos en las narices hasta que «caían sin sentido», y V. la otra descripción detallada de esta borrachera por Oviedo en el artículo de Lenz. Que esto se debiera sólo al abuso de la Nicotiana Tabacum o más bien al de la Piptadenia Peregrina o cohoba (que los hacía volver como locos: Friederici, Am. Wb., 198-9), importa poco, puesto que los españoles no distinguieron entre las dos plantas, el P. Las Casas las confunde manifiestamente en una sola, y la confusión ya parece venir de los indígenas; es más, a juzgar por la declaración de Oviedo (I, 130-1), parece que cohiba (= cohoba) fué realmente el nombre haitiano de la Nicotiana Tabacum. Ante este hecho me parece que hay razones inatacables para negar el carácter haitiano de la voz tabaco, y para sospechar por lo tanto que es nombre europeo importado por los primeros descubridores. También la vacilación tabaco ~ tabaque (como dicen los conquistadores del Cauca en 1540) es más explicable por un origen arábigo que americano.

Cuando la segunda generación, la de Oviedo y Las Casas, llegó a la Española, se encontró con que el vocablo ya era de uso general, y no siendo palabra tan generalmente conocida en Europa, creyó que era nombre indígena, por tratarse de una planta y una costumbre eminentemente americana. De la rápida propagación es prueba el informe de Harrison de que en 1588 el fumar ya se estaba generalizando incluso en Inglaterra. Cuánto más antiguo sería entre los españoles de las Antillas; y siendo así ¿qué valor tiene la afirmación lingüística bastante tardía de Oviedo y Las Casas? Como he dicho en el artículo correspondiente, es también probable que cigarro sea voz de importación hispánica.

Para la propagación del nombre de la Nicotiana a Francia [tabaco 1555, tabac 1599], a Italia [h. 1550], a Inglaterra [1577], etc., vid. BhZRPh. LIV, 43-47; XCI, 190-3; Zaccaria, s. v., y Volpi, l. c.; NED.

DERIV.

Tabacal; tabacalero (quizá analógico de abacalero). Tabacón. Tabacoso. Tabaquero [Aut.]; tabaquera [íd.]; tabaquería [íd.; en Cuba no es donde se vende, sino donde se hace o tuerce el tabaco: Ca., 100]. Atabacado. Entabacado.

1 Sostiene Monardes que el nombre viene del de la isla de Tobago en el golfo de Méjico, a la que él llama Tabaco. Otros, por el contrario, han sostenido que el nombre le viene a la Isla de su semejanza con la forma de una pipa india.―

2 Sabido es que Wiener se desprestigió sosteniendo esta idea en numerosos casos donde la procedencia americana es indiscutible. En el nuestro, según el extracto de Richter, parece que Wiener asegura que aun la planta se hallaba en el Viejo Mundo, lo cual desde luego es falso.―

3 Journal de la Société des Américanistes, N. S. XXXI (1939); nombres de plantas, pp. 14-16.―

4 Bertoni quiere enmendar esto en opio tebaico, ‘opio procedente de Tebas’ [?], fundándose en una carta de 1511 donde se lee «arfion [= ár. afyûn ‘opio’] che lo chiamano opio tebaico». Pero falta saber dónde está la errata, quizá más bien en este caso.―

5 Ésta es la forma empleada en las Canarias, en cuyos campos abunda sumamente esta planta; es típico de las casas rústicas de allá (por lo menos en Gran Canaria) colgar de los techos grandes ramos de las hojas secas, largas y abarquilladas, de la altabaca, para que se pongan en ellas las moscas y dejen en paz a los habitantes. Esta descripción que leo en el diario de viajes de mi padre, sugiere al menos alguna semejanza con las hojas secas del tabaco, que por cierto también se expende en hojas secas a los transeuntes en esas mismas ventas de Canarias.―

