PEQUEÑO, voz de creación expresiva, lo mismo que el port. pequeno y el sardo antiguo pikinnu; pertenece a la vasta y ramificada colección de expresiones romances de la idea de pequeñez (it. pìccolo, piccìno, fr. petit, sardo pithinnu, gasc. pouninn, etc.) constituídas todas ellas por una p inicial, seguida por lo común de vocal aguda, otra oclusiva sorda y la terminación -INNU; en latín vulgar se encuentra ya PITINNUS, y en las formas iberorromances esta variante se presenta combinada con la consonante interna del tipo piccolo.

1.ª doc.: Cid.

Pequeño es voz de uso muy generalizado en todas las épocas y regiones. Para ciertas diferencias geográficas, históricas y ambientales en el uso del vocablo puede verse lo que digo acerca de CHICO, que ha constituído el principal concurrente de pequeño en la expresión de esta noción esencial. Como chico es voz más afectiva y de tono más popular, es natural que los varios autores medievales y modernos prefieran una u otra de estas palabras según las varias ocasiones y según las tendencias generales que son propias de cada uno de ellos; p. ej. está muy de acuerdo con el tono popular del lenguaje de Berceo el que este autor sólo emplee chico y no su concurrente, y no es menos característico de las tendencias intelectuales y aristocráticas de D. Juan Manuel su preferencia por pequeño, hasta el punto de que en El Conde Lucanor no aparece nunca la palabra chico. En una palabra, chico era y es vocablo más popular y afectivo, pequeño más distinguido y objetivo. Esta diferencia de tono obedece por una parte a que chico empezaría a emplearse como adjetivo en época más moderna, pero también a que por su estructura fonética conservaba más posibilidades expresivas, mientras pequeño, que también había empezado siendo palabra vulgar y afectiva, había perdido sus cualidades expresivas por la evolución fonética, que cambió en ee sus dos II etimológicas y en ñ su primitiva geminada NN.

Voces de forma paralela a pequeño sólo se hallan en portugués y en sardo. El gall.-port. pequeño se emplea todavía más que en castellano; puesto que allí no le hace competencia más que miudo = menudo; se documenta desde h. 1215 (CortesƟo). Además parece haber existido en el mozárabe andaluz: un visir de Málaga (al parecer Ta?áyyud ad-Daula ben Abi-M?, que murió en; 1040) viene nombrado Ben-Beqenno ‘el hijo del pequeño’ por el poeta Ben-Mas?ûd (malagueño o cordobés de princ. del S. XI) según García Gómez y F. de la Granja (Al-And. XXXVIII, 1972, pp. 409, 425). En Cerdeña, entre los vocablos muy numerosos que se emplean, existió pikinnu (también escrito pichinnu y pickinu), bastante frecuente en los documentos calleritanos de los SS. XI-XIII, y en el Condaghe de Bonárcado, escrito en los SS. XII y XIII en la zona de transición entre el Logudoro y el Campidano (M. L. Wagner, ASNSL CXXXV, 110-1; VRom. V, 109; Studien über den sardischen Wortschatz, 22, 23, 27): la fecha de estas fuentes muestra que no puede tratarse de un castellanismo, sino de una vieja palabra autóctona, pues entonces ni siquiera había empezado la dominación catalana en la isla. En los demás romances las palabras empleadas son ya diferentes, aunque algunas no carecen de cierta analogía. De la comparación de las formas de los tres idiomas resulta que el étimo había de tener էէ breves como vocales originarias y una NN geminada. Está claro que ninguna palabra latina conocida puede ser el étimo, ni tampoco cabe buscarlo en germánico, ibero-vasco ni otro alguno de los idiomas que han proporcionado léxico al iberorromance1.

