RUMBO, en portugués rumo, en italiano rombo, designó primitivamente cada uno de los 32 espacios en que se divide la rosa de los vientos y en que se considera repartido el horizonte: se debe a una confusión de dos palabras, la grecolatina RHOMBUSrombo’, por estar representada esta figura en dichos espacios de la brújula, y el término náutico rumo ‘espacio o sitio en un navío’ (procedente del germ. ruim, de igual significado); primero parece haberse empleado rombo, después alterado en rumbo o rumo, por influjo del otro vocablo, cuando pasó del lenguaje de los cosmógrafos al de los marinos.

1.ª doc.: 1494.

En los poderes que los Reyes Católicos confirieron en esta fecha a Juan y Ruy de Sosa para tratar con Portugal acerca de los derechos de las dos Coronas en ambas costas del Océano: «podáis tratar... cualquier... demarcación e concordia sobre el Mar Océano, Islas e Tierra Firme que en él hobiere, por aquellos rumbos de vientos e grados de Norte e de Sur, e por aquellas partes, divisiones e lugares del cielo, del mar e de la tierra que vos bien paresciere» (Fz. de Navarrete, Col. de los Viajes II, 1211). Éste es, pues, el sentido primitivo: ‘división ideal del horizonte, división cosmográfica’. No es raro en la época de los Descubrimientos, sobre todo al principio: «a oriente de las islas de Maluco, dando 17 leguas y media por grado equinocial, en el cual meridiano y rumbo del nordeste y cuarta del leste están situadas las islas de las Velas y de Santo Tomé, por donde pasa la sobredicha línea e semicírculo», en otro tratado con Portugal fechado en 1528 (o. c. IV, 394); así está todavía en G. de Palacio (1587, fº 74), y de este sentido parte todavía Aut.: «la división del plano del horizonte, que se hace en diferentes partes iguales, que se describen en la Rosa náutica o Carta de marear, para gobernar los viages de cualquiera embarcación».

Pero pronto predomina la ac. derivada ‘dirección que se toma para encaminarse a un lugar, especialmente tratándose de buques’ (más tarde ‘línea marcada en el mapa con este propósito’, como en G. de Palacio, fº 153). En las narraciones y crónicas de esta época se encuentra con grandísima frecuencia; así ya en Fz. de Oviedo (1535): «llevando la misma derrota... más adelante está... la isla dicha Huno e prosiguiendo la misma derrota o rumbo (que quiere decir el mismo camino) está otra isla...» (Hist. Nat. e Gen. de las Indias I, p. 614), en cuya obra hay otros ejs.; el contexto muestra que todavía era palabra nueva para el público curioso, aunque es probable que ya no lo fuera para la gente de mar: Woodbr. cita ejs. de 1525 y 1526, con esta ac., y si bien no son pruebas seguras ―pues se trata de docs. extractados por Navarrete, que suele respetar el léxico del original, pero no siempre lo hace en forma escrupulosa―, el hecho es que el vocablo es muy usual en textos de la época, que todos recordamos. Como quiera que sea, lo encontramos en Suárez de Figueroa (1593): «navegóse a Sueste, que así corre la costa, y a seis leguas del puerto hallaron dos islas pequeñas, con grandes palmares, en altura de 8 grados, y por el mismo rumbo otras muchas» (Jal, 1299b), «el rumbo de Argel toman», «y en saliendo del Estrecho / tomar el rumbo a esta mano», en Cervantes (Baños de Arjel iii, Casa de los Celos iii). Me abstengo de citar más por ser tan común, pero la propia masa de estos ejs. es instructiva como indicio de lo mucho que se había popularizado, y no lo son menos las varias acs. figuradas en que el vocablo aparece, como ‘orientación moral’, ya frecuente en el Siglo de Oro («descubrir nuevos rumbos», «seguir el rumbo de los hereges», Cienfuegos, Manero, en Aut.). Otro reflejo de esta temprana popularidad es el empleo, hoy general en tierras de América, para ‘dirección’ en general, en viajes o meros paseos por tierra, y los derivados arrumbarse2, rumbiar, rumbiador, rumbero3.

