LAR, ‘cada uno de los dioses familiares’, ‘hogar’, tomado del lat. Lar íd., íd.
1.ª doc.: lares ‘hogar’, Góngora.
En radical desacuerdo con la opinión unánime de todos los que hasta aquí han tratado de la etimología de llares ‘las cadenas en que cuelgan los calderos en el hogar’, G. de Diego (BRAE XXXV, 209-11; GdDD 4686) asegura que este nombre no procede del lat. LAR ‘hogar’. Esta etimología, pese a la unanimidad de los eruditos antiguos y modernos, sería nada menos que absurda, y la suya, si le oímos, es la evidencia misma: se trataría de una aféresis de cadenas ollares, derivado de olla. Por mi parte no niego que se trate de una idea que parece convincente, por lo menos a primera vista, pero un examen crítico y riguroso no muestra la evidencia de que nos habla el veterano colega. Examinemos sus datos y argumentos uno por uno. 1.° En parte de Burgos, Guadalajara y Cuenca se dice ollar y no llar para la ‘cadena del hogar’, y es evidente que ha de ser aquélla la forma originaria. 2.° El resultado fonético de LAR en castellano es lar y no llar; ahora bien, la forma lar como nombre de dicha cadena no existe. 3.° El cambio de L- en ll- es estrictamente propio del catalán y de una pequeña parte de las hablas leonesas, y suponer que una forma leonesa se hubiese propagado y generalizado como nombre de este objeto sería inconcebible. 4.° Aun si admitiéramos tal posibilidad en teoría, el hecho es que en estas zonas leonesas y catalanas las cadenas del hogar no se llaman llares, sino que se les dan los nombres de ABREGANCIAS, caramilleras (CREMALLERA), jarriales (o cat. calamàstecs, cremalls), luego mal pudo tomarse en préstamo de esos dialectos una denominación que en ellos no existe. 5.° Sería inconcebible el cambio semántico de ‘hogar’ en ‘llares’. 6.° Los demás idiomas y el castellano mismo dan todos a las cadenas del hogar nombres que envuelven fundamentalmente la idea de ‘colgar’ (gr. κρƓμστƲρ, de donde cremallera, etc.; abregancias de PLICARE ‘clavar’) y aun más comúnmente consisten en un derivado o compuesto de la palabra olla o de un equivalente, aludiendo al utensilio que cuelga de los llares: alem. kesselhaken, ingl. pot-hanger o pot-hook, cast. dial. calderizo y jarrial; paralelamente ollares, derivado de olla. 7.º La reducción de ollar a llar es un hecho de aféresis trivial, tal como en (o)bispo, (o)brizo, (o)chavo, mientras que un cambio de lar en ollar sería inexplicable: luego llar nada tiene en común con el lat. LAR y la forma que todos los etimologistas han tomado por primitiva no es más que una alteración vulgar comparable a chavo.
No me reprochará el Sr. G. de Diego que no haya reproducido todos sus argumentos y datos; por el contrario, creo haberlos presentado cada uno con toda su fuerza y aun en forma más ordenada y lógica que su autor. Pero he aquí lo que queda de ellos en la realidad. 1.° G. de Diego no dice dónde ha encontrado esta «decisiva» forma ollares; he leído concienzudamente los once primeros tomos de la RDTP y centenares de glosarios y publicaciones dialectales, y ésta es la primera vez en que hallo mención de tal forma. En diversos artículos he señalado y aun probado docenas de veces que este filólogo inventa a cada paso formas y significados siempre que le conviene en apoyo de sus etimologías; en los vocabularios de estas provincias publicados en dicha revista no hay, desde luego, nada de esto (Guadalajara, RDTP II, 142; Renera, ibid. VII, 139; y en los dos vocabularios burgaleses, bastante copiosos, de Guadilla y de Quintanillabón: RDTP V, 149; IX, 54); luego si alguien pone en duda la existencia real de la forma ollares, nadie podrá tacharle de excesivamente desconfiado.
Y sin embargo digo que no dudo de la existencia de tal forma en alguna parte, especialmente en algún pueblo de Burgos, provincia que G. de Diego conoce de primera mano y que en su juventud recorrió palmo a palmo: debe de tratarse de alguna forma local recogida por él personalmente. Pero, en lugar de localizar vagamente, aun reconociendo, como hace, que sólo se emplea «en parte» de la provincia, habría debido especificar en qué pueblos, porque no dudo que se trata de una variante poco extendida y estrictamente local; en cuanto a las otras dos provincias, quizá también exista ahí en algún punto suelto, pero ya tenemos derecho a ser más escépticos, dadas las libertades que suele tomarse el autor, pues lo que se halla realmente allí es ollero «trípode para sostener los pucheros junto al fuego» en Renera (Guadalajara), l. c. ¿Será éste el fundamento único de la afirmación y la forma ollares será sólo una forma supuesta por el Sr. G. de Diego? Más de una docena de veces le hemos sorprendido en inexactitudes tanto o más graves; sin embargo, quiero creer que en este caso no sea así.