6 Otra alteración semejante a la port. tádega parecen ser las formas atarraga y tarraga (¿acentuadas dónde?), usuales en Jaén y en Ujíjar según Rojas Clemente (princ. S. XIX: Colmeiro III, 142) como nombre de la Inula Viscosa. Ahora bien, la Salvia glutinosa (que es una labiada, y no una compuesta como la Inula) se llama tabaco de montaña según el aragonés Loscos (1863), y otras variedades de salvia reciben el nombre de tàrrega o tàrrec en catalán; según el testimonio de Cavanilles (h. 1790), F. Gil (1794) y Lorente (1798) tàrrec es valenciano, según Bassaganya (h. 1850) y Texidor se emplea también en Cataluña, y según Barceló (1867) en las Baleares, mientras que Trias (1800) nos informa de que el nombre balear es tarrega (seguramente acentuado en la a); además los catalanes Bassaganya y Texidor, y el valenciano S. Benedicto (1866), que herborizaba en el Maestrazgo, dicen que la Salvia pratensis se llama tárrago en castellano (quizá en el de Aragón), vid. Colmeiro IV, 354-65. Sin embargo, en el caso de tárrago ‘salvia’ es posible que nos encontremos ante un parónimo parcialmente confundido por el pueblo con el arabismo tabaco-tádega; parónimo que podría ser de origen prerromano, comp. el nombre de la ciudad catalana de Tárrega que ya parece estar documentado en inscripciones ibéricas (Schuchardt, Iberische Deklination, 43; Gz. Moreno, Homen. a M. P. III, 497). Todavía es más dudoso que haya relación con el arag. y manchego tarrico ‘salsola vermiculata’, que ya parece hallarse en G. A. de Herrera (1513), vid. Steiger VRom. II, 63, y en Acad. [1884, no 1843].―

7 Del mismo origen que intabaccare es el mall. atabacar ‘dar una sorpresa desagradable, chasquear’. Y de igual origen podría ser el cat. entabanar ‘marear (hablando del humo o de un olor fuerte)’ (en Mallorca), ‘dar dolor de cabeza, molestar’ (en Vic, y en el barcelonés Pons i Massaveu), ‘engañar, embaucar’ (así hoy en el uso corriente), el cual supondría un *tabà ‘narcótico’ procedente de nuestro ár. ƫabbâq, de la misma manera que el cat. tabà ‘canastillo’, ‘especie de maletín’, viene del ár. ƫabáq íd. (> cast. TABAQUE), o cat. alambí ‘alambique’ viene del ár. Ȑanbîq (V. mi artículo de BDC XXIV, 41-43, donde documento tabà; allí mismo proponía yo derivar entabanar de este tabà ‘canastilla’, lo cual tiene poco fundamento semántico). Del mismo origen que el cat. entabanar es seguramente tabanada ‘golpe, puñetazo’, que de ahí pasaría al cast. tabanazo «golpe o bofetón que se da con la mano: es voz baxa» [Aut.], que hoy es sobre todo voz murciana («golpe fuerte y violento» Ramírez Xarriá; Lemus); comp. mall. tabacada ‘golpe, puñetazo’; de ahí también el judesp. es atabanado ‘le falta un tornillo’ (M. L. Wagner, Zur Kenntnis des Judsp. von Konstant., 177); por influjo del cat. septentr. tampar ‘tapar’ se dijo en Venasque tampanazo ‘porrazo’ (Ferraz, p. 100), aran. tampanada ‘bofetón’, tampanejà ‘pegarse, abofetearse’. Habría que partir de la idea de ‘golpe que deja como borracho o dormido’. Sin embargo, hay que advertir que no es imposible que estas palabras catalanas vengan de TABANUS (comp. los paralelos semánticos citados por Rolland, Faune XIII, 183). Ag. cita un mall. tabac ‘tábano’, aunque éste no es bien seguro: podría ser tàbac = cat. tàvec con -c secundaria y reciente (para la forma aran. tabàc, comp. pall. galapàt < galàpet = GALÁPAGO, con traslado secundario del acento). Es cuestión enrevesada. De todos modos parece haber representantes del «tabaco» precolombino en Mallorca: donar un tabac ‘marear’ en Amengual.