SILO, voz peculiar del castellano, de origen incierto, seguramente prerromana y emparentada con el vasco zilo, zulo, ‘agujero’, con el sentido primitivo de ‘cueva para guardar grano’; es probable que en definitiva proceda del céltico SզLON ‘simiente’.

1.ª doc.: h. 1050.

En doc. de Toro escrito en esta fecha: «quattuor faucinas de messe segar; et uno silo pleno de cevata, pane et vino sine numero et una caral de azeto» (M. P., Oríg., 29)1; «Dueina de Terrazos, suegra de FortuNaarro, obtulit Sancto Dominico de Calzada unum silum qui est in canto sue domus» doc. de 1156 (M. P., D. L., 74.4); «si alguno abriere silo o pozo... no deje descubierto» Fuero Juzgo; «ffaze a sus collaços fazer los valladares, / rrefazer los pesebres, lynpiar los alvañares, / çerrar silos (S, G; çilos T) de pan e seguir los pajares» Juan Ruiz 1277c; «la que escondió las goarniçones en los silos y en las cubas e fizo enplir las bocas de los silos e de las cubas, de salbado» en la Crónica de García de Eugui; «róbannos los ganados e los silos del pan» Rimado de Palacio, 489a; «sirus: silo para encerrar trigo y otro grano en cuevas soterrañas, como lo usan en Capadocia y en Tracia y en España: y algunas vezes abriendo el silo de nuevo pierden todo el aliento los que entran» APal. (459b); «silo para guardar trigo: syrius» Nebr.; «el grano... de silo soterraño» G. A. de Herrera; «hallaron mucho maíz en silos» Fz. de Oviedo; «abril frío hinche el silo; mojado, silo y campo» refrán de Hernán Núñez; «si era silo para encerrar pan o cisterna para recoger las aguas de la lluvia» Eugenio de Salazar; y otros que pueden verse en Cej. VIII, 146-7 (con cita más precisa de algunos de los pasajes anteriores). Es frecuente el uso metafórico para nombrar el vientre: «es mayor el apetito de nuestro silo, que no es el hastío de nuestro estómago» Ant. de Guevara; «estómago de casta de silos paja y cebada pide» Juan de Pineda. Es, por otra parte, nombre de una vivienda subterránea, típica de Villacañas (prov. Toledo), RDTP V, 420-34.

Pero más viejos e importantes son los pasajes siguientes, donde vemos que silo podía designar igualmente una cavidad subterránea cualquiera, o en particular la empleada como mazmorra: «traya consigo una carreta con dos bueyes; et al uno dezian Sençeba e al otro Bendeba; et cayó Çençeba en un silo que avia en aquel lugar; e sacáronlo, e fue tan mal trecho de la caída que llegó a muerte» Calila, a. 1251 (ed. Allen, 18.34), «yazié en fondo silo, de fierros bien cargado» Berceo (S. Dom., 704), «allí estovo preso en un silo» en crónica de López de Ayala (cita de Aguado).

Ha de calificarse silo de vocablo exclusivo del castellano, ajeno a los demás romances, aun el catalán (que emplea sitja, V. abajo) y el portugués (donde se dice tulha, ¿de TUBULA?). En fecha moderna el vocablo castellano ha gozado de gran expansión internacional: fr. silo [1775], it. silo, ingl. silo [1835], port. silo (de fecha también muy reciente: Fig., pero falta aún en Vieira, Moraes, Bluteau, CortesƟo). Se cita un oc. ant. sil (desconocido en el idioma moderno, Mistral, Palay), pero es hápax de la Guerra de Navarra, poema de princ. S. XIV, de tema español y atestado de hispanismos, como lo es éste, sin duda posible («e maynt bon sil ubrir, maynta cassa cremar, / e maynta bona hucha del tot descadenar»). Para la etimología hay, pues, que partir exclusivamente del castellano.

Es ya tradicional, desde el tiempo de Aldrete, Covarrubias y antes, decir que silo procede del gr. σιρóς o σειρóς, que significa lo mismo; no es extraño que a esta idea se adhiriera Diez (Wb., 487), pero ya lo es más que M-L. (REW 7955) siga aceptándola sin objeción, y agrave la impresión falsa al citar en un mismo plano «prov. sil, cast., port. silo, gall. siro» como si se tratara de una palabra del latín vulgar, común a un buen número de romances: esta opinión se ha hecho, pues, lugar común entre los lingüistas (dicc. etimológicos de Cabrera, Nascentes, Bloch, Migliorini, Skeat, etc.; Tomaschek). Y, sin embargo, diga Diez lo que quiera (que en su tiempo era perdonable), el cambio de -R- en -l- no es normal ni mucho menos, o por mejor decir no hay tal cambio fonético, a no ser en arabismos (donde tiene su explicación especial: BDC XXIV, 75-76) o en voces que sufren disimilación y otros fenómenos inductivos que aquí no tendrían aplicación posible.

