NACER, del lat. NASCI, íd.
1.ª doc.: orígenes del idioma (Glosas Silenses, Cid, etc.).
DERIV.
Nacencia ant. y dial. ‘nacimiento’ [S. XIII, Buenos Prov. 29.14; J. Ruiz, 123c; Vida de S. Ildefonso, 158; hoy empleado popularmente en Asturias (Vigón), Cuba (Ca. 190), etc., vid. RFE XXVI, 318], ‘tumor, divieso’ [arag. naxença, h. 1300, Tilander, § 139.21], ac. para la cual V. lo dicho s. v. DIVIESO; derivado común con el cat. naixença, fr. naissance, etc.; ya Nebr. registra sólo nacimiento, que aparece desde la Gral. Est. (I, 28768), J. Ruiz y J. Manuel. Nacedero ‘manantial’ arg. (Draghi, Canc. Cuyano, 210; Yupanqui, La Nación, 6-X-1940). Nacida (en el cast. de Galicia, BRAE XIV, 125). Nacido m. ‘divieso’ (en Cuba, Ca. 88; Canarias, BRAE VII, 338; Arg., J. P. Sáenz, La Prensa, 30-VI-1940; etc.). Naciente (m. ‘Oriente’; m. y f. ‘manantial’; muy vivo en ambas acs. en la Arg.: Sabella. Geogr. de Mendoza, p. 44; grabado de La Nación, 30-VI-1940). Nación [-ones, S. XV, Biblia med. rom., Gen. 25.19, traduciendo una, palabra hebrea que significa juntamente ‘ascendencia’ y ‘posteridad’] ‘condición natural, cualidad nativa’ [1.ª mitad S. XVI, Sánchez de Badajoz, y otros ejs. en RL XI, 60-62], ‘nacionalidad’ [APal. 178d, 296b], ‘cría de la vaca o yegua’ ast. (Vigón; para esta acepción y la ac. ‘vulva de la vaca’ vid. Fz. Gonzz., Oseja, 315); m. ‘extranjero’ (vid. Morel-Fatio, Ét. sur l’Esp., 3.e série; hoy vivo en el gauchesco argentino, Guiraldes, D. S. Sombra, ed. Espasa, p. 112, y vid. Tiscornia, M. Fierro coment., s. n.); tomado del lat. natio, -ōnis, ‘nacimiento’, ‘raza’, ‘nación’, ‘gentil, pagano’; nacional; nacionalidad [S. XVII, Moreto]; nacionalismo; nacionalista (falta todavía en Acad. 1914); nacionalizar, nacionalización; internacional, internacionalizar.
Nado ‘nacido’, V. arriba; era frecuente su empleo en frases negativas, en las locuciones omne nado y fijo de mugier nada, equivalentes de ‘nadie’ (M. P., Cid, 259.16, 338.18). En cuanto al actual pronombre nadie, tuvo primitivamente la forma nadi (Cid, passim; Berceo, Mil. 742c, 180; Alex. 222; y todavía en fecha bastante tardía, fin del S. XV, Rodrigo de Reynosa, Phil. Q. XXI, 36, y aún lo empleaba el Emperador Carlos V según M. P., La Lengua de Colón, p. 133; tiene ya sin duda carácter dialectal en el joven poeta tudelano Arbolanche (1566) quien lo emplea más de treinta veces en sus Abidas donde, por lo demás, se encuentra tres veces otri, ed. Gnz. Ollé, I, 56), posteriormente alterado en nade [raro: Berceo, S. Dom. 163, mss. V y H, 2.ª mitad S. XIV] o nadie [Nebr.]2, vulgarmente naide [Sta. Teresa, M. P., l. c.]: del lat. (HOMINES) NATզ (NON)... ‘hombres nacidos no...’. Nada [doc. de 1074, Oelschl.; Cid; Reyes Magos, etc.] procede análogamente de RES NATA ‘cosa nacida’3; todavía se empleaba adjetivamente nada cosa en el leonés de los SS. X y XV (Oríg. 366-7 y n. 1), y hasta hoy en día se oye no hizo cosa nada ‘no hizo gran cosa’ en el castellano de Nuevo Méjico y de Colorado (Juan B. Rael, MLN XLIX, 31-32); en bearnés se emplea nat, nade, como adjetivo pronominal negativo (nat camî, nade mountanhe), y lo mismo ocurre a veces en el catalán de Mallorca (res nat ‘nada’: Ferrà, Comèdies I, 12; BDLC IX, 137; per nat senyal ‘ni por señas’, BDLC, VI, 133; XI, 34)4. La locución RES NATA pertenece ya a la antigua lengua familiar latina, pero