SABER, del lat. SAPĔRE, ‘tener tal o cual sabor’, ‘ejercer el sentido del gusto, tener gusto’, ‘tener inteligencia, ser entendido’.

1.ª doc.: orígenes del idioma (Glosas Silenses, Cid, etc.).

De uso general en todas las épocas. Reemplazó al lat. SCIRE en todos los romances, desde los orígenes, salvo solamente el rumano y el sardo. En latín SAPĔRE se refería comúnmente al sentido del gusto; pero figuradamente ya se empleaba en el sentido de ‘tener juicio’, ‘entender en algo’; frases como «―Amat. -Sapit» ‘―Está enamorado. ―Él sabe lo que hace’ son corrientes en Terencio y demás cómicos. De ahí al sentido de ‘scire’, ‘saber’, el paso era muy fácil. Esto no impidió que en los romances de Italia e Iberia conservara también el sentido etimológico de ‘tener un sabor’: «saber el manjar, tener sabor: sapio» y «saber: conscio, sapio, scio» Nebr. Para ejs. y fraseología, vid. Aut., y Cej. VIII, § 93.

Cuando saber se combina con un infinitivo, en cast. como en otros muchos idiomas puede cambiar fácilmente de significado. Lo más extendido es que en la construcción negativa tome el valor de ‘poder’, y aunque esto no ha llegado a cuajar en forma tan permanente, consciente y fija como en francés, no hay duda de que pueden encontrarse ejs. en todas las épocas; me limito a citar dos evidentes: «un monge benedicto fué en una mongía, / el logar non lo leo, dezir non lo sabría» Mil., 76b (y otros muchos en Berceo), «otras muchas cosas que no sabría relatar» Celestina (xvii, Cl. C. II, 172). Menos frecuente es que esto ocurra en construcciones no negativas, aunque desde luego hay muchos casos en que saber se halla entonces por lo menos a medio camino de ‘saber’ a ‘poder’; la posibilidad de que el cambio se extienda a cualquier construcción la muestran las frases en que, acompañando a aunque, expresa un valor de ponderación, muy próximo o igual al que poder expresaría en caso semejante: «delante de mis ojos tengo la sangre vertida de mi primo hermano... y esto solamente me obliga a no dexar la batalla, aunque supiesse morir en ella» Pérez de Hita, ed. Blanchard I, 119; «aunque yo sepa perder / en tu servicio la vida, / la diera por bien perdida, / y te prometo de ser / tu esposo» Tirso, Burlador I, 925.

De decir que una cosa puede ocurrir ocasionalmente, a sugerir que de hecho ocurre algunas veces, el tránsito es facilísimo, y así no es sorprendente el que en gran parte de América se haya convertido saber en un sinónimo coloquial de soler, totalmente caduco éste en el lenguaje hablado del Río de la Plata. Este cambio de valor de saber es un hecho consumado no sólo en esta región, sino en casi toda América, a juzgar por los datos reunidos por Kany, Sp.-Amer. Syntax, pp. 207-9; sólo parecen sustraerse al fenómeno las Antilllas (nada en el libro de Hz. Ureña sobre Santo Domingo, y el ej. cubano aislado que cita Kany no prueba nada), Chile y probablemente Méjico (Kany sólo cita ejs. de un autor, que no son inequívocos). El fenómeno se presenta muy vivaz en la América Central, extendido en general por América del Sur, y más vivo que en ninguna parte en la zona rioplatense1. El cambio era fácil, pero esto no significa que se produjera en todas partes ni en todas las épocas. Hoy es ajeno a España, y aunque no lo fué siempre del todo, los ejs. seguros que pueden espigarse son muy pocos y dan la impresión de una tendencia, quizá incipiente en otras partes, pero consumada a lo sumo en zonas limitadísimas.

María R. Lida escribió uno de sus sabios artículos sobre la cuestión presente (RPhCal. II, 269-83), en que nos muestra de nuevo su erudición inmensa, pero nos descubre también su incapacidad de sustraerse a la sugestión de su sentido argentino del idioma; la autora cree descubrir que el hecho se produjo en griego, en latín y en las principales lenguas romances, lo cual hay que rechazar, sin otra salvedad que la del portugués. La mayor parte de las veces se trata del sentido de ‘poder’, otras tenemos el matiz de ‘saber cómo hacer algo’ expresado en tono enfático. Es diluir completamente la fuerza de la expresión achacar a nescire el valor de ‘no acostumbrar’ en frases como la de Livio «gens quae victa quiescere nesciat» o la de Estacio «liber amat campos et nescit in antra reverti»; esto o algo análogo hay que decir de todos los ejs. latinos y griegos2, y también de los occitanos, fr. e it.