Ya debiera despertar el escepticismo el hecho de que σιρóς ni siquiera parece ser palabra propiamente griega, pues aunque figura en Sófocles y en Eurípides, los testimonios concordes de Demóstenes, Teopompo, Varrón, Quinto Curcio y otros nos enseñan que los σιροί eran propios de los Tracios, Capadocios, Frigios, Edonios y otros pueblos del Asia Menor, y hasta el Cáucaso y la Bactriana; todo esto, junto con la existencia de variantes antiguas σιρρóς y σειρος, la falta de una etimología indoeuropea (se han indicado cuatro, ninguna aceptable), es prueba suficiente de que era palabra extranjera en griego2, que si llegó a adquirir cierta notoriedad entre los enterados, no llegaría a ser verdaderamente popular, al menos entró los griegos de Europa3; desde luego no hay testimonio alguno de que σιρóς pasara al latín (nótese que falta totalmente en el CGL), pues aunque mencionan el vocablo Varrón y Quinto Curcio lo refiere el primero explícitamente a Capadocia y Tracia y el segundo al Cáucaso, como reconocen los propios partidarios de la etimología griega de silo4. ¿Quién creerá que este vocablo oriental arraigara en Castilla y sólo allí? Es preciso abandonar la idea5.

En realidad es desencaminado ir a buscar a Tracia el origen de algo tan autóctono y antiquísimo en España como los silos. Ya Varrón (R. R. I, 57.2) atestigua que la costumbre de guardar el trigo en pozos era general desde Huesca a Cartagena, y Plinio (N. H. XVIII, 28) dice que este modo de conservar la cosecha era propio de España y África; hoy sigue haciéndose así en el Norte de África (Caro Baroja, Los Pueblos de España, 131). Lo natural es buscar al nombre de una cosa tan arraigada un origen hispano prerromano. Según hemos visto por las numerosas citas reproducidas arriba, el silo era un agujero subterráneo ―cueva natural o mina artificial―, que una vez lleno se cerraba herméticamente para asegurar la conservación del grano, de donde la asfixia a que se refiere APal.; y este agujero podía ser igualmente una sima que se abría bajo los pies del transeúnte u otra cavidad no empleada para guardar grano. Lo mismo ocurre con el cat. sitja ‘silo de trigo’, ‘mazmorra’, en la Edad Media cija con el sentido de ‘sima’ (cegia en doc. de 1171; «aquell qui aparella e obre la cija hon cayga son proysme, perirà en aquella» Antoni Canals, S. XIV), arag. cía y cija ‘silo’, ‘calabozo’, Aude siejo, que suponen una base prerromana, seguramente ibérica *CĔIA, de donde el sardo kea ‘fosa’ y quizá también el nombre del río Cea en León (Ceia en docs. latinos)6. V. aquí CÍA. También el cast. silo es vieja palabra topográfica, aferrada al terruño, y seguramente de origen prerromano. La toponimia nos muestra un pueblo de Silos en Burgos, dos localidades del mismo nombre en Canarias, un Silillos en Madrid y otro en Córdoba, Sileras en esta prov.; y quizá, en forma mozárabe, Siles en Ciudad Real y en Jaén, y en forma catalana (?) Sils en el Gironés.

Fuera de dudas me parece que en este caso estuvieron más atinados que Meyer-Lübke y Diez los españoles Simonet (s. v. xilyár), Azkue (Homen. a M. P. III, 88) y Cejador al relacionar silo con el vasco zilo o zulo ‘agujero’, ‘hoyo’, palabra de uso general en este idioma: la última variante es propia de Navarra, Guipúzcoa y Vizcaya, la otra ha de ser la más antigua, pues no sólo es la propia de Sule (Larrasquet), Baja Navarra y Laburdi (Lhande), sino que reaparece en el otro extremo, en varias localidades vizcaínas (Azkue); la extensión semántica es muy amplia: «caverne, retraite d’animaux, tanière», «fosse où l’on enterre les morts», «cavité, trou dans le sol», y luego «orifice (d’un canal, etc.)», «trou dans le corps», «trou de serrure», «déchirure», «boutonnière» (Lhande); de ahí gran número de derivados: ziloka ‘hondonada’, zilogune ‘terreno quebrado’, zilokune ‘barranco’, zilomilo ‘agujeros y rasguños’, zilotu y zulatu ‘agujerear’, zulote ‘boche’, zulaun ‘concavidad’, etc.7. La dilación vocálica de zilo en zulo es muy fácil en un idioma como el vasco, de acento expiratorio muy débil, y que más bien recae en la sílaba última del vocablo.