su valor es tan diferente del que tiene nada en castellano que es más verosímil no admitir una relación directa: allí RES NATA significa ‘el asunto en cuestión, el caso que se da’; sin embargo, su empleo era tan frecuente (Plauto, Cas., v. 343; Bacch., v. 218; Truc. V, i, 70; Lucilio, ed. Marx, 962; Terencio, Ad. 295; Cicerón, ad Att. VII, viiii, 2; XIV, vi, 1; Apuleyo, Met. IV, 3 ed. B. M., pp. 67.11, 75.13, 96.10 y vol. II, p. 75.10), que debe dejarse abierta la posibilidad de que bajo la influencia de nadie (HOMINES NATI), la locución RES NATA, empleada en frases negativas, tornara el valor pronominal e indefinido que es propio de nada5. De nada viene el derivado nadería [Sta. Teresa].
Nadal ast. [Aut.], de DIES NATALIS, como en cat.-oc. y gall.-port.6 nadal, fr. noël, it. natale. Navidad [Berceo], haplología de *nadividad (comp. nadvidad citado por Oelschl. en 1205), descendiente semiculto de nativitas, -atis, ‘nacimiento’; navideño. Renacer; renacimiento; renaciente, renacentista; renadío.
Cultismos. Natal [Berceo, Mil. 55b]; natalicio; natalidad. Nativo (1605, C. C. Smith, BHisp. LXI; criticado como neologismo en Lope, Dorotea III. esc. iii), de natīvus íd.; en forma semipopular natío [adj., J. Ruiz, 403c; vid. ENATÍO); m. ‘nacimiento, procedencia’ (2.° cuarto del S. XVI, D. Sánchez de Badajoz, RFE IV, 20, nació será errata ibid. 19)7; natividad [h. 1440, A. Torre (C. C. Smith)]. Nato. Natura [Cid; Berceo, Mil. 630, etc.; ‘linaje, esencia de las cosas’; Nebr.: ‘naturaleza’], del lat. natura; quizá la ac. ‘partes sexuales’ (ya Nebr.; hoy ‘vulva de los animales’ en Cespedosa, RFE XV, 279) fué causa, como me observa don A. Castro, de que en la ac. primitiva hubiera que formar el derivado naturaleza (sin embargo, esto indicaría una sensibilidad especial de los españoles, pues la misma duplicidad semántica existió en francés, italiano, etc.); natural [Cid; ‘ajustado, semejante a la naturaleza’, y luego ‘perfecto, excelente’, Berceo, Mil. 29a, 48d, y muy común en la Edad Media; ‘físico, astrólogo’, J. Ruiz, 118; ‘nacido (en algún lugar)’, ‘indígena’, doc. de 1485 citado por Zaccaria; Nebr.; ac. imitada en el it. del S. XVI]; naturaleza [doc. de 1206, Oelschl.; APal. 271b; «naturaleza, tierra de uno: patria», Nebr.; etc.]; naturalidad; naturalismo, naturalista; naturalizar, naturalización; sobrenatural; naturismo, naturista; desnaturar [Nebr.], desnaturalizar; preternatural, preternaturalizar. Innato [2.° cuarto del S. XV, Pz. de Guzmán (C. C. Smith)]; innatismo.
CPT.
Nonada [S. XV, Jorge Manrique]; anonadar [princ. S. XVII, DHist.], anonadamiento. Nonato [h. 1700, Maestro Ayala, Aut.], de non natus; de ahí en forma semipopular *noñato y luego, por influjo de niño: niñato ‘embrión de la vaca cuando la matan’ [Aut.], judesp. niñato ‘ternero’, ‘corderito asado’ (RFE XXXIV, 80). Entenado [Aut. cita ejs. de los SS. XIV y XVI, que deberán comprobarse], alteración de antenado [Fn. Gonz., en DHist.], propiamente ‘nacido antes’; de ahí las formas sincopadas, con la ac. primitiva, *andnado, de donde alnado [Partidas], adnado (comp. ’iȶnât en R. Martí), andado, andrado, annado, anado (en el vocabulario de med. S. XV, publ. en RFE XXXV, 325). Véanse más ejemplos en los artículos respectivos del Diccionario Histórico; de andado parece haberse extraído el ast. andáse ‘envejecerse’ (V).