Probablemente mi escepticismo haya sido ligeramente exagerado al asegurar que el cambio de ‘saber’ en ‘soler’ no llegó a producirse en ninguna otra parte fuera de algunas hablas castellanas y portuguesas. Aunque en la gran mayoría de los casos franceses citados por D.ª María R. Lida, no se puede entender el sentido argentino ‘soler’, es posible que esto sea acertado en alguno, y que en la Edad Media existiera en el Norte de Francia algún pequeño foco dialectal de este cambio semántico, foco desaparecido luego, como desaparecieron los mismos en la Península. Me apresuro a señalar yo mismo un caso evidente que he encontrado, en un fabliau donde una doncella ingenua, al recomendarle su madre que no nombre nunca lo que las chicas honestas no deben conocer por su nombre, pregunta si se trata de algún pez: «est ce donc loche / ou plonjon qui se set plongier / et set noer par le vivier / et par la fontaine mon pere?» (De l’escuiruel, Montaiglon-Raynaud, Recueil Gén. des Fabl. V, 103, n.º CXXI, vv. 53-54). Así en el ms. de la Nacional de París n.º 837, mientras que el ms. 354 de Berna lee en lugar de esto «ou pe[s]son qui sache plongier / et noer par nostre vivier», donde se advierte claro el deseo de evitar una ac. extraña a la lengua del copista. Se trataría, pues, de una locución poco extendida en francés antiguo, sin duda meramente local, a juzgar por el hecho de haber pasado inadvertida hasta ahora a todos los filólogos y lexicógrafos. Sería interesante documentarla mejor y localizarla. Se ignora dónde se escribió este fabliau, pues aunque Gröber, GGr. II, i, 621, dice que es normando, no lo parece por el dialecto de las rimas, y ni siquiera del ms., que más bien presenta algunos detalles fonéticos loreneses u orientales (parlaissent, etc.); parece que Gröber se fija sólo en la mención de Rouen, lo que no prueba nada; Bédier (Les Fabl., 438) se abstiene de localizarlo. Lo único claro es que es del S. XIII, quizá la primera mitad. Parece claro que el ms. de París conserva la lección auténtica, que el copista del de Berna ha modificado, forzando algo la construcción. Alguien más familiarizado que yo con los fabliaux quizá pudiera señalar otros ejs. de ese vulgarismo detonante, raro como tal en francés antiguo, pues no creo que sea casual que el único caso bien claro haya aparecido en esa literatura de pacotilla. Es forzar extrañamente el sentido buscar el significado argentino en el pasaje de Flamenca «Segner -fai s’il- es amoros / cel cavalliers qu’es aitan pros? / Car hom dis qu’aital cavallier / non sabon esser plazentier». Es el lugar trivial de que los guerreros muchas veces no saben tratar a las damas, no saben cómo conducirse en sociedad; si en la frase «francés sabon grans colps dar» metemos el saber argentino traicionamos completamente al autor, que quiere ponderar la superioridad de la gente del Norte: ¡ellos saben cómo golpear reciamente! En los demás se trata también de ‘ser capaz’ («la prosperitat no sap durar longuamen», «femes sevent celer», «giammai non sa avere modo mezzano», etc.). La gran mayoría de los ejs. españoles entra también en las mismas categorías.

Lo que sí prueba el erudito trabajo de Lida es lo fácil que era pasar de un sentido al otro, y lo sutilísimo del matiz que separaba las dos acs., cuando una intuición lingüística tan aguda como la de la autora ha podido percibir tantas veces un sentido que ciertamente no habían puesto los escritores. Rutebeuf está sencillamente exagerando por énfasis una expresión usual cuando escribe «li mal ne sevent seul venir»; ‘los males no vienen solos’, pero el poeta quiere encarecer y asegurar la imposibilidad de que vengan solos. Mas a poco que tales expresiones enfáticas se repitieran, se habría llegado al sentido americano, lo cual, desde luego, no llegó a ocurrir en Francia, pero sí alguna vez en la Península Ibérica.