Pero en cuanto a que ollar sea «evidentemente» lo originario, nadie querría seguirme, aunque quisiera concedérselo. En Santander el adral del carro se llama odral, en la Rioja y Burgos mismo el lagar se llama agar; ¿por qué no fundar ahí sendas y brillantes etimologías nuevas? (L)agar vendría de *AQUARIS, puesto que es lugar de líquidos; odral derivaría de odre, por ser el lugar del carro adonde se sujetan los odres; la aglutinación de l- es un hecho «trivial», la asimilación vocálica también. Agar, odral: ¡he aquí las formas «evidentemente» originarias, si hemos de seguir las nuevas normas etimológicas que se nos proponen! No: aun un estudiante del primer año de Filología se da cuenta de que agar y odral son formas alteradas por deglutinación o por etimología popular. Y se da cuenta de ello porque lo único antiguo, y lo único aceptado por la lengua literaria (más respetuosa de las formas tradicionales que los bables locales), son lagar y adral, documentados ambos desde antiguo, procedente éste de un ladral todavía más antiguo, y ambos asegurados por las etimologías satisfactorias LACUS y LATERALIS. En nuestro caso presente ha echado mano el Sr. G. de Diego del recurso: de decir que la etimología LAR no es satisfactoria, pero hay que proclamar en seguida que lo único aceptado por la lengua culta y lo único documentado desde antiguo es llar, forma ya empleada en doc. de Sta. María de Frías de 1372: «unos llares de fierro» (Mz. Pidal, Enc. Ling. Hisp. I, p. XCVII); h. el a. 1500 por Lucas Fernández, ed. 1514, f° A V, rºa, y confirmada uniformemente por todas las fuentes literarias desde entonces acá: Aldrete, Aut., etc.; el propio G. de Diego cita de Pérez Moya, en 1673: «las cadenas en que cuelgan las calderas al fuego se dicen llares, de [lat.] LARES». Habría que dar razones muy fuertes y argumentos muy recios para destruir en nuestro ánimo la legítima presunción de antigüedad que esta uniformidad presupone. Pero pasemos a los demás argumentos.
2.° La forma lar no sólo no es cierto que no exista, sino que está documentada desde antiguo como nombre de las cadenas del hogar: es la que da Covarrubias, y es la que hoy se emplea en la Beira (lares, RL XI, 158) y en Mogadouro ―Tras os Montes (íd., RL V, 95)―, mientras que en la localidad vecina de Lagoaça se dice en forma levemente alterada lárias, en las tres con el sentido precisamente de ‘cadenas del hogar’; lares es también antiguo en estas tierras y lo recoge ya el dicc. de Moraes como provincialismo portugués. Sospecho que debe de existir también en lugares de Castilla, pero yo no aseguro más que aquello de que puedo dar pruebas; en todo caso ahí tenemos en forma apenas levemente alterada elar «cadena gruesa, rematada en un gancho, que sirve para colgar el caldero sobre el hogar» [< el lar], usual todavía en Navarra (Iribarren), sin hablar del derivado vasco laratz (vasco común), elaratz y elatz (guip.)1.
3.° El cambio de L- en ll- es desde luego ajeno al castellano; en este punto doy la razón a G. de Diego y se la niego a M. P., en cuya teoría de la existencia de la pronunciación ll- en fecha preliteraria por Castilla y Mozarabía (y ni siquiera por Aragón) no creo en absoluto; de todos modos todos estamos de acuerdo con M. P. en que la ll- tuvo grandísima extensión en las zonas de dialecto leonés, latissimo sensu, incluyendo las provincias de Santander, Salamanca, etc. Y el hecho es que los llares o cadenas del hogar son un enser propio del Norte de España, y aunque se emplee en partes del Centro y aun algún punto del Sur, de una manera general es ajeno a la casa andaluza y del mediodía español (desconocido, p. ej., en la prov. de Almería), y en ninguna parte es de uso tan frecuente y típico como en el extremo Norte de la Península, desde Cataluña hasta Galicia pasando por Santander, etc.; luego ya no sólo no es inconcebible que el cast. llares sea un préstamo de las hablas de esta zona, sino que es natural y aun es de esperar; los demás nombres de este objeto usuales en castellano presentan igualmente las características fonéticas del dialecto leonés: cremalleras o caramilleras en su -ll-, abregancias en su -r-. Y no sólo no es inconcebible que el nombre de los llares sea objeto de préstamo lingüístico, sino que la existencia de tal préstamo se hace indiscutible y aun palpable por la forma port. lhares, usual en otras partes de la Beira (RL I, 213), cuya lh en portugués es absolutamente incompatible con la etimología OLLA de G. de Diego, y sólo puede explicarse por este mismo préstamo lingüístico del leonés que él tiene tanto empeño en negar.