En portugués, la forma común es rumo y los sentidos son análogos. En el S. XVI aparece todavía el sentido primitivo, así algunas veces en JoƟo de Barros (mediados del siglo): «JoƟo Gomes como o tempo tambem lhe era contrário, com assás trabalho ás voltas chegou lá, e achou que todo o tempo era geral, sómente quando acalmava havia alguma bafugem de outro rumo [‘punto cardinal de donde procede el viento’], mas nƟo era para mover hum batel» (II, viii, cap. 2). También ahí es ya más común en el S. XVI la ac. moderna: «porque navegando polo rumbo do Nordeste, como elles diziam, hiam varar nas ilhas» Comentários de Albuquerque († 1515, Jal, 1299b), «assi emmarados sem vella nem remos, nem quem entendesse qué rumo lhes demorava, continuarƟo nesse trabalho dezasseis dias», «por esta variedade de rumos continuamos por nossa derrota sete dias», en la Peregrinação de Mendes Pinto (1547, cap. 147 y 158), etc.

En comparación con el cast. y el port., el vocablo tiene inmensamente menos popularidad en los demás romances. Del cat. rumb sólo conozco testimonios recientes, es estrictamente voz de pilotos, y por lo demás es común emplearlo en la forma acastellanada rumbo; también es solamente vocablo de pilotos, aunque ya documentado desde antiguo, el fr. rumb (pron. ࿊õb); y aunque para el ingl. rhumb disponemos de documentación muy abundante, no pasa tampoco de ser un tecnicismo náutico (varios universitarios norteamericanos a quienes pregunto ni siquiera lo conocen): a pesar del enorme adelanto de la lexicografía inglesa, no se conocen testimonios anteriores a 1578, y es significativo que en el primero esté en una forma de plural italiano («meridianes and right lined rumby») y en otro inmediato, de 1599, se afirma que es voz tomada del portugués: «in sayling folow the lines shewing the courses (which lines, because now they have found the name among the Portugales, we cal rumbs)»; la menor divulgación del sentido primitivo la revela la circunstancia de que hasta 1640 se encuentra un solo ej. del mismo frente a 5 del sentido ‘línea que sigue un buque’ (V. para todo esto el NED).

Más independiente del uso hispano-portugués se muestra el it. con su forma rombo; también en Italia predominó antiguamente la ac. común en nuestra Península ‘línea que sigue un buque’, como muestran las frases abbattere il rombo, aprire, dare, emendare, incrociare, pigliare, tagliare il rombo; rombo corretto, diretto, libero, navigato, ridotto, seguito, etc., todos los cuales, si bien consignados en antiguos diccionarios, han caído en desuso según el Diz. di Mar., reemplazándose por frases formadas con el moderno rotta; en Italia, pues, el vocablo ya sólo se emplea en el sentido de ‘división de la rosa de los vientos’, como tecnicismo de náutica; sin duda el uso de rombo consta en it. desde fecha bastante antigua, ya h. 1510, en Ramusio, pero es revelador el hecho de que todos los ejs. quinientistas y seiscientistas se encuentren en traducciones del cast. o del port., y el único ej. que se cita en una obra literaria italiana es el tardío de Bentivoglio († 1732) «fender l’intatto mar tessala nave, / vêr noi prendendo il rombo».

En contraste con esto pone de relieve Zaccaria (pp. 351, 500) que ha encontrado nada menos que 23 ejs. en JoƟo de Barros, muchos en Lopes de Castanheda (h. 1555), y 7 en autores castellanos coetáneos, a los cuales se agregan 137 en la colección de José T. Medina. Quizá sería excesivo deducir de ahí que el vocablo nació en castellano o portugués; más bien sospecho que antes lo emplearían, en la Edad Media, los cartógrafos catalanes y los cosmógrafos italianos, pero allí no trascendió de la esfera culta: fué preciso que la tremenda empresa descubridora de los castellanos y portugueses diera a millares de hombres tantas ocasiones de interesarse ansiosa y vitalmente por el rumbo para que el vocablo se universalizara en sus idiomas, pero no en los demás.

Trazada la historia, es posible emprender el problema etimológico. Se oponen dos teorías: la que parte del grecolatino RHOMBUS, figura geométrica, adoptada por Webster (1832), Murray-Bradley, Skeat, y últimamente M-L. (REW, 3.ª ed., 7291.3), el Diz. di Mar. y yo mismo (RFH VI, 212n.2); y la que busca el origen en el germánico (sea el neerl. ruim o su equivalente el escand. ant. rûm ‘espacio, sitio’), preferida por Jal, Littré y Bloch4. Quizá haya su poco de cierto en ambas ideas, en el sentido de que aceptando la segunda hay que explicar el it. rombo y el cast. rumbo por influjo de RHOMBUS; y aceptando la primera, la u hispánica y el port. rumo sugieren una contaminación por parte de la voz germánica. Decidir cuál fué el punto de partida primero es más difícil, y sólo es evidente que muchos de los argumentos que se han esgrimido en ambos sentidos carecen de valor5.