La mayor parte de los ejemplos gallegoportugueses que cita D.ª María Rosa son indudablemente ciertos: «que ja naquelle tempo as mais guerreiras / gentes de nos souberam ser vencidas», «un tesoureir’ý era aquela sazon / que Santa María sabia muit’amar / ... / e quando alg?a cousa ll’ia fallir, / logo a Santa María o ýa pedir, / et ela ll’o dava» Cantigas, «mia madr’é, qu’end’á o poder / e vos sabe gran mal querer» Don Denís; y no sería difícil agregar otros casos evidentes, como cuando el gallego Martín Codax (S. XIII) pone en boca de una amante una invitación a todas las que andan en amores: «quantas sabedes amar amigo / treides comig’alo mar de Vigo: / e bannar nos emos nas ondas / ... / Quantas sabedes amar amado / ...». Que aquí saber expresa una mera acción habitual es seguro, y no ha sido preciso que los argentinos o los que hemos vivido en la Argentina lo descubriéramos: aunque hoy esto es inaudito en Portugal, los filólogos portugueses lo han percibido hace tiempo, y J. J. Nunes traduce ahí «todas as que andais namoradas» (RL XXIX, 29).

También me parecen seguros algunos de los ejs. españoles, pero en el copioso repertorio de Lida hay que borrar casi todo, y quedarnos reducidos a los casos siguientes: «pero antes ovioron las vides a fallar / que saben el ençenso e bálsamo levar» y «la çiudat fue çercada, nol dioron nul vagar; / fué luego conbatida por tierra e por mar; / sabiénlles de saetas tan fiera priessa dar / que sol no los dexavan las cabeças sacar» Alex., 2487d, 1097c (también 952b, c, pero comp. 968c); «sy mi razón es bona, non sea despreciada / porque la diz presona rafez; que mucha espada / de fyno azero sano sab de rrota vaýna / salir, e del gusano se faz la seda fyna» Sem Tob, «Moteczuma... amaba mucho a Cortés y españoles, y no sabía enojarlos» López de Gómara, «dos de alta sangre y claros mineros / deste solar, de Avendaño llamados, / supieron estar en un yermo apartados...» y en la Comedia Florisea de Avendaño, «con razón por su hermosura / reinos se saben perder» Mira de Amescua.

Lo demás es sugestión argentina de María Rosa Lida. ¿Hará falta observar que en los pasajes de Berceo como «a tal señor devemos servir e aguardar, / que save a sus siervos de tal guisa honrrar» no se trata de lo habitual de la acción, sino de la calidad de la misma, y que el acento está en tal guisa? Lo que llama la atención no es que acostumbre suceder (¿acaso sugeriría el poeta que el Señor a veces no lo hace?), sino que el Señor sea capaz de hacerlo así. Si en pasajes como el de Pz. de Guzmán «onbre... de grant compañía con los suyos, ca jamás sabía estar solo, sino entre todos los suyos» entendemos a la argentina, se pierde el sabroso estilo caracterizador de las famosas Semblanzas: esta afirmación enérgica se diluye en la vaga observación de algo que solía suceder, y caemos en lo anecdótico; «y como milagros tales / sabe hacer vuestra hermosura...», «que sabe / amor humillar los altos / y ensalzar a los humildes» escriben Tirso y Pz. de Montalván, y claro que entienden algo notable, de que sólo el amor o la hermosura son capaces. Y así sucesivamente. En Juan Ruiz, 592d, no vaciló Lida en su ed.3 en enmendar el texto del único ms. para obtener el sentido argentino, pero el texto era correcto: «la esperanza con conorte sabe’s a las vezes fallir» ‘es sabido que a veces falla’, y no hay por qué quitar la ’s. En una palabra, quedamos reducidos a unos pocos casos.