En latín vulgar surgieron una serie de voces nuevas para reemplazar el gastado y anticuado parvus, de las cuales sólo parcialmente nos dan noticia ciertos poetas, gramáticos inscripciones: Marcial emplea pisinnus repetidamente (aplicándolo a una lagartija y en otra parte a la mentula), una variante pitzinnina figura en inscripción romana de 392, pitŭlus se lee en Antonino Placentino, y pitinnus en una inscripción del año 406 (Rossi I, 556; CIL VI, 359.15; ALLG VIII, 480); sólo una parte de estas formas se ha conservado en romance con la regular evolución fonética (las dos primeras perduran, respectivamente, en el sardo pi?innu y pithinnu ~ pizzinnu), pero en cambio se encuentran hasta hoy muchas variantes semejantes a las mismas, y a otras también latinas, como PUSINNUS (ALLG XIII, 160-1; Pusinna ya documentado, además, 10 veces, en fecha, muy antigua, como nombre de persona, en inscripciones de la Galia oriental, CIL XIII), que junto con el clásico PUTUS ha producido el rum. puţin; una variante sufijal del citado PITULUS, no documentada hasta el S. VIII (Pitito Villare), ha dado el fr.-oc.-cat. petit, -ita, etc.2 Otra palabra no documentada hasta época romance es el it. pìccolo con su variante formativa piccino (con cruce de ambas, pìcciolo). La combinación de varios de estos elementos es típica de la familia romance en cuestión: junto a la palabra galorrománica está el sardo pitikku, con otro sufijo; junto a pìccolo y a pikinnu está el sardo pikokku y piƇƇokku; junto al it. piccino está el azoriano pichincho3; junto a pitinnus, el cast. famil. pituso [Acad. 1899 o 1914; detalles, A. Castro, RFE VIII, 305n.] y el chil. pituco, pituto ‘flaco y chico’ (Lenz, Dicc. 616), arg. pituco ‘coquetón, presumido’: junto a nuestro pequeño tenemos el gall. pequecho ‘niño’ (Pérez Ballesteros, Canc. I, 171, n.° 55), el minhoto pequerricho y el minhoto y mirandés pequerrico4.

En forma análoga el castellano pequeño y sus hermanos sardos y lusitanos han de resultar de la combinación del latino vulgar PէTէNNUS con la raíz PIKK- continuada por el italiano pìccolo5. Nótese que el sufijo -INNUS es característico de esta clase de formaciones: el port. menino ‘mocito’ supone una terminación con -NN- (pues -INUS habría dado -inho en Portugal), también el diminutivo port. pequenino, y lo mismo cabe decir del aranés poninn, -ina, ‘pequeño, -a’ (-INUS, -INA, habría dado -iȧ, -ía, en el Valle de Arán); la única diferencia frente a pequeño consiste en que estos vocablos son de creación posterior, puramente romance, y por lo tanto conservaron el timbre de la í tónica, mientras en nuestro pequeño la է breve del latín vulgar se cambiaba en e. El punto que requiere especial examen es la q castellana y portuguesa, pues al menos en apariencia parece que si *PICCINNUS (= *PIKKINNUS) hubiese ya existido en latín vulgar la CC habría debido convertirse en ç romance; por esta razón suponía Bourciez (Élém. de Ling. Rom., §§ 63, 184) una base *PECCUէNNUS, pero no es posible aceptarla, no sólo porque su resultado en sardo habría sido muy diferente del real6, sino porque la U en cuestión habría destruido el efecto expresivo de la palabra. En realidad, bien podríamos suponer que *PIKKէNNUS existió ya en latín vulgar, pues las voces onomatopéyicas y expresivas escapan muchas veces a aquellas trasformaciones fonéticas que amenazaban con destruir el carácter fono-simbólico de la palabra; pero también es posible que PITINNUS y PIKK- no se cruzaran hasta fecha tardía (cuando ya la k no se alteraba ante i o e): de hecho la frase arca pittinia que Bourciez cita en doc. español de 921 (y en la cual ni representa la ñ castellana procedente de NN) parece indicar que todavía en esta época se mantenía casi intacto en puntos de Castilla el PITINNUS del latín vulgar, y sólo por entonces se cruzó con la raíz sinónima en cuestión; el representante concreto de ésta que efectuó el cruce, puede ser el que todavía se conserva en el port. pêco ‘raquítico’ (hablando de frutos), ‘necio, imbécil’ (hablando de personas), con un cambio semántico igual al del port. parvo ‘idiota’.