Resulta inverosímil partir del germánico, teniendo en cuenta que ni el neerl. ruim, ni el escand. rûm ni el ingl. room, se han empleado jamás en el sentido de ‘rumbo’ ni en el de ‘división de la rosa náutica’. Por otra parte el francés antic. rum nunca significó ‘espacio’ o ‘sitio’ en general, sino estrictamente ‘cabida de la bodega de un buque’6 o bien ‘rancho, espacio habitable en un barco’; otra acepción francesa, tampoco aplicable al caso, es la del picardo ant. rume m «fossé pour l’écoulement des eaux (souvent boueux)», ya documentado en 1477, y relacionable con el neerl. ruiming «vidange» y ruimer «vidangeur» (Rom. LXVIII, 205). Por lo tanto faltando en francés la base semántica necesaria para llegar a la especialización ‘espacio en la rosa náutica’, tan difícil es admitir que el cambio de sentido se produjera en francés como en germánico. Sobre todo, con el origen germánico, y no existiendo germanismos náuticos directos en italiano ni en iberorromance, es fuerza admitir que hubo de ser Francia el punto de difusión hacia la Península Ibérica, Italia y aun Inglaterra; ahora bien, en Francia sólo se encuentran testimonios sueltos del vocablo en los SS. XVI y siguientes, con frecuencia incomparablemente menor que en español, portugués y aun italiano. Ante esto no importa mucho que el primer testimonio fechado en cualquier lengua sea el del Grand Routier de France, Angleterre et Alemaignes escrito por «Pierre Garcie, dit Ferrande», que murió h. 1520, y que el DGén. fecha en 14837: es un testimonio suelto y quizá no sea casual la circunstancia de que su autor lleve un nombre de aspecto hispano; después no se conoce otro testimonio francés antes de los de Devaulx en 1583 (Jal) y los demás siguen muy espaciados. Luego parece bastante seguro que el vocablo se extendió a Francia desde el Sur, lo que descarta el germánico como punto de arranque.

En la etimología RHOMBUS lo más discutible es la explicación semántica. Pero atiéndase a los siguientes pasajes cervantinos, que además de confirmar RHOMBUS, parecen indicar una nueva pista semántica: «uno de los mayores encantadores... labró esta cabeça, que tiene propiedad y virtud de responder a quantas cosas al oído le preguntaren: guardó rumbos, pintó carácteres, observó Astros, miró puntos, y finalmente la sacó con la perfeción que veremos mañana...» (Quijote II, lxii, 238), «llamado Retablo de las Maravillas; el cual fabricó y compuso el sabio Tontonelo, debajo de tales paralelos, rumbos, astros y estrellas, con tales puntos, carácteres y observaciones, que ninguno puede ver las cosas que en él se muestran, que tenga alguna raza de confeso, o no sea habido... de legítimo matrimonio» (NBAE XVII, 30a); si los comparamos con las palabras del supuesto Merlín: «en las cavernas lóbregas de Dite, / donde estava mi alma entretenida / en formar ciertos rombos y caráteres, / llegó la voz doliente de la bella / y sin par Dulcinea del Toboso» (Quijote II, xxxv, 136). Salta a la vista que rombo y rumbo son iguales para Cervantes, y que él identifica el rumbo cosmográfico con los rombos mágicos (guardó rumbos, pintó carácteres, observó astros; debajo de tales paralelos, rumbos, astros y estrellas). Nada de extraño tendría que el vulgo marinero, al observar al piloto tomando la altura de los astros en las primeras navegaciones oceánicas, le identificara con un mago o astrólogo, y, pensando en el rombo mágico, llamara hacer o guardar rumbos a esta actividad para él misteriosa, de donde luego el vocablo pasaría a la dirección que así se tomaba. Indudablemente ésta era la idea de Cervantes, quien, sin embargo, escribía más de cien años después del primer doc., de 1494. Y así esta idea podría ser una concepción a posteriori.

Pero quizá sea todavía más importante ver si este término técnico de pilotos ―que como tal aparece ya en 1494 y en el Routier de 1483― puede fundarse en algo más técnico. Uno de los docs. más venerables de la ciencia náutica, el Atlas catalán de 1375, del que parten todas las investigaciones (Jal, 1294a), presenta ya la Rosa de los vientos dividida a la moderna en 32 compartimientos, que son los rumbos; la separación de los rumbos en las rosas antiguas se hacía, según Jal, mediante rayos «façonnés en langues de feu, en fer de lances, en pyramides»: esto último lo hemos visto todos en grandes brújulas antiguas, y puede verse claro en la célebre rosa de Savérien que reproduce el Diz. di Mar. (p. 792); pero el caso es que si lo tomamos de arriba abajo: de Norte a Sur, de Este a Oeste, etc., las dos pirámides de base común forman justamente un rombo largo.