Pero en éstos no hay duda: hubo ambientes lingüísticos en España y en Portugal que practicaron esta confusión de ideas, y aunque esto se ha eliminado modernamente en las dos metrópolis, el habla más populachera del Brasil por una parte, y de la América del Centro y del Sur, conservó esta particularidad, harto limitada en el Viejo Mundo. No creo sea accidental el hecho de que los ejs. antiguos hallados se limiten al gall.-port., y a textos leoneses (Alexandre, Comendador Griego, F. de Avendaño, que sería extremeño como su colega y modelo Torres Naharro), andaluces (Lz. de Gómara, Mira de Amescua) y judeoespañoles (Sem Tob). Algunas veces sorprendemos la actividad de remozadores introduciendo este rasgo lingüístico en textos que no lo tenían, lo cual es valioso, ya que pone en fuerte evidencia lo individual y limitado de este uso. Así en el pasaje de Calila e Dimna: «la gulpeja veno a la paloma como solía fazer, et paróse a la raíz de la palma, e dió bozes e gritos, e amenazava como solía fazer», es lo que traen los mss. según la ed. Allen (199.24), pero la de Gayangos cambia el primer solía en sabía y sustituye el segundo solía fazer por de costumbre. Esto último es tan moderno que dudo figure en ningún ms. ¿Será resabio sevillano de Gayangos, pertenecerá a su amanuense, o más bien a alguna copia de los SS. XVI-XVII? Como ya observa Lida, el vallisoletano Fernán Núñez al comentar el pasaje de Juan de Mena «e de aquella piedra que sabe adquerir / el águila quando su nido forneçe» sustituye sabe por suele, pero esto sólo compromete al «Comendador Griego», que tantas veces entendió mal a su modelo. Lo que dice Mena es que el águila y sólo ella sabe dónde encontrar esta famosa piedra.

Finalmente es de observar que a fuerza de debilitarse el sentido de saber acaba por convertirse en un mero pleonasmo, o por mejor decir en un auxiliar aspectual. Quizá ya sea éste el caso en el pasaje citado de Don Denís (ed. Lang, v. 2291), y desde luego lo es en el siguiente: «senhor fremosa e de mui louçƟo / coraçom, e querede vos doer / de mi, pecador, que vos sei querer / melhor ca mi» (v. 692). Es hecho muy típico de la actual habla gauchesca: «un caudillo oriental que supo ser muy conocido años atrás» F. Silva Valdés (La Prensa, 2-VI-1940), «a mano derecha del Arroyo Bramanti donde supo vivir también el chileno Bautista» Chaca (Hist. de Tupungato, p. 191), «cuando se le habla de un hijo que supo tener, siempre contesta lo mismo» Rojas Paz (La Prensa, 21-VI-1942). Es evidente que saber se ha convertido ahí en un mero auxiliar del pasado durativo, pues hubiera bastado un imperfecto para decir lo mismo; y aun este matiz durativo llega a desaparecer si hemos de dar crédito a los autores de los pasajes siguientes (convendrá ejemplificar en observadores más autorizados): «Velay un bulto. ¿Qué sabrá ser? Señaló don Celio...» Yupanqui (La Nación, 6-X-1940), «así sabrán ser muchas otras quisicosas...» Vélez (La Nación; 29-IX-1940).

DERIV.

Sabido [J. Ruiz]. Sabedor, forma tardía no registrada hasta Acad. (ya 1817), pero sin duda existió en la época arcaica a juzgar por sabedoría Alex., 1014a; de ahí por contaminación del sinónimo sabido salió el anómalo pero general sabidor «sabio» [docs. de 1055, 1090 ―latinizado en sapitor― y 1102, Oelschl. y M. P., Cid, s. v.; Cid; Berceo; Partidas; 1.ª Crón. Gral.; Alex., 334; J. Ruiz 491b; Alf. XI, 135, 235; Rim. de Palacio, 207; etc.; «sabio o sabidor de cosas divinas: sapiens» Nebr., y todavía en la fabla caballeresca de Don Quijote]; sabiduría [Berceo; y general hasta hoy]; en lugar de esto es raro sabieza ant. [Alex., 37, 1395], algo menos sabencia [Alex., 6; Alf. XI, 113, 371; hoy ast., V] o sabiencia [J. Ruiz; Danza de la Muerte, 32], junto al cual está sabiente en Berceo y J. Ruiz. A sabiendas [Apol., 179b; Conde Luc., ed. Knust 276.21; J. Ruiz; Nebr., etc.]. Sabiondo [1512, égloga Questión de Amor]4; sabiondez. Sabicheru ‘sabiondo’ ast. (V). Sabina cub. orient. ‘curioso, que quiere saber lo que no le importa’ (Ca., 178).

Sabio [Gonzalo de Berceo; palabra general en todas las épocas], de SAPէDUS ‘que tiene sabor’, esp. ‘buen sabor’, que en la baja época ya aparece algunas veces en la ac. figurada ‘prudente, juicioso’5. Sabor [Cid; frecuente ahí y en muchos textos arcaicos la ac. ‘ganas, deseo’: Mil., 893b, etc.; «sabor de manjar: sapor» Nebr.], de SAPOR, -ĶRIS, íd.; saborear [1599, G. de Alfarache, Cl. C., I, 180.4], saboreador, saboreamiento, saboreo; lo antiguo es saborgar [Berceo], de *SAPORICARE; saboroso ant. [J. Ruiz; Alf. XI, 1940], generalmente sabroso [Berceo; Alex., 728; «s. manjar: sapidus» Nebr.; acs. cubanas, Ca., 44], del lat. tardío SAPORĶSUS; sabrosón cub. ‘comodón’ (Ca., 44); sabrosearse amer. ‘darse gusto’ (Ca., 27, 44; Cuervo, Disq., 377); sabrosura ‘calidad del comodón’ cub. (Ca., 63).