4.° Que en las zonas de L- > ll- sea desconocida la palabra llares es falso de toda falsedad: ya hemos visto que la empleaba el salmantino Lucas Fernández y hoy corre en partes de Asturias (Vigón) y de Santander; el propio G. de Diego cita de Pereda la frase «las llamas lamiendo los llares», cuyo sentido es inequívoco: el contexto muestra que no se trata del hogar, sino de las cadenas. Desde estos lugares es desde donde se propagó el vocablo. Sin duda en otras hablas leonesas se dice abregancias o caramilleras: nada más natural dada la inmensa variedad de los dialectos astur-leoneses; y es natural también que en parte de ellos lar o lareira, llar o llareira, sólo designe el hogar (como en Sanabria: Krüger, Gegenstandsk. 83-84).
5.° Nada más natural que algo que significa de por sí ‘hogar’ pase a designar lo que precisamente suele llamarse cadenas del hogar. Todavía lo comprenderemos mejor si tenemos en cuenta el sentido harto vago y comprensivo de LAR en las hablas del Norte hispánico: en el trasmontano de Vila-Real lar es un hornillo de madera cerrado (RL XII, 105), y en Santander llar se aplica a un fogón que está en un poyo o meseta. Por esta razón el hogar en sentido estricto se llama en Santander el llar bajo; como dice Pereda: la lumbre en el llar bajo, o sea en el santo suelo. Por oposición con esto hay, claro está, un llar alto, que puede ser el mencionado fogón sobre poyo, o simplemente la parte alta del hogar, en la que quedan suspendidos los calderos; suspendidos de las cadenas, y he aquí por qué éstas constituyen el llar alto, y por lo tanto se llaman los llares, expresión que por el mismo hecho de estar en plural (como cadenas) ya es inequívoca y no necesita determinativo. Sea como abreviación de cadenas de los llares o bien de llares altos, nada más comprensible que el uso de llares como sinónimo de calamilleras.
6.ºAhí parece guardar el Sr. G. de Diego su triunfo: el alem. kesselhaken es paralelo de sus cadenas ollares. Pero no, porque kessel es ‘caldero’ y no ‘olla’: realmente lo que se cuelga de los llares son utensilios de metal y no de barro (que fácilmente se romperían si cayeran); son, pues, calderas y calderos. De ahí que los llares se llamen calderiz en la Puebla de Híjar, calderizo en otras partes; el inglés pot es un término genérico. Las ollas podrán quizá colgarse también de los llares, pero no suele hacerse tanto: V. los grabados de las abregancias de Sanabria (Krüger, o. c., p. 93) o del llarín o llar de Segovia (RDTP I, 684), o la definición de Covarr. y la que se da con referencia a Vila-Real: «em cima do lar [‘hogar’] a cambalheira [‘cremallera’] que sustem urna caldeira» (RL X, 212; XI, 299; XII, 102), en todas partes lo que se pinta o se menciona en relación con los llares es una caldera o caldero, nunca una olla; ésta, para mayor seguridad, se pone sobre los estrébedes, y éstos sí que pueden llamarse olleros, como hemos visto que ocurre en Renera de Guadalajara.