Para concluir, algunas palabras sobre el origen último de este repertorio de voces romances. Hoy se está de acuerdo en que son creaciones del latín vulgar y del romance, de carácter expresivo u onomatopéyico7. La relación de pequeño y pìccolo con el tipo romance piccare ‘picar’, rum. pic ‘gota’, rum. y suditaliano pic(c)a ‘un poco’8, es más difícil de definir. Es muy posible que tenga razón Walter Goldberger en su artículo fundamental Kraftausdrücke im Vulgärlatein (Glotta XVIII, 52 ss.) al explicar que todo esto y el lat. clás. PզCUS ‘pico carbonero’ tiene un origen único, propiamente onomatopéyico; que esta raíz, que al principio expresó el ruido del pico de una ave al golpear los árboles o escarbar el suelo, se trasladara luego a las aves domésticas como llamada cariñosa para hacerlas acudir, y que del matiz cariñoso o hipocorístico se pasara, en fin, a la idea de pequeñez al aplicarla a los niños (las extensiones eróticas me parecen, en cambio, secundarias). Sin embargo, con esto no están agotados los caminos posibles9; y como es sumamente probable que todas las variantes consonánticas (PIS-, PITZ-, PITT-, PIKK-) tengan una fuente única, y sólo en la última se presenta la idea de ‘picar’, no tenemos derecho, mientras no se hayan explorado a fondo todos los atajos y meandros que llevan en la mente humana desde el sonido hasta la idea, a rechazar la tesis de que es la sílaba PI- en sí misma la que sugirió directamente la idea de pequeñez. Lo que me parece fuera de discusión es la importante intervención del habla infantil en estas creaciones, con su predilección por la oclusiva P- de articulación sencillísima, y en calidad de exponente semántico el timbre agudo de la I, que evoca por vía inmediata la noción de lo diminuto; comp. el lat. infantil pipinna ‘miembro del niño’10.

DERIV.

Pequeñez [APal. 53b]; ant. pequeñeza. Pequeñuelo. Empequeñecer [princ. S. XVII, Paravicino; pero falta todavía en los dicc. de la época]; empequeñecimiento.

1 Por razones fonéticas de mucho bulto es imposible derivar del lat. PAUCUS ‘poco’, en lo que había pensado Gonçalves Viana (RL I, 226) en un trabajo de juventud. El intento de K. F. Johansson, Zs. f. vgl. Sprachf. XXXVI, 382, de buscar un origen germánico al it. piccolo y demás voces romances, no condujo a resultado concreto, ni podía conducir, pues la raíz pick-(que por lo demás en germano sólo significa ‘picar’ e ideas análogas, pero no ‘pequeño’) en esta familia lingüística no es más antigua que en romance (el alem. picken desde luego es posterior al S. XI) y su p- inicial, conservada en alto alemán, prueba que es voz onomatopéyica. La p- inicial es sonido ajeno al ibero-vasco, raro en céltico, e inexistente en árabe. De descabellada semánticamente debe calificarse la ocurrencia de Sperber (BhZRPh. XXVII, 152) de derivar el it. piccolo de pica ‘urraca’, y nuestro pequeño de la correspondiente voz hispano-port. pega, pegaza, picaza.―