1 Algo de lo mismo ocurre en las dos lenguas hermanas del Este y del Oeste: cat. nascut, gall.-port. nacido, si bien en ambas la forma antigua se muestra más recia. En catalán nat se mantiene más o menos vigente en todas partes, sobre todo en la lengua literaria y en el uso popular de las Baleares y de las comarcas montañosas del continente. En portugués nado no es sólo poético sino empleado en frases varias y sin resabio anticuado (nado e creado, ao sol nado). Allá como en catalán ser nado (o nat) está lejos de estar anticuado: gallego a terra en que foron nados, Castelao 260.lf., etc. Apenas hace falta agregar que en la época de los escritores algo antiguos, la forma tradicional era todavía lo general o normal en uno u otro dominio, todavía en el S. XVI al Oeste («nada em dor, em dor criada» Bernardim Ribeiro, «um rei, de pouco nado», Cam?es) e incluso ochocentistas como el vigatano Verdaguer o el mallorquín Quadrado habrían rechazado nascut como forma literaria.― ↩
2 Esta forma se suele explicar como un compromiso entre nadi y nade (así M. P., Man., § 102.3). No es idea convincente, entre otras razones porque es operar con letras y no con sonidos: nadie se pronuncia náje y j no es lo mismo que i; además, nade es forma rara, aunque tiene algún paralelo como otre ‘otra persona’ (1417, M. P., D. L., 245.58) en vez de otri (tampoco creo que la prep. dialectal sien resulte de cruce de sin con su variante sen). Más razonable me parecería ver ahí un influjo de quien (como el que creó el posterior alguien), con la diferencia de que en vez de decir nadien se simplificó la pronunciación, a causa de la posición átona, diciendo nadie; la diferencia en el camino seguido por alguien (que, por lo demás, se pronunció primero alguien) podría explicarse cronológicamente. Sin embargo, la explicación de la falta de -n es algo forzada, y el hecho es que la forma nadien, o más bien naiden, es sólo reciente (así en Cuba, Ecuador, Chile y seguramente otras partes: vid. Ca., 30; Lemos, Barb., 36; G. Maturana, D. P. Garuya, p. 96). Contra lo que asegura M. P., nadi es la única forma regular fonéticamente, pues es falsa la presunta ley fonética del cambio de -զ en -e (viniste, dióle y formas análogas son regresión de vinist, diól, y no continuación directa de VENISTզ, DEDIT ILLզ, y Berceo conserva las formas regulares del tipo venisti, dióli); este prejuicio conduce a M. P. a mirar nadi como alteración de nado por influjo de qui (voz poco frecuente en castellano) y a negar que sea etimológica la construcción plural del Cid, que nadi nol diessen posada (v. 25), que todo el mundo (p. ej. Cornu, Rom. X, 80-81) miraba como conservación del estado etimológico. Esta acumulación de explicaciones complicadas es innecesaria, y así como así sería inverosímil que una զ larga diera e en cualquier romance o en cualquier posición. Una de dos: o miramos la posición del proclítico qui como esencialmente distinta de la postónica de la i de nadi, y entonces será extraño que esta i pretónica pueda engendrar la i postónica de nadi, o bien creemos que a pesar de las diferencias hay una identidad esencial de todas las ii átonas, y entonces debemos esperar que el timbre de todas reciba un mismo tratamiento (aunque la final pueda perderse, lo que ya no es asunto de timbre, sino de intensi dad). En el caso de nadi, la -i conservaba como siempre su timbre, por ser larga, y si no desaparecía es en primer lugar por su valor de distintivo morfológico, y también por la frecuencia de combinaciones donde hallándose ante vocal se hacía semiconsonante: nadଖ hai(n) venido, nadଖ eran, nadଖ andidieron, etc.; de la misma manera que faze a la sierra daba f