Pero es fácil que esta palabra pertenezca al grupo numeroso de voces que el vasco y el iberorromance tomaron prestadas del celta peninsular, lo mismo que ocurrió con otra voz de sentido parejo, MINA y mena, y quizá con el cat.-oc. avenc ‘sima’8 (*CĔIA, subsistente en cat. y en sardo, sería entonces el tipo propiamente ibérico). Hay en efecto, en todas las lenguas célticas, como nombre de la semilla o el grano, una palabra que supone en todas partes una base *SզLON, sustantivo neutro: irl. ant. síl neutro ‘semilla’, irl. mod. síol «seed, sperm, race, tribe, clan» (con los derivados irl. ant. sílaid ‘sembrador’ y sílaim ‘yo siembro’), bret. ant. *hil «graine» (supuesto por el derivado bret. med. dishilya, bret. mod. dihia ‘desgranarse’), galés hil ‘descendencia’, antiguamente también sîl ‘descendencia’, ‘semilla’, ‘huevas de pez’ (de donde se tomaron el gaél. escocés sìolag ‘anguila de arena’, y el escand. ant. síl, nor. mod. sil íd. y nombre de otros peces pequeños)9: se trata evidentemente de un *S-LO-, derivado de la raíz indoeuropea SI- ‘sembrar’, que según es regular hubo de convertirse en *SզLON desde las formas más antiguas del céltico; todo conduce a creer que el vocablo existió igualmente en el céltico continental, y es lícito suponer que de ahí derive el galo σιλοƌούρους o σιλοƌούνους ‘guardias de corps’ (= pagados en grano, con un segundo componente hermano del gr. ƌNjρον o del lat. dōnum), y quizá sil citado por Plinio como nombre galo de la consuelda (Dottin, La Langue Gauloise, 287). Aun dejando aparte estas dos palabras galas, de etimología insegura, no hay por qué dudar de que SզLONsemilla’, ‘grano’, corriera entre los celtas hispanos; y si se empleaba colectivamente, como hoy hacemos con grano y ya hacían los romanos con GRANUM, esta palabra la tomarían los iberos y vascos como nombre de la cavidad donde el SզLON se guardaba. Y de hecho el bret. hil y el galés hil y sîl tienen un sentido claramente colectivo10. Que luego los vascos generalizaran el sentido del vocablo aplicándolo a una cavidad o agujero cualquiera no es nada que cueste comprender11.

Para seluga, ceruca, jaruga y demás variantes del nombre de la vaina de legumbre y de ciertas semillas, vid. SERUGA

DERIV.

Silera ‘silo’ [h. 1600, Cabrera, en Cej.]. Chilanca, chilanco, chilancón, ‘poza o charco de agua donde rebalsa un manantial’, ‘charco que queda en un río seco’, ‘charca de agua llovediza’, los tres en Córdoba según Cej., y derivados del diminutivo vasco (t)xilo ‘hoyo pequeño’. Ensilar ‘guardar en silo’ [Nebr.; ejs. clásicos en Cej.]; de ahí también and. encilar(se) ‘empanzarse de agua’ (AV) (que nada tiene que ver con el lat. incile ‘acequia’), comp. «ya yo tenía otras tantas libras de pan ensiladas en el cuerpo» Lazarillo III, y los ejs. de silo análogos que he citado arriba; de Bédar (Almería) he anotado ensilarse ‘perder el tiempo haciendo algo muy despacio’, ‘quedarse mucho rato en un lugar’ (como el trigo o el prisionero en el silo; o más bien por el mareo que sobrecoge al que penetra en un silo, lleno de gases mefíticos, V. arriba la cita de APal., y se trata de hecho muy conocido popularmente en Urgel); ensilaje.