2 Además de las fuentes citadas vid. Schuchardt, Vokal. d. Vglat. II, 203; M-L., Z. K. des Altlogud., 22.―

3 Gonçalves Viana, Apost. II, 250. De esta forma dialectal portuguesa, sin duda procedente del mozárabe, derivó con razón dicho filólogo el port. pechincha [dos ejs. de pechiche, uno en Lope (donde parece voz hipocorística), otro en un soneto de 1599, de sentido oscuro (BRAE XXVIII, 471)] ‘ganancia pequeña’, ‘ganga inesperada’, de donde se tomó el arg. pichincha íd.―

4 Leite de Vasconcelos, Opúsc. II, 387, 435; Est. de Philol. Mirand. II, 207., Además Vigón cita para el asturiano de Colunga pequén, pequiristín, pequirriñín, pequirrixín, y sería fácil engrosar la lista con formas modernas.―

5 Una opinión sólo ligeramente distinta expresó García de Diego, RFE IX, 143.―

6 QU da b o a lo sumo p en sardo: kimbe ‘cinco’ *CINQUE, isbirridare EXQUTRITARE, sp(r)idda SQUILLA.―

7 No será céltico aunque el tipo bret. bihan, corn. bechân, galés bychan ‘pequeño’ (cuya terminación quizá corresponda más bien a -ANO- que a -ENNO-) se parezca tanto al tipo iberorromance; en céltico deriva del sinónimo BEKKO- (galés bech, irl. ant. becc, irl. beag), cuya B- es incompatible con una etimología céltica de las voces romances. Se trata de una creación paralela a la romance, aunque no teniendo el celta el sonido de P- es natural que la hiciera con la análoga B-.―

8 REW 6494, 6495; Gustav Meyer, Indog. Forsch. VI, 122.―

9 P. ej. el paso de ‘picar’ a ‘gotear’, y de ‘gota’ a ‘poco, pequeño’, sugerido por el rumano, aunque menos plausible.―

10 Desde luego es infundado el escrúpulo que expresa M-L. (REW 6550) para unir la raíz de pequeño con la de piccolo. Es pueril hablar de «asimilaciones vocálicas» en estos casos. También en la onomatopeya PIKK- ‘picar, golpear’ existe la alternancia i ~ e (cast. PECA, ingl. to peck), con sujeción a la distinta fecha de creación del vocablo, que permitió en ciertos casos el paso de է a e, o por otras razones; como existen en ella alternancias consonánticas que nos recuerdan algunas de las que presenta la idea de ‘pequeño’: italorrománico piz(zo) ‘pico de pájaro o de cerro’, ast. peza ‘peca’, port. pecha ‘defecto’. Argumento que podría alegarse en apoyo de la tesis de Goldberger, aunque no sería completo ni tampoco decisivo. Una variante piqueño (aunque debiera confirmarse mejor) parece existir en el Lucidario castellano medieval (RFE XXIII, 31). La raíz onomatopéyica pit- está bien representada en cast. como nombre de la gallina; Aut. ya registra pita «voz con que se llama a las gallinas»; pita ‘gallina’ se emplea en ast. (Vigón) y muchas partes; por extensión ‘bolita de cristal con que juegan los niños echándola al aire’ (pitón en arag.) pitorra ‘chochaperdiz’ (Acad. ya 1843), pitirre er Sto. Domingo, P. Rico y Cuba, según Malaret, y que yo he anotado en la costa atlántica colombiana como nombre de un pájaro pequeño que se caza con honda (‘tiragomas’), pititorra ‘tro glodytes musculus’ en Mendoza y Córdoba (arg.) (Chaca, Hist. de Tupungato 111; Sabella, Geogr. de Mendoza; Manito, Edén Serrano, p. 110); pito ast. ‘pollo de gallina’; pitpit (Acad.) o pipí (Aut., con ej. anterior, referente a África); pitezna [Acad. ya 1817] ‘pestillo de hierro que tienen los cepos, por cuya acción queda preso el animal’ (el sufijo -ezna prueba que deriva de un nombre de animal: hay comparación con una ‘gallinita’).