la sierra ‘hacia la s.’, y así no se perdía la -e. Pero en nadଖ a... la pronunciación vulgar pasaba naturalmente a naଖd a..., de donde después, en el empleo aislado, naide, que, a pesar de la nota de vulgar que le afligió siempre, se documenta casi tan antiguamente como nadie. Reaccionando contra el vulgarismo, naଖde se cambió en nadଖe, y así debió de nacer esta forma, favorecida además por el paralelismo con quien. Paralelamente se formó otrie junto a otri y otre. Nótese que muchos, quizá por esta misma multiplicidad de formas, ponían reparos al uso de nadie y sus variantes, prefiriendo ninguno (como el portugués sólo conoce ninguém): así lo declara categóricamente Valdés, Diál. de la L., 113.17.― ↩
3 Se trata, de acuerdo con el sentido, de una creación posterior, imitada de HOMINES NATI, NEMO NATUS (Plauto, Most. II, ii, 21), OMNES NATI, ya documentadas en latín; RES NATA en este sentido no lo está, que yo sepa, pues el e re nata que Nascentes cita de Terencio significa otra cosa («ex eo quod casu accidit», Forcellini). Sin embargo, este vulgarismo tardío logró mayor difusión romance, de suerte que no sólo nada es también portugués, sino que nade, nado, en el mismo sentido, se emplean en las hablas ladino-vénetas de Istria (Gartner, Litbl. XXI, 341).― ↩
4 Como el carácter negativo de nada depende de una elipsis del no, el sentido primitivo era ‘algo’, y éste se conservó en frases interrogativas, dubitativas y negativas («¿piensa V. que este hombre sirva para nada?»), como observa Bello, Gram., ed. 1936, § 361. Luego es erróneo, bien mirado, condenar frases del upo de no deje de mandarme nada, como suelen hacer los correctores gramaticales [Gramaticales de La Prensa de B. A., 20-I-1945). Ya Quevedo pretendía corregir no quiero nada en quiero nada [Cuento de Cuentos, Cl. C. IV, 169], pero este humorista bromeaba.― ↩
5 Lo cual sería tanto más evidente si res nata se hubiese empleado frecuentemente en frases negativas; pero no parece ser esto lo frecuente: de los 13 pasajes citados puedo comprobarlo en nueve (contando los dos que cita Forcellini de Cicerón) y sólo tres de ellos (los dos de Cic. y el de Ter.) contienen una negación. No hay lugar, por tanto, a afirmar más de lo que digo ahí.― ↩
6 Nadal sigue siendo hasta ahora el nombre normal de la Navidad en todo el dominio catalán y en Galicia; aquí es además el nombre más popular de todo el mes del Señor (Irm. Pal., Lugrís, p. 117): «un día de nadal, decateime de que hai mais fermosura nas froliñas dos campos que nas froles de xardín» Castelao 158.9. Nadal ‘navidad’ está ya en las Ctgs., 292.69, y es lo que debemos adivinar tras el natal de la Gral. Est. gall. y otros pasajes de las Ctgs. (72.10, 73.20), seguramente mera grafía cultista.― ↩
7 El cast. naife que Aut. define «diamante bruto y sin labrar», y de cuya existencia en castellano no tengo otros testimonios, se empleó antiguamente en portugués, pues Mendes Pinto escribe (h. 1540) «muitos diamantes naifes de roca velha» (Fig.). No sé en qué vocal se acentuaba el vocablo, pero aunque se hubiera acentuado en la a, sería evidentemente el fr. naïf ‘nativo, ingenuo’ (< NATIVUS), voz que efectivamente se ha aplicado al diamante, pues todavía se dice pointe naïve «diamant qui affecte naturellement la forme pyramidale» (DGén.). La Acad. conservó la definición de Aut. hasta 1899 o 1914, en que la cambió por «cierto diamante de calidad superior» [?], al mismo tiempo que sustituía la etimología naïf por otra nueva, el ár. nâȐif ‘que sobresale’, coincidencia cronológica muy sospechosa. Esta voz arábiga es bien conocida, pero en primer lugar tendríamos que poder dar crédito a la definición de la Acad. ↩