Asaborar; asaborgar; asaborir. Consabido [Academia, Siglo XIX]. Consabidor [Quijote]. Desabor; desaborido (-íu, ast., V) y generalmente desabrido [1240, Fuero Juzgo; Apol., etc.; Cuervo, Dicc. II, 937-9], de donde se extrajo un verbo desabrir no raro en los clásicos [h. 1580, Sta. Teresa, Fr. L. de Granada, Tirso, etc.]; raros son desaborado [Berceo-E. de Villena] y más desaborgado (Berceo); desabrimiento; raro sabrido ‘sabroso’ (Alex., 1327; ast. saboríu ‘desabrido, insípido’ V, es aféresis).

Jauto aragonés ‘insípido’ [xauto documentado como aragonés en Autoridades], jaudo riojano (Cej. IX, § 189), xabdo judeoesp. (Cherezli), enxábido port., xebdo judeoesp. marroq., son formas mozárabes procedentes del lat. vg. *INSAPէDUS, lat. INSէPէDUS6; siendo jauto forma de origen mozárabe es innecesario suponer *INSAPէTUM (en lugar de *INSAPIDUM), como hace Bénichou, NRFH II, 265-8 (V., para otros datos y reflexiones de interés, sobre todo en cuanto al judeoespañol; parece tener razón al dudar de que jaudo sea murciano). Duplicado culto insípido [h. 1530, Ant. de Guevara, Aut.]; insipidez. Insipiente; insipiencia. Desipiente; desipiencia.

Resabio [h. 1440, A. Torre (C. C. Smith, BHisp. LXI); 1599, Guzmán de Alfarache]7, de *RESAPէDUS, compárese «herba resinam resapiens», en el seudo-Apuleyo (Herbarium, 79) y también San Isidoro emplea la forma resapit (en lugar del clásico resĭpit) en el significado de ‘volver uno a su juicio’ (Etym. X, 236), comp. port. saibo ‘resabio, gusto que se siente después’ (Schuchardt, Roman. Etym. I, 15) [Cam?es: Moraes], gall. saibo ‘sabor o paladar que se percibe en los manjares’ (Carré, Eladio Rz.), «lendas de forte saibo epigramático» (M. Dónega, Esc. de Castelao 1964, 11.7), gall. resaibo (Irm. Fala, Carré), port. ressaibo [S. XVI]; resabiarse [S. XV, Crón. de Juan II, en Aut.; «strasapere» C. de las Casas; r. el cavallo, 1554, F. Chacón, Trat. de la Jineta, cap. 11]; resabioso cub. ‘que tiene resabios’ (Ca., 69).

Cultismos. Sápido; sapidez. Sapiente; sapiencia [h. 1280, Gral. Est. I, 306a42], sapiencial.

CPT.

Bienmesabe. Sabelección. Sabelotodo. Sepancuantos. Sinsabor [Oudin; Aut.; no Covarr.]. Gall. seique ‘creo que’, ‘tal vez, a caso’, expresión coloquial exagerada que tiene sus paralelos en el cast. ant. que empleado por Juan Ruiz, y ocasionalrnente en oc. ant. y hoy lagued. y prov. saique, de los cuales he dado citas en mi edición del Arcipreste; más en Castelao: «a filla seique non era de matrimonio» «(Pimpinela non responde) seique che cortaron a língoa?», «seique foi María G. quen...» (231.4, 281.19, 180.19), con variantes seica (Lugrís).