7.° Que llar no es un vulgarismo como chavo ya lo hemos probado con las alusiones a Aldrete, Lucas Fernández, etc. Que no tenga nada en común con el lat. LAR, ya sería difícil de creer, aun si no viéramos tan fácil la evolución semántica: así como en el sentido de ‘hogar’ es voz ora femenina (cat., gasc.), ora masculina (santand., sanabr., port.), también llares ‘cadenas del hogar’ aparece con ambos géneros, masculino en Aldrete y en Pereda, pero como femenino lo empleó Pantaleón de Ribera (vid. Aut.) y éste es el único género que Aut. admite. Notable sería esa coincidencia si no hubiese identidad etimológica, y partiendo de cadenas ollares el género masculino que hoy predomina sería incomprensible. Niego rotundamente que haya la menor dificultad en explicar como alteración la forma ollar (admitiendo que exista): la llar se cambiaba muy naturalmente en l’ allar y éste pasó a ollar por un influjo meramente superficial de olla; según el propio GdDD allar es como se llaman las cadenas del hogar en otras partes de Burgos y en la Rioja, de lo cual no hay que dudar puesto que ahí cita el testimonio de Goicoechea, y la aglutinación se produjo igualmente cuando el vocablo tiene el sentido de ‘hogar’, con la misma propagación de la variante leonesa afuera de sus límites dialectales, pues difícilmente puede dudarse de que viene de LAR el gall. anllar (Vall.), inllar (ib., Supl.), «sitio retirado en las cocinas, cerca del hogar, para tener la leña partida que ha de consumirse durante el día o por la noche» (hay todavía una variante gallega illar sin la nasal secundaria, si hemos de creer a GdDD): es otra especialización semántica de LAR, comparable a la del llar alto y llar bajo, y no hay por qué pensar en ANGULARIS, como se dice en este diccionario (n.° 527). Lo que sí, en cambio, tenemos derecho a negar es que fuese fácil el cambio de ollares en llares, que G. de Diego califica de «trivial». Los ejs. que da del mismo son recusables. ¿Por ventura se ha dicho bispo en Castilla? Se dice en Portugal, se ha dicho en Aragón y se dice bisbe en Cataluña, o sea en tierras donde el artículo determinado es lo o bien o, y por lo tanto se trata de una deglutinación; análogamente chavo es propio de Cataluña, Aragón y Murcia (además se comprende que un ochavo pudo separarse como uno chavo); en cuanto a brizo y obrizo son dos palabras que nada tienen que ver entre sí. En general la aféresis es un fenómeno concebible sólo en palabras que se empleen en singular, porque entonces siempre cabe por lo menos un encuentro con la vocal final del artículo, de un adjetivo epíteto, etc. Pero llares y el supuesto ollares es palabra sólo empleada en plural, y ahí, en las combinaciones los ollares y análogas, la pérdida de la o- ya sería inexplicable.
En una palabra, no hay motivo alguno para dudar de que la etimología tradicional de llares sea la correcta.
DERIV.
Gascón pirenaico centro-oriental larè ‘el hogar’, gall. y port. lareira íd. («ó redor da lareira» Castelao 185.21), gall. centr. lareiro «despectivo de hombre tosco, grande, rústico, mal hecho» (Sarm., CaG 109r), orensano larengo (ib. 90v, 202r) ‘lechón’, ‘cerdo doméstico’ y el pontev., trasm. y sanabrés larego (Pensado, o. c., pp. 223-5, demuestra como otras formas, *lareizo, etc., y significados introducidos por los lexicógrafos gallegos se deben a lecturas erróneas y desinteligencias de los textos de Sarmiento); se trata de derivados de lar ‘hogar, casa, patria’ sea en el sentido de ‘cerdo doméstico (opuesto al jabalí)’ sea en el de ‘puerco patrio’, pues en efecto consta que en la cordillera central (O Seixo) designan lareses a los «puercos del país», parecidos a los canaveses y más o menos diferentes de los puercos de Castilla; otra variante será un mote gallego laranxos ‘hombre tosco, rústico, palurdo’ (Sarm. o. c. 109v y copla 734) sacado de lareiro o larafouzas, por intrusión humorística de laranxa ‘naranja’ y el cast. naranja (gall. laranxeiro, CaG. 93r, v); cf. aquí larafouzas, s. v. HOZ II. Larario. Ast. llarada ‘porción de nueces, manzanas, etc., que se ponen en un sitio a escondidas’ (V). Sajambre y ast. allariao ‘se dice del suelo cubierto de fruto caído durante la noche’ (Fz. Gonzz., Oseja, 188).
1 Más que ser deriv. debe de presentar evolución de -es en -etz (cf. gorputz CORPUS, etc.) y asimilación vocálica. Schuchardt, BuR, 25, explicó el paso a laatz > labatz > lagatz en forma que no admite duda. Y nótese que todas estas variantes ―en particular la más general laratz― son elocuente prueba de que lo antiguo en las hablas castellanas próximas al vasco era lares, y no llares, que habría dado en vasco formas como iྋares, *eྋares o *liares, todas ellas inexistentes. ↩