1 Nada en común con nuestro vocablo parece tener un «tabernáculo silo ubi Deus habitaverat» en el grandilocuente exordio de un doc. cidiano relativo a la primera conquista de Valencia, a. 1098 (M. P., RFE V, 11).―

2 Para más pruebas, V. el trabajo de Tomaschek, Die alten Thraker, en Wiener Sitzungsber. CXXX, ii, 19-20.―

3 Se ha supuesto que el nombre de lugar menor Siró en Calabria proceda de esta voz griega, pero claro está que esto es dudoso, tratándose de voz tan breve. El hecho es que el vocablo no persiste en el griego de Bova ni de Ótranto, ni ha dejado huellas en los dialectos romances de la Magna Grecia. Un recipiente para grano se llama allí ƄξαλŲ (y variantes), voz del griego clásico, conservada hasta hoy en muchas hablas romances y griegas de esta región, Rohlfs, EWUG 818. El silo propiamente dicho se llama ưοσσƷον) en el griego de Ótranto, antiguo préstamo latino ya documentado por Hesiquio y Suidas (EWUG 2342).―

4 Aldrete, Origen, fº50vºb; Cabrera, s. v.―

5 No parece que exista realmente el gall. siro que ha solido citarse. Sin duda Cuveiro (1876) y Vall. (1884) coinciden en registrar un «syro: silo o cueva para conservar el fruto (o: el grano)», pero es sabido que Cuveiro engrosó su léxico con toda clase de vocablos «antiguos», sacados de las fuentes más turbias, y Valladares copia aquí a Cuveiro (o a su fuente), como lo prueba ya la caprichosa grafía en -y- que es común a los dos. El vocablo falta en los glosarios gallegos sin preocupaciones eruditas, como el de Schneider (VKR XI) y el del anónimo de h. 1850 (RL VII), y no ha dejado huellas en la toponimia gallega. Nótese que Béguillet, el primer francés que emplea el vocablo español, lo hace con la misma grafía arbitraria syro (BhZRPh. LIV, 107); tanto se había divulgado esta seudo-etimología. Está claro que Cuv. y Vall. se inspiran en algún arqueólogo regional a quien se le ocurrió achacar el nombre griego a los silos subterráneos que existieron en Galicia como en toda la Península. En efecto Vall. agrega: «antiguamente había algunos en Galicia». Hay que borrar el supuesto gall. siro de los diccionarios romances.―

6 Véanse mis notas en BDC XIX, 36-37, y Festschrift Jud, 578. Esto hace pensar que el famoso río Sil, de León y Galicia, pudo también recibir el nombre del cauce profundo que abre en las montañas. El nombre Sile está en doc. de 957 (Vignau, Índice, n.º 25).―

7 También es muy frecuente la forma diminutiva xilo, dominante hoy en Sule. En los Pirineos designa especialmente las muescas que se hacen en las orejas de las bestias para reconocerlas (Krüger, VKR VIII, 58).―

8 Para otros celtismos del vasco, V. los que cito en mi artículo SEL.―

9 Para estos vocablos, vid Pedersen, Vgl. Gramm. d. Kelt. Spr. I, 50, 53, 65, 170; Henry, Dict. Étym. Bret., s. v. dihia; Windisch, Altirisches Wörterbuch, s. v. síl.―

10 A pesar de que զL pretónico pasa a ial en gran parte del territorio occitano, no parece que haya relación directa entre silo y el sialet del Vercors (extremo Nordeste del depto. Drôme, en el limite lingüístico fr.-oc.) «effondrement du terrain qu’on trouve sur les hauts plateaux du Dauphiné» (Mistral; Dauzat, Les Noms de Lieux, p. 214): a juzgar por el mapa fileuse del ALF (1824) esta comarca está ya en la zona que dice filúzo, aunque no lejos de fyalúzo (fyarézo), poco más al Sur; en cambio es posible, como sugiere Mistral, que sea un derivado de sial ‘centeno’ (SECALE), pues en esta región se dice seá o siá o seyá por SECARE (Ronjat, Gramm. Ist. II, 86; I, 307, 125; Chabrand y Arnaud-Morin seá, Haute-Ubaye siá): es decir, sería SECALTUMlugar donde hay mucho centeno’ y se trataría primitivamente de un silo para guardar cereales.―

11 Quizá en relación con esta procedencia extranjera está el hecho de que la -L- no pasara a -r-, como suele hacerlo en vasco (lat. CAELUM > vasco zeru, etc.), aunque en realidad no sabemos si este fenómeno fué general en vasco o propio solamente de los romanismos y otros préstamos más o menos tardíos.