1 Es curiosa la distinción flexiva que establece el uso entre este saber y el otro igual a scire: con aquél se oye yo sabo («¿A qué horas viene usted? ―Sabo venir a las cuatro»), lo que no ocurre con éste tratándose de adultos. Ej. cuyano del S. XVIII: «en este país no es necesaria aquella providencia que se sabe usar en algunas partes de Europa, de dar a comer a este ganado la sal de piedra y en grano», cartas de un jesuíta expulsado, en Draghi, Fuente Americana, p. 63.―

2 La autora afirma que toda la lexicografía clásica se ha equivocado, al no darse cuenta de la existencia de esta ac., por haberse atenido los lexicógrafos «a las categorías de pensamiento de su propia lengua». Pero es evidente que la que proyecta en Homero su forma interior de lenguaje es M. R. Lida. Claro que no se trata de registrar un hecho anecdótico que sucediera en forma más o menos habitual, sino de ponderar la dulzura de carácter del difunto Patroclo, cuando se dice que era capaz de ser amable para con todos (aun los más rudos) «πĘσιν ƔĮρ Ɗπίστατο μείλιχος εƸναι, ζƪóς ƆǠν».―

3 Ahora respeta el ms., pero insiste en que hay que entender ‘soler’. Ni aquello ni esto.―

4 Como observó repetidamente Cuervo (RH IX, 15-17; Ap.7, p. xi; Disq., 1950, 347-9, 417-8) la medición de sabȳondo como trisílabo se encuentra cuatro o cinco veces en autores de primeros del S. XVI (Lucas Fernández; La Fuerza del Natural, etc.), en que la h era siempre aspirada. Se trata, pues, de un derivado a la manera de hediondo, verriondo, toriondo, cachondo (-IBŬNDUS) y no de un compuesto con hondo. Cierto es que hoy se pronuncia sabijondo con h aspirada en Cespedosa (RFE I, 150), Cuba (Ca., 35), Nuevo Méjico y otras partes de América (BDHA I, 172n.), pero esto es una etimología popular que es extraño se empeñe la Acad. en mantener como verdadera. No hay ej. antiguo de sabihondo con h escrita ni menos pronunciada.―

5 Igual forma en el port. saibo. Los demás romances tienen formas divergentes: cat. y oc. savi, fr. sage, it. savio, que postulan imperiosamente (a pesar de que Schuchardt y M-L. se empeñaran con pertinacia en negarlo) un étimo *SABէUS del latín vulgar, en relación con las formas familiares per-sibus (y sibus), insubidus, y por otra parte ne-sapius, sapius y sapus (vid. Ernout-M.; y Walde s. v. sapere y sambucus). Aun en alguna otra familia lingüística indoeuropea parece haber existido una variante SAB-, minoritaria, de la raíz SAP-, ‘tener sabor’. Pok. IEW 880, cita un ilirio sabaium ‘cerveza’ y varios nombres de lugar antiguos (Sabis en Bélgica, Sabatis Campania, Sabatia en Liguria y algún otro hidrónimo itálico) de todo lo cual es difícil, claro está, asegurar firmemente nada. Pero es razonable creer que el germ. sap ‘savia’, ‘jugo’ (ags. sæp, a. al. ant. saf, b. al. med. sap), que suponen base con -B- son los hermanos del lat. sapa. Luego es posible que esa -B- romance tenga raíces muy lejanas, por más que el propio Pok. la califique de innovación osca, en vista de que es ahí donde se documenta sipus «sciens» junto a sibus. En romance la forma savi con -v- es constante en cat. y constante o poco menos en lengua de Oc; SAPIDUS habría dado *sàbeu en cat., *sabe en oc., sade en francés; sage sólo puede corresponder a *SABIUS. El cast. y el port., en cambio, corresponden regularmente a la forma clásica SAPէDUS; la -b- es predominante en cast., (APal. 66b, 170b, 182b; Nebr., etc.) y los pocos casos de savio en Berceo deberían examinarse mejor. De todos modos la forma savio, como es natural, es ya constante en Aragón: 6 pasajes en los Fueros de Aragón de Tilander (p. 556), otro en Vidal Mayor (ibid., p. 504). Más documentación de sabio en Cej. VIII, § 93. El anticuado sage ‘discreto, juicioso’ es galicismo (Sta. M. Egipc., 248; Danza de la Muerte, 208; Cej. VIII, § 93).―

6 En términos semejantes opina M. L. Wagner, VKR IV, 244-5. La síncopa de la vocal interna de -էDUS, la x, la e del judesp. y también la -t- irregular revelan una forma mozárabe (comp. GUISANTE). Desde luego no es FATUUS, como quisiera la Acad.―

7 «La vida de pícaro que tuvo, y resabios malos que cobró con las malas compañías» Cl. C. I, 36.25. Que es también la ac. registrada por Percivale y Oudin; Covarr. además da «r., quando la cosa tiene algún sabor extraordinario».