Éste debió de ser el punto de partida (o se llamaría rombo a la misma estrella o redondel de la rosa, como sugiere Covarr.). Faltaría explicar el cambio de rombo en rumbo o rumo; ambas alteraciones se explicarían por la fonética dialectal del Sur de Italia (comp. el sic. rummulu, nombre de pez, de RHOMBULUS), y no puede descartarse el que el vocablo se propagara desde el lugar de la antigua Amalfi hegemónica, pero el poderío de esta república está muy lejano, en el tiempo, de la época de los Descubrimientos. Más bien se podría pensar en la fonética portuguesa, que opone chumbo al cast. plomo y al lat. PLŬMBUS, y para la reducción consonántica recurrir al cambio cast. y cat. de MB en m; tanto más cuanto que la variante rumbo no es inaudita en Portugal, Nascentes cita un ej. clásico, y Monte Carmelo (S. XVIII) la condena como plebeya (Cornu, GGr. I, § 191). Pero entonces daría una antinomia desconcertante: la forma de tipo portugués, en Castilla (rumbo), y la de tipo castellano, en Portugal (rumo).

Creo por lo tanto que hay que dar un poco de razón a Jal y a sus seguidores: si el germ. rum ‘cabida de bodega’ no está en la raíz de nuestro vocablo, sí intervino su influjo al popularizarse luego el término entre los marinos, que tendieron a confundir con esta voz, que ya les era familiar, el cultismo rombo recién introducido. Es verdad que en castellano rumo ‘cabida de bodega’ no está documentado directamente, pero sí lo está en portugués y en francés, y en iberorromance existen los derivados ruma y arrumar, que presuponen aquel primitivo; es más: la variante arrumbar (comp. lo que digo en ARRIMAR) prueba que la influencia fué recíproca.

Falta tratar de rumbo en otras acs., que tienen historia y aun punto de partida distinto. En el sentido de ‘pedazo de tabla que se echa en el costado de un navío cuando hay un agujero’, aparece primeramente en Terr.; de ahí ‘el agujero que ha de taparse así’, ac. registrada por Navarrete en 1831, y es usual en la Marina argentina8 y seguramente en todas las de lengua cast.; de ahí secundariamente ‘tajo en la cabeza’ arg. (con ej. de 1908 en Garzón). En port. tiene estos dos sentidos la forma rombo, ya empleada en el segundo por DamiƟo de Goes († 1574), vid. Vieira; en cat. es romball el 1.º, ya documentado en el Consolat de Mar (S. XIII o XIV), [> fr. rombeau, S. XVII], it. rombo íd., y rombare ‘tapar rumbos’: del it. vendrían las formas cast. y port.; el punto de partida está directamente en RHOMBUS, sea por tener forma rombal muchas tablas con que se tapan rumbos, sea partiendo del sentido de ‘vendaje’ que tiene el vocablo griego en Hipócrates (V. mi nota en Homen. a Rubió i Lluch III, 307). De ahí el gall. arrombar ‘reparar un barco’ (Castelao 197.16, 197.23), ‘ataviar, componer’, ‘arreglar en general’ (íd. 168.21, 202.20, 56.11, 20, 168).

El cast. rumbo en el sentido de «pompa, ostentación y aparato costoso», que ya es frecuente en Cervantes y Lope (ejs. en Cej. V, 596-7), no creo que venga, como suele decirse, del movimiento airoso del navío (lo cual no se llama rumbo); otras veces es más bien ‘fama, prestigio’: «qué poetas se usan ahora en la Corte, de fama y rumbo» (Cervantes, Retablo de las M., NBAE XVII, 31a; otro en Cej.), la cual me parece la primitiva, y a mi entender hay que explicarla como el lat. praestigium, propiamente ‘juego de manos’, partiendo del encanto o sortilegio que los magos lograban con sus rombos; de ‘pompa’ se pasó luego a ‘ostentación rufianesca o rameril’ (ejs. cervantinos en Cej.), ‘desafío, provocación’9, ‘alboroto’10, y en germanía ‘peligro’ [vocab. de Juan Hidalgo; romance de germanía, RH XIII, 44]; de ‘alboroto nocturno’ a ‘juerga, parranda’ que es lo que significa rumba en Cuba, y luego ‘baile provocante’, extendido desde Cuba a todo el mundo (en it. ya en 1931, VRom. II, 267).

El cultismo rombo en su sentido geométrico, ya en Aut.

DERIV.

Otros derivados, V. arriba. Rumbar. Rumbático [1665, P. Miranda, Cej.]. Rumbón. Rumboso [Aut.]. Rumbantela ‘parranda’ cub., mej., rumantela santand. (BRAE VII, 305), sin duda de origen gallego o port., diminutivo de un rumante ‘el que corre parrandas’. Rumbero cub. ‘juerguista’.

Rombal. Romboide; romboidal.

CPT.

Arrumbambaya cub. ‘mujer rumbera’ (con deformación por obra del obsceno papaya: Ca., 187). Romboedro.

1 «No he visto muger cantora sin algún rumbo de liviandad; y no se maraville el letor deste vocablo rumbo, que yo os digo que está bien puesto aquí, y si por no ser vos marinero ni entender las cosas de la navegación no sabés este bocablo, sabed que rumbo quiere dezir viento de parte señalada» Fz. de Oviedo, Quinquagenas, p. 452.―

2 Ya en Argensola, Malucas (princ. S. XVII): «se pueden poner en altura cierta, arrumbarse, y con derrota segura llegar al Estrecho» (cita de Cej. V, 598, donde hay más datos de rumbo).―

3 «Habíamos rumbeado a campo traviesa» J. C. Dávalos, La Nación, 22-IX-1940; «a las Encadenadas Genaro también rumbió» Ascasubi, S. Vega, v. 4052; rumbiar para un lugar Montagne, Cuentos Cuyanos, 147; Tiscornia, M. Fierro coment., s. v.; otras veces, en la Arg., es mero sinónimo de ‘ir’: «esta prienda ya es ajena, / mejor que rúmbie a su casa / si no quiere tener pena» en una copla que leí en Mendoza. Rumbiador (Draghi, Canc. Cuyano, p. 236) o rumbero (en el colombiano Rivera, Vorágine, p. 144) ‘el que sabe orientarse por la selva o por el llano’.―

4 Apenas hace falta decir que la que ha introducido Wartburg en su nueva ed. de Bloch es insostenible fonética y semánticamente: se trataría del ingl. rim ‘borde de un objeto’, ‘franja’, a veces ‘borde circular’. Evidentemente supone el sabio autor del FEW que en todos los idiomas modernos rumbo es préstamo francés, punto de partida falso; y dentro del francés sólo se funda en la grafía rym de Pierre Garcie, prácticamente aislada, y que quizá sólo se deba a la pronunciación poco distinta de las nasales francesas; al decir Nicot en su dicc. de 1606 que «aucuns l’appellent rym» se refiere sin duda a la obra tan conocida de Garcie, y por lo tanto no es testimonio nuevo; rim en la Crónica de Auton (S. XVI) ya no interesa, pues ahí significa ‘rancho o cuarto en un barco’, que es otra palabra.―

5 Toda la argumentación de Jal se basa en las razones ortográficas de rh- o r- y de -mb o -m, por lo demás limitadas al francés y casi únicamente a los diccionarios, lo cual hoy ha de parecernos pueril. Por el contrario, Skeat, si bien mejor informado, quiere partir semánticamente de la forma espiral que toman en el globo terráqueo los rumbos que trazamos en línea recta sobre los mapas en proyección de Mercator, relacionándolo con el rombo o círculo mágico, y pasando posteriormente al sentido de ‘parte del horizonte’, lo cual es ciertamente erróneo; siendo rumbo de RHOMBUS un cultismo, es probable que el más antiguo fuese el sentido técnico y no el divulgado, y la antigüedad de aquél en los docs. lo confirma; la levísima curvatura de los rumbos directos difícilmente puede compararse con un rombo o con un circulo mágico.―

6 De aquí el castellano de Vizcaya rum ‘hueco entre tablones de una lancha, en que se tiene el pescado’ que Azkue (s. v. arteun) da como usual en Santurce y lo emplea en varios artículos de su diccionario.―

7 Fecha que consiento en admitir, aunque cabrían dudas. God., de donde lo sacaría el DGén., cita el Routier en la ed. de 1542, que si no me engaño es la primera conocida (al menos no se halla otra en la Bibl. Nat. de París, en el British Museum ni en la Library of Congress).―

8 Diario Los Andes, 18-XI-1941.―

9 «El Asturiano... como estaba hecho al trato de las almadrabas, donde se ejercita todo género de rumbo y jácara... voleó allí el capelo y empuñó un puñal», La Ilustre Fregona, Cl. C., 292.―

10 «Plegue a Dios que el rumbo que hacemos y alboroto no nos salga a la cara», dice un «Padre» de mancebía en un entremés anónimo, NBAE XVII, 67.